No era mentira, la amenaza de Ivar no fue un engaño, una amenaza y menos una mentira.
Me castigó, me sometió, me doblego, pero cada cosa la disfruto como si de una montaña rusa se tratase.
Dos días sin salir de aquel estudio o despacho, ya el nombre era lo de menos porque en realidad era más bien como una habitación de sexo, sentí mis mejillas rojas como un tomate cuando al salir de allí, me cruce con mi abuela, su sonrisa de complicidad me hizo avergonzar aún más, corrí hasta nuestra habitación como si de una niña pequeña se tratase y tras mis pasos con la camisa abierta y el pantalón desordenado venía Ivar.
Sus órdenes fueron claras, solo recibía comida en horarios especí
Daven miraba por la ventana, sus ojos estaban fijos en mí y en Ivar que acariciaba mis mejillas tiernamente, las cosas estaban tan bien que realmente parecía un cuento de hadas. Pero yo no creo en cuentos de hadas y mis alertas estaban activas, la vida me había enseñado que las brujas eran más reales que las hadas madrinas. —No quiero separarme de ti. —Ivar, tienes que trabajar y yo… —Ya sé, pero lo odio. —¿Odias trabajar? —No, odio… perder el tiempo con mi padre, parece que las provocaciones no han sido suficientes. —Ivar, los ataques no siempre son frontales y muchas veces el enemigo silencioso es más letal que el enemigo público. Mis palabras tuvieron un efecto inmediato, su semblante cambió drásticamente y la sonrisa se le borró de ese precioso y masculino rostro. —Ivar, yo no… —Entra —presiono mi brazo con demasiada fuerza y casi me empujó en dirección al restaurante. —¿Qué… qué te pasa? —Valeska, no seas terca y obedece. Sus ojos estaban inyectados de una ira qu
Estaba ayudando a Daven a ponerse de pie cuando la puerta de la cocina se abrió con brusquedad, creí que era la policía, pero sorprendentemente era Ivar.—¿Qué haces aquí? —Mis ojos estaban abiertos como platos. Luego detrás de él entraron 3 hombres que despejaron mis dudas—. Muchos hombres y poca eficiencia, pudieron ayudar.—Tenían órdenes de no interferir con tu trabajo.—Esto era por mi seguridad. —Valeska… —Fue tu padre, no me preguntes cómo lo sé, pero fue tu padre. —Lo sé —sus nudillos estaban apretados y entonces la policía entró. Todos nos quedamos en silencio y casi parecía un velorio.—¿Qué sucedió? —preguntó un hombre, casi de manera desinteresada. —Para ser la policía y que este lugar tenga una alarma directa con sus estaciones, tardaron demasiado.—Mucho trabajo —respondió otro hombre que venía entrando.—No me diga, otros asaltos en una ciudad en la que no tenemos asaltos.—¿Qué insinúa, señorita?—Señora —aclaró Ivar. —Los hombres escaparon por la puerta de atrás
—Tomate unos días, todos los necesitamos.—Kadir, no creo que…—Si, Valeska. Los necesitamos, lo que pasó fue…—¿Cómo está Daven?—Bien, no fueron más que magulladuras y un raspón en su mano, pero vivirá, además está bien cuidado.—¿La rubia?—Si, es hermosa, pero él no tiene ojos para ella. —Kadir, estoy terminando de recibir a las personas que van a limpiar, sumado a eso los cocineros llegarán en dos horas y regalaremos canapés a los transeúntes. No voy a dejar que el lugar se manche por…—No fue tu culpa, Daven me lo explico todo y creo que deberías mantenerte segura.—Creeme, mi esposo se encarga muy bien de eso —le dije mientras miraba por la ventana, en la calle habían 5 hombres que me cuidaban a sol y sombra. —Valeska, es una orden.—Pero…—Nos tomaremos 3 días libres, a partir de mañana, se que tienes buenas intenciones, pero Daven y yo… debemos organizar nuestras ideas.—¿A qué te refieres con eso?—A que lo que sucedió…—Kadir, se que es por mi culpa, pero… La puerta del
Después de lo que hizo Valeska por mí, de aquella íntima y simbólica boda que fue solo nuestra, mi cuerpo y mi mente parecían haberse aferrado más a la idea de no dejarla ir. Pero también luchaba contra esa imperiosa necesidad de dejarla ser libre, ella tenía que ser y yo no podía actuar como habían hecho todos a su alrededor, manteniendola bajo un yugo de esclavitud y atada a la voluntad ajena.Porque inclusive su abuela así lo hizo.—Ivar —la anciana me llamó cuando estaba por salir de casa.—Señora.—¿Qué haces a esta hora en casa?—Traía un regalo para Valeska.—¿Podemos hablar? —mire mi reloj más bien por resignación que por otra cosa.—Si. La ayudé a llegar a la sala y allí tomó asiento, bebió agua y se quedó en silencio, la impaciencia me estaba acabando los nervios.—Mi nieta te ama.—Y yo la amo.—No lo estoy poniendo en duda. —¿Entonces qué sucede?—Me queda poco tiempo entre los vivos y quiero que me hagas una promesa.—No creo que sea apropiado que diga algo como eso, ti
