La luz de la luna entraba por la ventana que Kara había dejado entreabierta mientras ella permanecía acostada sobre la cama sin dejar de pensar en la confesión de Galen. Desde que llegó a la casa de Rohan no se había dejado de buscar ideas para engañar a Meara para que le diera la sangre que necesitaban. Se presionaba buscando una solución a ese problema. Aunque no era lo que esperaba, necesitaba la sangre de esa loba malvada; la vida de su mate y su hijo dependía de ello. Como le había dicho cuando se encontraron a su llegada, la vida no era fácil ni justa, tendría que ajustarse a lo que le estaba brindando en ese momento.Pero por mucho que pensaba, ninguna idea buena venía a su mente. Solo imágenes de ella arrastrándola a la manada de su compañero venían a su mente. Por otro lado, de nada iba a servir si no daba la sangre de forma voluntaria. Riendo por las locuras que se le ocurrían, decidió dormir y tomar otro momento que estuviera más descansada para encontrar una solución. Sin
Darius abrió los ojos y parpadeó varias veces cuando la luz del día que se filtraba a través de la ventana hirió su retina. Intentó ponerse de pie para cerrar las cortinas, pero un agudo dolor en el cuello lo detuvo. Después de dejar a Kara en la casa para darle tiempo a pensar en lo que le había dicho, se había ido a su oficina. Sin embargo, se quedó dormido en la silla en la que trabajaba a diario, que no era nada cómoda para descansar.Masajeándose en la zona donde le dolía, giró con lentitud la cabeza para ver qué hora marcaba el reloj de pared que adornaba la oficina. Un suspiro escapó a través de sus labios al darse cuenta que durmió más tiempo del que dormía normalmente. Se reprendió por ser tan irresponsable. Desde que se convirtió en el alfa de su clan, nunca había llegado último que sus guerreros a los entrenamientos de la mañana.Prometiéndose escoger un mejor lugar para descansar en un futuro, dirigió sus pensamientos hacia su mate. Si ella no había entendido que una relac
El sol se ocultaba y Kara no dejaba de pensar en regresar junto a Darius. Se había alejado de la manada mientras caminaba por el antiguo sendero que usaba para ir a cazar durante el tiempo que vivió allí, pero no deseaba volver. Sabía que tenía que hacerlo; sin embargo, se resistía a caminar el sendero de vuelta. Había dejado atrás sus inseguridades y los comentarios que le hicieran no le harían más daños; aun así, el tono naranja y la mezcla de azul y púrpura que estaban tiñendo el cielo le rogaban apurarse en cumplir el plan de venganza y de llevarse a Mera. Suspirando con desgana, dio medio vuelta y se dirigió al clan. Mientras caminaba con pasos lentos, escuchó ruido y al buscar de dónde provenía, se encontró con los ojos de Milo, el jefe de los cazadores. Ella lo recordaba muy bien, le había hecho la vida imposible cuando tenía que protegerla por estar bajo su mando, pero se había unido al grupo que no se cansaba de molestarla. Las burlas y las heridas que le provocaba con sus p
Caminar entre sus ex compañeros de manada nunca había sido tan difícil para Kara como en ese momento. Todos la observaban como si despreciar al padre que nunca la quiso hubiera sido una ofensa hacia ellos mismos. A ella no le importaban las miradas que la estaban juzgando, las de odio eran las que la mantenían en alerta.—Ni siquiera visitaste a tu viejo padre cuando llegaste y ahora lo tratas como si fuera basura —dijo Meara en voz alta cuando Kara estaba a pocos pasos de ella—. Hay malas hijas… y luego estás tú.Kara sonrió interiormente, adivinando el juego de la otra loba. Meara quería humillarla públicamente, sintiéndose respaldada por otras lobas despreciables que estaban detrás de ella.—Gorda y malagradecida —se burló Meara, provocando la risa de sus acompañantes y uno que otro miembro del clan—. Esa mezcla no es buena, deberías eliminar grasa o tener una buena actitud.¿Seguirle el juego o no? Kara no tuvo que pensarlo mucho, estaba lista para darle fin cuanto antes.—Tus ins
