La cena en casa de Emilia se desenvolvía en un ambiente acogedor. Marco llegó puntualmente, con flores frescas en una mano y una caja de chocolates en la otra. Al abrir la puerta, Emilia lo recibió con una sonrisa, y él, en un gesto algo tímido, le entregó primero los chocolates.
—Para ti, Emilia, como agradecimiento por la invitación —dijo él.
—¡Gracias, Marco! No era necesario —respondió ella con una sonrisa sincera. Luego, él giró hacia Aurora y, con un poco más de nerviosismo, le ofreció el ramo de flores.
—Y estas son para ti… —Marco vaciló, intentando no parecer muy atrevido ante Emilia y su cuñada, pero ese era el gesto que le había nacido tener con ellas—. Aurora, espero que te gusten.
Aurora, visiblemente sorprendida y encantada, tomó el ramo, oliendo las flores con una c&aac
Emma estaba en el departamento, sola por primera vez en mucho tiempo. Con cada día que pasaba, la fecha de nacimiento de su hija se acercaba, y aunque la incertidumbre seguía presente, los padres de Evan la habían apoyado de una manera que nunca habría esperado. Aunque sentía su ausencia, tenerlos a ellos ahí era para ella un bálsamo a su alma dolida.Esa mañana, sus suegros habían salido a hacer algunas compras de último minuto para prepararse para la llegada del bebé, dándole a Emma un poco de tiempo para estar sola con sus pensamientos.Apiló cuidadosamente una serie de diminutas prendas y las comenzó a doblar, llenando poco a poco un bolso que ya había designado para el hospital. El simple acto de doblar la ropa la calmaba, aunque sus pensamientos seguían enredándose en un sinfín de recuerdos y temores.De repente, son&o
Emma y Emilia estaban en el departamento, organizando los últimos detalles para la llegada del bebé. Las pequeñas prendas estaban ya dobladas en cajones y las mantas acomodadas en el mueble junto a la cuna. Había una mezcla de emoción y nervios en el ambiente, especialmente para Emma, quien no podía dejar de pensar en la ausencia de Evan. Había imaginado tantas veces cómo sería este momento juntos, pero la incertidumbre de su desaparición hacía que todo fuera más difícil.—¿Estás bien, Emma? —preguntó Emilia mientras le pasaba una pequeña manta rosa y notó una ligera expresión de dolor.—Sí, solo… no puedo evitar sentirme triste —respondió Emma, intentando sonreír—. Solo quiero que ella llegue sana.El padre de Evan estaba en la habitación del beb&ea
Emma soltó un sollozo de alivio, de alegría, de amor. La fuerza que había perdido en aquellos instantes regresó, y junto a Evan, se sintió lista para enfrentar lo que quedaba del parto. La madre de Evan dio un paso atrás, sabiendo que era un momento en que Emma y Evan debían vivir juntos. Sin embargo, luego del reencuentro, la doctora llegó con un uniforme médico y le indicó el baño.—Ya saludó a su mujer, ahora vaya a darse una ducha porque, además de apestoso, no puede recibir a su niña en esas condiciones.Tras dejar un beso en los labios de Emma, tomó la ropa que la doctora le ofrecía y se metió al baño para asearse. Unos minutos después, salió limpio, listo para el momento y recibir a su bebé.Evan permaneció al lado de su mujer, sosteniéndola y susurrándole palabras de
A pesar de no querer separarse de él, Emma insistió en que Evan debía irse a dormir al departamento. Él había pasado días sin descansar solo para regresar con su familia, y aunque se resistía a separarse de ella y de su hija recién nacida, terminó accediendo al ver la determinación en los ojos de Emma. Alana, la madre de Evan, y Aurora se quedaron a cuidar de ambas, prometiendo que no se moverían del hospital.Al día siguiente, cuando el sol aún estaba saliendo, Evan regresó al hospital. Llevaba un ramo de flores para Emma y un peluche suave e hipoalergénico para Eva, una de esas figuras que los bebés pueden abrazar con seguridad. Entró con una sonrisa de alegría y alivio, encontrándolas dormidas, rodeadas por el cálido silencio de la habitación. Alana y Aurora estaban sentadas cerca, charlando en voz baja, y al verlo
Finalmente, el día había llegado. Emma y Eva habían recibido el alta y, después de un par de días de recuperación, estaban listas para irse a casa. Emma sintió una mezcla de emoción y alivio, mientras Evan sostenía a la pequeña Eva con orgullo y ternura. Cada paso hacia la salida del hospital parecía acercarlos aún más a esa vida de paz y felicidad que tanto habían anhelado.Evan tomó la mano de Emma y la ayudó a salir del edificio, acompañándola hacia el estacionamiento donde les esperaba el auto. Sin embargo, cuando estaban en un punto de cruce hacia el área de vehículos, Emma notó una figura conocida que caminaba apresuradamente hacia la entrada del hospital, era el padre de Leonardo. El hombre parecía preocupado y no los notó, pero su presencia hizo que Evan se tensara, deteniéndose por un mom
Sabía que aquel tema era delicado y que, hasta ahora, Evan apenas había hablado de su padre biológico, porque aún sentía el peso de su abandono.—¿Estás seguro de que era él? —preguntó, con la voz llena de comprensión. Evan solo asintió.—¿Qué sientes acerca de eso?Evan se llevó una mano al rostro, intentando recuperar la compostura. Después de tantos años, aquella figura del pasado aún parecía afectarlo más de lo que estaba dispuesto a admitir. Y ahora más que nunca quería que eso sucediera, porque tenía una familia por la que debía ser un pilar.—No estoy seguro… Solo… verlo ahí, como si nada, como si no hubiera pasado todo lo que pasó, fue… —Evan hizo una pausa, buscando las palabras—, fue difícil, mamá. Pens&
Evan caminó sin mirar atrás, mientras que tras él quedaba un huracán.—¿Quién es ese hombre, Nathan? —insistió la mujer su voz cargada de sospecha. Nathan evitó su mirada y, sin darle una respuesta, salió rápidamente tras Evan, dejándola con la palabra en la boca.En el estacionamiento, Evan ya estaba a punto de subir a su auto cuando escuchó los pasos acelerados de Nathan acercándose. Antes de que pudiera cerrar la puerta, su padre lo detuvo.—Evan, espera… Por favor, escúchame —dijo Nathan, jadeando un poco, tratando de calmarse—. Solo te pido unos minutos para que hablemos.Evan lo miró, incapaz de contener el rencor acumulado por años.—¿Hablar? —repitió con amargura—. No creo que tengamos nada de qué hablar. Mejor ve a ver a tu verdadero hijo, e
La mansión de los tíos de Emma siempre había sido un lugar imponente, con sus paredes de mármol blanco y los vastos jardines perfectamente cuidados. A pesar de la majestuosidad del lugar, Emma, de diecinueve años, sentía que nunca había podido llamar a ese lugar su hogar. Desde la muerte de sus padres, la frialdad de sus tíos había sido su única compañía, excepto por su hermana, Emilia, que siempre estaba a su lado.Esa noche, sin embargo, Emma no estaba pensando en su hermana ni en sus tíos. Su mente estaba ocupada por una sola persona: Leonardo. El joven perteneciente a una de las familias más ricas de la ciudad había capturado su corazón desde el primer momento en que lo vio en una de las fiestas de sociedad que sus tíos organizaban regularmente.Acercarse a él no había sido sencillo, especialmente porque sus tíos no las trataban como iguales, sino como lastres de la sociedad por haber perdido todo con la muerte de sus progenitores. Pero con detalles simples, palabras sencillas y s