En ese instante, mi mente se llena de miedos e inseguridades. En un segundo que parece eterno, me pregunto si he tomado la decisión correcta al aceptar la propuesta de Gabriel. ¿Realmente quiero ayudarlo en su problema hasta el punto de casarme con él? ¿O he sido arrastrada por la emoción del momento y el deseo de ayudar a los necesitados?
Además, me debato internamente sobre si debo mentirle a mi padre o ser completamente honesta con él. Sé que si le digo la verdad, probablemente se decepcionará y se preocupará por mí. Por otro lado, temo las consecuencias de revelar la verdad. ¿Qué pasará si mi padre se opone rotundamente a esta decisión? ¿Podré convencerlo de que lo hago porque solo quiero ayudar a Gabriel? ¿O se dará cuenta de que en verdad lo que quiero es escapar de las citas a ciegas, sobre todo con el hijo de los Belmont?
— ¡Papá! — Grito asustada, bajándome de los brazos de Gabriel.
—¡¿Me puedes explicar, quien es este chico, y por qué están dando este espectáculo en medio del parque?!—pregunta rojo de la ira.
Me he quedado sin habla. ¿Cómo pude olvidar, que este también es el parque favorito de mi padre, y que precisamente a esta hora, él corre por él? En medio de todas estas dudas, mi corazón sigue latiendo acelerado. No sé cómo manejar esta situación complicada y llena de incertidumbre. Solo sé que tengo que enfrentarla de la mejor manera posible y confiar en que, al final, todo saldrá bien.
Miro a Gabriel, quien parece perdido sin saber qué hacer, pero me toma de la mano con determinación y se enfrenta a mi padre.
—Señor, perdone el espectáculo, pero su hija acaba de decirme que voy a ser padre —dice Gabriel, con una mezcla de emoción y nerviosismo en su voz.
—¿Qué? —exclamamos mi padre y yo al unísono. Gabriel me mira con una sonrisa en su rostro, como si estuviera emocionado por la noticia y me aprieta la mano
Mi padre y yo quedamos atónitos, sin poder creer lo que acabamos de escuchar. Gabriel aprieta mi mano, tratando de transmitirme confianza y seguridad en medio de esta situación inesperada.
—¡¿Evelin, lo que dice ese chico es cierto?! —pregunta mi padre, con una mezcla de incredulidad y preocupación en su voz. Ahora mismo, quiero que me trague la tierra ¿Por qué me pasan estas cosas a mí?
Gabriel me aprieta la mano mientras me mira aterrado. Respiro profundo, y me enfrento a mi papá, pensando que, si ya me metí en este lío, tengo que seguir. Ojalá y me crea, porque nunca le he mentido.
—Si papá —afirmo sin mirarlo y sigo— y aquí mi novio me pidió, que me casara con él mañana mismo. Pero, yo le dije que en una semana.
—¡Claro que te vas a casar con él mañana mismo! —Afirma categóricamente para mi sorpresa, veo que se lo creyó, no me preguntó ni dudó nada, algo que me llama la atención y lo miro en lo que sigue gritando. — ¡Nada de en una semana, ahora mismo llamo a mi abogado! ¡Y usted joven, vamos a mi casa ahora mismo! ¡Usted y yo, tenemos mucho de qué hablar!
—¡Si señor, yo iré en mi auto con Evelin! —Contesta Gabriel temblando de miedo.
—¡Los espero en la casa! ¡Evelin, no te demores!
Y se marcha colorado de la furia, lo cual me asombra y me aterra más. ¿Qué me estará esperando en la casa? ¿En qué lío me he metido? Gabriel y yo, soltamos el aire que hemos tenido retenido al ver como da la espalda, por el susto.
—¡Oh dios, oh dios, oh dios! —digo repetidamente asustada todavía, hasta que me giro hacia Gabriel, que está agachado también asustado— ¡¿Cómo se te ocurrió decirle eso a mi papá?! — le grito.
—¡Perdóname Evelin, me aterré! ¡No sé por qué solté esa locura! ¡De veras no lo sé! ¡Todavía mi corazón late acelerado! ¡Es aterrador tu padre Evelin!
Ja, ja, ja... Me río al pensar en lo aterrador que puedo encontrar a mi padre. Aunque el miedo y la sorpresa se han calmado un poco, sé que mi papá puede ser intimidante, pero también sé que es muy bueno y nunca haría algo que yo no quisiera. Él me sigue riendo y eso me hace feliz. Dejo de reír y me siento en el banco.
—Siéntate, Gabriel. Necesitamos inventar una historia creíble para contarle a mi padre. Él es muy inteligente —le digo, tratando de pensar en una estrategia.