—Diste una buena pelea —escuchó Kara a su espalda.Rohan la abrazó por detrás, pero ella no le prestó atención. No quería quitarle los ojos de encima a Meara hasta ver que entraba sola a su casa, sin nadie más que le llenara el oído, animándola a pelear con ella.—Me excité solo de verte —continuó diciendo Rohan, sin darse cuenta de que ella ni caso le hacía—. Te veías sexy, poderosa. En lo único que podía pensar mientras te movías, era que te quería en mi cama. Esto merece una celebración. Iremos a mi casa y tendremos una fiesta tú y yo, entre mis sabanas.—Estoy cansada, ¿podemos dejarlo para mañana? —le dijo ella para que no insistiera.Al alfa no le gustó ser rechazado y la giró hasta ponerla de frente a él. Con el rostro rojo por el enojo, le exigió que cumpliera con él.—Aún me siento herida por lo que me hiciste. No has hecho nada para que yo quiera volver contigo. Así, como me siento, no puedo ir a tu cama —le dijo Kara zafando el agarre que tenía sobre ella.—¿Qué quieres que
A penas Kara salió del clan Luna roja, la lluvia comenzó a caer a cántaros. Con cada gota que caía sobre su pelaje le hacía preguntarse si eran un presagio. Ella esperaba que fuera la Diosa avisándole que su compañero iba a estar bien. Kara nunca había corrido con tanta urgencia y rapidez, menos a través de los árboles, aunque ya le eran conocidos, pero sabía que debía llegar cuanto antes a la manada, un segundo tarde podría significar demasiado. El corazón de Kara latió con fuerza, solo de pensar que podía perder a su mate y a su hijo le daban deseos de aullar de dolor.Minutos después, el silencio inquietante que la recibió cuando llegó a la manada, le hicieron detenerse, creyendo lo peor. ¿Dónde estaban todos? ¿Por qué nadie salió a su encuentro? Sin importarle que continuara lloviendo, Kara cambió a su cuerpo humano, recogió la bolsa donde guardaba la sangre y con pasos lentos inició el recorrido hasta la casa que compartía con su amado. A pocos pasos de la puerta, se encontró con
El sonido de la lluvia aumentó y con ella sopló un viento fuerte. Entre ambos llevaban el eco de recuerdos recientes. Kara sabía que Darius le estaba sacándola la pequeña nota que le dejó antes de irse. Su mente viajó al día que escribió esa nota con rapidez. Tenía que irse antes de que él llegara y no sabía si le iba a dar tiempo terminar de escribirla, pensó que la atraparía huyendo. Sin embargo, no se arrepentía, lo había hecho por él y por la familia que iban a tener.Con el cuerpo lleno de tensión y nerviosismo, Kara se puso de pie y comenzó a caminar. Se sorprendió de no ver a Nyra, ni siquiera se dio cuenta cuando la sanadora salió de la habitación y los dejo a solas. Agradeció en silencio a la mujer por darles privacidad. Cuando escribió la nota se le ocurrieron muchas palabras para desmentirlas cuando llegara el momento de regresar, pero ahora que estaba ahí, no le llegaba ninguna. Eso le avergonzaba, no deseaba que la vieran como una aprovechada.Darius, desde la cama, la ob
Kara observaba el olmo favorito de Darius y buscó entre sus hojas lo que lo hacía especial. Cuando él la llevó para que conociera el sitio, no había entendido que lo diferenciaba del resto de la jungla. Ahora lo entendía, el olmo y la luz de la luna de algún modo estaban atadas a la maldición.—Lo que no entiendo es porque sientes paz debajo de su sombra. ¿No es un lugar maldito? —Kara se miró a Darius cuando terminó de hablar.—Tal vez porque debajo de este hermoso árbol se puede romper el hechizo—respondió él y luego sonrió—. No es un lugar maldito, es un espacio sagrado.—Será también mi lugar favorito cuando acabe el ritual —ella le devolvió la sonrisa.La jungla, que estaba iluminada por una luna llena y brillante, creaba una atmósfera mágica acompañando el importante momento. Detrás de ellos se encontraban los ancianos; estaban dejando todo listo para llevar a cabo el ritual, que, según habían dicho, era antiguo y místico. El suelo estaba cubierto de velas impregnando de un aroma