Salí del salón donde se estaba realizando la celebración con un grupo de mis amigas a quienes no había visto desde mi partida a Venezuela. Decidimos ir a sentarnos a uno de los bancos ubicados en la zona boscosa del jardín. Comenzamos a conversar mientras caminábamos.
—Camil, ¡No puedo creerlo! —exclamaba Brigitte mientras les contaba mis anécdotas.
—Si amiga fue la experiencia más traumática de mi vida, sobre todo porque me había ido de aquí, normalmente cuando uno va a un baño en una estación de servicio está en condiciones, pero en esa vía de Calabozo a San Fernando de Apure no, entonces me bajé del auto para orinar en el pleno monte, cuando ese toro comenzó a seguirme, salí corriendo con mi ropa interior por las rodillas, sin importarme ser vista, mientras mis primos se estortillaban de la risa, ellos divirtiéndose a costa de mi mal momento, juro creí morirme del susto y después de la vergüenza.
Mis amigas y yo no parábamos de reír con los cuentos sobre mi estadía, porque aunque ahora parecía chistoso, en su momento significó una lección de vida para mí.
De pronto, empezamos a escuchar los fuertes gemidos de una mujer, gritaba demasiado, parecía la estaban matando, nos acercamos a la fuente del ruido, observamos a una mujer inclinada hacia adelante, mientras un hombre ubicado en su parte trasera la tomaba por sus caderas, la golpeaba con su… ¡Por Dios! ¡Qué atrevimiento! Pensé enfadada, cuando iba a caminar hacia ellos mis amigas me sostuvieron del brazo, yo estaba tan cabreada no quise atender razones, me parecía una falta de respeto verlos utilizar los patios de la casa de mi familia para semejante desfachatez.
Aparté de un manotazo las manos de mis amigas, no pude evitar que debido a la rabia mi voz saliera histérica con unos decibeles por encima de lo normal.
— ¡Por Dios! Es usted el colmo del descaro ¿Cómo se atreve a venir a los jardines de mi casa a culear? —Mis palabras eran en exceso vulgares, sin embargo, más asqueroso y fuera de las reglas de la buena costumbre, era eso que el par estaban haciendo de manera desvergonzada, sin ningún pudor.
El hombre se alejó de la mujer, se arregló su ropa, por la oscuridad de la noche no pude identificar su rostro, pero si pude percibir su timbre de voz, respondiéndome como si fuese yo quien estuviese faltando.
—¡Tú eres una fisgona! Deberías meterte en tus propios asuntos, no en los míos. Además, con esa voz tan chillona y mal educada, no creo tu familia tenga un jardín, sino más bien un circo para cobrar por escuchar tus insoportables alaridos.
Sus palabras provocaron, la agitación de mi sangre, iba a acercarme más a ellos, no obstante, mis amigas me detuvieron y esta vez Valet trató de apaciguar mi enojo.
—No le prestes atención Camil ¡Déjalo, no vale la pena! Tal vez sea alguno de los socios de tus abuelos o tíos, mejor vámonos. ¡Dejémoslo!
Estaba demasiado furiosa, no le hice caso a la recomendación de mi amiga, me giré aproximándome al lugar donde estaban el par de intrusos, mas como debí dar la vuelta porque los arbustos estaban entrelazados y no podía acortar el camino por allí, al llegar al lugar donde estaban, no los encontré, ya habían tomado otro camino, aunque, cuando giraron hacia la siguiente caminería la luz los iluminó, pude reconocer el traje, las facciones de aquel hombre, estuve segura, por sus características correspondían a mi tío. Llevé mi mano a la boca y proferí una exclamación.
—¡Esto no puede ser! —Debo estar equivocada, pensé, mi tío Tad no sería capaz… él no, en cambio, su gemelo Camillo sí. Moví la cabeza reprochándolo mentalmente.
Ese señor mientras más viejo más sinvergüenza… mientras la voz de mi conciencia pervertida expresaba: “Viejo, pero su equipo le funciona muy bien, ¿No escuchaste los gritos de la mujer, cómo se retorcía…”? ¡Ya cállate! La paré en seco cuando me di cuenta del rumbo de esos pensamientos y me recriminé: ¡Estás loca Camil!
Mis amigas llegaron a mi lado, juntas deshicimos el camino andado para llegar allí. Agradecí tocaran otros temas diversos, para mi gran alivio no hicieron referencia en ningún momento a las escenas antes presenciadas y eso que hasta donde recuerdo, ellas tenían la mente bastante cochambrosa.