—Está bien, Evelin. Todavía no puedo creer que le haya dicho eso —responde Gabriel, con incredulidad en su voz.
—Sí, por poco me da un infarto —coincido, recordando la sorpresa que sentí al escuchar su mentira sobre mi embarazo. ¿Cómo se le ocurrió esa idea? Aunque debo admitir que pudo haber sido el factor decisivo para evitar que mi padre me bombardeara con preguntas y aceptara la situación. —Pero bueno, ¿desde cuándo vives aquí en la capital?
—En realidad, no vivo aquí —responde Gabriel, y siento un nudo en el estómago al pensar en cómo convencer a mi padre de que somos pareja y de que estoy embarazada de él.
—¿No vives aquí? ¿Cómo esperas que mi padre crea nuestra historia si no vivimos en la misma ciudad? —pregunto, preocupada por la viabilidad de nuestra mentira.
Gabriel se toma un momento para pensar en una respuesta y finalmente responde:
—Nos conocimos a través de internet. Mantuvimos una relación a distancia y decidimos que sería mejor para el bebé y para nosotros establecernos juntos aquí en la capital.
La idea de una relación a distancia parece plausible, pero aún tengo mis dudas sobre cómo mi padre reaccionará ante esta explicación. No estoy segura que no se lo tragará, lo conozco muy bien.
—No, por internet no, eso no funcionará con mi padre —respondo, consciente de que necesitamos una historia más sólida.
—¿No has viajado en el último mes? —pregunta, tratando de encontrar una conexión que pueda respaldar nuestra historia.
—Fui a Italia hace un mes con mi padre, estuvimos una semana allí —respondo y a Gabriel se le ilumina el rostro.
—¡¿En Italia?! ¡Yo vivo en Italia! —exclama emocionado.
—¿En qué parte? Por favor, dime que vives en Roma —pregunto.
—Sí, efectivamente, vivo en Roma —responde Gabriel. —¿Fuiste a Roma?
—¡Gracias a Dios! Sí, fui con mi padre por trabajo. Espera un momento, tengo las fotos en mi teléfono. ¿Ves esta plaza? Es hermosa.
—Sí, es la Fontana de Trevi. Vivo muy cerca de allí. ¿Tiraste las tres monedas? —pregunta Gabriel, mostrando interés en la conversación.
—¡Sí, por supuesto que tiré las tres monedas! —respondo emocionada, sintiendo una conexión especial con Gabriel al descubrir que vive cerca de la Fontana di Trevi. —Es una tradición que no podía perderme. Dicen que si lanzas una moneda, volverás a Roma; si lanzas dos, encontrarás el amor; y si lanzas tres, te casarás. ¡Así que decidí lanzar todas las monedas para asegurarme de que todo salga bien!
Gabriel sonríe y se queda mirándome fijo lo cual me hace sentir de un modo diferente y bajo mi mirada. Lo vuelvo a mirar, ambos compartiendo el entusiasmo por este lugar tan icónico de Roma.
—Eso es genial, Evelin. Parece que nuestra historia está tomando forma. Podemos decirle a tu padre que nos conocimos en Roma.
— Bueno, podemos decir que nos conocimos allí —estoy de acuerdo con Gabriel.
—Es buena idea, y que te invité a mi casa, una cosa llevó a la otra, y nos hicimos novios —sigue desarrollando nuestro noviazgo en lo que yo ya me imagino lo hermoso que hubiera sido de ser verdad.
Asiento, sintiendo un poco más de confianza en nuestra historia inventada. El se ve tan diferente ahora, lleno de vida que empiezo a sentir que hago bien.
—Sí, eso suena creíble. Solo espero que mi padre lo acepte y no se ponga demasiado enojado. Pero al menos tenemos la Fontana di Trevi como un recuerdo especial de nuestro "encuentro" en Roma. Yo todas las tardes, lo dejaba solo y me iba a pasear.
—Eso es perfecto.
—Sí, podemos hacerle creer a mi padre que salíamos juntos todas las tardes mientras él se quedaba en casa. Así, cuando pregunte, podré decirle que estabas conmigo todo el tiempo. Cuéntame un poco más sobre ti, seguro que mi padre hará preguntas sobre tu vida. Como hija única, sé lo curioso que puede ser.
—Sí, también soy hijo único —responde Gabriel.
—Vivo sola con mi padre —agrego. —¿Cuál es tu apellido? —pregunto, tratando de recopilar más información para nuestra historia.
—Déjame decirte. Mi nombre completo es Gabriel D'Alessi. Soy hijo único de Franco D'Alessi. Lamentablemente, mi madre falleció en un accidente automovilístico cuando tenía catorce años, y mi padre murió hace dos meses debido a un ataque al corazón —explica Gabriel, con una mezcla de tristeza y sinceridad en su voz.
