El rostro de Mikhail se puso pálido, y por un instante, el mundo entero dejó de girar. De no estar en la silla de ruedas, habría caído por el impacto.—Por eso quise alejarla de ti, sabía que la amabas. Cuando descubrí esto, ya habían pasado muchas cosas entre ustedes. Anna es hija de tu padre y su amante, esa que me hizo sufrir durante años.—¡Eso es mentira! ¡Esta es otra de tus mentiras! ¡Anna, no puede ser mi hermana! Y si lo es, ¿cómo es que no lo sabe? —gritó Mikhail, descontrolado, moviendo la cabeza de un lado a otro, mientras el dolor lo consumía.Sentía un calor invadiéndolo por dentro, tan intenso que apenas podía respirar.—No te miento. Lo es, mi amor. Te juro que te estoy diciendo la verdad. No sé las razones de su madre para haberle ocultado esto, pero supongo que sentía vergüenza de decirle a su hija que era hija de un hombre casado —insistió Olga, intentando tocar sus manos nuevamente.Pero Mikhail la apartó, lleno de rabia.—¿Cuánto más me quieres ver sufrir? Estoy c
Mikhail hervía por dentro; los celos le ardían como brasas incandescentes. Cada gesto de Iván, cómodamente sentado en su sofá, con las piernas cruzadas y esa sonrisa ladeada que parecía burlarse de él, le asestaba un golpe directo al pecho. Ver esa arrogancia, como si Iván ya hubiera ganado una batalla que Mikhail ni siquiera había comenzado, lo consumía de rabia.Hubiera querido pasar las ruedas de su silla sobre los pies de su rival, pero con un esfuerzo casi sobrehumano, se tragó el impulso, obligándose a mantener una calma tensa.—Anna, ¿me permites un momento a solas? —le pidió, con la mandíbula apretada.Anna soltó un largo suspiro, cansada, lanzándole a Mikhail una mirada cargada de reproche.—Iván, discúlpame una vez más. Vuelvo enseguida —dijo, y la sonrisa autosuficiente de Iván no desapareció ni un segundo mientras la veía levantarse.Mikhail apenas pudo contenerse hasta llegar al pasillo.—¿Sabes cuánto me molesta la presencia de ese tipejo, y aun así lo invitaste? —gruñó.
—Papá, tienes que venir conmigo —dijo Lucas con la voz quebrada—. Creo que Lía está mal.Mikhail lo miró, notando la preocupación en los ojos de su pequeño, pero mantuvo la calma. Se inclinó hacia él y le acarició el cabello con ternura.—Tranquilo, hijo. No debemos alarmarnos hasta saber qué está pasando. Vamos a verla.Ambos se dirigieron rápidamente hacia la cocina, donde la pequeña perrita yacía en el suelo. Estaba decaída, con un rastro de comida que había devuelto a su alrededor.Lucas, al notar que Mikhail no podía agacharse aunque quería, se arrodilló y levantó a Lía con sus pequeñas manos, colocándola en el regazo de su padre.—¿Lo ves, papá? —su voz tembló aún más—. Tenemos que llevarla al doctor, como hacen conmigo cuando me enfermo.Mikhail suspiró, sintiendo el peso de la preocupación. No quería que su hijo viera a su mascota en ese estado.—Sí, mi amor —respondió con suavidad—. Llamaré al veterinario. No te preocupes, Lía se va a poner bien.Pero Lucas no pudo contener l
Durante el trayecto de regreso a casa, Anna permanecía en silencio, perdida en sus pensamientos. El auto avanzaba por las calles grises mientras las palabras de Olga resonaban una y otra vez en su mente: "Esté bien o mal lo que elijan, lo aceptaré". Algo había cambiado, algo profundo, pero ella no lograba descifrar qué. ¿Por qué de repente Mikhail y su madre se mostraban tan arrepentidos? A pesar de todo, había algo que no cuadraba. No entendía a qué se refería Olga, pero agradecía haber salido de aquel lugar cuanto antes. No le agradaba el ambiente allí; sentía que se asfixiaba, y no era simplemente por el lujo. Mikhail, con Lucas dormido en su regazo, la observaba. Quería meterse en su cabeza para saber qué tantas cosas pasaban por su mente. Anhelaba acabar con los secretos y confesarle por qué se había comportado como un patán, pero al mismo tiempo temía que aquel invento de su madre alejara aún más a Anna, y eso lo paralizaba. ¿Cómo explicarle que su crueldad no había sido
