Cuando Saúl/Axel entró a la casa, recibió una llamada de su asistente, su tono era de alarma al hablar.“Señor, tenemos un problema”.—¿Qué ocurre Samuel?“Por favor, abra la laptop en su computador, para que vea lo que le han enviado de un correo anónimo”.Axel caminó hacia la portátil y se fue directamente a su correo. Había recibido unas imágenes, Fotos de “su esposa” con otro hombre. Fotos que, irónicamente, lo mostraban a él mismo, pero con otro rostro.—Maldita sea… —murmuró, frotándose el rostro.Samuel lo escuchó con nerviosismo.“Señor, si esto sale a la luz… la reputación de la señora y de usted quedará dañada”.—Lo sé.Pensó rápidamente en sus opciones. Si reaccionaba como Axel, haría exactamente lo que Miranda esperaba.Pero si Saúl actuaba primero… podría salvar la situación.Le envió un mensaje a Alicia, esta vez como Saúl."Alicia, necesito verte. Es importante."Ella no respondió. Axel maldijo entre dientes, pero decidió esperarla.Por su parte, Alicia pensaba en la pr
El silencio que siguió fue ensordecedor. Axel permaneció inmóvil, como una estatua atrapada entre dos identidades. Alicia dio un paso hacia él, su mano temblando ligeramente mientras se acercaba a su rostro.—Eres tú, ¿verdad? —susurró, su voz apenas audible —Axel… —susurró sin querer. —Creo que me estás confundiendo. ¡Vamos! Salgan por la puerta trasera y entran por la puerta del cobertizo —ordenó, evitando su mirada.—¿Cómo sabes que allí hay una puerta del cobertizo? —preguntó Stella, entrecerrando los ojos. —¡No hay tiempo para conversar de eso! —rugió.Abrió la puerta trasera, pero lamentablemente los periodistas habían rodeado la casa, incluso se subieron a la valla del patio trasero. Cuando él vio esto, las volvió a meter dentro de la casa.—No pueden salir en este momento, tienen que quedarse aquí, los periodistas están en todos lados —informó Axel y la preocupación se dibujó en el rostro de Alicia. Sin embargo, Stella no podía evitar apartar la mirada del hombre, se le h
El aire dentro de la villa era denso, cargado de un peligro silencioso.Axel y Stella se miraban fijamente.Ella con la certeza de quien acaba de descubrir la verdad.Él con la desesperación de quien está a punto de perderlo todo.—Habla. —Stella cruzó los brazos—. Quiero escucharlo de tu boca.Axel suspiró, pasando una mano por su cabello, se sentó en el escritorio. Ya no tenía sentido seguir negándolo.—Lo siento, no quise jugar con Alicia.La incredulidad se mezcló con la furia en los ojos de su hermana.—¡Pero lo estás haciendo! ¡¿Cómo pudiste hacer algo tan bajo?! ¡Engañarla, manipularla así! ¡¿Acaso te volviste loco?! —vociferó, clavándole una mirada que mezclaba rabia y lágrimas—. ¿Jugar a ser otro hombre para acercarte a ella? ¡Es enfermizo! Axel apretó la mandíbula, las manos apoyadas en el escritorio, los hombros hundidos bajo el peso de meses de mentiras. —¡No entiendes! No me quedaba otra opción. Cada vez que intentaba ser yo mismo, la alejaba más. Ella odia a Axel. En
Stella sostuvo el cuerpo inconsciente de Guillermo, su corazón latiendo desbocado. —¡Alicia! ¡Ayúdame, por favor! —gritó desesperada.Alicia salió corriendo de la casa, sus ojos se abrieron con sorpresa al ver la escena.—¡Dios mío! ¿Qué pasó? —preguntó mientras ayudaba a Stella a sostener a Guillermo.—No lo sé, lo encontré así en el jardín. Está ardiendo en fiebre.Entre las dos lograron sostenerlo, hasta que llegaron el par de guardaespaldas y las ayudaron a subirlo a la habitación de Stella y tenderlo en la cama.—Hay que bajarle la fiebre —dijo Alicia.Alicia corrió por toallas y agua fría mientras Stella le quitaba la camisa empapada.La habitación olía a alcohol y menta. Stella ajustó la compresa en la frente de Guillermo, cuyos labios temblaban entre escalofríos. —Quédate quieto —murmuró, evitando que su mano temblara al tocar su piel ardiente—. Estás hecho un desastre.Guillermo abrió los ojos vidriosos, la fiebre nublando su mirada. —Stella desde la primera vez que te v
