NOTA
Antes de comenzar a leer esta historia es necesario que haya leído Venganza Equivocada, Amor Inesperado, Rinascere y Tras Tus Huellas, para poder entender esta.
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Me encontraba en mi casa armando las últimas piezas de un proyecto de construcción de un vehículo, el cual comencé a armar hacía unos meses atrás. Vivía solo en una mansión ubicada en una de las zonas más costosas de la ciudad, Piazza di Spagna. ¿Quién lo iba a pensar? Camillo Ferrari a pesar de tenerlo todo no tenía nada.
Mi vida profesional era un completo éxito, no solo era ingeniero automotriz, también había estudiado administración de empresas y aún seguía al mando del emporio de los Ferrari. Había aumentado el patrimonio más de diez veces en las casi dos décadas, con la ayuda de mi hermano Taddeo y su esposa. Quien a pesar de tener más de cuatro años retirado de las carreras de Fórmula Uno, donde ganó múltiples campeonatos convirtiéndose en el mejor piloto de carreras del mundo, nunca quiso ponerse al mando de los negocios, dejándome a mí; aunque los resultados habían sido producto de un trabajo en equipo, por supuesto bajo mi absoluta dirección.
Cuando le pedía hacerse cargo de las empresas, se negaba, alegando que él tuvo la Fórmula Uno y yo tenía las empresas Ferrari; mi hermano se cuestionaba porque yo de pequeño quise ser futbolista, no obstante, las atenciones de mis padres e incluso de todos quienes nos rodeaban se concentraron más en su carrera, prestándole poca o ninguna atención a mis intereses y dejando a un lado mis sueños.
Por esas razones, las primeras más de dos décadas de mi vida, fui un rebelde, buscaba apoderarme de todo cuanto quería mi hermano, hasta un día, cuando lo conseguí en un bar totalmente destruido queriendo morirse porque intenté engañar a su novia haciéndome pasar por él, pero para su buena suerte ella me descubrió.
Esa situación me hizo reflexionar, haciéndome corregir todo lo que hasta ese momento había estado haciendo mal. Después ocurrió lo de su accidente donde casi pierde la vida, creí morir. Allí supe, el profundo amor sentido por mi hermano, era a quien amaba más en el mundo y si llegase a faltar, mi vida también se iría con la suya.
Hoy día éramos los mejores amigos, él y su esposa se preocupaban demasiado por mí, me presentaban cuantas mujeres conocían, deseando terminara enamorado de alguna de ellas, aunque hasta ahora todos sus intentos habían sido infructuosos, porque para mí pesar, siendo un genio en los negocios, mi éxito profesional no se trasladaba a la vida amorosa, esta era un desastre total.
La lista de amantes ya no recordaba cuántas habían sido, sin temor a equivocarme la mitad de las femeninas de Italia activas sexualmente habían tenido sexo conmigo ¿Piensan es una exageración? Pues no, sobre todo en los primeros años de mi treintena andaba como loco buscando el amor, tenía obsesión con la idea, pues veía a todas mis amistades y los allegados de mi generación encontrando pareja, casándose, hasta teniendo hijos mientras yo seguía soltero. Hoy día, todos ellos tenían sus hijos grandes y yo aún no tenía ni el primero y a decir verdad no creía llegar a tenerlos.
Hasta ahora, ninguna mujer había logrado cautivarme para ser capaz de arriesgar todo por ella, solo sentía excitación sexual, nunca esas sensaciones de querer pasar el resto de mi vida con una persona, de sentir mariposas revoloteando en el estómago, ni los corrientazos recorrerme el cuerpo, esas tonterías jamás las había sentido.
No obstante, en el pasado solo dos mujeres fueron más especiales frente a las otras, mi cuñada Camilla y mi mejor amiga Alondra, pero para mí infortunio, ambas escogieron sus caminos, yo no estaba en sus trayectos.
Mi vida eran mis sobrinos, los amaba con intensidad, ellos eran quienes le daban alegría a la casa y sabor a mi existencia cuando venían a visitarme. Tenía siete sobrinos de sangre, hijos de mis tres hermanos, porque hasta el más pequeño de veinte años tenía un hijo, además de cuatro sobrinos putativos, los hijos de mi mejor amiga Alondra, quienes también me llamaban tío.
Solo tres de ellos me visitaban, pues la mayor Camilla Valphí, se había ido a Venezuela a casa de unos tíos, como una medida de sus padres para enseñarle humildad porque no querían a una chica caprichosa y soberbia como lo había sido su madre en la juventud, mas hoy retornaba después de tres años de ausencia. Aunque yo tenía como más de seis de no verla
En verdad, no tenía ganas de salir de mi casa, estaba cómodo trabajando en este proyecto, pues en este momento, solo eso me llenaba de satisfacción porque en realidad esas escenas familiares terminaban entristeciéndome, al darme cuenta de todo lo que carecía. No entendía ¡Qué carajos le hice a los dioses del amor a Eros y Cupido! quienes nunca me permitieron encontrar el amor.