—¿Qué quieres? —Deje los documentos de lado.—Ivar, mi dinero.—Tu dinero está en tus cuentas.—Sabes de lo que hablo.—No tengo idea —me hice el tonto. —Creo que no fui suficientemente claro.—En eso tienes razón. Pero yo si seré muy claro contigo, la próxima vez que intentes acercarte a mi mujer tan solo para mirarla, te voy a arrancar los ojos y no podrás ver nunca más. —Entonces esa mujer si te importa —afirmó y tomó asiento, cuando Acke tomaba asiento, era porque tenía muchas cosas que decir, pero en pocas palabras—. Eres tan débil. Ivar. —Claro que me importa, la amo—encendí un cigarrillo—. No soy un bastardo como tu que se casó por el dinero de mi madre. Y puedes creer que Valeska es mi debilidad —me reí—, pero esa mujer me da la fortaleza a la que debes temer. —Pero aún así tu mujer sigue teniendo más dinero que tú. —Acke, la diferencia entre tu y yo, es que yo no pienso en el dinero de mi mujer, salvo para retornarlo a sus manos. En cambio tu usaste el dinero de mi madre
Cho miraba a Ivar, estaban sentados frente a frente, sin embargo el rubio mantenía los ojos cerrados, las manos cruzadas en su regazo y las piernas abiertas, casi parecía que dormía plácidamente con ningún pensamiento en su cabeza que le torturara de manera constante y dolorosa. —¿No piensas abrir los ojos?—No.—Ivar, estamos a 4 horas más de viaje. Lo más probable es que… —Mi hermano ya está en un hospital, pero sólo confío en ti —Ivar lo interrumpió, porque se sentía más seguro con personas de su entera confianza. Aunque en el avión había un pasajero que no quería tener a su lado. Cho guardó silencio, en parte porque no quería decir nada y en parte porque de la habitación salía Valeska que había ido al baño a lavarse el rostro. —¿Ya abrió los ojos? —le pregunto a Cho.—Me puedes preguntar a mi.—¿Para qué si no cuentas conmigo? —Había sido aquella pregunta un ataque directo a su esposo.Varias horas antes de subirse al avión, Ivar y Valeska habían tenido una fuerte y acalorada
—Valeksa, esto es una locura —Ragna tenía los ojos rojos de tanto llorar.—Si, pero vamos a hacerlo.—No, tengo miedo.—Yo no, puedes quedarte en el auto si así lo prefieres.Valeska se bajó del lujoso sedán del que ahora era dueña, no le gustaba presumir del dinero que consideraba era únicamente de su esposo, pero para lo que estaba por hacer no tenía más opción.la conversación con Ivar, para obtener lo que quería, había sido muy acalorada, y no de una mala manera. —¿Todo bien? —dijo el rubio apretando la pluma que sostenía en su mano y mirando a su mujer caminar desde la puerta.Valeska había entrado esa noche al estudio de Ivar en casa, solo llevaba sobre su cuerpo una bata de seda negra que la cubría del cuello a los pies, cuando Ivar la vio sonrió ligeramente, pues sus ánimos no eran los mejores, su hermano aún se recuperaba en el hospital y aunque lo intentaba Isak no pronunciaba palabra, no porque no quisiera, es que el dolor que sentía era tan grande que prefería guardar sil
—Tienes que hablar —Ivar miraba a su hermano con dolor, lastima tal vez.Isak solo lo miro y luego volvió sus ojos a la ventana.,—Te necesito, tenemos que acabar con esto de una buena vez por todas.Un gemido, eso fue todo lo que salió de Isak y una lágrima que rodó por su mejilla y que no pudo limpiar, porque su brazo no servía para nada y el otro debía estar en reposo.—Te juro que no voy a dejar que esto quede impune.Silencio, Isak se negaba a hablar. Justo como hizo después de la muerte de su madre, justo como hizo cuando tenía 3 y su padre lo golpeo tan fuerte que el niño estuvo dos semanas en el hospital y se cerró al mundo, Isak estaba mudo justo como el día que su hermano se fue a Rusia y justo como el día que volvió.La puerta se abrió y fue Ragna con un café caliente la que entró, la mujer parecía conocer muy bien a Isak y sabía que traerle cada vez que el la miraba escuetamente.—Vete —la voz de Isak sorprendió a todos allí, inclusive a Valeska que veía entrando.Era un