—Ahora solo tengo que llamar a Tatiana para que venga a ocuparse de Lucas —dijo Anna, intentando restarle importancia a la situación.—Eso ya está arreglado. Ella viene en camino —respondió Mikhail con calma.Anna asintió, pensativa. —Qué bueno, porque necesito salir a comprar algunas cosas. La ropa que traje no está apta. Espero que la hermana de Iván me envíe rápido mis pertenencias desde Nueva York. ¿Habrá entregado el departamento? —hablaba sin darse cuenta de qué estaba pensando en voz alta.Mikhail, se quedó observándola. —No te preocupes. Apenas llegue Tatiana, nos vamos de compras. Yo te acompaño.Anna abrió los ojos de más y agitó las manos con impaciencia. —No, no es necesario. Puedo ir sola— se negó avergonzada.Tatiana llegó pocos minutos después. Al verla, Lucas corrió emocionado hacia ella, abrazándola con la alegría infantil que solo él sabía transmitir. —¡Tía Tatiana! Quiero que conozcas a Lía —exclamó el niño, con los ojos brillando de emoción.Tatiana sonrió y
Mikhail y Anna se dirigieron al hospital para que Anna pudiera firmar su contrato como doctora de manera oficial. Ella estaba feliz, pero su entusiasmo se veía empañado por el hecho de que tendría que encontrarse con María en ese lugar. Sin embargo, sabía que debía aprender a manejar esa situación si quería volver a trabajar en lo que le apasiona y, más importante aún, recuperar la motivación necesaria para salir adelante por ella y por su querido hijo.Al llegar al hospital, Mikhail pidió a su personal que no los interrumpieran. Entraron en su despacho privado, y él le entregó a Anna el contrato para que lo leyera, lo revisara y, si era necesario, discutieran las cláusulas. Anna tomó el contrato en sus manos y comenzó a revisarlo detenidamente. Entonces, lo miró directamente a los ojos, esforzándose por no dejarse llevar por esa mirada verde que la sumergía en el abismo y amenazaba con devorarla.—Muchas gracias por esta oportunidad, Mikhail. En serio, significa mucho para mí —dij
María se reclinó en su silla tras la última consulta del día, suspirando pesadamente, mientras el eco de su agotamiento llenaba el consultorio. Su teléfono vibró sobre la mesa, sacándola de su momentánea paz. Era su hermano.—¿Qué demonios te pasa, María? —su voz rugía al otro lado de la línea—. ¿Cómo es posible que hayas gastado una fortuna en ese maldito espejo de la antigüedad griega? ¡Es una locura!—¡Siempre intentas manejarme! —gritó María, sus ojos brillando de furia—. ¡Es mi dinero! ¡Hago lo que quiero con él!—Si no te manejo, estaríamos en quiebra —replicó su hermano, sin titubear—. Últimamente, estamos teniendo menos ingresos. La clínica ha perdido el cincuenta por ciento de los pacientes, y muchos se han quejado de lo insoportable que eres. Quiero que te cases con mi amigo, es lo más sensato.María apretó la mandíbula, sus nudillos se tornaron blancos mientras sostenía el teléfono con fuerza.—¡No! —rugió, furiosa—. Déjame en paz. Solo me casaré con Mikhail.Un silencio t
María detuvo en seco sus pasos cuando al doblar la esquina de un pasillo, vio a Mikhail avanzando con su silla de ruedas, con Anna cómodamente sentada sobre sus piernas. El impacto la golpeó como una bofetada. Su respiración se tornó pesada, sus facciones se contrajeron en una mueca de puro desprecio, mientras sus puños se cerraban con tal fuerza que sus uñas se clavaron en las palmas. No podía soportarlo.—Entonces es cierto... —murmuró con amargura, a la vez que el odio y la envidia luchaban en su interior. Anna había logrado lo que ella no pudo en años. Apretó los dientes mientras recordaba su reciente conversación con la señora Petrova.**Flashback**María nadaba en la piscina del club deportivo donde era un miembro VIP, moviéndose con la gracia de alguien que busca olvidar el estrés. Al salir de la piscina, se dirigió a su tumbona, donde después de secarse, lo primero que hizo fue tomar su teléfono. Y al encender la pantalla, vio que tenía una llamada perdida.—Hasta que se
