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NARRA EMERSON

Jadeé sorprendido. Si cuando me enteré de la posibilidad de ser padre me caí de culo, ¿ahora como reaccionaria? Por si las dudas, clavé mis pies fuertemente en el piso.

¿Mellizos? ¡Vaya! Eso no me lo esperaba.

—¿Mellizos? —preguntó mi ángel incrédula.

—Aquí podemos ver ambos fetos, ¿llegan a verlos? Son mellizos porque cada uno crece en una bolsa amniótica distinta.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver esos dos pequeños porotitos. Realmente esto estaba sucediendo, íbamos a ser padres de dos bebés. ¿Qué más le podía pedir a la vida?

—No tengo palabras para agradecerte —dejé caer mi frente en la Berenice y la besé repetidas veces.

—Te amo —dijo al borde de las lágrimas.

—Como yo a ti —contesté.

—¿Quieren escucharlos?

Asentimos sin dudar y el cuarto se llenó del sonido más maravilloso del mundo. Algo similar a un aleteo, muy rápido. Esos eran los frágiles corazoncitos de nuestros porotitos, una parte de Berenice y mía creciendo doblemente, en el seguro vientre
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