Capítulo 4. Solo te quiero a ti.

Me despierto sola en la cama, con una nota sobre la almohada junto a mí, escrita en una preciosa letra cursiva, “Buenos días, preciosa. Tuve que ir por una urgencia a la empresa. Saldremos en cuanto vuelva” no puedo evitar sonreír como boba en cuanto la leo y me doy cuenta de que anoche fue la mejor noche de mi vida. Me doy cuenta de que me he despertado desnuda, en la cama de un hombre guapo y que se comportó como un caballero. La sonrisa en mi rostro demuestra que estoy feliz, que nunca había estado tan feliz en mi vida. De pronto escucho pasos afuera así que rápidamente me levanto de la cama, sin embargo, mis piernas se muestran adoloridas al instante por lo que debo detenerme y a pasos muchos más lentos me acerco al baño y me cubro con una bata al mismo tiempo que alguien toca la puerta y yo permito que pasen.

—Buenos días, señorita Savannah —me saluda la chica que desempacaba mi maleta anoche—, el señor Cook me pidió que le trajera el desayuno a la cama —añade señalando con sus ojos la charola.

De pronto recuerdo lo grosera que fui con ella anoche y me parece justo ofrecerle una muy buena merecida disculpa.

—Escucha, antes que nada, me gustaría ofrecerte una disculpa, es decir, anoche fui un poco ruda contigo —ella niega con la cabeza.

—No, no se preocupe. Todos tenemos malos días —me responde con la compañía de una sonrisa amplia—. Aquí tiene su desayuno —yo me siento de nuevo sobre la cama y ello lo coloca sobre mis piernas, pero yo frunzo el ceño cuando también veo el contrato sobre la charola.

—¿Eso también James lo pidió para que me lo trajeras? —le pregunto y ella parece no entender hasta que entiende de qué le hablo.

—¡Oh no! Lo encontré en… sobre la mesa, pensé que debía asegurarlo.

—Claro… —susurro. Ella me sonríe de nuevo y se aleja.

Y es cuando toda la felicidad con la que desperté poco a poco se comienza a disipar ya que recuerdo realmente todo lo que pasó anoche y sé que no solo fueron caricas y buenos orgasmos, también me enteré de lo que realmente James necesita de mí. necesita que me case, que conviva con él en todos los aspectos, por un año y de preferencia que le dé un bebé, un bebé que jamás he pensado en tener. De pronto el estomago se me cierra y no tengo ganas de comer nada así que dejo la charola en el suelo y simplemente salgo de la habitación para poder encerrarme en la mía. Al llegar, me deshago de la toalla y me doy una larga ducha donde me doy cuenta de que estoy bastante adolorida pues anoche, tuvimos sexo dos veces. No me arrepiento, no lo haría jamás pues disfruté cada momento que es realmente lo que cuenta, pero no puedo evitar pensar que James solo hizo eso para que me sintiera más cercana a él, tanto que firmara ese contrato.

Y es que simplemente no es que no haya pensado en firmarlo, por mi familia y por el futuro que nos esperaría si no lo hago, es solo que, de hacerlo, renunciaría a todo lo que siempre he querido, a lo que soy; una chica que ve a las relaciones por lo que realmente son, un vinculo real y duradero, no un contrato de ganancias y clausulas. Yo solo busco amor, amor real, no uno hecho de mentiras y de acuerdos legales con abogados y todo eso. Tal vez soy estúpida y soy la única chica de mi edad que piensa así, pero eso soy y no puedo cambiarlo. No obstante, cuando necesitas dinero, cuando tienes una responsabilidad, los principios y la moral, son lujos que no te puedes permitir así que creo que debería sujetar muy bien mis pantalones y aceptar lo que debo hacer.

Me coloco ropa cómoda y salgo de la habitación al escuchar de lejos el timbre de la casa. Creyendo que se trata de James bajo las escaleras, pero me encuentro con la mujer del restaurante junto a la chica del servicio. La reconozco de inmediato solo que no recuerdo su nombre. Ella al verme me mira de pie a cabeza.

—¡Oh vaya! Me sorprende que estés aquí —es lo primero que me dice luego chasquea sus dedos como si estuviera buscando algo en su mente—, ¿cómo… cómo es que te llamas? —añade.