En el trayecto a la villa, Mikhail, con una sonrisa astuta en los labios, intentaba tocar el brazo de Anna, quien, con expresión seria, se pegaba más y más a la ventanilla de la camioneta, alejándose justo lo suficiente para que él no pudiera alcanzarla. Mikhail, atrapado en su silla de ruedas, la observaba con diversión.—¿Estás enojada? —preguntó él, con media sonrisa en los labios que a Anna tanto le irritaba.—No tendría por qué estarlo —respondió ella, con los dientes apretados, sin dignarse a mirarlo. Mikhail rompió a reír, sus carcajadas resonando en el interior del vehículo.—Me gusta verte así —dijo con descaro, mientras le daba una palmada a sus piernas—. Ven, acércate.Anna negó con la cabeza rápidamente, sin mirarlo.—Pídele a María, a ella le encanta usarte como asiento —contestó, con una sonrisa cargada de celos. Las carcajadas de Mikhail se hicieron aún más fuertes, provocando que el conductor echara un vistazo por el retrovisor, algo desconcertado por la felicidad d
Mientras Sergei se desinfectaba la herida en la frente, en la privacidad de su habitación, Mikhail lo observaba desde atrás, con una sonrisa juguetona en los labios. La risa contenida de Mikhail llenaba el aire de una tensión que Sergei no pudo ignorar. Girándose bruscamente, lo fulminó con la mirada.—Ahora pareces un hombre divertido —le reprochó Sergei con evidente sarcasmo.Mikhail soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza como si fuera un niño burlón.—Es que te juro que nunca te había visto tan enojado —respondió entre risas, disfrutando visiblemente del espectáculo.Sergei apretó los dientes, su ceño fruncido mostraba la furia latente.—No le veo nada gracioso a esto. Estás feliz porque es la mejor amiga de tu mujer y, como quieres congraciarte, celebras todo lo que hace —espetó, casi escupiendo las palabras.Mikhail, divertido, rodó su silla hacia él, aún con el eco de la risa en sus ojos.—Ahora dime, ¿quién es el amargado aquí, tú o yo? —bromeó Mikhail, encogiéndose de hombr
En su estado de ebriedad, Anna movió el rostro, y sus labios rozaron los de Mikhail. Por un segundo, ella abrió los ojos. —Amo a Mikhail —murmuró, como si respondiera a la pregunta que él le había hecho. Sin embargo, fue solo casualidad, porque al instante después empezó a roncar como un camionero cansado, lo que hizo que Mikhail riera mientras le acomodaba unos mechones tras la oreja. —Vale la pena el dolor si al final recibo recompensas como estas —murmuró, mirándola con amor.Por su parte, Tatiana se recostó en su cama, riéndose sola, sintiendo que todo daba vueltas a su alrededor. Pensaba en lo agradable que había sido el rato compartido con Anna y el alcohol. Ambas necesitaban ese momento de relajación para olvidar todos los malos momentos que habían pasado. Era la primera vez que Tatiana se sentía libre y feliz desde que la habían despedido del hospital. Sin embargo, algo vino a su mente en ese momento de aturdimiento, después de reír un buen rato a solas.Recordó al amigo de
Anna abrió los ojos lentamente, acariciándose la sien con suavidad, sintiendo los estragos de la resaca. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había bebido tanto, como lo hizo anoche con Tatiana. No sabía cómo había llegado a la cama o siquiera cómo se había cambiado para dormir. Incrédula, dejó que la realidad la golpeara: su enojo con Mikhail la había desestabilizado tanto que hasta se había olvidado de Lucas. Con el corazón acelerado, se sentó de golpe en la cama. Sus ojos recorrieron la habitación vacía buscando a su pequeño. Antes de que pudiera poner los pies sobre la suave alfombra, la puerta se abrió lentamente, y por ella entró Mikhail, con una bandeja sobre sus piernas, mientras Lucas caminaba alegremente a su lado, sonriendo con entusiasmo. Verlos así, tan cómplices, tan perfectos juntos, le llenó el corazón de una calidez que no podía esconder. A pesar de todo, una sonrisa apareció en sus labios.—¡Buenos días, mamá! —exclamó Lucas, corriendo hacia ella y lle