¡Gracias por seguir leyendo MI PERFECTO MATRIMONIO! Mañana LOS BESOS SON MENTIRAS
Tiempo atrás en una de mis dos pocas visitas al penhouse, había descubierto ese anillo por casualidad, oculto en el vestidor de mi marido, enterrado dentro de un obscuro cajón. En ese entonces no sabía a quién había pertenecido. —Esperaba que vinieras esta noche —saludó Melissa con una sonrisa deslumbrante, sujeta al brazo de Adam y mirando con ojos brillantes a Gabriel. Miré el anillo en su dedo y noté una desazón en el corazón. Ella había recuperado esa costosa joya, ¿cómo? —Contrario a ti, yo no esperaba encontrarte aquí —Gabriel le devolvió secamente el saludo, pero de reojo lo vi mirar brevemente el anillo en el dedo de su exmujer. Esperé a que él comentara algo sobre eso, pero hábilmente apartó la mirada y su expresión no demostró nada. —También esperaba que volviéramos a encontrarnos, Susan —dijo Melissa, volviéndose hacía mí y estirando la mano derecha para saludarme. Observé por un segundo su anillo de casada y pensé en no estrechar su mano. Sin embargo, no quer
¿Por qué siempre termina así? Con el corazón retorciéndose en tu pecho, siendo incapaz de irte, aunque en tu mente ya corres lejos... ¿O solo me sucedía a mí? —Amor, ¿ya lo ves? Pude haberle dicho todo cuando fui a tu casa y la vi, pero me contuve porque sabía que te enfadarías. No le dije nada, no le dije que esa noche, cuando ibas a cenar con ella, en realidad estuviste conmigo —dijo Melissa y yo tuve que morderme el labio para acallar un repentino sollozo. La miré apoyar la frente en el pecho de él y suspirar. Gabriel siguió acariciándole la cabeza, ya no parecía querer alejarse de ella. —Agradezco que no le hayas dicho nada —murmuró él—, porque no sabes lo mucho que me arrepiento de lo que hice, de la forma en que le estoy haciendo daño. Mientras yo bajaba la cabeza, oculta en la penumbra de los árboles, Melissa alzó la mirada y con sus delgados y finos dedos, tomó el rostro de quién aún era su esposo. —Sé que esperas 2 hijos con ella, pero no la amas, Gabriel. Yo lo sé,
—Yo podría... encargarme de ti de ahora en adelante, Susan —me dijo Adam, aun abrazándome, apretándome entre sus brazos cómo si nunca fuese a soltarme. Permanecí quieta, pues no sabía cómo reaccionar. Mi vida acababa de derrumbarse frente a mí, y ahora él me confesaba estar enamorado de mí, justo en el momento más inoportuno y doloroso en mi vida. —Susan, quiero decirte tantas cosas... —agregó, estrechándome contra su cuerpo, calentando mi helada ropa—. Quiero decirte muchas cosas que he reprimido por tanto tiempo... Por favor, Susan... Sin dejarlo decir más, luché y rompí su abrazo. Lo miré con ojos húmedos. —Adam, hoy no... Aun no digas nada, te lo ruego. Solo... quiero descansar, dormir y dejar de pensar... En sus ojos celestes vi una añoranza por mí, y sus sentimientos que por fin podía expresar. Al fin fui capaz de ver lo que Vanessa había querido decir, al fin vi la pasión en él y el amor que me tenía. —Por favor... —le supliqué—, solo llévame contigo y no permitas qu
—Nunca más volveré con él. Se terminó —eso fue lo que dije y estaba determinada a cumplirlo, aunque fuese difícil y me hiciera sentir miserable. No iba a volver con un hombre que me había sido infiel, aunque fuese él, a quién más había amado. Ya no me importaba que mis bebés fuesen suyos, pues como al inicio, volvían a ser solo míos. Por su parte, Adam cumplió su palabra y se quedó a mi lado, fue mi apoyo y con quién podía llorar. Estuvo para mí tal como prometió, mientras corrían los días y se filtraba a los medios mi separación con el Ceo Bastián; aunque la razón nunca se dijo, y eso me dio algo de paz. Durante los siguientes días no vi a nadie, ni siquiera salí de la casa de Adam. Sabía que Gabriel seguía buscándome sin descanso y tratando por todos los medios de encontrarme, también negaba que nos hubiésemos separado y se resistía a creer que me hubiese ido. Incluso Adam me dijo que Nora intentaba ponerse en contacto conmigo, estaba preocupada por mí y mis bebés. Me sentí m
