Hubo un error al intentar subir este capítulo APRECIAME, por lo que volví a subirlo. Lamento si esto entorpece la lectura o sí se muestra como un capítulo doble. Gracias por leer y seguir MI SEÑOR, y gracias por seguirme a mí.
“... Permítame complacerlo, mi señor. Ese es mi trabajo, por eso estoy aquí. Por ese motivo soy suya...” Me arrepentía de haberle dicho tal cosa. “... ¿Quieres complacerme en verdad? Había preguntado él, dándome la oportunidad de retráctame...” Pero yo no lo había hecho. Cerré los ojos y me maldecí por mi respuesta: “... Quiero hacerlo. Haré lo que deseé, mi señor...” Eché la cabeza atrás y enterré los dedos en su cabello negro, al tiempo que apoyaba los pies sobre sus hombros. Él sonrió, lo sentí. Sentí sus labios curvarse a un palmo de mi clítoris, su respiración me hizo estremecer. Y cuando sopló suavemente, contuve un gemido y cerré los ojos. —Qué imagen tan excitante. ¿Hacer eso era común para él? Para mí era algo totalmente nuevo y escandaloso para el siglo, pero increíblemente placentero. ¿Todo eso existía en la intimidad entre pareja? ¿Detrás de un caballero distinguido y una hermosa dama de clase, sucedía ese tipo de cosas? —Mi... señor... —jadeé y me aferré
Permanecí un momento en las escaleras, procesando las palabras, las expresiones de Susan, y su despedida. Me llevé una mano al pecho, hasta sentir el diamante de mi madre en la gargantilla. En el fondo, más allá de mi subconsciente, siempre lo había sabido. Sabía que mi padre me rechazaría, que no deseaba que yo volviera de la muerte, pues solo lo atormentaría como un fantasma. A sus ojos, yo era una terrible alma que lo atormentaba desde el más allá todos los días, y de la que no deseaba saber nada. Y nunca se había arrepentido, nunca le había pesado en lo más mínimo venderme. Eso es lo que más me dolió reconocer: la indiferencia y crueldad de mi padre para con su propia hija. Apreté la gargantilla con los ojos empañados de lágrimas. ¿Cómo es que de niña lo había amado tanto? ¿Cómo es que había esperado otra cosa de él? ¡Qué estúpido de mi parte! Él realmente deseaba que yo estuviera muerta. Pero, ¿Susan? La había amenazado: “... Me dijo que dejará Odisea y la ciudad cuant
—¿“No debí presentarme”? —inquirí con todo el valor que había en mí, negándome a permitirle que me intimidara—. Tal vez, pero después de la manera en que amenazaste a Susan... —Fue una advertencia, que tú también debiste tomar. Pero, ¿qué podría esperar de ti luego de ver la zorra en que te has convertido? Palidecí de rabia, pero no fui capaz de defenderme. En realidad, me dolió escucharlo hablar así de mí; como sí terminar como prostituta hubiese sido mi elección, cuando él mismo me había empujado sin piedad a esa vida... Donde él único que se había apiadado de mí, habían sido el señor Riva y Alan. Mi padre se me acercó, y con tiento tocó la gargantilla de mi madre en mi cuello. Al verla esbozó una media sonrisa nada afectuosa, solo prepotente y seca. —3 millones de euros invertidos en esto... Y para nada, mejor dicho, para nadie que valga la pena. Volvió a verme a los ojos, y yo me estremecí por dentro. —En realidad, cuando me enteré de la muerte de Fabián y de una de su
Apenas volví a la mansión, los hombres que custodiaban las rejas corrieron a mi encuentro. —¡Avisa al señor que la chica ha vuelto! —ordenó uno. Tras la orden, otro de ellos corrió hacia la mansión, atravesando los árboles y jardines. —Has violado la orden del jefe y has escapado. ¿Por qué? —exigió saber uno de ellos, tomándome del brazo y tirando de mí como si fuese alguna criminal. Luego de reunirme con mi padre, estuve vagando por la ciudad, procesando el dolor y la despedida definitiva como padre e hija. Y gracias a ellos, había olvidado que el señor Riva me había prohibido siquiera respirar el aire fuera de la mansión. Sin embargo, le había desobedecido, por impulso había dejado su territorio y parecía que todos estaban pagando por mis acciones. Él iba a matarme, lo supe al ver como una decena de hombres armados me miraban con resentimiento. —No me escapé, solo necesitaba salir... El tipo que me sujetaba tiró de mí en dirección al interior de la propiedad, hacia donde se
