Iván estaba absorto en el libreto que sostenía entre sus manos, inmerso en las líneas que debía memorizar. Cuando escuchó un golpe en la puerta, apenas levantó la vista.Sin pensarlo, asumió que se trataba del servicio de habitación que había solicitado, y sin dejar de leer, se dirigió hacia la puerta.Al abrir, se hizo a un lado, sin prestar atención a quien había tocado.La reacción fue instantánea y brutal. Un puño impactó con fuerza en su estómago, robándole el aliento. Iván se dobló por el dolor, pero en un movimiento ágil y automático, lanzó un golpe que alcanzó el rostro de Mikhail, rasgándole el labio inferior.Los escoltas se apresuraron a interponerse entre los dos hombres.La sangre brotó, pero Mikhail, lejos de retroceder, rugió lleno de furia:—¡Quítense del medio, inútiles!— Su deseo de volver a golpear a Iván era evidente en cada uno de sus movimientos tensos.Sus ojos, encendidos por los celos, apenas lograban ver más allá del odio que lo cegaba.—¿Qué te pasa, imbécil
Anna no podía apartar su mirada incrédula de Mikhail mientras una tormenta de pensamientos nublaba su mente. «Fui tan predecible... era obvio que me encontraría tan rápido», pensó, sintiendo cómo la frustración se mezclaba con el miedo.—Tatiana, ¿puedes llevarte a Lucas?— pidió, esforzándose por mantener una calma que sentía desmoronarse. Lucas protestó, aferrándose a las piernas de su padre, pero Tatiana, con una mirada comprensiva, lo levantó en brazos. Cuando se quedaron solos en la cocina, el aire se volvió denso, cargado con la tensión de los años de rencor y desconfianza acumulados.—No sé qué esperaba de una mujer como tú— comenzó Mikhail, con una ira apenas contenida—, es normal que intentaras engañarme. Es tu naturaleza.Anna soltó una risa sarcástica, que resonó en la cocina como una melodía amarga y cortante. —¿Engañarte?— repitió, con ojos encendidos por la furia—. Llamas engaño a mi negativa de participar en tu juego enfermizo.La sorpresa cruzó brevemente el rostro
En un lujoso departamento que contrastaba con el modesto barrio, la señora Petrova se sentaba con una fría elegancia en un pequeño y recargado sofá. Cruzó las piernas con una sofisticación calculada y, con una mano, tomó una copa de vino, intentando ocultar la inquietud que palpitaba en su pecho.—¿Cómo pudo ese idiota evadir a mis vigilantes? —murmuró mientras daba el primer sorbo, y su rostro se contrajo en una mueca de desagrado, casi cómica—. Lo barato sabe horrible —dejó la copa sobre una repisa cercana con un gesto de desdén.De pronto, el crujido de la puerta al abrirse la sobresaltó. Miró hacia la entrada, y su expresión se endureció cuando vio a su amante entrar con un maletín en la mano.—Pensé que ya no volverías —dijo él con una mueca de desagrado, mirándola con engreimiento.Ella intentó tocar su corbata, pero sin previo aviso, él le dio un golpe seco en la mano.—No tienes derecho a preguntar dónde estaba. Te dije que si no me das el dinero que necesito para montar mi pro
—Espera. Mikhail pidió que te mostrara la habitación de Lucas —dijo él, señalando la puerta del lado—. Puedes ir a verla, te daré tu espacio.Anna negó con la cabeza.—No es necesario. Lucas siempre ha dormido a mi lado —dijo, antes de encerrarse en la habitación para llorar en soledad.Sin embargo, diez minutos después, Anna se vio obligada a sacar fuerzas de donde no las tenía.Limpió sus lágrimas con una toalla de papel que había encontrado en el baño, se miró en el espejo, tratando de recuperar la compostura.El reflejo de sus ojos enrojecidos y su rostro demacrado le devolvía la realidad brutal que estaba a punto de enfrentar.«Vamos, Anna, no puedes permitir que te vean así», murmuró para sí misma, respirando profundamente mientras ajustaba su vestido negro con manos temblorosas.Cuando salió, sentía una opresión en el pecho, pero no se detuvo. Continuó hasta la sala, notando la decoración elegante e innecesaria.Mikhail esperaba cerca de la mesa del comedor. A pesar de su incap
—¿Qué? ¿Qué han encontrado?—Al parecer, uno de nuestros proveedores de medicamentos no cumplió con las normativas de seguridad. Hay reportes de que algunos lotes han causado efectos secundarios graves en varios pacientes. Las autoridades están exigiendo que retiremos todos los productos de ese proveedor. No solo eso, quieren revisar toda nuestra cadena de suministro.El sonido sordo de un golpe resonó cuando Mikhail golpeó la mesa con el puño.—¡No puede ser! Ese proveedor pasó todas las auditorías internas. ¿Cómo es posible que algo así se nos haya escapado? —Mikhail lo miró con furia contenida—. ¿Verificaste que ese medicamento tiene nuestro sello? ¿No será que alguien intenta sabotearnos?—Aún no sé si hay alguien malicioso detrás de esto. He revisado cada detalle, y todo parece indicar que es verdad. Si encuentran más irregularidades, podríamos enfrentarnos a una suspensión completa de nuestras licencias de distribución... y ya sabes lo que eso significa.Mikhail cerró los ojos.