A estas alturas, no creía lo consiguiera, aun cuando seguía siendo un hombre de buen parecer, porque me conservaba muy bien a mis casi cuarenta años, pareciendo de diez menos, porque era un asiduo fanático del ejercicio. Sin embargo, había perdido el interés en el amor, solo deseaba follar y follar. Si una mujer me gustaba, mostrando el mínimo interés por mí, no dudaba de llevármela a la cama y siempre terminaban complacidas, incluso muchas terminaban llamándome "El dios del sexo".
Si, lo reconozco soy el puto más puto, de esos a quienes las mujeres llaman un perro, me falta solo la cola porque haciendo el amor hasta ladro. Así les gustaba a todas, hacían filas en la oficina y en el apartamento para pasar la noche conmigo. Era raro el día cuando no tenía sexo con alguna, normalmente por estar ocupado en algún proyecto en la mansión, nunca había traído a ninguna mujer hasta acá, este era mi santuario. A pesar de la habitación de juegos construida allí, jamás la había estrenado con nadie.
Me levanté del asiento, estiré el cuerpo, haciendo con mis huesos un leve crujido, pese a estar negado a salir no podía hacerles ese desaire a mi mejor amiga y a su familia. Tomé mi celular, revisé en la agenda para ver a quien invitaba para no llegar solo.
No me gustaba crear falsas expectativas en las mujeres, había unas a quienes invitaban a un evento familiar, y empezaban a escuchar campanas de bodas; Para mi mala o buena suerte no había nacido, creo ya no lo haría, la mujer capaz de idiotizarme a tal punto de querer llevarla al altar.
Revisé mi agenda actual, donde se podía observar el nombre, fotos y dirección de las mujeres a quienes había frecuentado en el último par de meses, con sus hobbies, también algunos datos importantes sobre ellas, para evitar confundirme y hacerlas sentir especiales; porque aunque les dejaba claro, mis intenciones de no ir más allá del mero placer sexual, no estaba nunca demás hacerlas sentir como unas reinas, mis reinas.
Luego de pasearme entre unas cuantas escogí al azar a Ivanna, ella era la afortunada del día de hoy, la llamé, respondió a la primera timbrada, antes de hablar ya ella lo estaba haciendo.
—Aló. Estoy sorprendida, ¡No lo puedo creer! Estoy hablando con Camillo Ferrari, después de tanto tiempo —pronunció sin dejar de mostrar alegría por mi llamada.
—Hola, Ivanna, también me contenta escucharte. Si ha pasado algún tiempo, mas el día de hoy amanecí pensando en ti. Por eso quería invitarte a una fiesta para darle la bienvenida a una sobrina —le propuse, mientras esperaba con ansiedad la respuesta, porque de no hacerlo debería encontrar otra compañía.
— ¿Pero tus sobrinas no son muy pequeñas para estar recibiendo fiestas de bienvenida? —Interrogó extrañada.
—Bueno, en realidad no es una sobrina de sangre, es la hija de mi mejor amiga, es hoy a las ocho de la noche ¿Estarás disponible? —Pregunté queriendo conocer de una vez su opinión para saber a qué atenerme.
— ¡Por supuesto! Sabes, siempre estoy disponible para ti. Voy a comenzar a arreglarme para cuando vengas estar lista —se despidió contenta.
Corté la llamada, respiré profundo, deseando que Ivonne, fruncí el ceño, o ¿cómo era? Revisé el celular nuevamente era Ivanna, esperaba no confundirme, no se pusiera intensa.
HORAS DESPUÉS
Pasé recogiendo a Ivonne a la hora acordada, apenas me vio se me fue encima, era una mujer bastante encantadora, muy bien proporcionada con unas grandes tetas que podían ahogarme por sus dimensiones. Después de responder un momento a sus besos y a sus caricias decidí dirigirme a la casa de mi amiga y su familia, ubicada en una zona alejada de la ciudad.
Las atenciones de la mujer me habían dejado bastante encendido, tenía una gran erección resaltando en el pantalón, por lo cual debía poner remedio a ese asunto antes de llegar a casa de mi amiga y me vieran de esa manera, porque sería la causa de conmoción de todos. La razón de mi libido tan elevado, se debía a la concentración absoluta en el proyecto, por lo cual tenía varios días sin tener sexo, más las caricias de Ivonne, terminaron de hacer lo propio. ¡Maldición no es Ivonne! Es otro nombre, aunque ya lo olvidé.
