El sonido de la lluvia aumentó y con ella sopló un viento fuerte. Entre ambos llevaban el eco de recuerdos recientes. Kara sabía que Darius le estaba sacándola la pequeña nota que le dejó antes de irse. Su mente viajó al día que escribió esa nota con rapidez. Tenía que irse antes de que él llegara y no sabía si le iba a dar tiempo terminar de escribirla, pensó que la atraparía huyendo. Sin embargo, no se arrepentía, lo había hecho por él y por la familia que iban a tener.Con el cuerpo lleno de tensión y nerviosismo, Kara se puso de pie y comenzó a caminar. Se sorprendió de no ver a Nyra, ni siquiera se dio cuenta cuando la sanadora salió de la habitación y los dejo a solas. Agradeció en silencio a la mujer por darles privacidad. Cuando escribió la nota se le ocurrieron muchas palabras para desmentirlas cuando llegara el momento de regresar, pero ahora que estaba ahí, no le llegaba ninguna. Eso le avergonzaba, no deseaba que la vieran como una aprovechada.Darius, desde la cama, la ob
Kara observaba el olmo favorito de Darius y buscó entre sus hojas lo que lo hacía especial. Cuando él la llevó para que conociera el sitio, no había entendido que lo diferenciaba del resto de la jungla. Ahora lo entendía, el olmo y la luz de la luna de algún modo estaban atadas a la maldición.—Lo que no entiendo es porque sientes paz debajo de su sombra. ¿No es un lugar maldito? —Kara se miró a Darius cuando terminó de hablar.—Tal vez porque debajo de este hermoso árbol se puede romper el hechizo—respondió él y luego sonrió—. No es un lugar maldito, es un espacio sagrado.—Será también mi lugar favorito cuando acabe el ritual —ella le devolvió la sonrisa.La jungla, que estaba iluminada por una luna llena y brillante, creaba una atmósfera mágica acompañando el importante momento. Detrás de ellos se encontraban los ancianos; estaban dejando todo listo para llevar a cabo el ritual, que, según habían dicho, era antiguo y místico. El suelo estaba cubierto de velas impregnando de un aroma
El interior de la casa estaba cargado de un tenso silencio. La luz del amanecer se colaba por la ventana de la habitación, mientras Kara, sentada a los pies de la cama, miraba angustiada a su compañero. Darius, acostado, no dejaba de observar a ninguna de las dos mujeres más importantes de su vida, no sabía a cuál de las dos consolar primero, si a su mate o a su madre. Los hombros de Freya estaban caídos mientras sus ojos estaban fijos en los primeros rayos del sol.—No entiendo, ¿qué salió mal? El ritual iba muy bien —dijo Freya sin salir de su contemplación.—Nada salió mal, madre. —le respondió Darius—. Simplemente, la Diosa no cree que hemos pagado suficiente y debemos continuar con la maldición hasta que un nuevo alfa sea digno.—La Diosa no puede ser tan cruel —Freya cruzó los brazos sobre el pecho como si estuviera protegiéndose del frío—. Esta vez juzgó la situación de forma equivocada.Darius frunció el ceño con severidad, no le gustó que su madre culpara a la Diosa por algo
El rostro de Kara se puso pálido al escuchar el ultimátum de Darius. En sus ojos se veía que estaba decidido a terminar el vínculo que tenían si continuaba firme en su decisión de regresar a su antigua manada. Pero a pesar del miedo que sentí de perderlo, estaba determinada a romper la maldición. Los celos que él sentía no la iban a sentir culpable, y en cuanto la sanadora continuara restaurándole la vitalidad para alargarle la vida un poco más, ella iba a decir qué hacer.—Bien, tú ganas, acataré tus deseos —le dijo ella para cortar la discusión.—¿No vas a insistir? —inquirió él, sin creer que hubiera claudicado tan rápido.—No, puedo ser razonable cuando es necesario —respondió ella, esperando que él no detectara la mentira en su voz.Darius continuó desconfiando, pero lo dejó pasar. La sanadora estaba esperando por él y quería terminar cuanto antes. Odiaba cuando dejaba a sus guerreros mucho tiempo sin supervisión.Kara los dejó solos mientras se dirigía al salón, se iba debatiend
