NARRA BERENICE—¿Se conocen? —preguntó James, creo que así era su nombre.—Es mi secretaria —contestó mi jefe sin dejar de mirarme. Mis mejillas se tiñeron de rojo, su mirada fija me ponía nerviosa.—¿Por qué nunca me dijiste que tenías a una secretaria tan hermosa? —le dijo su amigo supongo, mirándome fijamente llevando los ojos hasta mi escote. Me removí incomoda y asqueada.Para mi suerte, apareció mi salvación… Rosario y Emmet venían hacia donde estaba.—¿Qué sucede? —preguntó mi cuñado con voz demandante. Yo rápidamente me paré, todavía sintiendo la vista de mi jefe sobre mí.—No te preocupes Ernest, no sucede nada —traté de calmarlo.—¿No nos presentas? —pidió el pesado del que estaba al lado del señor Harker.—Claro, el es mi jefe —señalé a Harker, Rosario elevó una ceja y Emmet se mantenía serio—. Y el es… discúlpame olvide tu nombre —me disculpé con el sujeto, me pareció haber visto una sonrisita en los labios de mi jefe.—Soy James, pero ya me retiro —fue lo último que dijo
NARRA EMERSON—¿Por qué tienes esa cara Emerson? —preguntó una preocupada Veronica cuando llegue a la mansión.—Me duele mucho la cabeza es todo. —Contesté masajeando mis sienes.—Solo a ti y ese bueno para nada de James se les ocurre ir a un boliche un lunes —me regañó, como la segunda madre que era.Ir a ese boliche fue una de las mejores cosas que hice en mucho tiempo. Me ayudó a despejar dudas y a conocer a personas simpáticas como Ernest y Rosario.La voz de Berenice todavía resonaba en mi cabeza: «Berenice me llaman mis más allegados» había dicho y sentí como me daba una patada en el medio del estómago, fue un claro: «me lo dicen las personas que están a mí alrededor, no tú», y por alguna extraña razón eso me dolió.Pero el comentario más hiriente fue: «pareciera que tratas con un anciano», esole había dicho a su hermana cuando llevamos las bebidas. Estaba consciente que más de uno pensaba lo mismo, pero escuchar salir de sus labios esa frase me cayó como un balde de agua helada
NARRA BERENICEPor fin era sábado a la tarde, solo faltaban diez minutos y podría ir a mi hogar. La mayoría de mis compañeros de trabajo se estaban yendo y yo no veía la hora de estar con mi hijo. Estaba juntando mis cosas cuando el intercomunicador comenzó a sonar.—Ven, Berenice —llamó mi jefe con una voz rara, algo andaba mal.Fui hasta su oficina, como no contestaba del otro lado, entré igualmente. Me quedé parada en la puerta y vi a mi jefe recostado sobre su escritorio escondiendo su rostro con sus grandes manos.—¡Señor Harker! —Exclamé sorprendida yendo hacia su lado—. ¿Qué le sucede? —pregunté preocupada.Como un acto reflejo, llevé una de mis manos hacia su frente, estaba ardiendo de fiebre. Lo observé con más detenimiento y su rostro estaba bañado en sudor y sus mejillas sonrojadas.—Está volando en fiebre —le dije preocupada—. ¿Puede pararse? —necesitaba sacarlo de acá y llevarlo hasta su casa.Él levantó su cabeza y me miró intensamente a los ojos.—Tienes unos ojos hermo
NARRA EMERSONSentía como si estuviera flotando por los aires, envuelto en un clima caluroso. Estaba muy cómodo en donde sea que me encontraba y había un exquisito aroma. Sentí un pequeño estremecimiento pero no era capaz de abrir mis ojos, estaba muy cansado y solo quería dormir.Podrían haber pasado horas, días o meses. No era consciente de nada de lo que pasaba a mí alrededor. Escuché muy lejanamente el sonido de mi celular.Abrí lentamente los ojos y me sentí desorientado. No tenía idea en donde estaba. Lo último que recordaba era estar con Berenice en mi oficina y luego en el auto a punto de besarla. Abrí desmesuradamente los ojos, no podría haber querido besarla, estaría delirando por la fiebre. Sí, eso tenía que ser.Sentí que la puerta se abría pero no ingreso nadie a la habitación.—Abió los ojitos señod etraño —me sobresaltó la voz de un niño de no más de tres años. ¿De dónde había salido? —. Mami dice que esta enfermito. ¿Es vedad? —Preguntó trepándose a la cama y se sentó
