Después de ese inesperado beso en su jardín, yo lo alejé de mí y volví a mi habitación. Por la noche, en la cena, Adam se disculpó conmigo y dijo que lo hizo por impulso, yo lo entendí, pero le pedí no volver a hacerlo nunca más. Él comprendió y todo siguió igual entre los dos. Durante esa semana planeamos la revelación de sexo de mis bebés, y por ese tiempo pude olvidarme de él y de ella. Me sentí feliz organizando todo, conversando con Adam, imaginando qué colores revelarían las bengalas. Incluso al fin fui capaz de tomar el teléfono y llamar a Nora. Ella se sorprendió mucho con mi llamada, y más cuando le dije donde me encontraba. Y no dudo en ir a verme. —¡Dios, Suzy! —dijo cuando abrí la puerta de la casa y ella se lanzó a mis brazos—. Debiste decirme lo que pasaba, yo te hubiera ofrecido mi casa, mi apoyo. La estreché, agradecida de tenerla conmigo. —Perdona, no podía, él sabe dónde vives y yo no quiero... verlo aún. Nora me comprendió, y más cuando le hablé de lo que
—Te llevaste a mi esposa y la mantuviste oculta de mí, ¿por qué? —siseó Gabriel, con una cruda mirada fija en Adam. Podía sentir la mirada de los otros clientes en nosotros—. ¿Eres un maldito traidor que intenta arrebatarme a mi mujer? ¡Mientras yo me volvía loco buscándola, tú la seducías! Adam me miró detrás de Gabriel y luego de ver que me encontraba bien, solo sorprendida, fijó su atención en su amigo. —¿Dices que me llevé a Su, que trato de arrebatártela? —inquirió metiéndose las manos en los bolsillos y esbozando una sonrisa irónica—. Tú mismo la obligaste a irse, le hiciste daño, y lo sabes bien. Su se fue por tu culpa. No podía verle la cara, ya que se encontraba de espaldas a mí, pero pude imaginar su cambio de expresión; la ira y la rabia. —¿Su? Desde cuando le pones sobrenombres a mi mujer, idiota. Adam alzó una ceja e irguió la cabeza con arrogancia, mostró una afilada sonrisa. Era una faceta que nunca le había visto. —Ella no es tu mujer, ya no. Ni siquiera estás ca
“… Pero a partir de ahora, si así lo deseas, te dejaré olvidarme y hacer tu propia vida... ” Pensé en esas últimas palabras por días, mientras vivía en la casa de otro y pasaba mis ratos con él. Durante el día seguía organizando la próxima revelación de sexo de mis bebés; compraba adornos, rentaba mobiliario y revisaba invitaciones. Y durante las tardes, cuando Adam volvía del trabajo, íbamos a las clases de preparación de parto, donde empecé a aprender sobre los cuidados de mis bebés al nacer: sus baños, sus comidas y tantas cosas que ignoraba. Cuando llegaba la noche y volvíamos a casa, yo iba a mi habitación y en la cama miraba las bengalas doradas. Ese debería ser un momento intimo entre él y yo, deberíamos conocer juntos el sexo de nuestros hijos. “... No te retendré conmigo, solo te seguiré amando y esperando que algún día puedas mirarme de nuevo, al menos como el papá de nuestros bebés...” ¿Así acababa todo? Él había accedido a dejarme ir, se había comportado con mucha m
—Nora vino esa tarde a buscarme a la empresa y le pidió a mi secretaria verme, dijo que tenía algo importante que decir —me había dicho Gabriel antes de encender el Bugatti y ponernos en camino—. Me reuní con ella, y así me enteré de que nunca habías dejado la casa de Adam, y qué en esos momentos paseabas por la ciudad con él, que estabas cenando en ese restaurante. Medité sus palabras durante el trayecto y traté de hallarle una respuesta a la actitud de mi amiga. Nora no podía haber hecho eso, ella había prometido no decir nada. Pero entonces, ¿cómo podía explicar que Gabriel nos hubiese descubierto esa noche? Incluso ahora, ¿cómo podía explicar que ella acababa de mentirme sobre los anillos y esa visita a Gabriel que nunca le hizo? —Preciosa, ¿te sientes bien? —me preguntó él repentinamente, arrancándome de mi ensimismamiento. Parpadeé un par de veces y miré en torno. Ya estábamos entrando a la propiedad de Alan, cruzábamos las rejas y nos adentrábamos en ese hermoso camino rod
