A pesar de no querer separarse de él, Emma insistió en que Evan debía irse a dormir al departamento. Él había pasado días sin descansar solo para regresar con su familia, y aunque se resistía a separarse de ella y de su hija recién nacida, terminó accediendo al ver la determinación en los ojos de Emma. Alana, la madre de Evan, y Aurora se quedaron a cuidar de ambas, prometiendo que no se moverían del hospital.
Al día siguiente, cuando el sol aún estaba saliendo, Evan regresó al hospital. Llevaba un ramo de flores para Emma y un peluche suave e hipoalergénico para Eva, una de esas figuras que los bebés pueden abrazar con seguridad. Entró con una sonrisa de alegría y alivio, encontrándolas dormidas, rodeadas por el cálido silencio de la habitación. Alana y Aurora estaban sentadas cerca, charlando en voz baja, y al verlo
Finalmente, el día había llegado. Emma y Eva habían recibido el alta y, después de un par de días de recuperación, estaban listas para irse a casa. Emma sintió una mezcla de emoción y alivio, mientras Evan sostenía a la pequeña Eva con orgullo y ternura. Cada paso hacia la salida del hospital parecía acercarlos aún más a esa vida de paz y felicidad que tanto habían anhelado.Evan tomó la mano de Emma y la ayudó a salir del edificio, acompañándola hacia el estacionamiento donde les esperaba el auto. Sin embargo, cuando estaban en un punto de cruce hacia el área de vehículos, Emma notó una figura conocida que caminaba apresuradamente hacia la entrada del hospital, era el padre de Leonardo. El hombre parecía preocupado y no los notó, pero su presencia hizo que Evan se tensara, deteniéndose por un mom
Sabía que aquel tema era delicado y que, hasta ahora, Evan apenas había hablado de su padre biológico, porque aún sentía el peso de su abandono.—¿Estás seguro de que era él? —preguntó, con la voz llena de comprensión. Evan solo asintió.—¿Qué sientes acerca de eso?Evan se llevó una mano al rostro, intentando recuperar la compostura. Después de tantos años, aquella figura del pasado aún parecía afectarlo más de lo que estaba dispuesto a admitir. Y ahora más que nunca quería que eso sucediera, porque tenía una familia por la que debía ser un pilar.—No estoy seguro… Solo… verlo ahí, como si nada, como si no hubiera pasado todo lo que pasó, fue… —Evan hizo una pausa, buscando las palabras—, fue difícil, mamá. Pens&
Evan caminó sin mirar atrás, mientras que tras él quedaba un huracán.—¿Quién es ese hombre, Nathan? —insistió la mujer su voz cargada de sospecha. Nathan evitó su mirada y, sin darle una respuesta, salió rápidamente tras Evan, dejándola con la palabra en la boca.En el estacionamiento, Evan ya estaba a punto de subir a su auto cuando escuchó los pasos acelerados de Nathan acercándose. Antes de que pudiera cerrar la puerta, su padre lo detuvo.—Evan, espera… Por favor, escúchame —dijo Nathan, jadeando un poco, tratando de calmarse—. Solo te pido unos minutos para que hablemos.Evan lo miró, incapaz de contener el rencor acumulado por años.—¿Hablar? —repitió con amargura—. No creo que tengamos nada de qué hablar. Mejor ve a ver a tu verdadero hijo, e
La mansión de los tíos de Emma siempre había sido un lugar imponente, con sus paredes de mármol blanco y los vastos jardines perfectamente cuidados. A pesar de la majestuosidad del lugar, Emma, de diecinueve años, sentía que nunca había podido llamar a ese lugar su hogar. Desde la muerte de sus padres, la frialdad de sus tíos había sido su única compañía, excepto por su hermana, Emilia, que siempre estaba a su lado.Esa noche, sin embargo, Emma no estaba pensando en su hermana ni en sus tíos. Su mente estaba ocupada por una sola persona: Leonardo. El joven perteneciente a una de las familias más ricas de la ciudad había capturado su corazón desde el primer momento en que lo vio en una de las fiestas de sociedad que sus tíos organizaban regularmente.Acercarse a él no había sido sencillo, especialmente porque sus tíos no las trataban como iguales, sino como lastres de la sociedad por haber perdido todo con la muerte de sus progenitores. Pero con detalles simples, palabras sencillas y s
