4. PROPOSICIÓN

 Me quedo mirando a Gabriel, esperando su respuesta a mi pregunta. Veo cómo su cabeza se mueve negativamente, reflejando la confusión que siente. En sus ojos, puedo ver esa misma confusión que me inquieta.

—¡No, éramos mejores amigos! —exclamo con frustración—. Eso es lo que hace que no entienda esta cláusula. ¿Cómo es posible que alguien que supuestamente me conoce tan bien como lo era mi papá, me pueda hacer algo así? Te juro que me rompo la cabeza pensando el motivo por el que tomó esa decisión absurda y no la encuentro.

 Lo miro con comprensión, sabiendo que esta situación debe ser difícil de aceptar para él. A mi me pasaría lo mismo si papá hiciera una cosa como esa. Mi padre es mi amigo, mi confidente, y sin importar lo que quiere hacerme hacer ahora, nunca pondría una cláusula como esa en su testamento obligándome a hacer algo. Por eso lo entiendo tan bien.

—¿No será un complot? —sugiero, pensando en la posibilidad de que haya algo más detrás de todo esto.

Gabriel asiente, y puedo ver un atisbo de esperanza en sus ojos al saber que su abogado también tiene dudas al respecto. Es lo único que tendría una explicación a ese papel que le ordena casarse.

—Mi abogado también lo piensa —me confiesa, dejando entrever una pequeña luz en medio de la oscuridad. —Yo también lo creo, pero hasta demostrarlo puedo perderlo todo.

 Me preocupo por él y quiero encontrar una solución para ayudarlo. Pero no tengo la menor idea de que hacer, no puedo ni resolver mi propio problema.

—¿Qué vas a hacer entonces? —le pregunto, mostrando mi interés genuino en su bienestar.

 Gabriel suspira profundamente, llevando consigo toda la carga de la incertidumbre. En lo que mueve la cabeza y suspira.

—De verdad, no tengo ni la menor idea —confiesa con sinceridad—. Me siento completamente perdido en todo esto. No sé cuál es el siguiente paso a tomar, ni cómo enfrentar esta situación tan injusta.

 Asiento comprensivamente, sintiendo empatía. Aunque no es exactamente la misma situación, puedo entender cómo se siente al estar perdido y sin saber qué hacer, yo me siento igual que él. Sin pensarlo mucho, decido confesarle mi propia situación.

—Yo tampoco tengo ni la menor idea de qué hacer —digo, recostándome en el respaldo del banco y suspirando también—. Mi padre me pidió que le trajera un novio en una semana. ¡Una semana! ¿Lo puedes creer? Si no lo hago me obligará a ir a una cita con un chico que odio.

 Nos quedamos en silencio, contemplando el mar a lo lejos. Ambos sumidos en nuestros propios pensamientos y preocupaciones. Sin embargo, de repente, escucho sus palabras que me dejan completamente sorprendida.

—¡Cásate conmigo, Evelin! —exclama Gabriel.

 Quedo atónita ante su propuesta repentina y audaz. Lo miro incrédula sin poder creer que él haya dicho tal barbaridad.

—¡¿Qué?! ¿Te volviste loco? —respondo, sintiendo una mezcla de incredulidad y confusión—. No te conozco, ni tú a mí. ¿Cómo puedes hacer una propuesta así sin apenas conocernos?

 La idea de casarme con alguien que acabo de conocer me parece completamente descabellada. No puedo evitar sentirme abrumada por la situación y la rapidez con la que todo ha sucedido.

—Por favor, Evelin, seré tu novio para tu padre, y tú serás mi esposa para salvar la empresa de mi padre. Te prometo que te respetaré siempre y te daré todo lo que desees —exclama Gabriel desesperadamente. —¡Por favor, cásate conmigo Evelin y sálvame!

 Me levanto y me coloco frente a él, mirándolo fijamente a los ojos. Es evidente que habla en serio y que está haciendo una petición urgente para casarme con él. De repente, toma mis manos.

——¡Por favor Evelin, por algo vine a parar aquí a tu lado! ¡Dios, me debe haber traído a ti, tú tienes necesidad de un novio y yo de una esposa! ¡Por favor, ayúdame! Siento que fue Dios quien nos puso juntos. Tú necesitas un novio y yo necesito una esposa. ¡Por favor, ayúdame! —me suplica Gabriel.

 Me siento abrumada por sus palabras y la intensidad de la situación. Sin embargo, tengo dudas sobre la moralidad de esta propuesta y si mi padre permitiría que me case con un completo desconocido en tan poco tiempo.

—Gabriel, realmente me gustaría poder ayudarte, pero no estoy segura de que sea lo correcto. Además, no creo que mi padre permita que me case con alguien que apenas conozco en una semana —le respondo con sinceridad. Gabriel no se rinde y continúa insistiendo.

—No se lo diremos a tu padre, lo haremos en secreto. Seré solo tu novio ante los demás y tú serás mi esposa frente a los accionistas de mi empresa. Por favor, Evelin, ayúdame. ¡Por favor! ¡Sálvame o estaré perdido!