Llegamos al área de la fiesta mientras mis amigas seguían hablando como cotorras, tenían la capacidad impresionante de hablar más de cien palabras por minuto, entre las dos me tenían totalmente aturdida de tantas tonterías, a tal punto, de que pese a estar con ellas, sonreír cada cierto tiempo por su conversa, la verdad, no les estaba prestando la más mínima atención a sus comentarios, mis pensamientos se habían quedado concentrados en evocar lo ocurrido hacía unos instantes en el jardín, como ese hombre tomaba a aquella mujer con fuerza por las caderas, ella gemía gozosa, y para mi absoluto tormento deseaba con todas mis ganas estar en su lugar.
Esto no podía estar pasándome, pensé, imploraba porque uno de los protagonistas de esa escena no haya sido alguno de mis tíos, aun cuando era evidente y en mi interior lo sabía, solo podía tratarse de alguno de ellos. Decidida a averiguar la identidad de aquel hombre, empecé a caminar entre las mesas de los invitados, noté la ausencia de mi tío Taddeo, esposo de mi tía Camilla, hermana de mi padre.
Me negaba a creer se tratara de él, pues para mí ellos eran una de las parejas más hermosas, sólidas, vista alguna vez; no solo lo decía por el aspecto físico, pues también eran bastante lindos.
Mi tío tenía un aspecto envidiable, unos ojos azules que muchas veces podían llegar a tornarse grises, su cabello oscuro con unos reflejos dorados, piel clara, con más de un metro ochenta y cinco de estatura, mi tía de ojos celestes, de más de un metro setenta, un cuerpo bien proporcionado.
No obstante, lo más destacable de ellos era su relación, la ternura de mi tío y el trato amoroso para con su esposa e hijos, casi nunca se enfadaba. Yo lo admiraba, me sentiría muy decepcionada si llegase a comprobar su participación en los hechos ocurridos hace escasos minutos antes en el jardín.
Comencé a buscar como loca, hasta conseguir a mis tíos, mis abuelos, los padres de mi tío Taddeo, también a mis padres conversando en el salón, me acerqué a ellos, comprobé que el traje vestido por mi tío era el mismo usado por el hombre allí afuera, no pude simular mi decepción, menos aún ocultar mi rabia; sin ponerme a pensar en las consecuencias de mi reclamo y del conflicto que podía generarse, pregunté:
—Tío Taddeo, ¿Ha visto a... —no sabía cómo llamarlo porque no lo veía como tío aunque todos mis hermanos lo llamaban así —, mi tío Camillo? —Lo interrogué porque eso me permitiría saber si su gemelo había llegado.
—Princesa, se saluda primero más aún si tenemos tiempo de no vernos —expresó abrazándome cariñosamente para después responderme—. Mi hermano aún no llega.
Al escuchar su respuesta, fue como un balde de agua fría, era la mayor prueba para aclarar la situación, por eso no lo dude ni un solo instante, el hombre allí afuera era él y con un tono de voz gélido le interrogué:
—¿Qué hacía usted en el jardín tío?
Su rostro palideció, cuando comenzó a hablar su tono era titubeante, eso para mí era una clara prueba de su culpabilidad. Eso hizo sacar mi carácter endemoniado de la familia, la cual se debía a la vena latina que corría por mi sangre, esa mezcla de genes venezolanos, ecuatorianos, argentinos, italianos y españoles, producto del origen de mis abuelos; esa explosividad e impulsividad, bulleron en mi interior, saliendo como la lava desbordante de un volcán.
—¡Usted es un sinvergüenza, descarado! —Todos los presentes se quedaron impávidos viendo mi enojo y actitud beligerante.
La primera en hablar fue mi madre —¿Qué te sucede Camil? ¿Por qué le hablas de esa manera a tu tío? Más respeto para él —me recriminó.
—El respeto se gana, se cultiva, creo esa palabra le queda grande a mi tío. Él era mi ídolo, su relación con mi tía era mi bastión de las relaciones de parejas y ahora sale con esas cochinadas —el rostro de todos era de desconcierto, mi tío fruncía el señor como si fuese inocente, si no lo hubiese visto pensaría lo mismo, pero él me había confesado donde estuvo hace un momento, allí afuera donde lo encontré siéndole infiel a mi tía.
—Camil, no sé qué te está pasando, pareces una niña malcriada, no voy a permitir continúes ofendiendo a tu tío—dijo mi tía Camilla bastante enojada.
