Tal como Xavier lo había imaginado, su departamento era una mescla entre el orden de Maxwell y el desorden suyo.Apenas habían pasado una noche en el departamento de soltero que tenía antes de casarse y ya la concina estaba a rebuscar de trastes sucios, el mueble tenía sabanas y restos de palomitas de maíz por todo el lugar. Cuando se levantó esa mañana del sábado Maxwell estaba tratando de barrer las palomitas de debajo del mueble y Xavier se lo quedó mirando.— ¿Qué haces? — le preguntó y el niño se limpió el sudor de la frente con la manga de la mano.— Alguien tiene que ser el adulto responsable aquí — dijo y Xavier soltó una carcajada. Caminó a prepararse café, no era él mismo hasta que tenía una buena taza de café en la mañana, y cuando se miró en el espejo del horno microondas notó los hinchados que tenía los ojos.— ¿Lloraste toda la noche? — le preguntó el niño entrando a la concina y Xavier se aclaró la garganta.— Claro que no, me la pasé trabajando, es todo — el niño abri
Clarissa levantó las manos como defensa, su tía se lanzó sobre sus brazos y la llenó de besos por toda la cara, luego la apartó y le golpeó el hombro.— ¿Por qué no me llamaste ni intentaste buscarme? — la regañó — debí haber llegado hace dos días.— Tía, lo siento, he tenido muchas cosas en las cabeza y no lo recordé — la mujer la miró con una ternura que la conmovió y luego le dio otro beso en la mejilla.— Ya no importa, mi vida, ya estoy aquí — la abrazó y Johan observó toda la escena en un discreto segundo plano — ¿Cómo estás? Estás más delgada, ¿Estás comiendo bien? — Clarissa miró a Johan en busca de ayuda, pero él se encogió de hombros — tienes que contarme todo.— Pero, prométeme que no me vas a regañar — la mujer la miró con sus ojos pequeños.— No prometo nada.Y tal como Clarissa imaginó, su tía casi se afloja el cinturón para darle un par de golpes cuando le contó sobre Emanuel y lo del periódico, pero se abstuvo de comentarle algo sobre el problemita en el que el hombre
Clarissa se quedó ahí con la mano en el hombro de Xavier sin saber muy bien qué decir, el hombre parecía conmocionado y meditativo y no pronunció una palabra en el trayecto hasta el piso donde estaba el departamento. Cuando llegaron a la puerta la abrió y metió la cabeza. — Maxi — dijo — Tienes visita — Clarissa entró detrás de él y cuando el niño apareció le temblaron las rodillas. Cayó arrodillada en el suelo con los brazos abiertos y cuando Maxwell se colgó de su cuerpo la abrazó con fuerza y ella lo besó. Le besó el cabello, las mejillas y la punta de la nariz, se veía saludable y feliz y eso la hizo llorar. — Mami — le dijo — papi me contó que el hombre de la ventana ya no volverá — ella asintió con la cabeza y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. — Si, mi vida, solo era un mal sueño y ya no volverá — el niño la besó en la frente y luego abrió los ojos al ver a la tía. — ¡Tía! — gritó y corrió a los brazos de la mujer que lo cargó y él se colgó como un pequeño si
Clarissa pasó toda la mañana con su hijo, y no lo soltó en ningún momento, ni para almorzar ni cuando se sentaron en la sala a charlar. Xavier se veía visible mente más pensativo de lo normal, pero, dentro de él se veía una extraña felicidad que la hizo sentir cómoda y feliz, y esperó que fuera suficiente como para que el hombre el fin encontrara la libertad que había buscado toda su vida. Cuando se despidió de Maxwell, irremediablemente el niño preguntó por Emanuel y ella le dio un beso en la frente. — Después vendrá a visitarte — le dijo y le dio un último abrazo. Cuando ambas mujeres regresaban a la casa de Clarissa, ella recibió una llamada del abogado, el primo de Johan, que parecía agitado y muy emocionado. — Lo hicimos — le dijo eufórico — el periódico tendrá que pagarte una buena suma de dinero por compartir tu información — Clarissa sonrió, parecía que comenzaba a ser un buen día — y bueno, la doctora Omaira está dispuesta a llegar a un acuerdo contigo para evitar la dema
