Cuando Somali regresó, el silencio de la noche aún envolvía la mansión como un manto denso y pesado. Sus pasos, aunque ligeros, crujieron sobre las viejas maderas del vestíbulo, y mientras ascendía las escaleras hacia el segundo piso, sintió el peso de una mirada fija sobre ella. Dorian estaba allí, de pie frente a la ventana de su habitación, apenas iluminado por la pálida luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. Él no había dejado de mirarla desde el momento en que la vio acercarse a la propiedad, en lo que sus sentidos aguzados la reconocieron desde la distancia. Con los brazos cruzados sobre el pecho y el rostro ensombrecido por la preocupación, esperaba en silencio su llegada.Somali abrió la puerta y, al entrar, lo encontró exactamente en esa posición: inmutable, como una estatua tallada por la misma inquietud que ella había intentado ocultar durante su regreso. Dorian desvió lentamente la mirada hacia ella y se mantuvo en silencio unos segundos, dejando que el peso de
Dorian se debatía entre el orgullo y la preocupación, entre la necesidad de protegerla y la realidad innegable de que Somali ya no era una loba indefensa que necesitaba resguardo constante. Era fuerte y estaba dispuesta a arriesgarse por lo que consideraba importante.—No sabes el riesgo que corriste... —soltó Dorian al final—. No sabes el miedo que me da pensar en todo lo que pudo haberte pasado.Somali lo miró a los ojos, decidida y serena, y en ese momento, sin necesidad de palabras, Dorian entendió que ella ya había elegido su camino. Y que él, si quería estar a su lado, debía aceptar no sólo su amor, sino también su fuerza, su voluntad, su instinto de actuar cuando fuera necesario.—Por otro lado... tampoco me hablaste de tu Loba —agregó él—. No me contaste que ya habías logrado vincularte tan profundamente con ella. Somali... ¿qué está ocurriendo entre nosotros? ¿Ya no confías en mí?Sus ojos la buscaron, intentando encontrar una respuesta que no doliera. —No es eso, Dorian —su
Dorian la observó, sin decir una palabra durante varios segundos. Algo dentro de él se removió con fuerza, y no fue precisamente por la mención de la tortura, ni siquiera por el hecho de que Ronan los había traicionado. Fue por ella. Por Somali.La mujer que tenía frente a él, esa que hablaba con tanto temple y resolución, era la misma que alguna vez había intentado salvar hasta a sus enemigos. La misma que, incluso herida, había sabido perdonar. Y ahora… ahora hablaba con frialdad, con una dureza que no le era natural. Dorian entendía de dónde venía esa rabia. Entendía su necesidad de justicia, su deseo de vengarse por todo el dolor que Nolan le había causado. Pero al mismo tiempo, esa transformación silenciosa le provocaba una inquietud que no podía ignorar.Somali, pensó, era bondadosa por naturaleza. Incluso cuando el mundo fue cruel con ella, incluso cuando fue traicionada y humillada, su corazón nunca dejó de ser noble. Esa pureza, esa compasión que la caracterizaba… era lo que
—Lo sé —manifestó Somali—. Y yo también… pienso igual. Haría cualquier cosa por ti, y para protegernos. Por eso espero que me entiendas.Sus dedos se aferraron con más fuerza a los de él, como si temiera perderlo por lo que estaba a punto de decir.—Y con respecto a Ronan… —su tono cambió, más frío, más determinado— tenemos que actuar ya. No podemos seguir tratándolo como uno de nosotros. No después de lo que descubrimos. Es un hipócrita. Un traidor. Nos mintió en la cara, nos manipuló —lo miró fijamente, con los labios apretados por la rabia—. Así que, ¿qué vamos a hacer con él, Dorian? ¿Lo atrapamos esta noche?—Tranquila —dijo con voz baja—. Te voy a explicar lo que vamos a hacer.Se inclinó un poco hacia ella, bajando la voz aún más, como si el aire mismo tuviera oídos.—Vamos a seguir como si nada. Nadie debe sospechar que ya sabemos la verdad. Tú vas a continuar con tu entrenamiento, con tus rutinas, con tu vida normal… Aunque sé que no va a ser fácil, especialmente por lo que d
