CAPITULO 3: ELLA ES UNA MONJA.
—¿O sea, que estás heredando una organización? —preguntó Alexei, aún procesando la situación.
—Sí y no. Verás, ¿recuerdas a Vittorio Moretti? —respondió Artem.
Alexei asintió.
—Lo recuerdo, está metido en el negocio de armas y casinos.
—Bueno, acaba de morir —dijo Artem con calma.
Esa fue la segunda vez que Alexei se atragantó. Y Artem continuó, sin inmutarse.
—Y dejó todo a nombre de su hija, su única hija.
—¿Vittorio tuvo una hija?
—Sí. Por lo que investigué, debe tener unos 20 años. Según Vittorio, la llevó a un convento a los 17. Tenía que casarse con Víctor Rossi, pero, tras romper el compromiso, la escondió allí.
Alexei no dijo nada y procesó la información. Sus ojos se estrecharon de repente.
―¿Estamos hablando del Víctor Rossi de la costa sur?
―¿Sabes quién es?
―No lo conozco, pero dicen que prefiere a chicas de 18. Y según los rumores, ninguna ha salido viva de su casa.
Artem asintió mientras apretaba sus manos.
―Bueno, entonces no mintió.
Alexei, que conocía el pasado de su amigo, lo miró en silencio. Él, más que nadie, sabía lo mucho que había sufrido Artem por la muerte de Susana. Ahora, le preocupaba que estuviera caminando hacia el altar con una desconocida.
—¿Estás seguro de esto, Artem? ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres hacer?
—Por supuesto, es la única manera que tengo para vengarme de mi padre y mi hermano por la muerte de mi esposa e hijo.
Alexei suspiró aún más preocupado.
—Eso lo entiendo, pero ¿vas a ser capaz de soportar estar casado de nuevo? Juraste nunca volver a amar a nadie y respetar la memoria de Susana.
—No será un matrimonio real.
—¿Cómo no lo será si vas a estar casado con ella? Seguramente querrá que tengan sexo y luego querrá tener…
Artem le dio una mirada fría y Alexei se calló de inmediato.
—Nada de eso pasará ―gruñó, poniéndose de pie―. Se lo voy a dejar muy claro.
Alexei se rió, no creyendo que su amigo pudiera cumplir tal promesa. A lo largo de los años, había visto desfilar mujeres por su cama, todas sin esperar nada más que sexo. ¿Por qué esta vez sería diferente?
—Bueno, a menos de que la hija de Vittorio sea fea, entonces puede que te crea. Pero como hombre, tendrás necesidades.
Artem hizo una pausa, tomando valor. Lo que iba a decirle a Alexei estaba seguro de que lo haría estallar de risa.
—No pasará porque ella… —aún le costaba decirlo—… ella es una monja.
La risa de Alexei se extinguió lentamente, y miró a su amigo con incredulidad.
—¿Me estás jodiendo?
—No. Es una monja —los dientes de Artem se apretaron cuando vio la risa contenida de su amigo.
—¿Una monja? —repitió Alexei, como si aún no pudiera creer lo que oía.
Artem asintió solemnemente.
—Sí. Así que, por eso, no habrá consumación ni hijos. Solo una alianza para tomar el control de la organización de Vittorio y a cambio…
—Debes protegerla —concluyó Alexei por él.
—Exacto.
Alexei se recostó en su silla, observando a su amigo.
—Bueno, nunca pensé que tuvieras corazón de pollo. Pero ahora que sé que es una monja, la futura cuñada, estoy seguro de que ella rezará por ti y tu alma. ¡Enhorabuena! Ahora tendrás una posibilidad de entrar al cielo. —De repente, la risa de Alexei estalló y llenó el estudio, pero Artem no se unió a ella.
—No lo hice por eso —gruñó—. Lo hice porque planeo matar a mi padre y haría lo que estuviera en mis manos por verlo morir. Él tiene que pagar por la muerte de Susana.
