ME PERTENECES OBLIGADA A CASARME CON EL AMIGO CEO DE MI PADRE
ME PERTENECES OBLIGADA A CASARME CON EL AMIGO CEO DE MI PADRE
Por: cherrywatt
Prólogo.

James.

Mi padre tiene cáncer. Le han dado exactamente un año de vida lo cual es extremadamente doloroso para toda la familia. Lo hemos mantenido en secreto de la prensa y es una de las razones por las que me dio el mandato de la empresa incluso sin haber muerto aún. Mi padre y yo tenemos una relación extraña, él me ama y siempre les dirá a todos que soy su hijo ejemplar mientras haga lo que quiere, mientras mantenga las apariencias y deje de ser un “dolor en el culo” como él siempre me ha dicho pues toda mi vida he sido un rebelde desenfrenado, toda mi vida he hecho deshonras hacia la familia, como las llama mi padre. He sido mujeriego, he sucumbido al alcohol y a las malas decisiones y no he sentado cabeza, pues mi padre no entiende que el amor para mí no existe, que la monogamia es algo que jamás podré experimentar y que definitivamente casarme no está en mis planes.

Sin embargo, como todo, la vida da muchas vueltas y los planes pueden cambiar drásticamente así que un día estoy en Paris, en un hermoso departamento lleno de lujos que jamás se compararán con nada mientras la mujer que está de paso esta noche me hace una felación, al siguiente estoy camino a Versalles, hacia la casa de mis padres pues mi padre planteó una reunión familiar de urgencia. Al llegar, media hora después en auto desde Paris, me detengo en la sofisticada casa de mis padres, viven aquí y no en Seattle debido a los tratamientos del cáncer. El chofer abre la puerta para mí y yo salgo del auto sacándome las gafas de sol y dándoselas al chofer. Entro a la casa, seguido de los sirvientes quienes me reciben el saco y la primera en aparecer es mi madre, vestida impecablemente como siempre lo ha hecho.

—Cariño —me un beso en cada una de las mejillas y luego me escanea de pie a cabeza antes de continuar—, estás precioso.

—Gracias, mamá —le respondo y ella sonríe.

—Ven, tu padre está muy emocionado por verte —me toma de la mano y me guía por la enorme casa de estilo victoriano hacia la sala de estar donde mi padre, un poco pálido, pero de pie, me espera.

—Hola padre —lo saludo—, ¿qué es tan importante que no podíamos hablar por teléfono?

—James —me reprime mamá, sin embargo, la ignoro.

—También es un placer verte, hijo —me contesta—. No podemos empezar pues aún no estamos todos —añade y yo frunzo el ceño.

—Es una reunión familiar, es evidente que estamos todos —contesto.

—Falto yo —al escuchar esa voz, giro mi cuerpo encontrándome con una sorpresa nada agradable.

La sonrisa burlona de Laurent aparece en la enorme sala lo que me pone de mal humor inmediatamente. Él se ajusta su corbata y se sienta en el sillón. Yo hago lo mismo en el sillón de al frente.

—No entiendo qué hace él aquí, no es parte de nuestra familia —comento a lo que Laurent solo se burla.

—Es tu primo, James —me regaña mi madre como siempre cada vez que digo algo imprudente como lo llama ella. Todo eso me causa gracia pues soy un hombre adulto que sigue siendo regañado por su madre.

—Desgraciadamente —respondo y mi madre baja la cabeza.

Laurent es hijo del único hermano de mi padre, junto a su esposa ambos murieron en un accidente de auto cuando él tenía como diez años y desde allí mi padre lo acogió como a un segundo hijo. No vivía con nosotros, pero mi padre se encargó de darle su educación, su dinero y todas las comodidades que necesitaba. A veces creo que lo ama más que a mí y creo que por eso es que nunca ha logrado ser de mi agrado.

—Creo que es momento de comenzar —habla mi padre—. Como todos saben, aunque los tratamientos cada vez muestran mejores resultados, son muy agresivos para un hombre viejo como yo. El doctor me dio un año de vida, un poco más si tengo suerte, pero mi cuerpo se siente cansado…—mi madre agacha la cabeza y se limpia un poco las lágrimas—, y sé que en cualquier momento puedo fallecer.

—Papá… no digas eso.

—Así es, tío. Sé que estarás bien —añade mi primo.

