41. EL ANILLO.

Isak no dejaba de llamar y yo no quería contestarle a pesar de que estaba frente al lugar.

Estaba nervioso, había ensayado mucho para esto, pero parecía que después de todo no estaba preparado.

—Ivar, ¿quieres que nos vayamos? —Valeska me sacó de la tormenta de pensamientos en la que estaba hundido.

—No, debo hacerlo, se lo prometí a mi hermano y ya firmé los documentos legales, no hay vuelta atrás.

—Entonces vamos, se que tú puedes.

Cuando vi a Valeska metida entre ese vestido negro de lentejuelas, ajutado a su cuerpo y sin escote al frente, pero con una transparencia casi irrisoria en su espalda, sentí que iba a morir. No quería que nadie la viera así, pero al mismo tiempo quería que todos fuera supieran que esa mujer era mía.

Era hora de bajar del auto y enseñarles quién era el hombre que había estado llenando de dinero los bolsillos a esos ancianos decrépitos y mañosos, eso incluía a mi padre.

Si es que podía llamarlo de esa manera.

—Es hora —dije al fin mirando a Valeska y
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