—Ofensa fue la hecha por él, irrespetando esta casa como si fuese su hotel particular —ante mis palabras todos pusieron gesto de sorpresa.
—¡Creo estás equivocada! —afirmó mi tío Taddeo con desconcierto.
—¡Ningún me equivoqué! —. En ese momento llegaron mis amigas, se ubicaron cada una a mi lado para darme su apoyo—. Este señor estaba afuera en la zona boscosa del jardín teniendo sexo con una mujer, la tenía inclinada hacia adelante mientras él le daba por detrás, mis amigas pueden dar fe de la veracidad de esos hechos.
Todos abrieron los ojos desmesuradamente ante mis palabras, hasta a mí se me ruborizó el rostro al pronunciarlas, mientras algunas miradas empezaron a ver acusatoriamente a mi tío Taddeo, quien negaba insistentemente con su cabeza y mi tía Camilla me miraba molesta, sin poder creer en mi acusación.
“Se dice que existen tres clases de testigos: Los que han visto bien, pero dudan de lo visto. Los que han visto mal, sin embargo, creen haber visto bien. Y los que no han visto nada y aseguran haberlo visto todo.” Marco Aurelio Almazán.
Después de una hora, estaba nuevamente llegando a casa de mi amiga Alondra. Debí irme, porque Ivanna estaba apenada, se negó a entrar a la fiesta por cuanto habíamos sido descubiertos en una posición bastante comprometedora. No pude evitar reírme al recordar la escena y el desquicie de la mojigata. A pesar de persuadir a Ivanna para quedarnos, ella se negó categóricamente. Además, su vestido se había arruinado, pues después del incidente se puso a llorar y el maquillaje corrido manchó la parte superior de su vestido. La pobre parecía un mapache y al final preferí llevarla a su casa. De regreso pasé a mi departamento, ubicado de camino, para volverme a bañar y quitar de mí esa desagradable sustancia pegajosa, dejado por nuestros fluidos. Me vestí y nuevamente volví a la casa de mi amiga Alondra. Vestí una ropa más informal a la anterior, esta vez decidí estacionarme frente a la fachada principal, caminé
Mi padre alternaba la vista entre mis amigas y yo, el rostro de mamá estaba completamente pálido, parecía familia de Gasparín, no obstante, a pesar del asombro en sus rostros, ninguno emitió palabra. Después, todo ocurrió en apenas fracciones de segundos, mi amiga Briggitte, no tengo idea de porque reaccionó de esa manera, no sé qué le pasaría por su cabeza en ese momento, le dio un empujón a la pobre Val para alejarla de sí; debido a la posición en la cual se encontraba, está terminó rodando debajo de la cama; dándose en la caída, un fuerte golpe en el lado derecho de la frente, con una de las patas de la cama. Lo más cómico, aunque en ese momento la vergüenza no me permitió manifestarlo, fue ver caer a Val con la cabeza hundida y el trasero levantado, realmente la escena era estrambótica, incluso para mí, no quería imaginarme los pensamientos de mis padres en este momento, situación para mi demasiado mortificante.
El engendro, no solo posaba la mirada furiosa en mi cuerpo, sino además, se acercó hacia mí en gesto amenazante con el rostro transformado a causa del enojo, lo cual no menguaba de manera alguna su belleza y antes de poder seguir protestando, ella habló en tono beligerante. —El sentimiento es mutuo, para quedarme con un anciano como tú, mejor habría sido dejarme en un geriátrico; aunque en realidad no entiendo por qué no me dejaron en mi casa. Yo soy una adulta, muy bien podía cuidar de todos allá. Soy bastante responsable, no es como si voy a armar una fiesta o crear algún desastre. De todas formas, eso habría sido incluso más fiable y certero, pues tú no eres de ningún modo, el mejor ejemplo para nosotros —pronunció con enfado y lo último acompañado de un ligero tono sarcástico. Esa mocosa sabía con certeza donde encontrarme el punto débil y no dejaba de señalármelo; estaba negado a compartir con ella, pues era dañina para mi ego. Mi b
La chica se quedó viéndome por unos segundos con el rostro pálido,para luego emitir en un tono de voz pendenciero:—No creas que eso me importa o quiera estar... —titubeó un momento —. Tu dulce compañía, los viejos y yo no tenemos temas de conversación en común... a excepción de mis abuelos, en cambio, contigo no hay nada de lo cual hablar.Me quedé observándola enojado. Esta condenada mocosa lograba irritarme de una manera sorprendente, estaba hasta los cojones con su actitud —Entonces ¡¿Qué carajos buscas?! —Indagué sin dejar de mirarla.—La cocina... para preparar comida — balbuceó, iba a darse la vuelta para alejarse, pero uno de sus pies se enredó, habría caído de bruces, si no la hubiese sostenido con fuerza por la cintura, la cual llevaba descubierta; pues la blusa, le quedaba un poco por encima del ombligo dejando a la vista un trozo de piel hasta sus caderas; lucía un pantalón corto de mezclilla a esa altura.