Estacioné el auto detrás, para ingresar por el patio trasero de la mansión de mi amiga y no por la parte delantera, quería aprovechar para tener sexo con Ivanna. Además esta no había dejado un solo momento de estimularme tocando mi pene, estaba tan erecto que temía ser capaz de correrme a penas me enfundara en ella.
Al bajar del auto, la tomé de la mano, caminamos por el jardín, estaba ardiendo del deseo, recorrimos la caminería, nos metimos por un pequeño bosquecito. Sin pronunciar ninguna palabra, la puse de espaldas a mí, inclinándola hacia adelante mientras le subía el vestido, apartándole el panty, abrí la cremallera liberando mi pene, me lo acaricié un momento mientras tenía a la vista el hermoso trasero, busqué un preservativo en el pantalón porque nunca tenía sexo sin el, pues para mí, sin gorrito no había fiesta, lo coloqué e introduje mi polla en ella de un solo embiste.
Empecé a moverme con fuerza haciendo sonar mi pelvis con sus nalgas, entretanto la mujer no dejaba de proferir sonoros gemidos, eso aumentaba la excitación, haciéndome clavar mis manos en lo voluptuoso de sus caderas, penetrándola más profundo con cada estocada. Cuando estaba a escasos segundos de correrme, escuché unas risas, después una chillona voz que casi provocó explotaran mis tímpanos.
— ¡Por Dios! Hay que ver que es usted el colmo del descaro ¿Cómo se atreve a agarrar los jardines de mi casa para culear? —Profirió la voz de una mujer que por su entonación estaba bastante cabreada. La sola voz, logró bajarme la fuerte erección que hacía pocos segundos exhibía, de un solo golpe mientras me preguntaba ¡¿Qué carajo iba a hacer ahora?!
“Si está en un callejón sin salida, no sea tonto… salga por donde ha entrado." Jorge Bucay.
Salí del salón donde se estaba realizando la celebración con un grupo de mis amigas a quienes no había visto desde mi partida a Venezuela. Decidimos ir a sentarnos a uno de los bancos ubicados en la zona boscosa del jardín. Comenzamos a conversar mientras caminábamos. —Camil, ¡No puedo creerlo! —exclamaba Brigitte mientras les contaba mis anécdotas. —Si amiga fue la experiencia más traumática de mi vida, sobre todo porque me había ido de aquí, normalmente cuando uno va a un baño en una estación de servicio está en condiciones, pero en esa vía de Calabozo a San Fernando de Apure no, entonces me bajé del auto para orinar en el pleno monte, cuando ese toro comenzó a seguirme, salí corriendo con mi ropa interior por las rodillas, sin importarme ser vista, mientras mis primos se estortillaban de la risa, ellos divirtiéndose a costa de mi mal momento, juro creí morirme del susto y después de la vergüenza. Mis amigas y yo
Después de una hora, estaba nuevamente llegando a casa de mi amiga Alondra. Debí irme, porque Ivanna estaba apenada, se negó a entrar a la fiesta por cuanto habíamos sido descubiertos en una posición bastante comprometedora. No pude evitar reírme al recordar la escena y el desquicie de la mojigata. A pesar de persuadir a Ivanna para quedarnos, ella se negó categóricamente. Además, su vestido se había arruinado, pues después del incidente se puso a llorar y el maquillaje corrido manchó la parte superior de su vestido. La pobre parecía un mapache y al final preferí llevarla a su casa. De regreso pasé a mi departamento, ubicado de camino, para volverme a bañar y quitar de mí esa desagradable sustancia pegajosa, dejado por nuestros fluidos. Me vestí y nuevamente volví a la casa de mi amiga Alondra. Vestí una ropa más informal a la anterior, esta vez decidí estacionarme frente a la fachada principal, caminé
Mi padre alternaba la vista entre mis amigas y yo, el rostro de mamá estaba completamente pálido, parecía familia de Gasparín, no obstante, a pesar del asombro en sus rostros, ninguno emitió palabra. Después, todo ocurrió en apenas fracciones de segundos, mi amiga Briggitte, no tengo idea de porque reaccionó de esa manera, no sé qué le pasaría por su cabeza en ese momento, le dio un empujón a la pobre Val para alejarla de sí; debido a la posición en la cual se encontraba, está terminó rodando debajo de la cama; dándose en la caída, un fuerte golpe en el lado derecho de la frente, con una de las patas de la cama. Lo más cómico, aunque en ese momento la vergüenza no me permitió manifestarlo, fue ver caer a Val con la cabeza hundida y el trasero levantado, realmente la escena era estrambótica, incluso para mí, no quería imaginarme los pensamientos de mis padres en este momento, situación para mi demasiado mortificante.
