Me despierto en la cama, envuelta en una sobrecama. Mi cabeza gira sin control, como si estuviera en una montaña rusa interminable. La luz que se filtra por la ventana se convierte en un haz punzante que me hace entrecerrar los ojos, sintiendo un dolor agudo en mis sienes. Mi cuerpo se siente pesado y agotado, como si hubiera corrido una maratón sin descanso. Mi corazón late desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho. Sudo profusamente, sintiendo cómo el líquido se desliza por mi frente y mi espalda.Intento levantarme de la cama, pero mis piernas tiemblan y me fallan. Cada movimiento es un esfuerzo sobrehumano, como si estuviera luchando contra una fuerza invisible que me arrastra hacia abajo. Me siento débil y vulnerable, incapaz de controlar mi propio cuerpo.—¡Gabriel, Gabriel! —lo llamo, llena de miedo. Lo veo correr hacia mí con preocupación en su rostro.—¿Ya despertaste? ¿Cómo te sientes? —me pregunta, ansioso por saber cómo estoy.—Terrible, Gabriel. Mi corazón late desb
La situación me supera por completo. Al principio, ayudar a un desconocido casándome con Gabriel para que no perdiera su herencia y, de paso, evitar tener que ir a citas a ciegas, parecía una solución sencilla. Pero ahora, ese mismo desconocido se encuentra en la posición de tener que ayudarme a bañarme. Es una situación completamente inesperada y me siento abrumada por la vulnerabilidad y la dependencia que estoy experimentando. Intento recordar que estamos en esta situación juntos, que ambos estamos pasando por momentos difíciles y necesitamos apoyo mutuo. Aunque me sienta incómoda y desee que esto termine pronto, trato de recordar que Gabriel también está haciendo todo lo posible para ayudarme en mi estado debilitado. Respiro profundamente y trato de encontrar la fuerza para enfrentar esta situación de la mejor manera posible. A pesar de todas las complicaciones y los sentimientos encontrados, sé que tenemos que apoyarnos mutuamente para superar esta difícil situación. Pero esto
Sus palabras me sorprenden y me dejan desconcertada en medio de mi malestar. No puedo evitar preguntarme por qué Gabriel insiste en resaltar mi apariencia física en un momento tan complicado, más sabiendo que todo lo que me dice es mentira. Yo sé que no soy bella, sino todo lo contrario. Aunque sus palabras puedan ser un intento de consuelo o halago, en mi estado actual, me resulta difícil aceptarlos y comprender su intención.—¡Gaby, me estoy casi muriendo y me estás mirando mis tetas! —le grito realmente molesta.—¡No lo hago, pero estás desnuda, Evelyn! Soy hombre —se defiende Gabriel ante mi ataque.—Gabriel…, por favor, termina —le pido, suspirando mientras cierro los ojos, sintiéndome increíblemente débil—. Creo que me voy a desmayar.—Ya casi termino, déjame ayudarte a levantarte. Apóyate en mí, Eve. Eso es. Ya te sequé bien, ahora pondré tus bragas. ¿Cómo se pone esto, Eve? —pregunta señalando las toallas sanitarias.—Quítale ese papel y pégalo allí abajo.—¿Así, Eve?—Sí, así
No sé qué hora es. Me siento muy adolorida. Una respiración a mi lado, me despierta. Miro, es Gabriel. ¿Qué hace durmiendo en mi cama? Debe ser obra de papá. Sí claro, tenía que dormir conmigo, estamos casados. ¿Por qué está así? ¿Será un pervertido? ¿Me habré equivocado con él?—Buenos días Eve —me saluda sonriente siguiendo mi mirada, pregunta. — ¿Te gusta lo que ves?Me ruborizo y le lanzo una almohada. Y es que no puedo apartarla de su enorme carpa que forma la sábana en donde está ubicado su aparato. Es la primera vez que veo algo como eso y aunque intento no hacerlo, lo hago. Ante su sonrisa y pregunta me pongo toda colorada de la vergüenza y le digo.—¡No estoy mirando nada! — e inmediatamente paso a la ofensiva. —¿Qué haces en mi cama?—Ayer, cuando desperté leí tu nota. Estaba muy preocupado, porque no me llamaste para decirme cómo seguías.—¿Cómo voy a llamarte, si no tengo tu número de teléfono?—Eso es verdad. Pero entonces, ¿cómo tu papá me llamó al apartamento, para dec