Cuando lo escuchó, la risa de Alexei se desvaneció y su rostro se volvió serio.
—Ya que estamos tocando el tema, hay algo que no sabes y es que...
—No te molestes. Vittorio me puso al tanto de todo. —dijo Artem interrumpiéndolo—Sé que tú y mi padre trabajaron brevemente juntos.
—Artem, tenía que hacerlo. Él... —Alexei trató de explicarse.
—No te preocupes, no estoy aquí para cuestionarte. Te conozco perfectamente y conozco este mundo. Si algo te beneficia y debes pactar con el diablo, entonces lo haces.
El otro apretó el vaso en su mano, sintiendo el peso de sus decisiones.
—Voy a ayudarte —dijo, con determinación en su voz—. Voy a ayudarte en todo lo que necesites, incluso en joder a Mijaíl. Sabes que no es santo de mi devoción, pero no tuve otra salida.
—Gracias —respondió Artem, sinceramente agradecido—. Por lo pronto, necesitaré algunos hombres. Vittorio ha muerto y debo ir por su hija, casarme con ella y tomar el mando de la organización.
Alexei asintió.
—Bien, llévate a los hombres que quieras. Ellos son leales a ti. Ahora, ¿dónde está la monjita?
—En México —Artem casi gruñó la respuesta—, en el convento de las Marianitas.
Alexei contuvo una sonrisa y se levantó de su silla, caminó hacia su amigo y le colocó una mano en el hombro.
—Perfecto. Organizaré todo para que tengas los recursos necesarios. Pero, Artem, ten cuidado, ¿de acuerdo?
—Lo haré —dijo— Y estoy decidido a hacer esto, es la única manera en la cual encontraré la paz.
—Y… ¿Qué piensas hacer con ella cuando todo termine?
Artem se apartó evadiendo la mirada de su amigo.
—La dejaré libre, no voy a atarla a mí. No merece pasar su vida a mi lado. —Se giró y sus ojos estaban llenos de decisión—. Tiene derecho a tener todo lo que no puedo darle.
—¿Estás seguro? —preguntó Alexei—. ¿Qué pasa si…?
—No voy a enamorarme de ella —Artem respondió fríamente—. No voy a amar a nadie más. Nunca más.
Alexei asintió, aceptando la decisión de su amigo.
—Bueno, ya que todo está dicho, es hora de que conozcas a mis hijos.
—Vi que estabas celebrando —comentó, tratando de ocultar su curiosidad.
—Así es, es el bautizo de mi pequeña Milenka —respondió Alexei con orgullo.
Artem frunció el ceño, sorprendido por la noticia.
—¿Tienes una hija con Tatiana? —logró preguntar.
Alexei rió suavemente, asintiendo.
—Hay muchas cosas que no sabes, pero ya te pondré al tanto. Lo que sí es seguro es que todos se alegrarán de verte. —Alexei sonrió ampliamente, sus ojos brillando de emoción—. En especial Santino, estoy seguro de que va a brincar en una pata.
