—Que todo quede impecable, el mínimo error y me conocerás de verdad—. Berenice se marcha y Caroline suelta el aire retenido. Pensó que la iba a abofetear o sacarla de la casa; afortunadamente, de algo le sirve no dejarse pisotear tanto.—Esta familia cada vez está más loca—, dice Ángela, acercándose al ver que Caroline queda sola. —Pagan un dineral para que les hagan un tremendo banquete y lo dejan así—. Empieza a recoger.—Es cierto… pero así son los ricos—, dice Caroline.—Te felicito por no dejarte y lamento que el señor Lisandro haya perdido la memoria. Pero, para darte ánimos, de los años que llevo trabajando aquí, el señor Lisandro no le ha demostrado amor a Irene. Es que esas mujeres me chocan—. Continúa recogiendo.—Será mejor apresurarnos antes de que la bruja le dé por gritar—. Le ayuda, pero Caroline tiene mucha curiosidad; desea ir a la segunda planta. Ella entiende la situación, pero le causa ansiedad pensar que Lisandro e Irene estén teniendo sexo.Después de desocupar l
a perder la cordura. —Dime, señor Caristeas… —Señor—, pasa saliva. —Caristeas—. Obedece tratando de zafarse de su agarre, pero es para tocarlo; desea hacerlo. —¿Me recuerdas…?— No pudo evitar preguntar. —Jamás te he visto. ¿Por qué me haces esa pregunta? —Yo… Olvídalo, suéltame. No quiero problemas—. Le suplica, pero Lisandro continúa encima de Caroline, su mirada intensa y apasionada. Caroline siente su corazón latir con fuerza, su respiración agitada. —¿Por qué siento que eres mía?— repite Lisandro, su voz ronca y seductora. Caroline no responde, pero su cuerpo habla por ella; aquel lenguaje corporal que conoce Lisandro a la perfección. Sus labios se encuentran en un beso apasionado, intenso y prohibido. La tensión entre ellos explota en un estallido de pasión y deseo sin poderlo controlar. Lisandro profundiza el beso, su lengua explorando la boca de Caroline con urgencia. Ella responde con igual intensidad, su cuerpo ardiendo bajo el suyo. La cama cruje bajo su pes
El silencio de Lisandro es algo que causa inquietud a Irene. Su temor de que nada le funcione la desespera, siendo algo intensa. Lleva sus manos al pecho de su esposo y desliza una leve caricia que piensa poder provocarlo, pero Lisandro la toma de las manos y luego retrocede un paso.—Quiero irme a dormir.—Pero… soy tu esposa, te necesito, quiero que me des algo de cariño—, Irene suaviza su tono de voz para conmover a Lisandro, pero no lo logra.—Mañana será otro día, que tengas una feliz noche—, dice Lisandro, y luego se marcha.Irene empuña sus manos, siendo masoquista, pues quiere el amor y la atención de Lisandro a toda costa. Pero lamentablemente, a pesar de que Lisandro no recuerda a Caroline, su cuerpo le exige estar cerca de ella.—No me vas a quitar a mi esposo, haré hasta lo imposible, Caroline. Es verdad lo que dice mi suegra Berenice, solo eres un estorbo y los estorbos hay que eliminarlos.Por otro lado, la curiosidad le gana a Lisandro, quien llega a la habitación donde
—¿Qué haces aquí?— Lisandro le pregunta, sorprendido de verla. Ella se queda en silencio, su mirada se dirige a Irene, quien la mira con desdén.—Ella cuida del niño Connor, mi amor, eso es todo— interviene Irene para que Lisandro y Caroline no crucen palabras. —Ya te puedes ir, recuerda que tienes horario por cumplir—. Habla con autoridad, como si Caroline fuera su esclava.Caroline baja su mirada, fijándose en el suelo, y suelta un largo suspiro de cansancio. No está para discutir, y mucho menos para que su hijo la escuche luego. —Un permiso— susurra y se marcha sin mirarlos. Lisandro se tensa.—Necesito saber la verdad, Irene—. Le suelta la mano y la mira directamente a los ojos. La mujer inmediatamente se pone rígida porque la verdad no se la puede decir. —No sé de qué hablas…—Mi hija Aileen no se parece a ti y tiene rasgos similares a la sirvienta—. Irene pasa saliva y luego lo mira con la perfecta actuación de querer llorar.—¿Quieres saber la verdad?— alza su mentón y una lágr
