CAPITULO 64: VENCER A UN FASTAMA.El rostro de Artem se contrajo y trató de incorporarse de nuevo, pero sus fuerzas no fueron suficientes y volvió a desplomarse. Con los ojos llenos de desesperación, extendió la mano hacia ella.—¡No! No puedo perderte... Por favor… ¡Ahh! ―él gimió de dolor, sus ojos nublándose.Pero Liana permaneció impasible ante la escena. El dolor en sus ojos era profundo, pero lo ocultó tras una máscara de indiferencia.—Vete, Artem. —Su voz tembló ligeramente, pero el frío en sus palabras no dejó espacio a dudas—. Quiero que te largues de mi vida.Se dio la vuelta y Artem intentó seguirla, pero cayó una vez más. Alexei, que había estado observando en silencio, se acercó y lo ayudó a levantarse.—Déjala, Artem —dijo mientras lo sostenía.—¡No! No puedo perderla —respondió Artem, tratando de apartarse. Pero Alexei lo sujetó con firmeza.—Sigues perdiendo sangre —le advirtió, llevándolo al sofá. Pero Artem, seguía con la mirada perdida en la dirección en la que Lia
CAPÍTULO 65: CUMPLIR UNA PROMESA.Artem se encontraba atrapado en una pesadilla. Estaba en el suelo, tapándose los oídos, intentando ahogar los gritos de su madre. Su corazón latía con fuerza, y el miedo lo paralizaba. Los sollozos y los gemidos de dolor de ella, golpeada brutalmente por su padre, lo consumían. Quería que todo terminara, pero los gritos solo se intensificaban, retumbando en su cabeza.De repente, un arrebato de valentía lo impulsó a ponerse de pie. Y caminó hacia la puerta de la habitación. Al abrirla, vio a su madre en el suelo, despeinada, con el pómulo hinchado por los golpes. La ira lo invadió al verla así. Sus manos se apretaron en puños y, sin pensarlo dos veces, clavó sus ojos en su padre.—Déjala en paz —gruñó con fiereza—. No vuelvas a pegarle.Mijaíl alzó una ceja con burla. Dio una calada a su puro antes de acercarse lentamente y soltar el humo en la cara de Artem, la frialdad de su mirada lo perforó.—¿Quién te crees para darme órdenes? —preguntó con despr
CAPÍTULO 66: MI PERRO FALDERO.—Sí —continuó ella, con la cabeza en alto—. Como legítima heredera de mi padre, soy la única que puede dirigir esto, y créeme, Artem, no va a quedarme grande. Así que... tu venganza tendrá que llevarse a cabo con alguien más. Ahora que eres libre, puedes ir y buscarte otra estúpida con la que fingir casarte para vengarte de tu padre.—No, Liana... no puedes...Ella soltó una risa fría, sin humor, casi cruel.—¿No puedo? Claro que puedo, y lo estoy haciendo. A partir de hoy todo el personal de esta mansión y de los negocios de los Moretti responden ante mí, Artem. Tú no eres nada. Y lo siento si te gustaba mucho el puesto, pero... nunca fue tuyo en primer lugar.Se puso de pie, claramente dispuesta a marcharse, pero Artem, desesperado, no pudo dejarla ir.—No, espera, krasota... tenemos que hablar.Liana se detuvo, dándole la espalda. Si antes había amado que él la llamara así, ahora odiaba esa palabra. Odiaba lo que representaba. Odiaba que le recordara
CAPÍTULO 67: UN RAMO DE ROSAS. —¿Tu guardaespaldas? —Artem no podía creer lo que estaba escuchando. La incredulidad se reflejaba en su rostro mientras la miraba, esperando que todo aquello fuera una broma de mal gusto. Liana se cruzó de brazos; su mirada era dura y altiva. —Sí, ¿qué esperabas? —dijo con voz afilada—. ¿Que te dejara como mi falso esposo? No, Artem. Es eso o te largas. Decide. Artem apretó los puños con fuerza; la tensión era palpable en cada músculo de su cuerpo. No era que le molestara ser su guardaespaldas, no. Pero sabía perfectamente lo que significaba para ella. Lo estaba degradando, humillándolo, y eso le quitaba autoridad, lo convertía en nada más que una sombra tras la mujer que tanto temían. Sin embargo, su orgullo herido no podía compararse con la determinación que sentía de permanecer a su lado. Era su única opción, y la tomaría. —Está bien, si eso quieres... Liana soltó una risa fría, sarcástica, como si hubiera esperado esas palabras. —No, no te equ