La casa estaba más resplandeciente que nunca esa noche, con un aire de celebración que no lograba disipar la tensión que Emma sentía en el ambiente. La velada prometía ser una de las más grandes del año, con invitados selectos de la alta sociedad y un aire de opulencia que flotaba entre las lámparas de araña y los arreglos florales.Los tíos de las chicas habían estado organizando esta fiesta por semanas, con el propósito no tan oculto de encontrar un pretendiente para Emilia, solo para deshacerse de una de sus sobrinas al menos. A sus veintitrés años, era el objetivo principal de los rumores de la familia, quienes no podían entender por qué no había aceptado a ninguno de los muchos pretendientes que la habían cortejado.Por otro lado, Emma observaba el salón desde una esquina, con las manos temblorosas y el corazón oprimido. Aunque llevaba puesta una de las hermosas joyas que le había prestado su tía, y un vestido lujoso que ocultaba su figura, se sentía más expuesta que nunca. Sabía
Emilia mantuvo la mirada fija en los ojos de Emma, esperando pacientemente a que hablara. El silencio que las rodeaba era abrumador, y el sonido lejano de la música de la fiesta solo hacía más palpable la tensión entre las dos. Emma bajó la vista al suelo, como si el peso de su secreto fuera demasiado para cargarlo sola.—Emma… —insistió Emilia suavemente—. ¿Quién es el padre? Nunca me dijiste que tenías novio.Emma tembló ligeramente, su garganta cerrada por la vergüenza y el miedo. Sabía que su hermana no la juzgaría, pero el simple hecho de pronunciar el nombre de Leonardo la paralizaba. ¿Cómo decirle a Emilia que el hombre al que amó la había traicionado de la manera más cruel?—No puedo decírtelo —murmuró Emma, su voz apenas un susurro.Emilia suspiró, sabiendo que no podría sacarle más información. Por un momento, pensó en presionar más, pero al ver la expresión de angustia en el rostro de su hermana, decidió dejarlo estar. No era el momento de forzar respuestas. Lo importante a
El día había llegado. Emilia no había dejado de pensar en la visita de Matthew durante toda la semana, y aunque trataba de mostrarse indiferente frente a sus tíos, por dentro sentía una mezcla de ansiedad y emoción. Oswald, su primo, la había puesto al tanto de la visita, mencionando entre bromas que Matthew parecía interesado, y que había comentado varias veces sobre su última conversación con ella en la fiesta.Cuando la puerta principal de la casa se abrió esa tarde, el sonido de las botas de Matthew resonó por el pasillo. Emilia, quien había estado esperando en la sala con las manos entrelazadas sobre su regazo, se puso de pie rápidamente al escuchar su voz. El mayor Harrington tenía una presencia tan imponente como recordaba, pero esta vez no la intimidaba; al contrario, había algo reconfortante en su porte.—Emilia —dijo Matthew, saludándola con una sonrisa cálida—. Espero no haber llegado muy temprano.—Para nada, mayor Harrington —respondió ella, tratando de mantener la compos
El aire dentro del departamento de Matthew estaba cargado de una mezcla de anticipación y nerviosismo. Emilia se sentía fuera de lugar, pero al mismo tiempo, una parte de ella no podía evitar emocionarse. Sentada en el sillón, veía cómo Matthew se movía por el pequeño espacio, abriendo un gabinete de la cocina.—¿Te gustaría algo de beber? —preguntó él, girándose para mirarla con una sonrisa tranquila, como si supiera lo nerviosa que estaba y quisiera calmarla.Emilia asintió, su voz atascada en la garganta. Su mente iba a mil por hora, y aunque sabía que lo que estaba por suceder podía cambiarlo todo, no se detuvo. Sabía que debía asegurarse de que Matthew se comprometiera con ella, no solo por ella misma, sino también por Emma.Matthew volvió con dos copas de vino y se sentó a su lado, ofreciéndole una. Los primeros sorbos fueron silenciosos, pero la tensión en el ambiente creció a medida que las miradas se volvían más intensas. Emilia sentía que su corazón latía más rápido, como si