En la villa de Alicia, Guillermo comenzaba a despertar de su delirio febril. Abrió los ojos lentamente, encontrándose con la mirada preocupada de Stella.—¿Dónde... dónde estoy? —murmuró confundido.—Shh, tranquilo —respondió Stella, colocando una mano en su frente—. Estás en mi habitación. Te encontramos inconsciente en el jardín.Los recuerdos comenzaron a inundar la mente de Guillermo. Había venido a buscarla, a explicarle todo.—Stella, yo... —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió.—Ahora no, Guillermo. Necesitas descansar.Él negó con la cabeza, incorporándose con dificultad.—No… necesito que me escuches, por favor. Vine a explicarte que no tengo nada amoroso con Andrea, ella es parte de mi pasado. La rechacé y le dije que no puedo estar con ella… porque te amo a ti, Stella.Ella sintió que su corazón se aceleraba. Quería creerle, pero el miedo a salir lastimada de nuevo la paralizaba.—¿Qué estás diciendo? —susurró.—La verdad, Stella. Te amo. Siempre has sido tú.Las lágri
Axel dio otro paso hacia ella, su sombra alargándose bajo la luz tenue de la habitación y aunque sus palabras le impactaron. No quiso creerle.—Tú… ¿Me amas? —Alicia rio con ironía, pero su voz se quebró en el último segundo—. No me hagas reír, Axel. Los hombres como tú no aman. Poseen, controlan, manipulan… pero no aman.Axel sintió que algo se rompía dentro de él con esas palabras, estaba haciendo su mayor esfuerzo, nunca se había confesado en su vida, era de poco demostrar emociones, pero lo estaba haciendo por ella, porque no deseaba perderla.—¿Eso es lo que piensas de mí? —su voz era grave, contenida, pero con un filo de dolor—. Que no te amo.Alicia lo miró con ojos llenos de rabia y decepción.—Demuéstrame que me amaste, Axel. Dime cuándo… dime cómo.El silencio cayó como una losa. Axel cerró los ojos por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Pero no las había. Él no era un hombre de discursos románticos, nunca lo había sido. Así que solo dijo la verd
El sonido de la puerta cerrándose resonó en la habitación como un eco dentro del pecho de Alicia. El clic del pestillo sonó a sentencia, a un adiós que Axel no había pronunciado, pero que se colaba entre las grietas de su corazón hecho añicos. Se quedó inmóvil, los dedos enterrándose en el tejido de su vestido hasta que los nudillos palidecieron. La seda, fría y resbaladiza bajo sus manos, le recordó la distancia que Axel había tejido entre ellos durante años: elegante, impenetrable, y tan frágil como una tela que podía rasgarse con un solo gesto."Voy a destruir a Miranda. Y cuando lo haga… voy a demostrarte que nunca debiste dudar de mi amor por ti."Sus palabras la perseguían, cada sílaba un latigazo que le quemaba las entrañas. “¿Amor?”, pensó, mordiendo el interior de su mejilla hasta sentir el sabor metálico de la sangre. ¿Cómo llamar amor a tres años de silencios en habitaciones vacías, a cumpleaños y aniversarios olvidados, a noches en las que él prefería un sofá en su despac
Un murmullo de asombro recorrió la sala, ahogando incluso el zumbido de los focos. Los flashes de las cámaras se dispararon frenéticamente, iluminando el perfil de Axel como si fuera una estatua tallada en hielo. Alicia, sentada en primera fila, sintió cada destello como un pinchazo en la piel. Las palabras de él resonaban en sus oídos, pero era su cuerpo el que traicionaba su calma: las uñas clavándose en las palmas, el pulso acelerado bajo las mangas del vestido, la garganta cerrada como si el aire se hubiera vuelto veneno. —Tenemos grabaciones —continuó Axel, deslizando un USB sobre la mesa con dedos que jamás titubeaban— donde Miranda Sullivan manipula documentos en mi oficina. Y no solo eso: contrató a persona para alterar correos, fotografías y fabricar pruebas de una infidelidad que nunca existió. Y filtrando información a la prensa.Alicia escuchaba atentamente cada palabra, su rostro impasible, aunque por dentro sentía una mezcla de emociones. Alicia contuvo la respiración