Él no se enderezó en el sofá ni hizo nada que pudiera entenderse como una reacción a su cercanía, pero a ella no podía engañarla, podía ver el hambre que había en sus ojos. Y eso hizo que su deseo ardiera con más fuerza aún, consumiéndolo todo a su paso. Eso era lo único que importaba en ese momento. Aiko dejó de moverse cuando llegó frente a él, arrodillándose entre sus piernas y se tomó su tiempo, llevándose las manos a la nuca, arqueando la espalda para que sus pechos se apretaran contra el corpiño del vestido, quitándose una a una las horquillas del moño. Lo hizo poco a poco, sin dejar de mirarlo a los ojos. Los mechones fueron cayendo sobre sus hombros y, cuando quitó la última horquilla, pasó los dedos por su melena, dejando que las ondas castañas cayeran donde quisieran. Mientras tanto, Hiroshi la observaba como si estuviera teniendo una experiencia religiosa, con los brazos extendidos, pero agarrando el respaldo del sofá con las manos. Ella pudo ver la fuerza que hacía co
Hiroshi estuvo a punto de perder el control cuando sintió que ella lo rodeaba con su boca. Se sentía como el adolescente inexperto que había sido en un pasado muy lejano. Ella tenía una boca perversa y tan cálida…una boca de mentirosa. Se movía sobre él como si estuviera tratando de recordar su anatomía. Se estremeció al sentir su dulce lengua, el leve roce de sus dientes… Estaba muy dentro de ella, ella agarró la base de su pene y él echó hacia atrás la cabeza, soltó elbaire que había estado conteniendo y trató de fingir que aquello era simple, que solo estaban teniendo un momento de debilidad al que les había llevado la atracción que seguían sintiendo el uno por el otro. Quería creer que ella lo deseaba y por eso estaba haciendo aquello, que no tenía segundas intenciones. Con ella entre sus piernas y esa boca que era algo sagrado y diabólico al mismo tiempo, casi podía engañarse a sí mismo y creerlo.De un modo y otro, no le importaba. En ese momento, nada le importaba y habría que
Cuando por fin recobró el aliento y regresó al presente, se dio cuenta de que nunca se había sentido tan fuera de sí, nunca había deseado tanto a alguien. El fuego y la pasión recorrían a mil por hora en sus venas. Lo necesitaba. Pero no tuvo que decirle nada, Hiro ya lo sabía. Le hablaba en murmullos, diciéndo palabras que le parecían casi conjuros mientras se sentaba en el sofá y tiraba de ella para colocarla a horcajadas sobre él. Sujetó con firmeza sus caderas para tenerla justo donde la quería. Estaba cada vez más desesperada. Pero sonrió, porque también ella lo tenía justo donde lo quería. Se quedó sin aliento cuando sintió su miembro, duro y caliente, a la entrada de su sexo. Estaba torturándola, haciéndole esperar cuando ya no aguantaba más, cuando su necesidad estaba haciendo que no pudiera dejar de temblar. —Hiro —le susurró entonces—. Por favor… No tuvo que decirle nada más, porque él se deslizó dentro de ella con un solo movimiento y sintió que volvía a estar completa.
—Si sigues mirándome así, con el ceño fruncido, me veré obligado a pensar que la pequeña burbuja de paz en la que hemos estado protegidos todo el día ha explotado. Y yo no sé tú, Muñequita, pero creo que yo no estoy listo para hacer frente a las cosas a las que vamos a tener que enfrentarnos cuando termine esta tregua —le dijo Hiroshi con suavidad. —Lo que dices suena tan... mimoso —repuso ella forzando la voz para que no reflejara su preocupación. —No era esa mi intención. En absoluto —le aseguró él—. Me estaba limitando a ser realista. Se le acercó y tomó su mano, jugando distraídamente con los anillos que él mismo había colocado allí. Era algo que siempre había hecho. Era casi como si la estuviera reclamando de esa forma o como si estuviera tratando al menos de recordarlo el propio Hiro. No sabía si quería saber qué estaba pensando en ese instante. Cuando la miró de nuevo, había cierta determinación en su mirada oscura y apretaba con fuerza los labios. Pero ella no estaba lista.
