Un dolor incomparable.
El consultorio médico estaba sumido en un silencio etéreo, solo interrumpido por el zumbido del equipo médico y el susurro del aire acondicionado.

La doctora obstetra que estaba frente Aylin, era una mujer de expresión amable, pero había un matiz de pesar en sus ojos castaños cuando se volvió hacia ella con los resultados de la ecografía.

—Doctora Mujica —, comenzó con voz suave, pero firme—, como usted misma debe saber, el cuerpo humano es extraordinariamente inteligente. El dolor que está sintiendo se debe a un embarazo anembrionado.

Aylin parpadeó, incapaz de procesar las palabras de la doctora Sánchez.

—No puede ser posible —, musitó con sus ojos verdes llenos de lágrimas que amenazaban con derramarse, ya que había soñado con su primer embarazo, había imaginado cada detalle con amor y anticipación. Y ahora, se encontraba con que en su interior lo que hay es un saco vacío en lugar de la vida que tanto ansiaba.

—Pero según tengo entendido, estos tipos de embarazos se deben al
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