—Yo podría... encargarme de ti de ahora en adelante, Susan —me dijo Adam, aun abrazándome, apretándome entre sus brazos cómo si nunca fuese a soltarme. Permanecí quieta, pues no sabía cómo reaccionar. Mi vida acababa de derrumbarse frente a mí, y ahora él me confesaba estar enamorado de mí, justo en el momento más inoportuno y doloroso en mi vida. —Susan, quiero decirte tantas cosas... —agregó, estrechándome contra su cuerpo, calentando mi helada ropa—. Quiero decirte muchas cosas que he reprimido por tanto tiempo... Por favor, Susan... Sin dejarlo decir más, luché y rompí su abrazo. Lo miré con ojos húmedos. —Adam, hoy no... Aun no digas nada, te lo ruego. Solo... quiero descansar, dormir y dejar de pensar... En sus ojos celestes vi una añoranza por mí, y sus sentimientos que por fin podía expresar. Al fin fui capaz de ver lo que Vanessa había querido decir, al fin vi la pasión en él y el amor que me tenía. —Por favor... —le supliqué—, solo llévame contigo y no permitas qu
—Nunca más volveré con él. Se terminó —eso fue lo que dije y estaba determinada a cumplirlo, aunque fuese difícil y me hiciera sentir miserable. No iba a volver con un hombre que me había sido infiel, aunque fuese él, a quién más había amado. Ya no me importaba que mis bebés fuesen suyos, pues como al inicio, volvían a ser solo míos. Por su parte, Adam cumplió su palabra y se quedó a mi lado, fue mi apoyo y con quién podía llorar. Estuvo para mí tal como prometió, mientras corrían los días y se filtraba a los medios mi separación con el Ceo Bastián; aunque la razón nunca se dijo, y eso me dio algo de paz. Durante los siguientes días no vi a nadie, ni siquiera salí de la casa de Adam. Sabía que Gabriel seguía buscándome sin descanso y tratando por todos los medios de encontrarme, también negaba que nos hubiésemos separado y se resistía a creer que me hubiese ido. Incluso Adam me dijo que Nora intentaba ponerse en contacto conmigo, estaba preocupada por mí y mis bebés. Me sentí m
Después de ese inesperado beso en su jardín, yo lo alejé de mí y volví a mi habitación. Por la noche, en la cena, Adam se disculpó conmigo y dijo que lo hizo por impulso, yo lo entendí, pero le pedí no volver a hacerlo nunca más. Él comprendió y todo siguió igual entre los dos. Durante esa semana planeamos la revelación de sexo de mis bebés, y por ese tiempo pude olvidarme de él y de ella. Me sentí feliz organizando todo, conversando con Adam, imaginando qué colores revelarían las bengalas. Incluso al fin fui capaz de tomar el teléfono y llamar a Nora. Ella se sorprendió mucho con mi llamada, y más cuando le dije donde me encontraba. Y no dudo en ir a verme. —¡Dios, Suzy! —dijo cuando abrí la puerta de la casa y ella se lanzó a mis brazos—. Debiste decirme lo que pasaba, yo te hubiera ofrecido mi casa, mi apoyo. La estreché, agradecida de tenerla conmigo. —Perdona, no podía, él sabe dónde vives y yo no quiero... verlo aún. Nora me comprendió, y más cuando le hablé de lo que
—Te llevaste a mi esposa y la mantuviste oculta de mí, ¿por qué? —siseó Gabriel, con una cruda mirada fija en Adam. Podía sentir la mirada de los otros clientes en nosotros—. ¿Eres un maldito traidor que intenta arrebatarme a mi mujer? ¡Mientras yo me volvía loco buscándola, tú la seducías! Adam me miró detrás de Gabriel y luego de ver que me encontraba bien, solo sorprendida, fijó su atención en su amigo. —¿Dices que me llevé a Su, que trato de arrebatártela? —inquirió metiéndose las manos en los bolsillos y esbozando una sonrisa irónica—. Tú mismo la obligaste a irse, le hiciste daño, y lo sabes bien. Su se fue por tu culpa. No podía verle la cara, ya que se encontraba de espaldas a mí, pero pude imaginar su cambio de expresión; la ira y la rabia. —¿Su? Desde cuando le pones sobrenombres a mi mujer, idiota. Adam alzó una ceja e irguió la cabeza con arrogancia, mostró una afilada sonrisa. Era una faceta que nunca le había visto. —Ella no es tu mujer, ya no. Ni siquiera estás ca
