#51:

La verdad era que no quería quitarle las manos de encima.

Hiroshi se retorcía de angustia.

—No nos sirvió de nada, ¿verdad? —murmuró él, pegando su boca caliente al delicado cuello y besando el latido de su yugular, tan insistente como la música. Inhalando fuertemente su dulce aroma, tan delirante y seductor como la noche.

El deseo se disparó dentro de ella, elevándola por encima de la tierra como siempre le había pasado con él, cada vez que la tocaba.

Fue dolorosamente consciente en ese instante de que su cuerpo seguía siendo de Hiro. Siempre había sido de él y solo de él. Se deshizo entre sus brazos con la misma facilidad de siempre, como si solo hubieran pasado minutos y no años desde que la tocara por última vez con sus hábiles manos.

Sintió cómo se tensaban sus pechos y endurecían sus pezones cuando el deslizó las manos bajo su top de gasa. Se quedó sin aliento al sentirlo acariciar la piel de su vientre. Después, su mano fue subiendo lentamente hasta cubrir sus pechos.

Dejó
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