 No sé que hacer ante la intensidad de sus palabras. Aunque me gustaría poder ayudarlo, tengo dudas sobre  la implicaciones de esta propuesta. Gabriel se da cuenta de mi indecisión y continúa insistiendo encarecidamente. 

 Rápidamente, me explica todas las consecuencias que enfrentará si no se casa con una mujer en menos de una semana. Me cuenta que todo pasaría a manos de los enemigos de su padre y que él se quedaría sin nada, incluso en la calle. Mi corazón late acelerado mientras lo escucho hablar, mi mente apenas puede procesar toda la información que me está dando. 

  Me encuentro atrapada en un torbellino de miedos e indecisiones mientras escucho los ruegos desesperados de Gabriel. Por un lado, tengo un temor abrumador a enfrentar las consecuencias de negarme a ayudarlo. Gabriel ha dejado claro que su vida está en peligro si no encuentra una esposa en menos de una semana. 

 Por otro lado, la idea de ser enviada a una cita con el odioso hijo de los Belmont es aterradora para mí. Sé que esa experiencia sería completamente desagradable y podría tener repercusiones negativas en mi vida. Pero, al mismo tiempo, me enfrento a una serie de dilemas morales que me llenan de inseguridad y culpabilidad. 

 Soy una persona amable y generosa, que siempre busca hacer el bien en el mundo. Engañar a todos, incluyendo a mi propio padre, va en contra de mis principios y valores fundamentales. La idea de vivir una mentira y mantener un matrimonio en secreto me llena de incertidumbre.

 Además, apenas conozco a Gabriel. Aunque parece ser una buena persona y está desesperado por encontrar una solución, me pregunto si realmente puedo confiar en él. ¿Qué pasaría después del matrimonio? ¿Cómo sería nuestra vida juntos? 

 Me debato internamente entre mi deseo de ayudar a Gabriel y protegerme a mí misma, así como mantener mi integridad moral. Necesito tiempo para reflexionar sobre todas estas preocupaciones y tomar una decisión que sea lo mejor para mí y para todos los involucrados. Pero Gabriel hace que la situación sea aún más difícil, hace algo que jamás imaginé que alguien haría delante de mí.

 Se arrodilla frente a mí, con los ojos llenos de lágrimas y la expresión más desesperada que he visto en mi vida, parece un cachorro desamparado. En ese momento, sin pensar en las consecuencias, me dejo llevar por la pasión que siento por ayudar a los necesitados.

—Está bien, Gabriel —le digo, con la voz llena de determinación—. Lo haré, seré tu esposa. Me casaré contigo.

 En un instante, Gabriel se pone de pie de un salto y me abraza, levantándome en el aire mientras gira emocionado y grita de felicidad. Una mezcla de emociones me invade. Por un lado, siento un alivio por haber tomado una decisión y haber encontrado una solución para ambos. Por otro lado, una parte de mí se llena de dudas y temores sobre lo que nos espera en esta nueva realidad que hemos creado.

 La felicidad de Gabriel es tan abrumadora que me hace olvidar un detalle importante. Río feliz, sujetando sus hombros, imaginando que así debe ser la alegría que sienten las verdaderas parejas. En ese momento, me dejo llevar por el entusiasmo y la emoción del momento, sin pensar en las consecuencias a largo plazo.

 Pero mientras disfruto de ese instante de felicidad, una pequeña vocecita en mi interior me recuerda que esta decisión fue impulsiva y que hay mucho que considerar. Aunque Gabriel parece ser una buena persona, somos unos desconocidos y no sabemos cómo será nuestra vida juntos. 

 El olvido de ese  detalle importante, hará que esta decisión que he tomado se convierta en el inicio de una vertiginosa carrera de acontecimientos en mi vida llena de misterios y secretos con un desconocido. 

—¡Gracias, Evelin! ¡Gracias, Evelin, muchas gracias! ¡Nunca te vas a arrepentir de ayudarme! —exclama emocionado Gabriel. —No tienes idea de lo que vas a hacer por mí. Gracias Evelin, muchas gracias por aceptarme.

—No hay de qué, Gabriel, tú también me estás ayudando— le digo riendo y feliz al ver su rostro iluminado.

   Y en medio del bullicio y los aplausos de aquellos que se percataron de que había aceptado la propuesta de matrimonio de Gabriel, una voz familiar rompe el encanto. Mi corazón salta acelerado y luego se detiene, llena de terror.

—¡Evelin Rossi! ¿Qué crees que estás haciendo? —dice mi padre, con una gran expresión de sorpresa en su rostro.

 En ese momento, me doy cuenta de la magnitud de lo que acabo de hacer. He decidido casarme con Gabriel sin siquiera consultar a mi padre, sin tener en cuenta su opinión o sus deseos para mi futuro. Me invade una sensación abrumadora de culpa y angustia mientras trato de encontrar las palabras adecuadas para explicarle a mi padre lo que ha sucedido.

— ¡Papá! — Grito asustada, bajándome de los brazos de Gabriel.

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