La señora Petrova descendió de un lujoso auto negro, y el resonar de sus tacones en el pavimento anunciaba su presencia mientras se dirigía a la puerta del exclusivo departamento de Mikhail. Sin embargo, al entrar, se dio cuenta de inmediato que no había nadie allí.La rabia la invadió. Sin pensarlo dos veces, agarró una escultura de mármol de una mesa y la estrelló contra la pantalla de la chimenea artificial, destrozándola en mil pedazos.—¡Investiga dónde está mi hijo! —gritó a su asistente personal, quien retrocedió, temblando.—Sí, señora —respondió con la cabeza gacha, evitando la mirada asesina de su jefa.—Y contacta a los sicarios que trabajaron para mí antes. Quiero que eliminen a dos ratas. Le quitaré el juguete a Mikhail, y volverá a ser obediente, como siempre lo ha sido —dijo con un tono oscuro, mientras recordaba, cuando Mikhail era un niño y se encaprichaba con un juguete, bastaba con romperlo frente a él, para que sumiso, volviera a obedecer sin cuestionar. «Esta ve
Mikhail levantó la mirada hacia su secretaria, que ahora se acercaba lentamente al escritorio. A la cual el rostro pálido y ojos vidriosos la delataban.—Señor, por favor… le ruego que me deje conservar mi trabajo.Mikhail la observó con frialdad, mientras sus dedos tamborileaban en la mesa de madera.—A ver, dime algo —dijo en tono bajo, pero con una intensidad suficiente para hacerla temblar aún más—, ¿cuántas cosas más, similares o perjudiciales para mí, has hecho a mis espaldas?La mujer se quedó en silencio, mordiéndose el labio inferior. No sabía qué tanto problema le causaría contarle todo a su jefe, pero quería conservar su trabajo. Era cómodo, bien pagado, y con su poca preparación, tener un empleo así era un sueño hecho realidad.Finalmente, tomó aire y decidió arriesgarse.—Pues… su cuñado me pidió conseguirle una copia de su examen médico y alteré…No pudo terminar antes de que Mikhail emitiera un sonido ronco, casi animal, que la hizo encogerse.—¿A cambio de qué hiciste
María se tensó de inmediato. «Esa desgraciada, ya fue con el cuento», bramó en su mente. Trató de mantener la calma, pero la amenaza en las palabras de Mikhail no se la ponía fácil.—Lo dije porque tu madre me comentó que lo hacías para aliviar tu dolor —soltó, intentando mantener la compostura. No sabía si Mikhail había descubierto todo. Mikhail se enfureció aún más; no podía creer que su madre lo estuviera perjudicando de esa manera. —No sabía si se refería a los analgésicos fuertes que usas. No lo dije con maldad, solo quería que Anna comprendiera cuánto has sufrido, y cómo, a pesar de todo, te esfuerzas por curar al niño. Solo buscaba concientizarla, amor.Los puños de Mikhail se cerraron con fuerza.—¿Y qué te motivó a pedirle a mi secretaria que le impidiera la entrada a Iván?María tragó saliva, sintiendo cómo el control se le escapaba de las manos.—Lo hice por ti, Mikhi. Vi cuánto te afectaba la presencia de ese hombre. Lo hice para protegerte, aunque sé que sigues queriendo