“… Pero a partir de ahora, si así lo deseas, te dejaré olvidarme y hacer tu propia vida... ” Pensé en esas últimas palabras por días, mientras vivía en la casa de otro y pasaba mis ratos con él. Durante el día seguía organizando la próxima revelación de sexo de mis bebés; compraba adornos, rentaba mobiliario y revisaba invitaciones. Y durante las tardes, cuando Adam volvía del trabajo, íbamos a las clases de preparación de parto, donde empecé a aprender sobre los cuidados de mis bebés al nacer: sus baños, sus comidas y tantas cosas que ignoraba. Cuando llegaba la noche y volvíamos a casa, yo iba a mi habitación y en la cama miraba las bengalas doradas. Ese debería ser un momento intimo entre él y yo, deberíamos conocer juntos el sexo de nuestros hijos. “... No te retendré conmigo, solo te seguiré amando y esperando que algún día puedas mirarme de nuevo, al menos como el papá de nuestros bebés...” ¿Así acababa todo? Él había accedido a dejarme ir, se había comportado con mucha m
—Nora vino esa tarde a buscarme a la empresa y le pidió a mi secretaria verme, dijo que tenía algo importante que decir —me había dicho Gabriel antes de encender el Bugatti y ponernos en camino—. Me reuní con ella, y así me enteré de que nunca habías dejado la casa de Adam, y qué en esos momentos paseabas por la ciudad con él, que estabas cenando en ese restaurante. Medité sus palabras durante el trayecto y traté de hallarle una respuesta a la actitud de mi amiga. Nora no podía haber hecho eso, ella había prometido no decir nada. Pero entonces, ¿cómo podía explicar que Gabriel nos hubiese descubierto esa noche? Incluso ahora, ¿cómo podía explicar que ella acababa de mentirme sobre los anillos y esa visita a Gabriel que nunca le hizo? —Preciosa, ¿te sientes bien? —me preguntó él repentinamente, arrancándome de mi ensimismamiento. Parpadeé un par de veces y miré en torno. Ya estábamos entrando a la propiedad de Alan, cruzábamos las rejas y nos adentrábamos en ese hermoso camino rod
Nora y yo nos habíamos conocido en preparatoria, cuando ella cursaba el último año y yo el segundo. Se había cambiado de escuela cuando su padre y ella se mudaron a mismo barrio donde yo y mi madre vivíamos. Congeniamos de inmediato, tal vez porque su padre era tan alcohólico y abusivo como mi mamá. Nos hicimos buenas amigas, al grado que yo a veces dormía en su casa y ella pasaba sus tardes en la mía, mientras su padre vagaba por la calle con una botella en la mano, y mientras en la cocina, mi madre fumaba y bebía botellas de cerveza. Nuestras circunstancias parecidas nos habían hecho más que amigas, nos habían vuelto hermanas y el único apoyo de la otra. O al menos, así fue para mí. —Sé que ese tipo rico ha estado buscando aquí y allá, tratando de encontrar a la persona que drogó a su preciosa esposa. Desde donde me encontraba de pie, ella no podía verme. Pero yo sí podía verla a ella, la miré sacar un cigarro de su bolso y encenderlo. Se lo llevó a los labios. Nora no fumab
Desde que desperté en la misma cama junto a un hombre desconocido, creí que había cometido el peor error de mi vida, un perfecto error. No obstante, después de recordar los eventos de esa fiesta donde terminé conociéndolo, mi perspectiva de todo era distinta. Muy diferente. Él me había salvado sin saberlo, y Nora... Nora había probado ser una persona muy diferente a la que conocí. Expiré profundo y seguí su voz por la casa. La encontré en la sala, aun hablando con el chico Barman y vigilando las ventanas para verme llegar. Ella no quería que yo la descubriera, pero ya era tarde. —¿Qué más cosas has hecho, Nora? —le pregunté. Ella dio un respingo y se volteó rápidamente. Al verme, cortó la llamada y me observó, sorprendida. Trató de aparentar, incluso escondió su cigarrillo en su espalda. —¿Volviste, Suzy? Supongo que el señor Bastián no estaba... —Él estaba allí, de hecho, fue él quien me trajo. Forzó una sonrisa. Estaba nerviosa. —¿En serio? ¿Y dónde está él? Yo me a