Secó una de mis lágrimas con su dedo pulgar y las palabras del juez se hicieron escuchar—. Una vez dicho los votos, vamos a la esperada pregunta: Emerson Harker, ¿aceptas a Berenice Swan para ser tu esposa? —Acepto —respondió orgulloso. —Berenice Swan, ¿aceptas a Emerson Harker para ser tu esposo? —Acepto —respondí hipnotizada en su mirada verde. Dante se acercó a nosotros trayendo con él las alianzas, y luego que fueran bendecidas nos las colocamos con manos temblorosas. —Con el poder que me confiere las leyes y siendo participe del infinito amor entre ustedes, los declaro marido y mujer. Emerson, puedes besar a la novia. Sin esperar un segundo más, mi marido tomó mi rostro entre sus manos y me besó tan delicadamente que me haría llorar. Este era nuestro primer beso como marido y mujer, sellando el titulo delante de todas las personas que más queríamos. —Te amo, mi hermosa esposa —dijo entre beso y beso. —Yo te amo a ti —respondí besándolo una vez más. Llevó sus manos a mi a
NARRA BERENICE —Corporación Harker —dije con voz profesional sin despegar la vista del ordenador. —¡Oh, vamos! No necesitas tanto formalismo. Solté unas risitas—. ¿A qué debo el honor a tu llamada, Nathan? —Resulta que la que se supone que es mi amiga me tiene muy abandonado. Si yo no la llamo, ella no mueve un dedo por hacerlo. —Sabes que no es así —rodé los ojos. —¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? Vanessa ya cumplirá veinte años. —Eres un exagerado. No han pasado ni dos semanas aun, y Vanessa sigue siendo una hermosa niña de solo tres años. —Como digas. Junto a Leah nos gustaría hacer una reunión entre todos, ¿Qué opinas? —Me encantaría, cuenta con nosotros. —¡Perfecto! Nos vemos esta noche a las ocho. —Genial, tenemos una cita —se escucharon sus risas—. Hasta la noche, Nathan —corté la llamada. El día se estaba haciendo demasiado tedioso. No veía la hora de llegar a casa y poder descansar. Seguí controlando los documentos más importantes, dejando los más urgentes
—Mira ma, se me salió otro hoy —dijo señalando el espacio en donde antes se encontraba su paleta—. ¿Vendrá el ratón Pérez en la noche? —Por supuesto cielo, ¿Cuándo te falló? —preguntó su papá despeinando su cabello. —¡Iuuujuuu! —exclamó dando brincos en su lugar. —Bueno pequeño saltamontes, ¿Dónde están tus hermanos? —Los porotitos están junto a abu Veronica en el jardín. Se pondrán muy contentos porque llegaron. Le sonreí abiertamente y nos dirigimos los tres hasta el jardín. ¿Qué travesura habrán hecho hoy? Frente a nosotros se desarrollaba una de las imágenes más graciosas. Jason estaba persiguiendo al pequeño Antonio por todo el patio, sin poder alcanzarlo; Veronica estaba tratando de colocarle las pequeñas zapatillas a Lizzy, luchando con los berrinches que hacia mi pequeña niña. Emerson trató de ahogar una carcajada, aunque fue audible para todos. Rápidamente nuestros pequeños porotitos vieron en nuestra dirección y se escaparon —literalmente—, de Veronica y Jason. Vinie
NARRA EMERSON Cada día que pasaba estaba más orgulloso de la familia que habíamos creado junto a mi ángel. ¿Quién iba a pensar el giro que había dado nuestra vida? Éramos padres de tres preciosos niños —y no lo decía porque era el padre, sino porque eran hermosos de verdad—. Cuando volvía rendido del trabajo, pensando en tomar mi cama y dormir hasta el día siguiente, solo tenía que mirar esas tres pequeñas sonrisas para que mi malhumor y mi cansancio se disiparan. El amor que sentía por esas tres personitas era indescriptible. Con solo mirar el brillo en sus ojos y con llamarme “papá” ya me sentía realizado. Había aprendido muchísimo junto a ellos el difícil oficio de padre. Los primeros meses luego que los mellizos nacieran, la casa estuvo revolucionada. Yo no tenía idea de lo que me esperaba y en cuestión de segundos tuve que aprender a cambiar pañales, preparar biberones, canciones de cuna… en fin a hacer todo lo contrario a los balances y estrategias que estaba acostumbrado