Nora y yo nos habíamos conocido en preparatoria, cuando ella cursaba el último año y yo el segundo. Se había cambiado de escuela cuando su padre y ella se mudaron a mismo barrio donde yo y mi madre vivíamos. Congeniamos de inmediato, tal vez porque su padre era tan alcohólico y abusivo como mi mamá. Nos hicimos buenas amigas, al grado que yo a veces dormía en su casa y ella pasaba sus tardes en la mía, mientras su padre vagaba por la calle con una botella en la mano, y mientras en la cocina, mi madre fumaba y bebía botellas de cerveza. Nuestras circunstancias parecidas nos habían hecho más que amigas, nos habían vuelto hermanas y el único apoyo de la otra. O al menos, así fue para mí. —Sé que ese tipo rico ha estado buscando aquí y allá, tratando de encontrar a la persona que drogó a su preciosa esposa. Desde donde me encontraba de pie, ella no podía verme. Pero yo sí podía verla a ella, la miré sacar un cigarro de su bolso y encenderlo. Se lo llevó a los labios. Nora no fumab
Desde que desperté en la misma cama junto a un hombre desconocido, creí que había cometido el peor error de mi vida, un perfecto error. No obstante, después de recordar los eventos de esa fiesta donde terminé conociéndolo, mi perspectiva de todo era distinta. Muy diferente. Él me había salvado sin saberlo, y Nora... Nora había probado ser una persona muy diferente a la que conocí. Expiré profundo y seguí su voz por la casa. La encontré en la sala, aun hablando con el chico Barman y vigilando las ventanas para verme llegar. Ella no quería que yo la descubriera, pero ya era tarde. —¿Qué más cosas has hecho, Nora? —le pregunté. Ella dio un respingo y se volteó rápidamente. Al verme, cortó la llamada y me observó, sorprendida. Trató de aparentar, incluso escondió su cigarrillo en su espalda. —¿Volviste, Suzy? Supongo que el señor Bastián no estaba... —Él estaba allí, de hecho, fue él quien me trajo. Forzó una sonrisa. Estaba nerviosa. —¿En serio? ¿Y dónde está él? Yo me a
Nora me empujó fuera de la casa y me arrastró por las escalinatas de la casa, donde me arrojó y yo estuve a punto de caer al suelo. La tarde se había llenado de nubes, parecía a punto de llover. —Puedes irte, de hecho, no podría importarme menos. Con una mano en mi vientre y partiéndome de dolor, alcé los ojos hacía ella. Las piernas comenzaban a fallarme, respiraba rápido y mi vista se volvía difusa. —Nora... Te lo ruego, solo por... esta vez... ayúdame... Mis bebés... Desde la parte superior de las escalinatas, ella torció los labios y se cruzó de brazos. —La propiedad de Adam Blake es grande, Suzy, y ahora mismo está vacía. ¿Cuánto tardarás en llegar siquiera a las rejas? ¿Media hora? Alzó una ceja. —¡Y ni hablar de llegar a un hospital! Probablemente ya no veas otro día, amiga mía. Sonrió al verme pálida, a punto de ceder y perder el sentido. Con calma se me acercó, bajó despacio por las escalinatas, dándose su tiempo. Cuando llegó a mí, me peinó el cabello con sus
Con la mascarilla de oxígeno en mi cara, salí de la habitación y recorrí un infinito pasillo en una camina, con doctores a cada costado y hablando entre ellos, sobre mí y sobre “el producto”. Durante lo que me pareció una eternidad, solo pude mirar fijamente al frente, al techo, a las luces blancas e incandescentes que pasaban a gran velocidad. Y luego de un milenio, al fin entramos al quirófano. Allí me colocaron sobre otra cama, donde rápidamente comenzaron a preparar todo, incluida yo. Estiré los dedos y me aferré al vació aire, deseando sentir la mano de Gabriel. Lo necesitaba tanto, pero él estaba fuera, sufriendo solo, preocupado por mí. —Todo estará bien, Suzy —me dijo la voz de mi doctora y tomó con fuerza mi mano. La apretó mientras nuestras miradas se encontraban. —Yo estaré aquí, y cuidaré de ti hasta el final. Te prometo que haré lo mejor para que tú y los bebés se reúnan. Derramé algunas lágrimas mientras esbozaba una sonrisa de infinito agradecimiento. Pero no pude