Lisandro aprieta sus manos de cierta forma; no tiene por qué hablar de este tema delante de su hijo, pero siente celos y enojo con su hermano Parker porque no podría aceptar que la mujer que es la madre de sus hijos esté con su hermano, y eso lo lleva a sacar falsas conclusiones, como el hecho de que Caroline sea una mujer que no vale la pena.Al percibir el silencio de su hermano, Parker se acerca a su sobrino Connor, sintiéndose victorioso. —¿Cómo sigues, campeón? Te traje un regalo.—Gracias por venir, tío; te eché de menos —El niño es muy especial.—También te eché de menos; voy a abrir tu regalo— Parker empieza a quitarle la envoltura, y Lisandro observa en silencio, recordando que la relación con su hermano no ha sido agradable, pero no tolera que se haya tan especial. En fin, Lisandro se siente tenso; no quiere que su hermano le quite a sus hijos.—Tenemos que hablar, Parker.—¡Es un carro de carreras! ¡Genial, tío! ¡Eres el mejor! —exclama con emoción.—Connor, iré a hablar co
Caroline retrocede un paso, el grito furioso de Lisandro la aterroriza, y más al ver el sufrimiento de Berenice, en cómo acaricia su mejilla y solloza con sus manos temblorosas. —Hijo, qué bueno que llegas—, corre a los brazos de Lisandro como si Caroline fuera una criminal que le fuera a hacer más daño.—¡Esa mujer es una salvaje!—, bufó con voz nerviosa.—¿Quién te crees para lastimar a mi madre?—, pregunta Lisandro, mirándola con desdén.—Las cosas no son así, ella también me golpeó—, Caroline intenta defenderse, aunque en este momento se siente pequeña al lado de Lisandro y esa malévola mujer.—¿Pero qué es este escándalo?—, Irene se acerca a ellos caminando con elegancia.—Tenías razón, Irene, esa mujer es una salvaje, es un peligro para nosotros, la familia—, Berenice se aleja de su hijo. —Se atrevió a ponerme una mano encima. —¿Qué carajos pasa? ¿Te damos la mano y así nos pagas?—, Irene se acerca a Caroline, quedando frente a frente.—Lo mejor es que ella se vaya de la casa—,
—¿Acaso qué aparentaba ser a tu lado? —pregunta al acorralarla en la pared—. ¿Quieres aprovecharte de la situación para seducirme, así como lo has hecho con mi hermano? Dime…La ira de Caroline aumentó con esas palabras, y reaccionó dándole a Lisandro una fuerte bofetada que lo dejó estático por un segundo.—¡Respete, señor Lisandro! Usted puede tener pérdida de memoria y no creer en mí, pero una zorra no soy. Cuando solamente he estado contigo—¡Mientes! —la toma de las manos para que esa acción no vuelva a pasar—¡Ya suéltame! —el rostro de Caroline está enrojecido. —Le doy un consejo, señor Caristeas: no trate mal a las personas, y menos si no sabe cómo han sido realmente las cosas—¿Entonces cómo han sido?! —se acerca más, quedando a escasos centímetros. Es algo que su cuerpo le exige.—Según tú, me amas… —¿Cómo amarte…? ¡Te estás acostando con mi hermano! —¡Joder! ¡Eso no es así! Pero entonces lo haré para que seas feliz. Si piensas que yo soy una zorra, una mala mujer, despué
La tensión que los hace sentir, la pasión que desborda en cada uno, hace que el deseo aumente más, llevándolos a la locura, cegando la mente de cada uno, sin importar los problemas, esas dificultades que están atravesando, porque se necesitan con demencia. Ella observa cómo Lisandro la posiciona aún más, al tomarla de las piernas y subirlas a sus hombros. —Recuérdame, mi amor…— suplica Caroline con un hilo de voz. —No grites—, dice Lisandro, mientras con su mano libre desabrocha su pantalón, breve y ansiosamente. —Lo que tú digas, mi amor—. Una de las cosas que a Lisandro le gusta de Caroline en la cama es lo sumisa que es; le satisface que ella haga lo que él le ordene. Aunque él no lo recuerde, le encantó la respuesta de Caroline. —Humedece tus dedos y llévalos a tu intimidad para lubricar—, le ordena, y el hecho de que ella lo haga la hace sentir especial en ese momento, como si fuera su perverso Lisandro de siempre. La mirada de Caristeas se intensifica en ella, al ver cómo lle