—Agradezco sus buenos deseos, pero un hombre sabe cuándo debe partir. James, hijo, sé que tienes las riendas de la empresa y sé que lo haces muy bien, pero cosas como estas —mi madre le tiende un par de revistas que saca de un de los cajones de las tantas estanterías que hay en la sala—, deben detenerse —añade tendiéndomelas—.

Noto que son revistas de todos estos años con notas en primera plana sobre mí; notas de arrestos por alcohol, sexo en público de cuando tenía como veinte años y demás cosas que ni siquiera puedo terminar de leer.

—Papá, eso es totalmente lejano a la empresa. Es mi vida privada y solo eso.

—Te equivocas, tu vida dejó de ser privada en el momento en que naciste con este apellido y necesito que demuestres los valores que esta familia posee, que seas quien lo siga haciendo las siguientes generaciones.

—¿Y cómo esperas que eso suceda? —le contesto—, soy un hombre adulto, papá, mi vida… puedo manejar mi vida como prefiera, pero te aseguro que la empresa se mantendrá en pie los siguientes cincuenta años.

—Me preguntas cómo espero que suceda, es sencillo, te daré un incentivo; tienes lo que me resta de vida, que es un año para demostrarme que la empresa quedará en buenas manos si la dejo a tu nombre.

No entiendo qué quiere decirme, no entiendo cómo podría demostrarle eso.

—¿Cómo? ¿acaso no lo he hecho?

—Lo has hecho, pero necesito que me demuestres que has sentado cabeza —se apresura a responderme—. Tienes un año para conseguir una pareja, un año para casarte y de preferencia dejar un heredero o de lo contrario dejaré en mi testamento que el único que podrá ser CEO de mi empresa sea Laurent.

En cuanto lo dice tanto Laurent como yo nos miramos atónitos, pero él finaliza ladeando una sonrisa, una sonrisa malévola, una sonrisa de superioridad.

—Yo estaría encantado y agradecido, tío de recibir esa oportunidad —le contesta.

—¡Eso es una hija completa locura! ¡yo soy tu hijo! —le grito levantándome del sillón—, legítimamente, la compañía me pertenece.

—Lo será, será tuya, solo si me demuestras que realmente te la mereces. Toma ejemplo de Laurent, ejemplar, educado, ni un solo maldito escándalo, James. Es momento de madurar. No hay más nada que discutir —mi padre se aleja de todos nosotros seguido de mi madre quien me pide con su mirada que me quede un poco más.

Laurent, en cambio, se levanta del sillón ajustándose de nuevo su corbata.

—¡Vaya! En un año seré el CEO de una de las compañías más grandes del país, y todo gracias a ti, James —mi reacción es reír.

—Eso jamás va a suceder, tendría que estar muerto primero.

—Bueno, yo solo espero que hayas guardado el número y al menos recuerdes el nombre de una de tantas mujeres con las que has cogido. El tiempo avanza, James y un año para encontrar y casarte con una mujer es muy poco —se acerca más a mí—, y tú y yo sabemos que a tu padre le queda menos de un año —susurra.

Se arregla el traje de nuevo y se aleja mientras yo aprieto mis puños para evitar hacer una m*****a escena y que la situación empeore. Esto es una completa m****a, esa empresa es todo para mí y no dejaré que Laurent pruebe los frutos de generaciones. No cuando mi abuelo se la dejó a mi padre y mi padre debería dejármela a mí. Me llevo las manos a la cabeza desesperado al mismo tiempo que mi madre entra de nuevo al salón.

—Hijo, tu padre solo… solo está tratando de despertarte, sabes que la empresa te pertenece —me dice acercándose a mí.

—No parece eso —le contesto—, parece que habla demasiado en serio, mamá. Soy un hombre maduro, hecho y derecho, no veo por qué deba hacer eso.

—Cariño, descuida, solo debes encontrar a una buena mujer, sé que, si es muy pronto para casarte, pero él logra ver que has sentado cabeza, todo estará bien, todo seguirá como está.

Y así mientras el avión desciende recuerdo por qué he vuelto a Seattle, mi ciudad natal y lugar donde está ubicada la empresa, recuerdo que luego de esa visita a casa de mis padres en Versalles decidí volver, decidí que la chica requería para continuar siendo el CEO de la empresa de mi padre, debía ser estadounidense.

UN MES DESPUÉS.