Kara esperó la respuesta casi sin respirar, con el corazón apretado en un puño. Se había arriesgado con la mentira, pero era lo único que podía hacer para salvar a Darius. Rohan la observaba en silencio mientras consideraba su propuesta. En su expresión no se podía ver si lo había sorprendido, si le agradaba o le molestaba que le pidiera llevarse a Meara.—¿Estás segura que ella va a romper el vínculo? —preguntó él, rompiendo el silencio.Kara estaba lista para seguir mintiendo, aunque agradeció interiormente que las siguientes palabras eran una verdad a medias. —Sí, la llevo conmigo y podré deshacerme de ese lobo. Meara es la única vía para romper el vínculo.—¿Estás completamente segura? —Rohan frunció el ceño como si dudara, provocando un poco de miedo en ella—. Quiero que vuelvas a ser mía, pero debemos estar seguros.—Estoy completamente segura, Rohan —respondió ella de inmediato—. Me obligaron a estar frente a la bruja. Presencié todo lo que hicieron y dijeron. —Kara hizo todo l
Kara respiró profundo mientras caminaba por la plaza de la manada. Sus ojos recorrían todo a su paso. La impaciencia se apoderaba de ella, solo de pensar que tendría que esperar al día siguiente. Se pasó una mano por el cabello, desordenándolo un poco, haciendo que algunos mechones se escaparan y cayeran sobre su frente como rebeldes. Rohan la iba a hacer esperar y eso le provocaba nudos en su estómago. Deseaba irse cuanto antes, no esperar a que su ex decidiera cuando cumplir su palabra. La nostalgia que sentía por su compañero solo le creaba angustia.A lo lejos vio a Galen e intentó cambiar el rumbo de sus pasos. Sin embargo, el anciano la alcanzó. Una sonrisa dividió los labios del viejo lobo cuando se paró frente a ella.—Kara, me alegro verte otra vez —dijo él, y se acercó a ella buscando un abrazo.Ella todavía se sentía traicionado por él y su reacción fue apartarse, retrocedió, aunque su corazón dolía.—Galen, yo… aún no te he perdonado, por favor, aléjate de mí hasta que te
Kara esperaba en el salón junto a Rohan la llegada de Milo. Ella había pensado que en algún momento del día se iba a sentir culpable de lo que acontecería esa noche. Sin embargo, sentía paz porque al fin su venganza comenzaría. Los miembros de la manada iban a ver una vez más como su alfa tenía el corazón lleno de maldad. El jefe de los cazadores no era un rival fuerte para él. Kara observó al alfa; el rostro del hombre quedaba bajo la sombra tenue que desprendía la lámpara que estaba a su lado.La puerta se abrió y Kara, que no se había movido, se puso en tensión. Milo entró prestándole toda su atención a Rohan. En el rostro del hombre se notaba que estaba sorprendido por haber recibido la orden de ir a la casa de su alfa tan tarde en la noche.Milo observó a su líder con una duda en la cabeza, ¿qué podía querer el alfa con él? No le había gustado la idea de entrar en aquella casa y tuvo deseos de cuestionar su presencia en ese sitio, pero si faltaba al llamado de su jefe, iban a pon
Kara tomó una respiración profunda, decidida a no volver a ser esa mujer que temía de todo. Ella era una loba diferente y tenía que demostrarlo.—No, Rohan, tienes que hacer mucho más si me quieres entre tus sabanas —dijo Kara con voz firme—. ¿Me quieres? Cumple con lo que te pido. Ahora quiero a Meara, dámela y regresaré a ti.—¿Crees que puedes exigir? —inquirió él, entrecerrando los ojos.—Sí, lo creo. Si voy a ser tu compañera, me vas a dar el respeto que merezco. —respondió ella sin dejarse intimidar.Un resoplido dejó escapar el alfa a través de sus labios, mostrando lo indignado que estaba por las palabras de ella. Apretó los labios en una línea recta, pero al ver que ella le devolvía la misma mirada que él tenía, comenzó a reír. La iba a complacer, solo para tener esa loba atrevida entre sus brazos. Dio un paso atrás y salió de su casa con destino a la de su ex, dejando a una Kara observando el cadáver que aún estaba tirado en el piso del salón, preguntándose qué iban a hacer