Mientras tanto, la señora Petrova estaba en una de sus boutiques favoritas, rodeada de lujo y opulencia, eligiendo un atuendo digno de la fiesta de empresarios a la que había sido invitada. Su semblante, siempre impecable, se tensó al escuchar el timbre agudo de su teléfono. Con suma elegancia, extrajo el aparato de su costoso bolso y observó la pantalla antes de fruncir el ceño con evidente disgusto.—María, ¿qué quieres? —respondió con un tono gélido, apenas disimulando su fastidio.—Suegra, últimamente me trata diferente —replicó María con resentimiento—. Solo le llamo para informarle que el colegio de médicos ha cancelado la licencia de su hijo por dos años, y le aseguro que no tengo nada que ver con eso. Es idiota de mi hermano, actuó sin decirme nada.Los ojos de la señora Petrova se abrieron de par en par.—¿Por qué Mikhail no me llamó? —murmuró, intentando contener su enojo.—No lo hizo porque está más pendiente de esa mujer que de usted, señora —la voz de María destilaba ven
Anna abrió la boca, atrapada entre la sorpresa y el dolor, queriendo preguntar por qué la señora Petrova había osado levantarle la mano. Pero antes de que pudiera pronunciar palabra, ella alzó su brazo nuevamente, dispuesta a golpearla por segunda vez.La rabia acumulada en Anna brotó de golpe. En un impulso feroz, atrapó la muñeca de la señora Petrova en el aire, apretándola con tal fuerza que la piel bajo sus dedos empezó a ceder.La mujer emitió un grito ahogado de espanto y de miedo, algo inaudito en ella, que estaba acostumbrada siempre a dar, pero jamás a recibir.—¡Muchacha irrespetuosa! —escupió con veneno, destellando furia y temor—. ¡Suéltame ahora mismo!Anna, con el rostro enrojecido de ira, jaloneó el brazo de la señora con tanta fuerza que la hizo tambalearse.—¡No! —le espetó, con enojo —. ¡Usted me va a escuchar! —Sus dedos se clavaron más profundamente en la piel de la mujer, mientras la ira reprimida durante años comenzaba a salir a la superficie.— Estoy harta, ¡h
El ambiente en el bar era opulento, con luces tenues que apenas lograban atravesar la nube de humo de cigarro, mientras las risas de hombres poderosos resonaban entre las paredes de mármol.En una de las mesas más exclusivas, el amante de la señora Petrova, un hombre de porte arrogante y sonrisa fácil, se encontraba rodeado de sus amigos abogados.—En un mes y medio, amigos míos, podrán abandonar sus trabajos. Tendrán un futuro brillante trabajando para mí —exclamó con suficiencia, gesticulando con el vaso en la mano—. Mi despacho será el mejor de toda Rusia, y el prestigio que ganarán trabajando a mi lado será incomparable.Uno de sus amigos, con una sonrisa burlona, le palmeó el hombro.—¿Y quién es ese misterioso patrocinador? Vamos, al menos merecemos saberlo —dijo entre risas, buscando complicidad entre los demás.El amante se recostó en la silla y, con una sonrisa calculada, respondió:—Se dice el pecado, no el pecador. Solo puedo decir que esta persona tiene suficiente poder
Aunque la erección de Mikhail había delatado su excitación, Anna empezó a reír sin gracia alguna mientras se levantaba de la cama.—Debí suponerlo, no haces nada sin esperar algo a cambio, ¿verdad? Lo mismo hiciste antes de saber que Lucas era tu hijo —soltó con decepción. Comenzó a bajar poco a poco el pantalón de su pijama y la blusa, quedando únicamente con las pequeñas bragas de algodón color azul cielo.—Anna…Lo interrumpió ella. —No expliques nada, me rendí, Mikhail.Él respiró profundamente y, aunque quiso decirle que se le habían quitado las ganas, decidió que no le daría el gusto.Anna notó que él la miraba como un perro observa un filete jugoso. Estaba babeando por tener su cuerpo.Anna acercó su cuerpo desnudo a la cama. Él no podía retirar la vista de su figura ni por un segundo.—¿Te satisface tenerme cuando lo ordenas? —le preguntó ella con mucho enojo.—Sí, carajo, no creas que me vas a hacer sentir un mal hombre con esto, no lo vas a lograr —gritó él, desafiante.—