CAPÍTULO 4: TU PADRE HA MUERTO.Liana sonreía con dulzura mientras limpiaba la herida del pequeño José, aunque por dentro su corazón pesaba con los recuerdos de su propia infancia.—Tal vez deberías portarte mejor y dejar de hacer travesuras. Si sigues así, no van a querer adoptarte, José —dijo, esforzándose por mantener su voz ligera.El niño desvió la mirada hacia la ventana, su pequeño rostro endurecido por una amargura que Liana conocía demasiado bien.—No me importa si no me adoptan. No quiero tener papás; solo quiero crecer y poder hacer lo que quiera.Liana dejó la gasa a un lado y suavemente giró su rostro hacia ella, obligándolo a mirarla a los ojos. En esos momentos, se preguntaba si alguien la había mirado así cuando tenía la edad de José, cuando aún anhelaba el calor de un hogar que nunca llegó.—Sabes que eso no es cierto —respondió con suavidad—. Lo dices para protegerte, pero en el fondo, como cualquier niño de diez años, quieres tener una familia.José frunció el ceño,
CAPÍTULO 5: LE PERTENEZCO A DIOS.La sonrisa de Liana se desvaneció en un instante. El mundo a su alrededor pareció desmoronarse, como si el suelo se abriera bajo sus pies, tragándola en un abismo de desesperación. Su corazón, que hacía apenas unos segundos latía con la dulce expectativa de una noticia alentadora, ahora estaba roto, aplastado por el peso del dolor. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, pero con un esfuerzo casi sobrehumano, logró mantener la compostura, aferrándose a la frágil coraza de control que había construido con los años.—¿Cómo...? —balbuceó, incapaz de completar la pregunta que se ahogaba en su garganta.El abogado suspiró, pero su voz carecía de verdadera empatía.—Tu padre falleció hace una semana. He venido a informarte personalmente y a entregarte algunas cosas que él dejó para ti.El dolor se apoderó de Liana, su cuerpo se debilitó, y se dejó caer pesadamente en una silla. La madre superiora, testigo silenciosa de su sufrimiento, se acercó y
CAPÍTULO 6: VAS A CASARTE CONMIGO.Dos días después, Artem se encontraba frente a un edificio de más de doscientos años.—Pase —dijo la monja.Artem hizo un esfuerzo por mantener la calma. Siguió a la mujer por los pasillos del convento; las imágenes religiosas parecían juzgarlo. Finalmente, la monja lo dejó delante de una oficina donde la madre superiora lo esperaba.—Usted está aquí para ver a Sor Liana, ¿verdad? —preguntó la madre superiora, observándolo con atención.—Así es, madre —respondió Artem, sintiéndose fuera de lugar. Estaba en la casa de Dios, pero en su espalda llevaba una Glock 17 cargada.—Ya es la segunda persona que viene a verla —dijo la madre superiora, poniéndose de pie—. Está por tomar los votos en unos días. Espero que su visita no la ponga otra vez nerviosa. Acaba de perder a su padre.Artem no prestó atención a lo último. Lo único que resonaba en su mente era que alguien había venido a ver antes que él.—Perdón, madre, ¿dijo que vino alguien? —preguntó, trata
CAPÍTULO 7: EL OBJETIVO ES ELLA.—¿Perdón? —Liana aún estaba en shock y, por un momento, pensó que había escuchado mal.—Sí —afirmó Artem con naturalidad—. Un matrimonio es muy beneficioso para ambos.Contrario a lo que él esperaba, Liana negó con la cabeza y retrocedió.—Mi padre… ¿él dijo que debía casarme con usted?—Sí —respondió Artem dando un paso hacia ella, por alguna razón le incomodaba que huyera de él—. Incluso fue él quien me propuso el trato cuando estaba en la cárcel.—¿La cárcel? ― Liana abrió los ojos, atónita. ―Además, ¡¿eres un exconvicto?!Artem rodó los ojos y bufó.—Oh, claro, porque tú puedes juzgarme. Tu padre también tenía negocios sucios.Ella hizo una mueca y no dudó en replicar.—Yo estuve alejada de los negocios de mi padre por muchos años. No es justo que me incluya en su mundo. Y tampoco es justo que tenga que casarme. ―Sus labios se apretaron de impotencia. ― Solo porque él lo decida, aun estando muerto. Además, ya vino aquí su abogado. Él me dio la cart