Viví en París cinco años de mi vida y lo único que puedo decir es que fue de las experiencias más gratificantes que tuve en los treinta y dos años que tengo de vida. Admito que extrañaré a la que denominan la ciudad del amor, aun cuando jamás pude enamorarme en ella, de hecho, jamás pude enamorarme de nadie en toda mi vida pues soy un hombre de pasiones momentáneas, un hombre que puede admirar la belleza de muchas mujeres a la vez y no encadenarse con una sola. Es lo que aprendí desde pequeño, es lo que vi, es lo que soy.

Sin embargo, mi verdadero amor siempre será mi empresa, por la que haría cualquier cosa, por la que sería cualquier cosa y conseguir esa mujer que logre casarse o al menos estar conmigo por un año, es una de esas cosas. El amor que le tengo a todos los beneficios sociales y económicos que me da la empresa es tan grande como el amor que me tengo a mi mismo y tengo que decir que es bastante grande.

El avión privado se detiene en la pista de aterrizaje, a lo que mis hombres de seguridad se levantan de inmediato y me resguardan hasta la puerta de salida. Uno de ellos es quien baja primero y revisa el perímetro, al no encontrar nada sospechoso, yo puedo permitirme bajar. Al hacerlo respiro el aroma de mi ciudad, el clima frío me abraza y al mirar al cielo puedo ver las nubes oscuras acercándose, no puedo evitar sonreír pues extrañaba esto. Inmediatamente me subo la camioneta que llega por mí seguido de mis guardias. Al entrar mi asistente, Jordan, me saluda amablemente con un apretón de manos.

—Es un verdadero placer tenerlo de nuevo en el país señor James. Todos lo extrañamos mucho —es lo primero que me dice el chico.

Jordan es mi asistente desde que soy el CEO de la empresa, sin embargo, no pudo ir conmigo a Paris por problemas familiares así que accedí que siguiera con su trabajo desde aquí y en esos cinco años lo hizo de maravilla.

—Gracias, Jordan —le contesto y él me sonríe—, pero ya volví y el show debe continuar, ¿qué reuniones o conferencia para el día de hoy?

—Bueno, me tomé el atrevimiento de agendar sus conferencias a partir de mañana, sin embargo, un viejo socio suyo desea verlo hoy. Fue bastante insistente así que le prometí hablar con usted.

—¿De quién se trata? —pregunto y él revisa en su IPad antes de contestar.

—Benjamín Jones

Cuando escucho el nombre no puedo evitar sonreír, pues sé perfectamente por qué me llama. Las noticias vuelan rápido, que pueden llegar a cualquier parte del mundo así que sé por lo que pasa, puedo imaginar lo que quiere de mí, y como en las caricaturas se me enciende encima de mi cabeza un bombillo, una idea estupenda y ahora sé perfectamente lo que quiero de él. Quiero esas curvas, esas buenas tetas y ese cabello lacio y castaño cerca de mí, solo necesito que él me dé la oportunidad y lo propondré. Conseguiré dos cosas en un mismo tiro.

—Dile que sí, dejamos las maletas y me reúno con él. En su casa, tiene que ser en su casa —mi compañero no puede evitar fruncir el ceño.

—Señor, lamento que me entrometa, pero no me parece prudente que usted continue sus negocios con el señor Jones, su empresa textil está quebrada. El hombre está arruinado.

—Lo creas o no, lo sé Jordan, lo tengo muy claro. Llámalo y dile que lo veré —él asiente sin decir otra palabra más y toma su teléfono.

El auto se detiene frente a la casa de Benjamín Jones, un hombre que conozco de hace varios años. Tiene o más bien tuvo una empresa textil que quebró por mala administración o malos negocios, pero lo que realmente me interesa es su hija Savannah; una hermosa chica que conocí cuando era mucho más joven. La verdad no la recordaba sino hasta que Jordan dijo el nombre de su padre, pero de todas formas las imágenes de su belleza llegaron tan rápido como ese nombre, siempre me gustó y ahora tengo la oportunidad de tenerla y aparte conseguir lo que necesito. Mi chofer abre la puerta del auto para mí y yo salgo del vehículo. Al observar la casa veo que en su tiempo fue una propiedad bellísima, sin embargo, ahora se ve descuidada y vieja. Afuera hay hombres sacando estantes, muebles, televisores y subiéndolos a un enorme camión. Subo los escalones y toco el timbre aun cuando está la puerta abierta y una mujer de edad aparece.