La pasión acabó con todo raciocinio y, cuando el placer se arremolinaba en el interior de ambos, el orgasmo los hizo gemir sin tapujos.Anna se encerró en el baño, sintiendo cómo su corazón latía con rabia y vergüenza. Cerró la puerta con un golpe seco, casi desesperada, y caminó hacia la ducha, con la respiración acelerada, traicionando la tormenta que la devoraba por dentro.Abrió el grifo con fuerza, dejando que el agua helada cayera sobre su cuerpo, como si la punzada del frío pudiera apagar el fuego que la consumía.Se dejó caer al suelo y se abrazó las piernas con los ojos cerrados mientras el agua corría por su piel.Sus lágrimas se mezclaban con las gotas, pero no era suficiente. Con manos temblorosas, comenzó a frotarse la piel con una rudeza innecesaria, casi lastimándose, como si quisiera borrar cada rastro, cada huella que Mikhail había dejado en ella. Cada toque, cada susurro, todo lo que había compartido con él... Ahora todo ello se sentía como una marca imborrable que
El lujoso salón principal de la mansión Petrova brillaba con la luz de la tarde, mientras Olga Petrova, rodeada de sus amigas más cercanas, compartía una elegante merienda. Las tazas de porcelana fina descansaban sobre platillos de plata, y el aroma del té se mezclaba con el dulce perfume de las galletas recién horneadas. El ambiente, a simple vista, era de calma y sofisticación, pero bajo la superficie, las miradas críticas cortaban como cuchillas.—Olga, amiga, ¿cómo es que Mikhail tuvo un hijo con otra mujer? —preguntó una de las amigas, fingiendo inocencia, pero con una sonrisa maliciosa en los labios—. ¿Es cierto que le fue infiel a su prometida con una enfermera hace años?Las únicas personas que podían llamarla por su nombre de pila eran estas mujeres y su hijo. Pero la mención de ese rumor hizo que los dedos de Olga temblaran ligeramente sobre la taza, aunque su sonrisa no vaciló.—Mi hijo nunca se metería con una enfermera —mintió sin pestañear, aunque el temor de que la ver
El rostro de Mikhail se puso pálido, y por un instante, el mundo entero dejó de girar. De no estar en la silla de ruedas, habría caído por el impacto.—Por eso quise alejarla de ti, sabía que la amabas. Cuando descubrí esto, ya habían pasado muchas cosas entre ustedes. Anna es hija de tu padre y su amante, esa que me hizo sufrir durante años.—¡Eso es mentira! ¡Esta es otra de tus mentiras! ¡Anna, no puede ser mi hermana! Y si lo es, ¿cómo es que no lo sabe? —gritó Mikhail, descontrolado, moviendo la cabeza de un lado a otro, mientras el dolor lo consumía.Sentía un calor invadiéndolo por dentro, tan intenso que apenas podía respirar.—No te miento. Lo es, mi amor. Te juro que te estoy diciendo la verdad. No sé las razones de su madre para haberle ocultado esto, pero supongo que sentía vergüenza de decirle a su hija que era hija de un hombre casado —insistió Olga, intentando tocar sus manos nuevamente.Pero Mikhail la apartó, lleno de rabia.—¿Cuánto más me quieres ver sufrir? Estoy c
Mikhail hervía por dentro; los celos le ardían como brasas incandescentes. Cada gesto de Iván, cómodamente sentado en su sofá, con las piernas cruzadas y esa sonrisa ladeada que parecía burlarse de él, le asestaba un golpe directo al pecho. Ver esa arrogancia, como si Iván ya hubiera ganado una batalla que Mikhail ni siquiera había comenzado, lo consumía de rabia.Hubiera querido pasar las ruedas de su silla sobre los pies de su rival, pero con un esfuerzo casi sobrehumano, se tragó el impulso, obligándose a mantener una calma tensa.—Anna, ¿me permites un momento a solas? —le pidió, con la mandíbula apretada.Anna soltó un largo suspiro, cansada, lanzándole a Mikhail una mirada cargada de reproche.—Iván, discúlpame una vez más. Vuelvo enseguida —dijo, y la sonrisa autosuficiente de Iván no desapareció ni un segundo mientras la veía levantarse.Mikhail apenas pudo contenerse hasta llegar al pasillo.—¿Sabes cuánto me molesta la presencia de ese tipejo, y aun así lo invitaste? —gruñó.