Gabriel se había convertido en mi mano derecha —luego de mi tío Michael—. Cuando se terminó se resolver todo lo pendiente a los Esposito, yo mismo había comprado su empresa para poder reconstruirla y encaminarla. No fue una tarea fácil, tuvimos que preocuparnos mucho por ello, pero pudimos sacarla adelante. Había nombrado a Gabriel como uno de los accionistas más importantes, contribuyendo a cumplir uno de sus sueños. Desde ese día, las cosas mejoraron. La corporación había crecido con respecto a los demás años y habíamos logrado expandirnos, aun más, por todos los Estados Unidos. Lamentablemente para Gabriel no todo fue color de rosas. Su madre —quien luchó y luchó sin cesar—, no pudo ganarle al cáncer y falleció hace dos años. Sus últimas palabras fueron de felicidad, asegurando que se iba en paz porque todo el daño que les causó a las personas que menos se lo merecían, había sido recompuesto, estaba feliz con ella misma por lograr remendar sus errores. Volvió a pedirle disculpas a
Solté una carcajada—. ¿Y yo? Estoy seguro que dejo un camino de babas cuando estoy detrás de ti. —Eso es asqueroso, señor Harker. —Es lo que usted provoca, señora Harker —besé sus anillos. Vimos a nuestros pequeños jugar, y una ola rompió fuertemente cerca de ellos haciendo que el agua llevara arrastrando a Lizzy. Mi cuerpo se tensó completamente y amagué a levantarme para salvar a mi pequeña, pero los brazos de Berenice me lo impidieron. La miré como si estuviera loca y solo señaló hacia donde estaba Elizabeth. Miré hacia allí y se reía abiertamente, haciendo que una ola de calmar se instalara en mi cuerpo. Se corrió el cabello mojado del rostro y sacudió sus rodillas para volver corriendo junto a sus hermanos. —De vez en cuando pueden arreglárselas solos, amor —me dijo Berenice quitando un mechón de cabello en mi frente—. Están creciendo y necesitan aventurar y valerse por sí mismos. —Pero solo tienen tres años —dije haciendo un puchero. Berenice se acercó a mí y tomó con sus
NARRA EMERSON No era el Grinch, ni odiaba la navidad ni mucho menos pero… ¿había que poner esas hermosas lucecitas por todos lados? Hasta soñaba con aquello, cerraba los ojos y veía parpadear luces verdes, rojas, azules y amarillas. ¡Estaba volviendo loco! Berenice era una loca obsesionada con los detalles navideños y los niños la secundaban con mucho ánimo. Muchas veces temí por mi seguridad, al imaginar que una mañana me levantaría y tendría un juego de luces en vez de mi corbata puesta en el cuello. Muy exagerado, lo sé. —Un poco a la izquierda —señaló mi ángel. ¿Dije que estaba a unos cuatro metros de altura colgando el hermoso —nótese el sarcasmo—, del reno Rudolf en el tejado de la casa? —Ahí está ¡perfecto! —chilló y dio brinquitos en su lugar. Bajé las escaleras y miré hacia arriba viendo los arreglos navideños. Había quedado muy bien, aunque en la noche cuando encendiéramos las luces iba a quedar mucho mejor. Me acerqué a Berenice y la rodeé con mis brazos a pesar de
El árbol estaba a medio armar, hacía dos días fuimos a la tienda a comprar el más grande que había. Aunque solo habíamos ido a comprar el bendito árbol, la cajuela del auto estuvo lleno de otros tipos de decoraciones y, por supuesto, que nadie se olvide de Rudolf. Desde que los pequeños vieron esa película se quedaron maravillados con ese simpático reno, hasta se habían declarado sus fans. Los niños jugaron con las guirnaldas, los globos, las luces… hasta por fin el árbol estuvo listo, solo había que colocar la estrella dorada de la punta. —Espera Emerson —dijo Berenice y fue en búsqueda de la cámara—. Ahora si —dijo y sonreí. Todos los años teníamos diferentes tradiciones en nuestra familia. Cada año, un integrante distinto era el asignado para colocar la estrella. El año pasado había sido Lizzy, y ahora era el turno de Tony. Alcé a Anthony en mis brazos y el apretó fuertemente la estrella en sus manitos. Soltó una hermosa carcajada y lo elevé hasta la punta del árbol. Con mi ay