Emilio no logró entender como Johan logró convencerlo de aquello, tal vez era parte la persuasión del rubio y parte la desesperación que él tenía, pero el argumento más sólido que el chico le dio fue un claro: “Tú no puedes hacerlo, Luis es como tu hermano y mucho menos Clarissa, de los que están involucrados soy el que menos te importo”Aquel argumento le dejó una extraña sensación en el pecho, claro que amaba a Luis y entregaría la vida por Clarissa, pero le molestó que Johan pensara que no le tenía ni el más mínimo aprecio.Emilio era un hombre más bien emocional, y aunque no se encariñaba con relativa facilidad, sí que podía llegar a empatizar con las personas y empatizaba con él, con ese humor directo y el alto nivel de desconfianza continuo que poseía el rubio, pero no se atrevió a decirle nada, todos parecían extrañamente apurados esa mañana.— ¿Exactamente qué es lo que necesitas? — le preguntó Johan.Estaban en la bodega de la juguetería donde le habían instalado una cama a E
Johan se sentía observado, era un sentimiento que se le había quedado prendido desde que Luis le había hackeado el celular y después con los hombres de Luciano que lo seguían para todas partes, por eso, esas tarde se quedó un rato sentado en la banca de un parque hasta que comprobó que no había nadie siguiéndolo, o eso esperó. Luis lo había seguido una vez sin que se diera cuenta y él no era un experto asesino, así que eso le preocupó. Caminó por la calle y cuando llegó a la casa de su ex tocó la puerta un par de veces, y cuando el rostro moreno del hombre asomó blanqueó los ojos. — ¿O través? — le dijo, pero Johan lo ignoró, se lanzó sobre él y le dio un beso en los labios cerrando la puerta con el pie de un golpe seco. — Lo siento — se disculpó limpiándose los labios — si alguien me sigue creerá que eres mi amante y que por eso vengo, ¿Tú hermano está en casa? — Jhon soltó una carcajada. — Lleva como un año sin poder subir las escaleras, así que sí, ahí está — pero cuando Johan
Johan se aferró a la cintura de su ex mientras el hombre manejaba en la moto por las intrincadas calles de la ciudad, el frio se le colaba en los huesos y se aferró a la cintura de Jhon como si la vida le dependiera de eso.Sentía la adrenalina en el cuerpo y los músculos calientes, si Clarissa estaba en riesgo él era el único que podía hacer algo real al respecto.— ¿Ya llegaron? — le preguntó Héctor a través del auricular que le había puesto y Johan se aclaró la garganta.— Si, ya — cuando llegaron se bajó de la moto.Transportes Imperio era un lugar grande, con más de diez pisos de oficinas y eso que apenas era una de las sedes principales, la cede principal quedaba en una ciudad costera y por lo que Johan había logrado investigar era el edificio más lujoso del país.— Ten cuidado, Luciano aún está en el edificio — Johan asintió con la cabeza.— Lo sé, es lo que necesito — volteó a mirar a Jhon que se quitó el casco y lo miró con los ojos abiertos.— Ten cuidado, niño — le advirtió
Clarissa tenía sed, era lo que más la estaba atormentando, más que la incomodidad en la que estaba, el frio por la brisa fresca o las manos entumecidas por las cuerdas que la tenían amarrada a la silla.Le pareció que había pasado por lo menos una semana desde que ese grupo de hombres la había metido en el auto y le habían puesto una capucha en la cabeza, pero no pudo haber sido más de un día.Estaba en la parte más alta de un edificio en construcción a las afueras de la ciudad, y cuando le quitaron la capucha no pudo evitar notar el fuerte olor a sangre que había ahí.Un par de hombres la custodiaban todo el tiempo, y no le habían permitido ni siquiera ir al baño, tampoco le habían brindado ni un solo trago de agua, aunque ella se los rogó.No pudo evitar pensar que todo lo que estaba pasando se lo había buscado ella misma, aunque Emilio había llegado a su vida y a pesar de todo lo agradecía, pero, ¿Cómo pudo haber sido tan idiota? Se ponía que era una mujer madura en camino a los tr