Rossi le asegura a Elvira que no está molesto y le pregunta por qué lo dice de manera nerviosa. Le parece increíble que ella esté en su casa y le hable con tanto amor. Ella continúa avanzando agarrada de su brazo familiarmente, como cuando eran novios en su juventud, mientras habla.—Bueno..., cuando desperté en el hospital, no estabas tú, solo estaba ese extraño chico que se parece a ti —comienza a hablar con el ceño fruncido—. Llegué a pensar que eras tú, pero no lo es. Y me llama mamá todo el tiempo, incluso tiene fotos de los dos —se detiene, haciendo que también se detenga el doctor Rossi—. ¿Por qué no hablas, Rossi? ¿Estás seguro de que no estás molesto? ¿Por qué no me llevaste tú al hospital? ¿Sabes qué fue lo que me pasó? Rossi todavía sin saber qué ha sucedido, mira a su hijo, quien le indica que siga la corriente y luego le explicará. La abraza con amor mientras le asegura que no está molesto y que no sabe lo que le pasó. Lo cual es cierto, pero agrega que no estaba en casa
El doctor Rossi se lo alcanza intrigado y lo coloca en la cómoda, quedando expectante. Temía que encontrara algo que le revelara la verdad. Ella se sienta y lo abre. —Vaya, solo tiene maquillaje —dice decepcionada y luego lo mira con amor—. ¿Me haces esto todos los días, cariño? Gracias, amor, lo dejaré aquí abajo. No sé si es mi maquillaje, porque lo tengo allá arriba —habla mientras se acerca y le da un beso suave en los labios—. ¿Por qué me miras así, cariño? —pregunta. El doctor Rossi se queda mirándola embelesado después de que ella lo besara con tanto amor, y le parece estar soñando. La ve moverse por la habitación, quitarse la ropa, buscar en el armario otra y vestirse delante de él, sin que pueda moverse. Su corazón late aceleradamente. Está rebosante de felicidad y miedo al mismo tiempo al ver a su Elvira así. Mueve la cabeza y responde.—No es nada, querida —y poniéndose alegre—, termina de arreglarte que tenemos que ir al médico para hacerte otras pruebas.—Sí, nuestra h
El joven se ha quedado mirando fijo a Maria Isabel como si no comprendiera a cabalidad lo que ella le había pedido toda ruborizada. Ella baja la cabeza y se abraza de él de nuevo que le devuelve el abrazo todavía sin poder creer que haya entendido bien, y cuando cree que escuchó mal. María Isabel le vuelve a preguntar. — Por favor, ¿puedes dormir conmigo esta noche? Todavía estoy muy asustada de lo que me sucedió —agrega escondida en su pecho.—¿Quieres que duerma contigo? —pregunta todavía dudoso —. ¿Estás segura?—Sí, estoy todavía tan asustada, que no puedo dormir. No quiero despertar a mi nana ni a Piero —y separándose para mirarlo a los ojos pregunta—. ¿No quieres?— Nada me haría más feliz que dormir contigo —responde muy serio y va a seguir argumentando, pero Maria Isabel no le da tiempo y dice rápidamente.— Entonces vamos. Tira de él por la mano, que aún se ve que está indeciso, pero la sigue. Abre la puerta del primer cuarto y se introduce en él, mirando todas las bolsas
El hombre no sube, se mantiene lamiendo con verdadero ahínco el centro de María Isabel, que tira una y otra vez de él sin conseguir alejarlo de su centro. La está enloqueciendo, pero cuando lo invitó tenía en su mente que la penetrara como aquella primera vez que tanto recuerda y revive en sus noches de deseos.—Sube, por favor —suplica—¿Segura?… —pregunta al tiempo que le pasa su lengua de abajo hacía arriba por su centro y le succiona su botón haciéndola estremecerse completa —. Disfruta bella, no tenemos prisa, déjate llevar, luego… —¡Sube…! —casi grita tirando de él, para luego en una súplica rogarle—.Ven por favor… Te quiero dentro de mí, te he estado soñando todos estos años, y no quiero esperar más, por favor entra dentro de mí como la primera vez, lo deseo con toda mi alma, es lo que necesito ahora. Luego puedes hacerme lo que quieras, ¿sí? Y tira de él por su cabeza, que lo hace dejando un reguero de besos húmedos por el hermoso cuerpo de ella, que se arquea abriendo sus