Escucho atentamente, asimilando la información y pensando en cómo encajará todo esto en nuestra historia. Aunque es triste lo que ha pasado en la vida de Gabriel, sé que necesitamos ser convincentes y coherentes al contarle a mi padre
—Sí, vamos. Mi auto está por allá —digo, señalando hacia un Audi negro estacionado cerca.
Después de ponernos de acuerdo en la historia que le diremos a papá. Caminamos juntos hasta el auto y subimos. Le indico la dirección de mi casa y mientras conducimos, Gabriel parece sorprendido al verla.—¿Son millonarios, Evelin? —pregunta, con curiosidad en su voz.—No, en realidad era la casa de mis abuelos —respondo, aclarando la situación. —Ellos eran los millonarios y desheredaron a papá, nosotros vivimos con el dinero de su trabajo.—Ah, entiendo. Bueno, respira hondo y enfrentemos al lobo —dice Gabriel, tratando de tranquilizarme.—Ja, ja, ja…, no le llames así a mi padre, es muy bueno —respondo, riendo un poco. Aunque en el fondo sé que mi padre puede ser intimidante, no quiero que Gabriel le tenga miedo.—¿Seguro? No me dio esa impresión —comenta Gabriel, con cierta duda en su voz. —Estaba realmente rojo de la furia cuando me vio cargándote.—Ja, ja, ja, confía en mí. No tienes nada que temer. Ven, vamos a bajar —digo, en lo que él estaciona el auto frente a mi casa. Sali
Después de que mi padre arreglara con nuestro abogado la boda, este inmediatamente concertó una cita para el día siguiente en el juzgado. Aunque ya estaba involucrada en todo este lío, mi interior no dejaba de estremecerse de miedo y susto por todo lo que estaba sucediendo. En primer lugar, me preocupaba casarme con un completo desconocido. La idea de unir mi vida a la de alguien que apenas conozco me llena de incertidumbre y temor. Además, el hecho de estar engañando a mi padre es lo que más me atormenta. Ese sentimiento de culpa me ha llevado incluso a sentir náuseas. Gabriel se fue anoche después de cenar y me hizo prometer que no me arrepentiría. Creo que ha pasado toda la noche fuera de casa, lo cual solo aumenta mi ansiedad y preocupación.De repente, mi padre me llama desde abajo, exigiéndome que me ponga el vestido que compró y que baje. Intento argumentar que no me gusta y que es muy ajustado, pero él insiste en que al menos esté presentable. El tiempo apremia, ya que de
Me despierto, por un enorme peso en mi barriga, miro y veo a Gabriel acostado a mi lado dormido, con su mano abrazándome. Huele a alcohol, está sin ropa. Me miro, y es cuando me doy cuenta, ¡que también estoy sin ropa! Un dolor en mi vientre, hace que me retuerza, me levanto, una mancha de sangre en la sábana, me deja sin habla. Le doy un fuerte golpe a Gabriel en su rostro, que hace que se siente en la cama asustado. Le grito llorando.— ¡¿Qué me hiciste Gabriel?! ¡¿Me violaste?! ¡¿Cómo pudiste hacerme eso?! ¡Te estoy ayudando! ¡Eres despreciable! —Grito aterrada por lo que ha sucedido, él me mira con la misma expresión que tengo y se defiende.—No, no Eve, no lo hice. ¡Fuiste tú, Evelin! —insiste él mientras se incorpora y trata de cubrirse, sin dejar de hablar, visiblemente asustado. —¡Yo no te toqué, Evelin, lo juro por Dios! ¡No lo hice! ¡No lo hice! Me mira directamente a los ojos, y puedo ver la sinceridad en su mirada. Pero mi confusión y miedo son mayores, ya que no tengo i
Me despierto en la cama, envuelta en una sobrecama. Mi cabeza gira sin control, como si estuviera en una montaña rusa interminable. La luz que se filtra por la ventana se convierte en un haz punzante que me hace entrecerrar los ojos, sintiendo un dolor agudo en mis sienes. Mi cuerpo se siente pesado y agotado, como si hubiera corrido una maratón sin descanso. Mi corazón late desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho. Sudo profusamente, sintiendo cómo el líquido se desliza por mi frente y mi espalda.Intento levantarme de la cama, pero mis piernas tiemblan y me fallan. Cada movimiento es un esfuerzo sobrehumano, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible que me arrastra hacia abajo. Me siento débil y vulnerable, incapaz de controlar mi propio cuerpo.—¡Gabriel, Gabriel! —lo llamo, llena de miedo. Lo veo correr hacia mí con preocupación en su rostro.—¿Ya despertaste? ¿Cómo te sientes? —me pregunta, ansioso por saber cómo estoy.—Terrible, Gabriel. Mi corazón late desb