El engendro, no solo posaba la mirada furiosa en mi cuerpo, sino además, se acercó hacia mí en gesto amenazante con el rostro transformado a causa del enojo, lo cual no menguaba de manera alguna su belleza y antes de poder seguir protestando, ella habló en tono beligerante. —El sentimiento es mutuo, para quedarme con un anciano como tú, mejor habría sido dejarme en un geriátrico; aunque en realidad no entiendo por qué no me dejaron en mi casa. Yo soy una adulta, muy bien podía cuidar de todos allá. Soy bastante responsable, no es como si voy a armar una fiesta o crear algún desastre. De todas formas, eso habría sido incluso más fiable y certero, pues tú no eres de ningún modo, el mejor ejemplo para nosotros —pronunció con enfado y lo último acompañado de un ligero tono sarcástico. Esa mocosa sabía con certeza donde encontrarme el punto débil y no dejaba de señalármelo; estaba negado a compartir con ella, pues era dañina para mi ego. Mi b
La chica se quedó viéndome por unos segundos con el rostro pálido,para luego emitir en un tono de voz pendenciero:—No creas que eso me importa o quiera estar... —titubeó un momento —. Tu dulce compañía, los viejos y yo no tenemos temas de conversación en común... a excepción de mis abuelos, en cambio, contigo no hay nada de lo cual hablar.Me quedé observándola enojado. Esta condenada mocosa lograba irritarme de una manera sorprendente, estaba hasta los cojones con su actitud —Entonces ¡¿Qué carajos buscas?! —Indagué sin dejar de mirarla.—La cocina... para preparar comida — balbuceó, iba a darse la vuelta para alejarse, pero uno de sus pies se enredó, habría caído de bruces, si no la hubiese sostenido con fuerza por la cintura, la cual llevaba descubierta; pues la blusa, le quedaba un poco por encima del ombligo dejando a la vista un trozo de piel hasta sus caderas; lucía un pantalón corto de mezclilla a esa altura.
Nunca antes tuve una lucha entre mis deseos; el cuerpo pedía una cosa y la conciencia deseaba otra. De hecho, durante toda la vida estuve acostumbrado a tomar todo aquello cuanto me provocaba, sin pensar nunca en las consecuencias de mis actos, a decir verdad, eso jamás tuvo importancia, pero esta vez era distinto, existían muchos factores involucrados.Podía muy bien tomarla y pasar la página como era costumbre, no obstante, había algo impeliéndome a hacerlo, entretanto, la metiche conciencia, recriminaba mis actos impidiéndome avanzar. Me repetía una y mil veces, la dejara en paz, porque eso no estaba bien. Sin embargo, esta chiquilla era una tentación andante; le murmuré al oído mis pensamientos, como un último intento de hacerla huir y separarla de mí, ella no se inmutó, por el contrario terminó aferrándose más a mi cuerpo, eso desat&
Salí corriendo de la habitación cuando vi la escena desarrollada frente a mis ojos, él muy libertino estaba desnudo exhibiéndose frente a ellas, observándolas desnudas «¡¿y no es que no le gustaban las chiquillas?! »Pensé con rabia, los oí correr tras de mí, no obstante, aceleré mis pasos mientras bajaba la escalera. — ¡Camil! ¡Camil! Por favor párate y escúchame, las cosas no son como las estás pensando, ni como parecen, lo visto no significa nada — me decía el descarado, pensando en convencerme, pero yo estaba negada a escucharlo, total no tenía porque darme explicaciones a mí. Mientras iba camino a la piscina, comencé a recordar todo lo sucedido durante toda la semana con Camillo, nuestras discusiones, sus continuas ofensas donde el muy idiota me fastidiaba diciendo que besaba como chiquilla y no le gustaba, porque estaba acostumbrado a besar a mujeres hechas y derechas, nunca podía contenerme frente a él, el mismo día de llegar
Estaba deleitándome acariciando sus turgentes pechos, coloqué una mano en cada uno de ellos, comencé a frotarlos mientras los veía con deseo, su color perlado con su cúspide rosa pálido, me encendían de una forma inimaginable, mi pene estaba totalmente erecto, entretanto ella se mecía encima de mí, sus movimientos, adelante y atrás estaban a punto de acabarme, teniéndome al borde del precipicio, pasaba sus manos por mi pecho arqueando su espalda para darme mejor acceso a sus tetas. Metí primero un pezón a la boca, jugueteé con el, delineándolo con la lengua, para luego dirigirme al otro y darle la misma atención. En definitiva estaba en el cielo, había muerto y me habían llevado al paraíso para probar el dulce sabor de su piel; enloquecido por la pasión, sumergido en deleitarla, a la vez disfrutar con su cuerpo, no escuché pasos, tampoco me di cuenta de alguien acercándose, pero era así: en todo paraíso siempre se hallaba una serpiente, en ese momento allí fre