Evelin ha recorrido toda la casa de su padre en busca de Gabriel, hasta que el doctor Rossi le dice donde se encuentra su esposo y la lleva para que vea. Ella no tenía conocimiento de que existiera un escondite como ese. Entra y se lo encuentra todo sudoroso trabajando. —¿Gaby, no piensas salir de este cuarto? —pregunta en lo que observa todo a su alrededor. Gabriel sonríe satisfecho con el trabajo que ha realizado. Y comienza a enseñarle todo lo que ha hecho. Ha instalado nuevas pantallas, también puso un nuevo circuito por toda la casa. Luego le pide su opinión de lo que debe colocar dentro del lugar. Evelin lo mira sin entender a que se refiere.— ¿Qué quieres decir amor?— Eve, estamos preparando esto, por si nos tenemos que esconder algún día aquí, por muchos días —le explica de nuevo ante los ojos asombrados de Evelin—. Así que amor ayúdame a pensar qué más puedes necesitar.—Bueno está bien, ya veo que pusiste una nevera, también tiene baño, y ese closet para guardar la comi
Rossi está feliz de poder contar sobre esa época de su vida. Le cuenta que su abuelo le había dejado mucho dinero, y tenía las tarjetas siempre. Su papá, ni siquiera revisaba las cuentas, solo ponía más dinero en ellas al igual que su abuelo.— ¿Pero y la abuela papá, parece que ella era la más recia de los dos? — pregunta Evelin.—Mamá a veces me peleaba, porque yo regalaba mucho dinero —cuenta sonriente y agrega—. Pero mi papá, la mandaba a callar y ya. El dinero era de papá y mío.— ¿Qué quieres decir? ¿La abuela, no era de una familia rica también? —pregunta ahora Salvatore. El doctor se sienta frente a ellos y dice de una manera pensativa que su padre la había traído una vez que se fue de viaje. Ahora que lo piensa, nunca supo de donde era su mamá, porque era huérfana. Eso fue lo que le dijo una vez que le preguntó sobre su familia. — Vaya papá, tu vida está llena de misterios —dice Salvatore e indaga—. ¿Entonces le diste dinero a ese tío, para que convirtiera sus terrenos en
Están todos expectantes alrededor del cofre, sin saber qué decir o hacer. Se ha abierto completamente, revelando un enorme fajo de cartas.—¡Son las cartas que mamá te escribía! —exclama Salvatore, reconociendo la letra de su madre.—¡Sí, hermano mío, las hemos encontrado! —dice Evelin sonriente, extendiendo su mano para tomarlas— ¡Ahora mamá se convencerá de que papá le decía la verdad!El doctor Rossi se ha quedado sin palabras. Si antes le dolía que sus padres no lo perdonaran, ver el enorme fajo de cartas de Elvira, escondidas por su madre, le ha destrozado el corazón por completo.Un gran sollozo escapa de lo más profundo de su ser, sin poderlo impedir. Está arrodillado junto al cofre, mirando las cartas en las manos de Evelin. Sus ojos derraman lágrimas rápidamente, sin poderlo evitar.—¡Papá! —exclaman al mismo tiempo Salvatore y Evelin, corriendo para abrazarlo.—¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? —pregunta una y otra vez el doctor Rossi, en medio de los brazos de sus dos hijos.—¡
El doctor Rossi, sintiendo que es un hombre muy feliz y a la vez observando lo que le robó su madre al ocultarle las cartas de Elvira, contesta. —Elvi, eres la mujer más hermosa de mi vida, siempre lo haz sido y lo serás —¡Papá, que yo soy tu princesa! —exclama Evelin en forma de broma para relajar el ambiente, ya que no se le escapó cómo el semblante de su padre volvió a ensombrecerse.—Ja, ja, ja, ja... No te pongas celosa, Eve. Es verdad, eres mi princesa, pero Elvi es mi reina —ahora sí ríe emocionado el doctor al ser abrazado y llenado de besos por su hija de un lado y Elvira del otro.—¿Y yo dónde quedo entonces? —pregunta Salvatore, uniéndose a la broma también.—Tú, hijo mío, eres mi hermoso príncipe —responde Elvira, riendo feliz. La escena es más de lo que el doctor Rossi alguna vez imaginó que viviría. Tiene al amor de su vida a su lado y, al otro lado, a sus dos hijos y su futuro nieto. Forman la familia que siempre quiso tener y, al percatarse de tal hecho, se deja lle