NARRA BERENICE —Con cuidado —rodé los ojos—. ¡Oh vamos Emerson! Estoy embarazada, no inválida. —Dilo otra vez —sus ojos brillantes hicieron que casi llore, casi. Una suave sonrisa apareció en mis labios. Era la ternura hecha hombre—. Estoy embarazada. —Te amo —dijo besándome una vez más. ¿Cómo era posible que, en menos de veinticuatro horas, mi vida hubiera cambiado tanto? Esta mañana —o bueno, el día de ayer—, amanecía cumpliendo años y ahora… estaba comprometida y embarazada. ¡Menuda manera de empezar mis veinticuatro años! —Entonces… ¿estamos de dos meses? —preguntó como un niño pequeño hundiendo el colchón cuando se acostó a mi lado. —Si los cálculos no andan mal, si. Pero lo sabremos con mayor seguridad cuando hagamos la ecografía. —Soy tan feliz, mi amor —se colocó encima de mí, pero sin apoyar el peso de su cuerpo—. Serás una reina, mi reina… jamás les faltará nada. Los amo tanto, a ti, a Dante y a este pedacito nuestro que viene en camino —agregó besando la piel descub
NARRA EMERSON Jadeé sorprendido. Si cuando me enteré de la posibilidad de ser padre me caí de culo, ¿ahora como reaccionaria? Por si las dudas, clavé mis pies fuertemente en el piso. ¿Mellizos? ¡Vaya! Eso no me lo esperaba. —¿Mellizos? —preguntó mi ángel incrédula. —Aquí podemos ver ambos fetos, ¿llegan a verlos? Son mellizos porque cada uno crece en una bolsa amniótica distinta. Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver esos dos pequeños porotitos. Realmente esto estaba sucediendo, íbamos a ser padres de dos bebés. ¿Qué más le podía pedir a la vida? —No tengo palabras para agradecerte —dejé caer mi frente en la Berenice y la besé repetidas veces. —Te amo —dijo al borde de las lágrimas. —Como yo a ti —contesté. —¿Quieren escucharlos? Asentimos sin dudar y el cuarto se llenó del sonido más maravilloso del mundo. Algo similar a un aleteo, muy rápido. Esos eran los frágiles corazoncitos de nuestros porotitos, una parte de Berenice y mía creciendo doblemente, en el seguro vientre
NARRA BERENICE Todo a mi alrededor era blanco, solo había tranquilidad y claridad. No lograba ver nada, debido a la alta blancura que me rodeaba. De repente una sombra detrás de mí me sobresaltó, pero no podía moverme. Sentía que dos imanes me pegaban al suelo; tampoco podía gritar, no encontraba mi voz. —Belly —dijo una voz a mis espaldas y me tensé completamente. Mis piernas reaccionaron y logré darme vuelta para quedar frente a frente con la figura humana. Sonreí tristemente, ahí estaba él. Parado dedicándome la sonrisa que me había enamorado, ya mucho tiempo atrás. Levanté mi mano para poder acariciar su rostro, pero mi cuerpo no respondía a mis deseos. Sus ojos azules me miraban cautelosos—. Eres tan hermosa como recordaba. Quise responderle, juro que quise, pero mis palabras no salían de mi garganta. —Sé feliz Belly, y forma junto a él la familia que nunca podré darte. Ámalo y déjate amar, ustedes están destinados. Las almas enamoradas, tarde o temprano se encuentran. Us
Secó una de mis lágrimas con su dedo pulgar y las palabras del juez se hicieron escuchar—. Una vez dicho los votos, vamos a la esperada pregunta: Emerson Harker, ¿aceptas a Berenice Swan para ser tu esposa? —Acepto —respondió orgulloso. —Berenice Swan, ¿aceptas a Emerson Harker para ser tu esposo? —Acepto —respondí hipnotizada en su mirada verde. Dante se acercó a nosotros trayendo con él las alianzas, y luego que fueran bendecidas nos las colocamos con manos temblorosas. —Con el poder que me confiere las leyes y siendo participe del infinito amor entre ustedes, los declaro marido y mujer. Emerson, puedes besar a la novia. Sin esperar un segundo más, mi marido tomó mi rostro entre sus manos y me besó tan delicadamente que me haría llorar. Este era nuestro primer beso como marido y mujer, sellando el titulo delante de todas las personas que más queríamos. —Te amo, mi hermosa esposa —dijo entre beso y beso. —Yo te amo a ti —respondí besándolo una vez más. Llevó sus manos a mi a