El Laboratorio Delta-7 no era un sitio común. Oculto en las profundidades de la ciudad humana, bajo toneladas de concreto y acero, albergaba uno de los secretos mejor guardados del mundo: el lobo inmortal.Los científicos no conocían su nombre, solo lo llamaban Sujeto Alfa. No sabían que no era solo un lobo, sino una criatura más antigua que sus propias civilizaciones.Los guardias del laboratorio se jactaban de haber atrapado a la bestia más peligrosa de la historia, el lobo de la leyenda, el Alfa eterno, el salvador de su especie. Pero en lugar de liderar a su pueblo, ahora yacía en una habitación de cuatro paredes blancas, sometido a pruebas que lo destruían una y otra vez… solo para verlo sanar, solo para comprobar lo que ya sabían: no podían matarlo.El frío de la habitación era insoportable y el hedor a sangre y pólvora impregnaba el aire. En el centro, sujeto con cadenas de acero reforzadas con plata, yacía el lobo de la leyenda.Su pelaje dorado estaba cubierto de llagas abier
Los antiguos hablaban de un lobo nacido bajo el aliento de la luna. Un ser distinto a todos los demás, con un propósito que lo trascendía: proteger a su especie y restaurar el equilibrio de la tierra.No era solo una bestia de colmillos afilados y fuerza sobrenatural. Era la encarnación de la voluntad de la naturaleza, un espíritu ligado a los bosques y montañas, al río y al viento. Su sangre no era solo lobuna, sino un eco de los dioses primordiales, aquellos que crearon el mundo antes de que la humanidad lo reclamara.Sin embargo, los humanos nunca comprendieron.Hubo un tiempo en que los lobos y los humanos compartieron el mundo sin necesidad de violencia. Los bosques eran vastos, los ríos corrían libres y el equilibrio se mantenía. Los lobos no eran simplemente depredadores: eran los guardianes de la vida misma.Pero los humanos olvidaron su lugar. Se expandieron sin medida, talaron los bosques, secaron los ríos, mataron más de lo necesario. El equilibrio se rompió.Cuando los lob
Desde que tenía memoria, Somali nunca encajó.No era solo una sensación pasajera, un malestar común de la infancia o la adolescencia. Era una certeza. Desde que era niña, había sentido que su existencia se desarrollaba en una frecuencia diferente a la de los demás. Sus sentidos eran demasiado agudos, su instinto demasiado fuerte, su percepción del mundo demasiado intensa.Los sonidos eran más nítidos para ella, los olores más penetrantes, las luces más cegadoras. Podía escuchar conversaciones en susurros al otro lado de la habitación, distinguir ingredientes en una comida con solo olerla, notar cambios imperceptibles en el comportamiento de la gente.Pero eso solo la volvió extraña ante los ojos de los demás."Qué rara es.""¿Cómo lo escuchó si no lo dije tan fuerte?""Ella no es normal."Creció aislada, observando más que participando, escuchando más que hablando. Aprendió a fingir, a modular sus reacciones, a pretender que era como los demás. Pero en su interior, siempre supo que no
Desde aquella noche, Somali no pudo dejar de vigilarlo. Día y noche, sin importar la hora, siempre encontraba un momento para observarlo, incluso en la madrugada. Pero no volvió a ver a aquel hombre que se había aparecido en la habitación. Solo veía un lobo. Un lobo eterno.Esto la frustraba profundamente. ¿Realmente se estaba volviendo loca? ¿Acaso todo lo que veía dentro de ese laboratorio la estaba afectando más de lo que creía? No podía entender cómo había sido capaz de dejarse engañar por su propia imaginación. Se preguntó una y otra vez si todo lo que había presenciado aquella vez fue real o si simplemente lo había soñado.Durante mucho tiempo, siguió observándolo sin encontrar ninguna señal de que lo que había visto antes hubiera sido cierto. Ni una sola vez volvió a ver a ese hombre. Y empezó a pensar que tal vez lo había imaginado, que su mente le había jugado una trampa en medio de la noche, que todo había sido producto del cansancio o de un sueño demasiado vívido.Pero ento