64. DOS DÍAS.

No era mentira, la amenaza de Ivar no fue un engaño, una amenaza y menos una mentira.

Me castigó, me sometió, me doblego, pero cada cosa la disfruto como si de una montaña rusa se tratase. 

Dos días sin salir de aquel estudio o despacho, ya el nombre era lo de menos porque en realidad era más bien como una habitación de sexo, sentí mis mejillas rojas como un tomate cuando al salir de allí, me cruce con mi abuela, su sonrisa de complicidad me hizo avergonzar aún más, corrí hasta nuestra habitación como si de una niña pequeña se tratase y tras mis pasos con la camisa abierta y el pantalón desordenado venía Ivar.

Sus órdenes fueron claras, solo recibía comida en horarios especí

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