CAPÍTULO 8: TU ÚNICA SALIDA. ―¡¿Qué está pasando?! Él se colocó frente a ella, protegiéndola y buscando cualquier señal de peligro. —¡Señor, estamos bajo ataque! —gritó uno de sus hombres mientras corría hacia ellos con el arma desenfundada—¡Vienen del lado este! —¡Protejan el perímetro! —ordenó él, mientras sacaba su propia arma y la cargaba con rapidez—¡No dejen que se acerquen a Liana! Los disparos llenaron el aire y las monjas corrieron, asustadas y lanzando gritos. Artem no soltó a Liana ni un segundo. —¡Tranquila! No dejaré que te pase nada —dijo, tomándola de la mano y guiándola hacia una salida trasera. Artem estaba seguro de quiénes habían llegado venían por ella. En medio del caos, los disparos resonaban con fuerza alrededor. Los hombres de Víctor se enfrentaban ferozmente a los de Artem. Mientras que él intentaba guiar a Liana a través del tumulto. —¡Vamos! —insistió, las balas zumbando cerca de ellos. Pero de repente, Liana se soltó de su agarre y retroc
CAPITULO 9: PRISIONERA.Artem permaneció en silencio junto a la cama, observando el rostro dormido de Liana. Sus ojos, habitualmente fríos y calculadores, se suavizaron mientras recorrían cada centímetro de su piel. Sus dedos se crisparon levemente mientras sus ojos descendían por su cuello, siguiendo la línea de su clavícula hasta llegar a su horrible vestido negro. Era sencillo, no obstante resaltava sus curvas de manera provocativa.Se quedó mirando sus pechos por más tiempo del que debería, el suave subir y bajar de su respiración haciendo que sus pensamientos se nublaran. Artem apretó la mandíbula y se obligó a apartar la mirada, regañándose en silencio.«Maldita sea» se reprendió, recordándose que tenía que mantener la cabeza fría y dejar de tener pensamientos con Liana. «Tengo que hacer una cita con Céline cuando lleguemos a Chicago»Sin embargo, sus ojos se desviaron una vez más hacia ella, incapaces de resistirse. Justo en ese momento, un golpe firme resonó en la puerta, sacá
CAPÍTULO 10: PREFIERO ESTAR MUERTA QUE CONTIGO.A la mañana siguiente, Artem se dirigió de nuevo a la habitación de Liana. No la había vuelto a ver desde que la dejó. Quería darle tiempo para que se calmara y enfrentara la dura realidad que les esperaba. Al abrir la puerta, se encontró con un panorama desolador: la habitación estaba hecha un desastre. La ropa y los objetos personales estaban esparcidos por el suelo, como si alguien hubiera salido apresuradamente.—¿Liana?El silencio fue su única respuesta. Miró a su alrededor y la preocupación comenzó a crecer en su interior mientras se dirigía al baño. Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada.—Liana —llamó, su voz en un tono más suave de lo que normalmente usaba—. Es hora de irnos.Todo permaneció en silencio, y no había señales de movimiento dentro.—Liana, abre ahora mismo.De nuevo, no hubo respuesta. Frunciendo el ceño, tocó la puerta con más fuerza; la inquietud en su pecho se transformó en una sensación más urgente. Retro
CAPÍTULO 11: EN CASA. Cuando el auto se detuvo frente a la imponente mansión, Liana sintió un nudo formarse en su garganta. Habían pasado años desde la última vez que había estado allí, y ahora, al ver la casa que una vez fue su hogar, un torrente de emociones la invadió. Su padre ya no estaba, y aunque había tratado de prepararse para ese momento, la realidad golpeaba más fuerte de lo que esperaba. Sus manos temblaron ligeramente al alcanzar la manija de la puerta, y cuando salió del auto, una ola de nostalgia la asaltó. La mansión, que antes irradiaba calidez y vida, ahora parecía fría y ajena. Caminó hacia la entrada con pasos firmes, tratando de mantener la calma, pero su mirada se desvió hacia los detalles que recordaba con cariño: la fuente donde solía jugar de niña, los árboles que su madre había plantado con esmero. Y la ausencia de su padre pesaba más que nunca. Detrás de ella, Artem observaba cada uno de sus gestos. Notó la forma en que sus hombros se tensaban, cómo sus oj