La situación me supera por completo. Al principio, ayudar a un desconocido casándome con Gabriel para que no perdiera su herencia y, de paso, evitar tener que ir a citas a ciegas, parecía una solución sencilla. Pero ahora, ese mismo desconocido se encuentra en la posición de tener que ayudarme a bañarme. Es una situación completamente inesperada y me siento abrumada por la vulnerabilidad y la dependencia que estoy experimentando. Intento recordar que estamos en esta situación juntos, que ambos estamos pasando por momentos difíciles y necesitamos apoyo mutuo. Aunque me sienta incómoda y desee que esto termine pronto, trato de recordar que Gabriel también está haciendo todo lo posible para ayudarme en mi estado debilitado. Respiro profundamente y trato de encontrar la fuerza para enfrentar esta situación de la mejor manera posible. A pesar de todas las complicaciones y los sentimientos encontrados, sé que tenemos que apoyarnos mutuamente para superar esta difícil situación. Pero esto
Sus palabras me sorprenden y me dejan desconcertada en medio de mi malestar. No puedo evitar preguntarme por qué Gabriel insiste en resaltar mi apariencia física en un momento tan complicado, más sabiendo que todo lo que me dice es mentira. Yo sé que no soy bella, sino todo lo contrario. Aunque sus palabras puedan ser un intento de consuelo o halago, en mi estado actual, me resulta difícil aceptarlos y comprender su intención.—¡Gaby, me estoy casi muriendo y me estás mirando mis tetas! —le grito realmente molesta.—¡No lo hago, pero estás desnuda, Evelyn! Soy hombre —se defiende Gabriel ante mi ataque.—Gabriel…, por favor, termina —le pido, suspirando mientras cierro los ojos, sintiéndome increíblemente débil—. Creo que me voy a desmayar.—Ya casi termino, déjame ayudarte a levantarte. Apóyate en mí, Eve. Eso es. Ya te sequé bien, ahora pondré tus bragas. ¿Cómo se pone esto, Eve? —pregunta señalando las toallas sanitarias.—Quítale ese papel y pégalo allí abajo.—¿Así, Eve?—Sí, así
No sé qué hora es. Me siento muy adolorida. Una respiración a mi lado, me despierta. Miro, es Gabriel. ¿Qué hace durmiendo en mi cama? Debe ser obra de papá. Sí claro, tenía que dormir conmigo, estamos casados. ¿Por qué está así? ¿Será un pervertido? ¿Me habré equivocado con él?—Buenos días Eve —me saluda sonriente siguiendo mi mirada, pregunta. — ¿Te gusta lo que ves?Me ruborizo y le lanzo una almohada. Y es que no puedo apartarla de su enorme carpa que forma la sábana en donde está ubicado su aparato. Es la primera vez que veo algo como eso y aunque intento no hacerlo, lo hago. Ante su sonrisa y pregunta me pongo toda colorada de la vergüenza y le digo.—¡No estoy mirando nada! — e inmediatamente paso a la ofensiva. —¿Qué haces en mi cama?—Ayer, cuando desperté leí tu nota. Estaba muy preocupado, porque no me llamaste para decirme cómo seguías.—¿Cómo voy a llamarte, si no tengo tu número de teléfono?—Eso es verdad. Pero entonces, ¿cómo tu papá me llamó al apartamento, para dec
Casi estoy a punto de creerle, pero debido a sus burlas anteriores, decido no demostrarle que estoy cediendo.—¡No Eve, no fui yo! ¡Fuiste tú solita! ¡No me culpes, por disfrutar de lo que me hacías! ¡Lo siento Evelin, creo que, si hubiese estado sobrio, te hubiese detenido, pero estaba drogado igual que tú! ¡No fui yo! ¡Estaba profundamente dormido, cuando saltaste arriba de mí!—¿Si crees que te voy a creer eso, estás muy equivocado? —le digo de igual manera. —¡Fuiste tú, quien te aprovechaste de mi! ¡Me robaste mi virginidad! ¡Pervertido! ¡Gírate, para salir de la cama, bañarme e ir a hacer eso de tus papeles!—¿Por qué, Eve, si ya te he visto? —repite, retomando su tono burlón. Aunque sospecho que podría querer verme nuevamente por el brillo en sus ojos.—¡Gabriel, no hagas que me arrepienta más de lo que ya estoy de haberte ayudado con tu problema casándome contigo! —Su expresión se vuelve instantáneamente seria y siento que quizás me he excedido con ese comentario. Para aligerar