Nunca antes tuve una lucha entre mis deseos; el cuerpo pedía una cosa y la conciencia deseaba otra. De hecho, durante toda la vida estuve acostumbrado a tomar todo aquello cuanto me provocaba, sin pensar nunca en las consecuencias de mis actos, a decir verdad, eso jamás tuvo importancia, pero esta vez era distinto, existían muchos factores involucrados.Podía muy bien tomarla y pasar la página como era costumbre, no obstante, había algo impeliéndome a hacerlo, entretanto, la metiche conciencia, recriminaba mis actos impidiéndome avanzar. Me repetía una y mil veces, la dejara en paz, porque eso no estaba bien. Sin embargo, esta chiquilla era una tentación andante; le murmuré al oído mis pensamientos, como un último intento de hacerla huir y separarla de mí, ella no se inmutó, por el contrario terminó aferrándose más a mi cuerpo, eso desat&
Salí corriendo de la habitación cuando vi la escena desarrollada frente a mis ojos, él muy libertino estaba desnudo exhibiéndose frente a ellas, observándolas desnudas «¡¿y no es que no le gustaban las chiquillas?! »Pensé con rabia, los oí correr tras de mí, no obstante, aceleré mis pasos mientras bajaba la escalera. — ¡Camil! ¡Camil! Por favor párate y escúchame, las cosas no son como las estás pensando, ni como parecen, lo visto no significa nada — me decía el descarado, pensando en convencerme, pero yo estaba negada a escucharlo, total no tenía porque darme explicaciones a mí. Mientras iba camino a la piscina, comencé a recordar todo lo sucedido durante toda la semana con Camillo, nuestras discusiones, sus continuas ofensas donde el muy idiota me fastidiaba diciendo que besaba como chiquilla y no le gustaba, porque estaba acostumbrado a besar a mujeres hechas y derechas, nunca podía contenerme frente a él, el mismo día de llegar
Estaba deleitándome acariciando sus turgentes pechos, coloqué una mano en cada uno de ellos, comencé a frotarlos mientras los veía con deseo, su color perlado con su cúspide rosa pálido, me encendían de una forma inimaginable, mi pene estaba totalmente erecto, entretanto ella se mecía encima de mí, sus movimientos, adelante y atrás estaban a punto de acabarme, teniéndome al borde del precipicio, pasaba sus manos por mi pecho arqueando su espalda para darme mejor acceso a sus tetas. Metí primero un pezón a la boca, jugueteé con el, delineándolo con la lengua, para luego dirigirme al otro y darle la misma atención. En definitiva estaba en el cielo, había muerto y me habían llevado al paraíso para probar el dulce sabor de su piel; enloquecido por la pasión, sumergido en deleitarla, a la vez disfrutar con su cuerpo, no escuché pasos, tampoco me di cuenta de alguien acercándose, pero era así: en todo paraíso siempre se hallaba una serpiente, en ese momento allí fre
Ren observó a Briggitte y se le enfrentó con Rabia, mientras declaraba molesto. —¿De qué novia hablas estúpida? Si no llego, de seguro en este momento Camillo y Camil estuvieran follando como conejos. — ¡Pues no es así! ¿Acaso no lo sabes? Val y yo somos bisexuales y a Camil solo le gustan las mujeres? Además ella no tiene nada con Camillo, pues ella es mi novia —. Tanto Camil como yo, nos quedamos sorprendidos ante su agilidad para mentir —, por mi parte, sabía donde ellos estaban. »Tu tío solo intentaba cambiar los gustos de Camil por las mujeres, tú sabes cómo es él, se cree muy irresistible, al punto de pensar, puede volver heterosexual a las lesbianas, piensa es el macho más irresistible de todos, aunque viendo su anaconda, si, es capaz de hacer cambiar de opinión a cualquiera, menos a Camil —habló con picardía mirándome la pelvis mientras se relamía los labios. » Entonces hicimos