Casi estoy a punto de creerle, pero debido a sus burlas anteriores, decido no demostrarle que estoy cediendo.—¡No Eve, no fui yo! ¡Fuiste tú solita! ¡No me culpes, por disfrutar de lo que me hacías! ¡Lo siento Evelin, creo que, si hubiese estado sobrio, te hubiese detenido, pero estaba drogado igual que tú! ¡No fui yo! ¡Estaba profundamente dormido, cuando saltaste arriba de mí!—¿Si crees que te voy a creer eso, estás muy equivocado? —le digo de igual manera. —¡Fuiste tú, quien te aprovechaste de mi! ¡Me robaste mi virginidad! ¡Pervertido! ¡Gírate, para salir de la cama, bañarme e ir a hacer eso de tus papeles!—¿Por qué, Eve, si ya te he visto? —repite, retomando su tono burlón. Aunque sospecho que podría querer verme nuevamente por el brillo en sus ojos.—¡Gabriel, no hagas que me arrepienta más de lo que ya estoy de haberte ayudado con tu problema casándome contigo! —Su expresión se vuelve instantáneamente seria y siento que quizás me he excedido con ese comentario. Para aligerar
Mi padre no dice nada, sigue revisando mi cuerpo, en lo que me indica varias cosas realmente preocupado.—Quédate quieta. Iré a buscar un collar para ponerte y llamar a la ambulancia. Tenemos que llevarte al hospital y hacerte una tomografía, Evelin —indica muy serio con el ceño fruncido, lo cual me dice que he sufrido un accidente grave. — Gabriel, límpiala bien para que no vaya a soltar líquidos. Vístela con un vestido. Ya vengo. Pero no la muevas, déjala así.Y se marcha dejándonos solos. No podemos contener la risa. Aunque me duele todo, no puedo evitar reírme. Gabriel se pone su ropa. Vaya, sí que es guapo. Luego, se mete en mi armario.—¿Qué estás haciendo, Gabriel? —pregunto entre risas.—Necesito encontrar un vestido para ti, Evelin. No puedo dejarte ahí tirada sin nada que ponerte —responde mientras busca entre mis prendas.——¿Pero qué ropa más rara tienes Eve?—No te importa Gabriel. Escoge cualquier vestido y pónmelo. O mejor, tráelo, puedo vestirme yo misma. No necesitas
Después de salir del hospital ayer, Gabriel se fue a solucionar algo y aún no ha regresado. Solo me llamó para informarme que estaba ocupado resolviendo unas cosas y que no iba a venir. Mi padre ha estado cuidándome todo este tiempo. Duermo mucho por los calmantes, para el dolor. Cualquier movimiento que hago, me provoca un fuerte dolor. Escucho mi teléfono sonar, alargo mi mano y lo tomo.—Evelin —dijo Gabriel, su voz sonando preocupada y ansiosa—. Soy yo, Gabriel.—Dime Gaby —respondí, tratando de ocultar el dolor que me embargaba.—Eve, sé que estás sufriendo mucho —susurró Gabriel, con un tono de comprensión—. Pero, ¿crees que podrías venir conmigo hoy?—¿Hoy, Gaby? —hice una pausa, sintiendo cómo cada movimiento me causaba dolor—. No puedo ni siquiera caminar.—No te preocupes, Eve. Te enviaré paramédicos para que te ayuden —dijo Gabriel, intentando transmitirme tranquilidad—. Pero necesito ir urgentemente a Italia y no puedo dejarte aquí. Te necesito allá conmigo. Suspiré, sabi
Mis pensamientos se llenaron de dudas y remordimientos mientras continuaba preparándome para este nuevo capítulo de mi vida. Aunque mi padre intentaba ocultarlo, sabía que su corazón estaba lleno de preocupación y tristeza. Me prometí a mí misma que haría todo lo posible para demostrarle que podía cuidarme y que esta decisión no sería en vano.Pero prometo nunca separarme de mi padre, cuidarlo y amarlo el resto de su vida y hacer todo lo que él quiera a partir de ahora. Él se lo merece, es el mejor padre del mundo. Sin embargo, me preocupa cómo reaccionará cuando se entere de que todo esto de mi matrimonio es una farsa. Estoy segura de que estará muy decepcionado de mí.Me siento como la peor hija del mundo por hacerle esto al buenazo de mi padre, por un desconocido. Parece que he asegurado mi lugar en el infierno. No sé si alguien podrá salvarme de eso. Evelin, eres la peor hija del mundo.Ya llegamos a Roma y nos dirigimos a nuestra casa, una mansión que pertenecía a mis abuelos. Ta