NARRA BERENICE—Cariño, despierta —traté de despertar a mi dormido hijo, por decimocuarta vez.—¿Tarea difícil? —preguntó una profunda voz a mis espaldas.Cuando me di vuelta, un despreocupado Emerson venia hacia mi lado.—Despertar a Dante es una tarea casi imposible, tiene el sueño muy pesado —respondí con una sonrisa—. ¿Te sientes mejor?—Muchísimo mejor, gracias otra vez —respondió—. ¿Me puedes dar las llaves del auto? Ya es hora que regrese a mi casa —colocó sus manos en los bolsillos de su pantalón.—¡Oh, claro! —exclamé y fui hasta el mueble para darle lo que me pidió—. Ten.—Gracias de nuevo, déjale un saludo a Dante de mi parte —señaló con su cabeza a dijo a mi hijo dormido profundamente.—Claro, te acompaño a la puertaTomamos el ascensor y nos fuimos hacia la puerta del edificio. El coche estaba aparcado exactamente en el mismo lugar que lo dejé ayer.—Nos vemos mañana, Berenice. —Comenzó a despedirse—. No tengo palabras para agradecerte, hasta luego.Asentí con la cabeza e
NARRA EMERSONMe bajé del auto y me encaminé hacia la entrada de mi hogar. Me sentía muchísimo mejor y todo se lo debía a… Berenice; ese apodo verdaderamente le hacía justicia.Descubrí que era una mujer encantadora y se preocupaba por los demás. Era muy servicial e iba a estar muy agradecido con ella por toda su ayuda para conmigo. Había criado a un hijo maravilloso, que había logrado sacarme varias sonrisas, en poco tiempo de conocernos.Además que todos eran una familia encantadora y simpática, Ernest y Rosario me habían caído de maravillas, claro que no tenía con ellos tan buena relación como con Berenice y Dante. Seguía dando vueltas por mi cabeza, ¿Dónde estaría el padre de Dante? Al parecer no había ido a dormir a la casa ni tampoco estaba en el desayuno. Si yo tuviera esa familia hermosa, trataría de estar todo el tiempo con ellos.—¡Mi niño! —Exclamó Veronica una vez que entre a la mansión—. ¿Estás mejor? ¿Necesitas algo? —preguntó atropelladamente.—Veronica, tranquila. Esto
NARRA BERENICE—Dante vamos a dormir, es muy tarde y mañana tenemos que madrugar —repetí como un disco rayado a mi hijo por… ya ni recuerdo cuantas veces se lo dije.—Pero quiedo jugad más tiempo con mi auto —refunfuñó sentado en el piso haciendo andar su juguete nuevo.Mi nuevo jefe —porque eso realmente era ya que no lo reconocía— le regaló a Dante un auto de juguete de su personaje favorito que, seguro, costaba la mitad de mi sueldo. Estaba muy sorprendida por su gesto hacia Dante, pero mi pequeño era más que feliz con su coche nuevo.—Mañana sigues jugando con ese juguete, pero ahora vamos a dormir. —Hizo un puchero—. Ven, esa carita no me convencerá esta vez —sin quitar su tierno puchero, guardó el auto en su caja y vino a la cama junto a mí.—Pométeme que mañana puedo juegad ota vez. —Dijo serio, colocando los brazos en su pequeña cintura.—Lo prometo —contesté solemne elevando mi palma derecha al aire con una sonrisa en los labios.—Mami… —comenzó enderezando su postura solo un
NARRA BERENICEMe subí al asiento del copiloto, no sin antes que Emerson me abriera la puerta muy caballerosamente, sorprendiéndome con el gesto. Él se subió en el lado del conductor y arrancó el coche camino hacia el departamento.No tardamos en llegar, estábamos a poca distancia.—Gracias por traerme —dije, una vez que llegamos a mi destino.—Basta de agradecer, no fue ninguna molestia —contestó desabrochándose su cinturón de seguridad, yo hice lo mismo dispuesta a bajar, pero la mano de Emerson fue mas rápida e impidió que abriera la puerta. Cuando salí de mi confusión, mi jefe estaba esperando a que salga con mi puerta ya abierta. Enarqué una ceja—. Es una costumbre que parece que volvió —frunció el ceño.—Nos vemos mañana en la empresa —dije cuando salí del auto y quedé parada en frente de él.—Claro, hasta mañana —saludó en respuesta.Me elevé en mis puntitas de pie y lo saludé con un beso en la mejilla. Al darme cuenta de mi ataque de confianza me fue corriendo —literalmente— h