Alucinación lujuriosa.

Aylin soltó una risita y se volteó para dejar la inyección a un lado.

— Pues está bien, te vas a morir del dolor.

Justo cuando estaba a punto de marcharse, él la detuvo.

— Dale, ven. Hazlo —, gruñó mordiéndose el orgullo de un macho que no quiere ser tocado.

Aylin no pudo evitar mostrar una sonrisa triunfante mientras se acercaba a la cama.

— Estoy orgullosa de ti, no te quejaste en ningún momento —, le dijo de manera jocosa, como si estuviera jugando con él.

Damián soltó un bufido, y frunció el ceño, con confusión, ya que no entiende por qué siempre que Aylin lo ayuda tararea, pero la sensación de los dedos suaves, deslizándose por su espalda baja, hizo que su enfado se evaporara, y se sumergió en la sensación.

Cerró los ojos y se dejó llevar por los tarareos encontrando que la melodía suave y relajante, empezaba a calmar sus sentidos y decidió no interrumpirla.

Conforme los minutos pasaron, el dolor comenzó a disminuir. La combinación del calmante y la dulce melodía parecía
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