—¡Dime qué idiota se atrevió a golpearte! ¿Podría decirle qué había sido mi padre, el esposo de la mujer que tanto amaba? No, no podía ser así de imprudente. Él me odiaría a mí también. Con rapidez limpié la sangre de mi labio. No era la primera vez que alguien me golpeaba, el señor Fabian solía hacerlo muy seguido. —Tropecé... —¡No mientas, ni se te ocurra hacerlo! Di un paso atrás y sacudí la cabeza. Si no podía engañarlo, solo podía evadirlo. —No... importa —dije, sintiendo escocer la herida. El señor Riva se aproximó y colocó el pulgar en mi labio lastimado. Su dedo estaba frio, y fue un alivio. Exhalé bajando la mirada. —Mi señor, no pregunte... porque no le diré nada —le dije con un hilillo frágil de voz—. Aunque me obligue o castigue, no hablaré. Solo frente a él fui capaz de recordar con dolor y tristeza todo lo que mi padre me había dicho. Me había rechazado despiadadamente, incluso había prometido matarme. Sentí tales ganas de llorar que me dolió la garganta. Cer
¿Había sido un error decirle que me había enamorado? Si, si lo había sido. Lo confirmé al día siguiente cuando desperté y bajé a desayunar, solo para escuchar el desenlace del día anterior. —Se marchó esta mañana —me informó Kary, poniendo un plato de fruta picada frente a mí—. Pidió un coche y se marchó de la mansión. No dijo cuando volvería. Miré mi plato fijamente, intentando tragar el dolor que se estaba acumulando en mi pecho. ¿Se había marchado por mi culpa? Sin duda. ¿Por qué simplemente no me había rechazado y ya? Me hacía sentir miserable, como si lo que yo sentía por él fuese algo muy malo o vergonzoso. —Él... ¿dijo algo sobre mí? —le pregunté con una última gota de esperanza. Kary pareció ver a través de mí, ya que se sentó a mi lado mientras negaba. —El señor, de hecho, ordenó que dejaran de vigilarte. Dijo que, si deseabas salir, lo hicieras. Alcé la mirada y la clavé en Kary. Ni siquiera la bofetada de mi padre había calado tanto en mí. —¿Lo dices...? ¿L
Me besó por más de un minuto, minuto en el que yo no pude reaccionar debido a la repentina impresión. Solo podía sentir el pasto bajo los dedos y los ocasionales rayos del sol rozando nuestros rostros. Su mano se sentía cálida contra mi mejilla, y sus labios eran dulces y amables. Cuando al fin recobré la razón, me alejé de él poniéndome roja. Miré a mi amigo con ojos redondos, incrédulos y arrepentidos. —Alan, perdón, pero yo no... —Déjame probártelo —me interrumpió vehementemente—. Déjame probarte que puede haber algo entre nosotros. Miré su suplicante semblante, su amable mirada azul, y no pude oponerme. En realidad, si me hubiese dicho todo eso un día antes, le habría dado un rotundo no. Pero, ¿por qué me negaría? Volteé el rostro y miré hacia la mansión detrás de nosotros, enorme, majestuosa, una fortaleza. No había esperado que el señor Riva me correspondiera, pero tampoco había anticipado un frio y humillante rechazo de su parte. ¿Iba a deshacerse de mí cono ese homb
—¿Isabela? —articulé con esfuerzo, pálida como un papel. Lila me sonrió. —Él le pidió venir. Llegó aquí hace media hora y se encerró con él. ¿Qué crees que esté sucediendo entre ellos? No sabes cómo me gustaría saberlo. Volví a mirar hacia el pasillo tras ella, mientras sentía como el sufrimiento se asentaba dentro de mí. —¿Por qué... no vas y averiguas que será de ti ahora? —aconsejo en mi oído. Miré a Alan de reojo, él parecía muy confundido, pues no sabía que era lo que Lila me susurraba. ¿Debería ir? —Creo que es mejor anticipar tu final que enfrentarlo sin aviso, ¿no piensa lo mismo, señorita Campbell? —añadió con malicia—. Bueno, yo preferiría saber que ha sido mi fin y hacer mis maletas con dignidad. Inhalé profundo. Y tuve que darle la razón a Lila, sí todo se había acabado para mí, debía saberlo. Dejando atrás mis temores, avancé por el pasillo. —¡Dulce, ¿a dónde vas?! —preguntó Alan a mis espaldas. Le respondí sin girarme. —Espérame aquí. No me sigas. P