PRÓLOGOPRISIÓN DE MÁXIMA SEGURIDADEl sótano oscuro y húmedo de la prisión vibraba con la energía de una brutal competencia. Los gritos de los reos resonaban en la jaula de peleas clandestina, donde el sudor y la sangre se mezclaban en el aire cargado de violencia. Luces parpadeantes apenas iluminaban las caras distorsionadas por la excitación de los espectadores.En el centro de la jaula, el reo 201 se erguía como una sombra de muerte, un hombre de cabello rubio y ojos grises que destellaban como cuchillas. La furia hervía en su interior, una fuerza imparable que lo impulsaba a moverse con la precisión letal de un depredador. Cuando su oponente lanzó el primer golpe, 201 lo esquivó con agilidad felina y contraatacó sin piedad. Su puño se hundió en el estómago del otro hombre, arrancándole un grito de dolor mientras se doblaba en dos.―¡Vamos, 201! ¡Acaba con él! ―rugió un reo, sus palabras alimentando la furia en el pecho de Artem Vasiliev.Los demás prisioneros aullaron en aprobaci
CAPÍTULO 1: UNA PROPUESTAArtem observó a Vittorio Moretti con una mezcla de desdén y cautela. Los Moretti eran una de las familias más poderosas de Italia, su influencia extendiéndose desde Sicilia hasta Nueva York. Sin embargo, la sola idea de tratar con un italiano le revolvía el estómago. Sus pensamientos lo llevaron inevitablemente a Santino D' Luca, y la desconfianza en sus ojos se profundizó.—Supongamos que estoy de humor para escuchar tu propuesta, Vittorio. Así que date prisa. Me estoy aburriendo.Artem no se molestó en sentarse. En lugar de eso, giró para fijar su mirada en un antiguo retrato, su mente alejada de la presencia del anciano. Pero Vittorio, apoyándose en su bastón, se puso de pie con esfuerzo, con el rostro marcado por el paso de los años y la culpa que lo corroía por dentro.—Me estoy muriendo, Artem... —empezó, pero la risa seca de Artem lo interrumpió.—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —preguntó con una frialdad que cortaba—. ¿Quieres que te diga que lo sie
CAPÍTULO 2: UNA VISITA INESPERADA.En la mansión Antonov, el ambiente era festivo y alegre. El jardín estaba decorado con globos de color rosa y mesas adornadas con flores. La familia y los amigos se reunían para celebrar el bautizo de Milenka, la hija de Alexei y Tatiana. La música suave llenaba el aire mientras los invitados charlaban y reían.―No puedo esperar a ver cómo te las arreglas con la fila de pretendientes que tendrá Milenka cuando crezca ―dijo Santino, dándole una palmada en la espalda―. Con esos ojos y esa sonrisa, seguro que va a romper más de un corazón.Alexei, con su hija en brazos, miró a su amigo. Su expresión era fría y calculada, pero había un destello de diversión en sus ojos.―Te aseguro que cualquier chico que se acerque a mi hija tendrá que pasar primero por mi pistola ―respondió, con voz calmada pero amenazante. Y créeme, no es conocida por ser particularmente amable con los que tratan de quitarme lo que es mío.Santino soltó una carcajada, sin dejarse intim
CAPITULO 3: ELLA ES UNA MONJA.—¿O sea, que estás heredando una organización? —preguntó Alexei, aún procesando la situación.—Sí y no. Verás, ¿recuerdas a Vittorio Moretti? —respondió Artem.Alexei asintió.—Lo recuerdo, está metido en el negocio de armas y casinos.—Bueno, acaba de morir —dijo Artem con calma.Esa fue la segunda vez que Alexei se atragantó. Y Artem continuó, sin inmutarse.—Y dejó todo a nombre de su hija, su única hija.—¿Vittorio tuvo una hija?—Sí. Por lo que investigué, debe tener unos 20 años. Según Vittorio, la llevó a un convento a los 17. Tenía que casarse con Víctor Rossi, pero, tras romper el compromiso, la escondió allí.Alexei no dijo nada y procesó la información. Sus ojos se estrecharon de repente.―¿Estamos hablando del Víctor Rossi de la costa sur?―¿Sabes quién es?―No lo conozco, pero dicen que prefiere a chicas de 18. Y según los rumores, ninguna ha salido viva de su casa.Artem asintió mientras apretaba sus manos.―Bueno, entonces no mintió.Alexe