NARRA BERENICE —Corporación Harker —dije con voz profesional sin despegar la vista del ordenador. —¡Oh, vamos! No necesitas tanto formalismo. Solté unas risitas—. ¿A qué debo el honor a tu llamada, Nathan? —Resulta que la que se supone que es mi amiga me tiene muy abandonado. Si yo no la llamo, ella no mueve un dedo por hacerlo. —Sabes que no es así —rodé los ojos. —¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? Vanessa ya cumplirá veinte años. —Eres un exagerado. No han pasado ni dos semanas aun, y Vanessa sigue siendo una hermosa niña de solo tres años. —Como digas. Junto a Leah nos gustaría hacer una reunión entre todos, ¿Qué opinas? —Me encantaría, cuenta con nosotros. —¡Perfecto! Nos vemos esta noche a las ocho. —Genial, tenemos una cita —se escucharon sus risas—. Hasta la noche, Nathan —corté la llamada. El día se estaba haciendo demasiado tedioso. No veía la hora de llegar a casa y poder descansar. Seguí controlando los documentos más importantes, dejando los más urgentes
—Mira ma, se me salió otro hoy —dijo señalando el espacio en donde antes se encontraba su paleta—. ¿Vendrá el ratón Pérez en la noche? —Por supuesto cielo, ¿Cuándo te falló? —preguntó su papá despeinando su cabello. —¡Iuuujuuu! —exclamó dando brincos en su lugar. —Bueno pequeño saltamontes, ¿Dónde están tus hermanos? —Los porotitos están junto a abu Veronica en el jardín. Se pondrán muy contentos porque llegaron. Le sonreí abiertamente y nos dirigimos los tres hasta el jardín. ¿Qué travesura habrán hecho hoy? Frente a nosotros se desarrollaba una de las imágenes más graciosas. Jason estaba persiguiendo al pequeño Antonio por todo el patio, sin poder alcanzarlo; Veronica estaba tratando de colocarle las pequeñas zapatillas a Lizzy, luchando con los berrinches que hacia mi pequeña niña. Emerson trató de ahogar una carcajada, aunque fue audible para todos. Rápidamente nuestros pequeños porotitos vieron en nuestra dirección y se escaparon —literalmente—, de Veronica y Jason. Vinie
NARRA EMERSON Cada día que pasaba estaba más orgulloso de la familia que habíamos creado junto a mi ángel. ¿Quién iba a pensar el giro que había dado nuestra vida? Éramos padres de tres preciosos niños —y no lo decía porque era el padre, sino porque eran hermosos de verdad—. Cuando volvía rendido del trabajo, pensando en tomar mi cama y dormir hasta el día siguiente, solo tenía que mirar esas tres pequeñas sonrisas para que mi malhumor y mi cansancio se disiparan. El amor que sentía por esas tres personitas era indescriptible. Con solo mirar el brillo en sus ojos y con llamarme “papá” ya me sentía realizado. Había aprendido muchísimo junto a ellos el difícil oficio de padre. Los primeros meses luego que los mellizos nacieran, la casa estuvo revolucionada. Yo no tenía idea de lo que me esperaba y en cuestión de segundos tuve que aprender a cambiar pañales, preparar biberones, canciones de cuna… en fin a hacer todo lo contrario a los balances y estrategias que estaba acostumbrado
Gabriel se había convertido en mi mano derecha —luego de mi tío Michael—. Cuando se terminó se resolver todo lo pendiente a los Esposito, yo mismo había comprado su empresa para poder reconstruirla y encaminarla. No fue una tarea fácil, tuvimos que preocuparnos mucho por ello, pero pudimos sacarla adelante. Había nombrado a Gabriel como uno de los accionistas más importantes, contribuyendo a cumplir uno de sus sueños. Desde ese día, las cosas mejoraron. La corporación había crecido con respecto a los demás años y habíamos logrado expandirnos, aun más, por todos los Estados Unidos. Lamentablemente para Gabriel no todo fue color de rosas. Su madre —quien luchó y luchó sin cesar—, no pudo ganarle al cáncer y falleció hace dos años. Sus últimas palabras fueron de felicidad, asegurando que se iba en paz porque todo el daño que les causó a las personas que menos se lo merecían, había sido recompuesto, estaba feliz con ella misma por lograr remendar sus errores. Volvió a pedirle disculpas a