EXTRAÑAME

—¡Dime qué idiota se atrevió a golpearte!

¿Podría decirle qué había sido mi padre, el esposo de la mujer que tanto amaba? No, no podía ser así de imprudente. Él me odiaría a mí también.

Con rapidez limpié la sangre de mi labio. No era la primera vez que alguien me golpeaba, el señor Fabian solía hacerlo muy seguido.

—Tropecé...

—¡No mientas, ni se te ocurra hacerlo!

Di un paso atrás y sacudí la cabeza. Si no podía engañarlo, solo podía evadirlo.

—No... importa —dije, sintiendo escocer la herida.

El señor Riva se aproximó y colocó el pulgar en mi labio lastimado. Su dedo estaba frio, y fue un alivio.

Exhalé bajando la mirada.

—Mi señor, no pregunte... porque no le diré nada —le dije con un hilillo frágil de voz—. Aunque me obligue o castigue, no hablaré.

Solo frente a él fui capaz de recordar con dolor y tristeza todo lo que mi padre me había dicho. Me había rechazado despiadadamente, incluso había prometido matarme.

Sentí tales ganas de llorar que me dolió la garganta. Cer
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