—Ahora solo tengo que llamar a Tatiana para que venga a ocuparse de Lucas —dijo Anna, intentando restarle importancia a la situación.—Eso ya está arreglado. Ella viene en camino —respondió Mikhail con calma.Anna asintió, pensativa. —Qué bueno, porque necesito salir a comprar algunas cosas. La ropa que traje no está apta. Espero que la hermana de Iván me envíe rápido mis pertenencias desde Nueva York. ¿Habrá entregado el departamento? —hablaba sin darse cuenta de qué estaba pensando en voz alta.Mikhail, se quedó observándola. —No te preocupes. Apenas llegue Tatiana, nos vamos de compras. Yo te acompaño.Anna abrió los ojos de más y agitó las manos con impaciencia. —No, no es necesario. Puedo ir sola— se negó avergonzada.Tatiana llegó pocos minutos después. Al verla, Lucas corrió emocionado hacia ella, abrazándola con la alegría infantil que solo él sabía transmitir. —¡Tía Tatiana! Quiero que conozcas a Lía —exclamó el niño, con los ojos brillando de emoción.Tatiana sonrió y
Mikhail y Anna se dirigieron al hospital para que Anna pudiera firmar su contrato como doctora de manera oficial. Ella estaba feliz, pero su entusiasmo se veía empañado por el hecho de que tendría que encontrarse con María en ese lugar. Sin embargo, sabía que debía aprender a manejar esa situación si quería volver a trabajar en lo que le apasiona y, más importante aún, recuperar la motivación necesaria para salir adelante por ella y por su querido hijo.Al llegar al hospital, Mikhail pidió a su personal que no los interrumpieran. Entraron en su despacho privado, y él le entregó a Anna el contrato para que lo leyera, lo revisara y, si era necesario, discutieran las cláusulas. Anna tomó el contrato en sus manos y comenzó a revisarlo detenidamente. Entonces, lo miró directamente a los ojos, esforzándose por no dejarse llevar por esa mirada verde que la sumergía en el abismo y amenazaba con devorarla.—Muchas gracias por esta oportunidad, Mikhail. En serio, significa mucho para mí —dij
María se reclinó en su silla tras la última consulta del día, suspirando pesadamente, mientras el eco de su agotamiento llenaba el consultorio. Su teléfono vibró sobre la mesa, sacándola de su momentánea paz. Era su hermano.—¿Qué demonios te pasa, María? —su voz rugía al otro lado de la línea—. ¿Cómo es posible que hayas gastado una fortuna en ese maldito espejo de la antigüedad griega? ¡Es una locura!—¡Siempre intentas manejarme! —gritó María, sus ojos brillando de furia—. ¡Es mi dinero! ¡Hago lo que quiero con él!—Si no te manejo, estaríamos en quiebra —replicó su hermano, sin titubear—. Últimamente, estamos teniendo menos ingresos. La clínica ha perdido el cincuenta por ciento de los pacientes, y muchos se han quejado de lo insoportable que eres. Quiero que te cases con mi amigo, es lo más sensato.María apretó la mandíbula, sus nudillos se tornaron blancos mientras sostenía el teléfono con fuerza.—¡No! —rugió, furiosa—. Déjame en paz. Solo me casaré con Mikhail.Un silencio t
María detuvo en seco sus pasos cuando al doblar la esquina de un pasillo, vio a Mikhail avanzando con su silla de ruedas, con Anna cómodamente sentada sobre sus piernas. El impacto la golpeó como una bofetada. Su respiración se tornó pesada, sus facciones se contrajeron en una mueca de puro desprecio, mientras sus puños se cerraban con tal fuerza que sus uñas se clavaron en las palmas. No podía soportarlo.—Entonces es cierto... —murmuró con amargura, a la vez que el odio y la envidia luchaban en su interior. Anna había logrado lo que ella no pudo en años. Apretó los dientes mientras recordaba su reciente conversación con la señora Petrova.**Flashback**María nadaba en la piscina del club deportivo donde era un miembro VIP, moviéndose con la gracia de alguien que busca olvidar el estrés. Al salir de la piscina, se dirigió a su tumbona, donde después de secarse, lo primero que hizo fue tomar su teléfono. Y al encender la pantalla, vio que tenía una llamada perdida.—Hasta que se