AMENÁZAME

¿Lo qué había dicho era cierto? ¿Todo ya estaba predestinado? ¿Ya estaba dicho que él le creería a ella cuando le dijera que ese bebé era suyo, y que me odiaría a mí cuando supiera de quien era hija?

Hundí la cabeza en las rodillas y enterré los dedos de los pies en el fresco césped del jardín. Permanecí en esa posición hasta que noté una mano acariciar mi espalda.

Cuando alcé la vista, vi que se trataba de Alan. Enrojecí y deseé salir corriendo lejos de él, pues desde esa noche en Odisea y la golpiza que el señor Riva le había dado por mi culpa, me había propuesto evitarlo.

—Lo siendo —le dije cuando se sentó a mi lado—. Por mi culpa el señor Riva te golpeó y te echó de la mansión por varios días. Lo siento.

Él expiró, luego negó.

—No importa, en verdad. Yo sabía lo que podría pasar si me descubría contigo. No es para nada culpa tuya. Yo conocía el riesgo, y aun así me atreví a desear estar contigo.

Eso solo me hizo sentir más culpable.

—Perdón por... no haberme aferrado a ti
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