—Me llamo James Cook, el señor Benjamín me espera —la saludo ajustándome la corbata.

—Eh… bueno, claro. Adelante —ella me deja pasar y lo puedo observar es una enorme casa vacía—. Lo invitaría a sentar, pero…

—No se preocupe, lo espero —la interrumpo para que el momento no se ponga más incómodo.

 La mujer se aleja de la enorme sala y se mete a una de las habitaciones de la planta baja, cerrando la puerta tras de ella, yo en cambio, observo todo el lugar sintiéndome ligeramente mal por el hombre, lo ha perdido todo y de la manera más abrupta posible. Mientras sigo en mi tarea escucho pasos acercarse así que me giro y la veo. Trae puesto uno shorts cortos, una blusa atada en su cuello en la que puedo observar sus pezones rosados. Ella nota mi mirada lasciva y se cubre con su cabello castaño y largo mientras sus mejillas se ponen rojas como un tomate.

—¿Quién eres tú? —su voz aparece, pero yo estoy demasiado hipnotizado viéndola.

Sus largas piernas, su cabello sedoso, sus ojos azules y esos pezones rosados que logré ver. De solo pensar en ellos en mi boca, mi pene se pone duro. La chica es toda una mujer y no tiene ni idea de lo que quiero hacerle en mi cama.

—Vengo a ver a tu padre —le respondo acercándome a ella tanto que puedo oler su perfume dulce y puedo verle las pequeñas pecas en su nariz y en la mayoría de su rostro.

Cuando me va a responder la mujer de edad aparece.

—Señor James, el señor Benjamín lo espera —dice entonces yo asiento en respuesta y paso por el lado de Savannah, muy cerca de ella lo que hace que sus mejillas se enciendan aún más. Ese mero acto hace con sonría, la chica me pone duro con solo hacer eso.

La mujer me lleva hasta la misma habitación donde entró hace un momento y cuando logro pasar me encuentro al hombre que recordaba mucho más joven. Benjamín se ve cansado y viejo, pero me recibe con una sonrisa que recuerdo muy bien.

—¡James! ¡que placer! —me saluda levantándose de su asiento! —, ¡te agradezco que hayas venido!

—El placer es todo mío, Benjamín —le respondo.

—Siéntate —añade y ambos nos sentamos en uno de los pocos sillones que queda en la oficina—, ¿cómo estuvo Paris?

—Bueno, Paris es Paris, una ciudad que no me alcanzan las palabras para describir —él sonríe, pero lo hace de manera triste—, de todas formas, no vinimos a hablar de París, ¿cierto?

—No es un secreto que estoy en ruinas, lo perdí todo James. La casa está hipotecada, el banco se llevó mis muebles para pagar las deudas, las tarjetas, los préstamos y mi hija Savannah no podrá terminar su universidad, de hecho, solo tiene a su nombre un apartamento pequeño que seamos sinceros, no le servirá de mucho.

—¿Y qué rayos pasó, benjamín? ¿Cómo puedes perderlo todo? —él traga en seco antes de contestar.

—Mi pobre Savannah cree que fueron solo malos negocios y aunque eso no es del todo una mentira, también tuvo mucho que ver las malditas apuestas.

En mis adentro sonrío porque los vicios, los vicios te pueden llevar a la perdición y a aceptar tratos como los que deseo que él acepte.

—Aun no entiendo qué hago yo aquí, cómo entro yo en esta historia.

—Si compras la empresa, sé que podrías surgirla de nuevo, te la venderé, al precio que desees, uno razonable que me ayude a salir de todo esto.

—Benjamín yo no puedo comprar huevos podridos, ¿de qué me serviría tu empresa caída? —él se lleva las manos a la cabeza totalmente desesperado y se levanta del asiento caminando de un lugar a otro.

—¡Entonces un préstamo! Juro que lo pagaré.

—¿Con qué? —él se muestra desesperado—, aun así, tienes algo que yo puedo querer, algo que si me lo das, te daré ese préstamo que necesitas, solo si me lo das —él frunce el ceño.

—¿Qué puedo tener yo que quieras tú? ¡me lo quitaron todo!

Me levanto del sillón y me acero a su escritorio tomando en mis manos el retrato que tiene en él. Al levantarlo, al levantar la foto donde su hija lo abraza por la espalda con una sonrisa ancha, él lo entiende y vuelve a fruncir el ceño.

—Creo que ya sabes qué quiero.

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