—Cuando te conocí, me enamoré perdidamente de ti. Creo que fue amor a primera vista.— Eso es imposible, Aiko. Tú solo eras una niña entonces...— protestó él. Ella elevó su hombro desnudo, estaban juntos en la cama y acababan de desayunar allí. —Estuve obsesionada contigo durante años susurró ella mientras negaba con la cabeza—. Estaba completamente sola en el mundo, sabes que mi hermano nunca ha sido demasiado fraternal conmigo. Yo estaba perdida, y casi muerta de hambre cuando apareciste tú y, durante los siguientes años me enfoqué en demostrarte mi gratitud de la única manera en que podía hacerlo.Él elevó las cejas, en curiosidad.— Sobresaliendo en el plano académico — Aiko se sonrojó— creí que si mis notas eran lo suficientemente buenas, tú te sentirías orgulloso de mí.—No. Lo que querías era que notara lo lista que eres y sintiera la suficiente curiosidad como para acercarme—repuso él en un tono suave y tranquilo.A él le parecía increíble que pudiera hablarle de manera tan
Lo mejor de ser rico para Hiroshi Yamamoto era que podía tener todo lo que se le antojara. Pero lo que realmente anhelaba su corazón era imposible de adquirir con dinero.Su coche se detuvo en la entrada donde vivían su madre y su hermana desde hacía varios años. La muerte de Liu, su padre, había dejado tan entristecida a su madre que solo regresar a Japón y encargarse de la crianza de su nieto había vuelto a poner una sonrisa en sus labios.Aiko estaba sonriente, besando y abrazando a Hero, despeinando sus negros rizos mientras él niño reía feliz. Su corazón se comprimió dolorosamente, al verla tan radiante y jovial con su madre y el niño, le quedó muy claro qué era lo que le pasaba.Tenía miedo. Otra vez. Temía perderla definitivamente.***— ¿Y bien, qué tal tu té con mi madre?—murmuró, aprovechando que Valery se llevaba a Hero para bañarlo. —Estos días aquí en Tokyo han sido bastante reveladores —le dijo ella, en un tono que lo gustó,sonaba burlona.Le pareció que él tono su voz
Diez años más tarde, Hiro disfrutaba de las vistas metido en la piscina de su mansión, situada en un punto estratégico, era una maravilla aprovechar esa hermosa tarde de verano para relajarse. La piscina tenía un borde invisible que hacía que pareciera infinita, extendiéndose hasta el horizonte. Sabía que se habían ganado a pulso su felicidad. Después de varios aniversarios en Fiji, Aiko y él habían pasado años comprobando la fortaleza de su relación, aprendiendo a confiar en el otro y creciendo como pareja.No había sido fácil, pero lo habían conseguido.Fortalecieron su compromiso y mejoraron su comunicación. Se dieron cuenta de que la confianza era el núcleo indispensable para salvar su matrimonio. Era algo que se construía lentamente y siempre tenía que ver con el sexo. Sonrió con picardía, porque esa parte de su relación se les seguía dando tan bien como siempre. Aiko había tenido que enfrentarse a la difícil tarea de ganarse la confianza de aquellos que nunca habían confiado en
— Un brindis, por la mujer de mi vida y la madre deis hijos... por Aiko Yamamoto, la más joven ganadora del Nobel en nuerociencia, y mi esposa— Hiro levantó su copa, proponiendo el brindis.—¡Por Aiko!— brindaron todos.Aunque se encontraba apartado en una esquina, e intentaba entretener a sus hermanas pequeñas de ocho y seis años respectivamente, Valery sabía que su nieto se sentía incómodo.Se notaba en lo tenso que se veía su cuerpo y en su expresión de pocos amigos.Al principio, había creído que su descontento se debía al anuncio de Hiro de que él su mujer esperaban otro bebé. Quizás, el joven se sentía desplazado. O quizás herido porque sus padres no habían vivido nunca con él mientras crecía, Valery sabía que ella tenía la culpa de ello. En su ciego deseo poor tener al niño a su lado y enfocarse en él en vez de en la perdida de su esposo, lo había apartado cruelmente de sus padres.Y sí, puede que muy en el fondo Herozuke se sintiera herido por el amor que notaba que sus padre