Después de ese inesperado beso en su jardín, yo lo alejé de mí y volví a mi habitación. Por la noche, en la cena, Adam se disculpó conmigo y dijo que lo hizo por impulso, yo lo entendí, pero le pedí no volver a hacerlo nunca más. Él comprendió y todo siguió igual entre los dos. Durante esa semana planeamos la revelación de sexo de mis bebés, y por ese tiempo pude olvidarme de él y de ella. Me sentí feliz organizando todo, conversando con Adam, imaginando qué colores revelarían las bengalas. Incluso al fin fui capaz de tomar el teléfono y llamar a Nora. Ella se sorprendió mucho con mi llamada, y más cuando le dije donde me encontraba. Y no dudo en ir a verme. —¡Dios, Suzy! —dijo cuando abrí la puerta de la casa y ella se lanzó a mis brazos—. Debiste decirme lo que pasaba, yo te hubiera ofrecido mi casa, mi apoyo. La estreché, agradecida de tenerla conmigo. —Perdona, no podía, él sabe dónde vives y yo no quiero... verlo aún. Nora me comprendió, y más cuando le hablé de lo que
—Te llevaste a mi esposa y la mantuviste oculta de mí, ¿por qué? —siseó Gabriel, con una cruda mirada fija en Adam. Podía sentir la mirada de los otros clientes en nosotros—. ¿Eres un maldito traidor que intenta arrebatarme a mi mujer? ¡Mientras yo me volvía loco buscándola, tú la seducías! Adam me miró detrás de Gabriel y luego de ver que me encontraba bien, solo sorprendida, fijó su atención en su amigo. —¿Dices que me llevé a Su, que trato de arrebatártela? —inquirió metiéndose las manos en los bolsillos y esbozando una sonrisa irónica—. Tú mismo la obligaste a irse, le hiciste daño, y lo sabes bien. Su se fue por tu culpa. No podía verle la cara, ya que se encontraba de espaldas a mí, pero pude imaginar su cambio de expresión; la ira y la rabia. —¿Su? Desde cuando le pones sobrenombres a mi mujer, idiota. Adam alzó una ceja e irguió la cabeza con arrogancia, mostró una afilada sonrisa. Era una faceta que nunca le había visto. —Ella no es tu mujer, ya no. Ni siquiera estás ca
“… Pero a partir de ahora, si así lo deseas, te dejaré olvidarme y hacer tu propia vida... ” Pensé en esas últimas palabras por días, mientras vivía en la casa de otro y pasaba mis ratos con él. Durante el día seguía organizando la próxima revelación de sexo de mis bebés; compraba adornos, rentaba mobiliario y revisaba invitaciones. Y durante las tardes, cuando Adam volvía del trabajo, íbamos a las clases de preparación de parto, donde empecé a aprender sobre los cuidados de mis bebés al nacer: sus baños, sus comidas y tantas cosas que ignoraba. Cuando llegaba la noche y volvíamos a casa, yo iba a mi habitación y en la cama miraba las bengalas doradas. Ese debería ser un momento intimo entre él y yo, deberíamos conocer juntos el sexo de nuestros hijos. “... No te retendré conmigo, solo te seguiré amando y esperando que algún día puedas mirarme de nuevo, al menos como el papá de nuestros bebés...” ¿Así acababa todo? Él había accedido a dejarme ir, se había comportado con mucha m
—Nora vino esa tarde a buscarme a la empresa y le pidió a mi secretaria verme, dijo que tenía algo importante que decir —me había dicho Gabriel antes de encender el Bugatti y ponernos en camino—. Me reuní con ella, y así me enteré de que nunca habías dejado la casa de Adam, y qué en esos momentos paseabas por la ciudad con él, que estabas cenando en ese restaurante. Medité sus palabras durante el trayecto y traté de hallarle una respuesta a la actitud de mi amiga. Nora no podía haber hecho eso, ella había prometido no decir nada. Pero entonces, ¿cómo podía explicar que Gabriel nos hubiese descubierto esa noche? Incluso ahora, ¿cómo podía explicar que ella acababa de mentirme sobre los anillos y esa visita a Gabriel que nunca le hizo? —Preciosa, ¿te sientes bien? —me preguntó él repentinamente, arrancándome de mi ensimismamiento. Parpadeé un par de veces y miré en torno. Ya estábamos entrando a la propiedad de Alan, cruzábamos las rejas y nos adentrábamos en ese hermoso camino rod