—¿Cómo es que te llamas tú? —le respondo a lo que ella ladea una sonrisa con esos labios rojos carmesí.

—Britany, como sea, busco a James. ¿está aquí? —eso último se lo pregunta a nuestra compañera.

—No, señorita. El señor Cook no se encuentra.

—¡Que lástima! —finge hacer un puchero—, quería saludarlo, pero creo que tú puedes ayudarme con lo que busco; mientras cambiabas sus sabanas, ¿no encontraste un par de aretes? Creo que los dejé aquí anoche.

En cuanto escucho a la mujer me quedo helada, me quedo de piedra, tanto que ni siquiera sé qué rayos hacer hasta que obligo a mi cerebro a funcionar y moverme de nuevo escaleras arriba pues el nudo en la garganta se ha hecho fuerte y no dejaré que ella me vea llorar. Me encierro en mi habitación al tiempo que me cubro la boca para que nadie escuche mis sollozos. Fui una completa tonta, de pies a cabeza, fui una estúpida. Él me dijo que no estaba con nadie, con no había hecho nada con esa mujer y yo le creí con tanta facilidad, tanto que me entregué a él en cuerpo y alma. Soy una completa estúpida. Las lágrimas comienzan a salir velozmente, una detrás de otra, tan fuertes y saladas pues sé que más que de tristeza, son de dolor y de rabia porque me siento engañada y usada a su antojo. Logró lo que quería, logró que me vinculara a él para conseguir lo que realmente quiere; que firme su contrato.

Después de llorar por lo que parecieron horas decidí acudir a la casa de mi amiga Zoe. No quiero contarle todo, pero quiero que alguien me escuche. Pronto deberé volver a la universidad y tal vez no podré hacerlo pues de no firmar ese contrato deberé abandonar mi carrera a solo un año de poder terminarla así que ahora más que nunca necesito de una amiga pues la confianza con mi padre… bueno, siento que poco a poco se está perdiendo.

Toco el timbre de la enorme casa, una propiedad que desde ya está a nombre de Zoe. Sus padres son abogados, los mejores de la ciudad así que ella jamás ha tenido problemas como los que yo estoy enfrentando ahora. Un hombre amable, el mayordomo, es quien me abre. Me saluda con una sonrisa ancha y me dice que Zoe se encuentra en su habitación. Mientras subo las escaleras, me siento nerviosa a pesar de que he venido a esta casa más veces de las que puedo contar, sin embargo, hoy es diferente, hoy me siento diferente. Hoy tengo muchas cosas que contar sobre mí, hoy no vengo a escuchar las hazañas de mis amigas. Al llegar a la habitación toco dos veces la puerta y luego paso. La encuentro en su balcón, de espaldas a mí mientras se arregla las uñas de los pies. Al escuchar la puerta abrirse ella se gira y me mira con evidente sorpresa. Se levanta de su sitio y corre hacia mí.

—¡Oh por Dios! ¡¿Por qué no me dijiste que vendrías?! —chilla emocionada. Llega hasta mí y me abraza fuertemente, luego me toma de la mano y nos lleva a su cama.

—¿Por qué te estás arreglando las uñas tú? Creí que amabas ir al salón.

—Lo hago, pero quiero hacer cosas por mí misma —me responde con evidente orgullo en su voz a lo que yo solo sonrío.

—Bueno, más te vale que aprendas pues no iré al salón en un buen tiempo y necesitaré tu ayuda —ella se pone seria de inmediato.

—En serio siento todo lo que está pasando en tu familia. Sabes que siempre estaré aquí para ti, toda mi familia y yo —me responde con la seriedad que el tema requiere.

—Lo sé, gracias… en serio, no tienes ni idea de lo duro que ha sido todo esto para mí y no lo digo por las tarjetas de crédito rechazadas o porque ya no podré acompañarlas cada semana al salón, lo digo porque esa empresa lo era todo para mis padres, esa casa que estamos a punto de perder es la casa donde crecí, donde mi madre me crio —Zoe me toma de la mano transmitiéndome todo su apoyo y yo lo recibo porque sé que es sincero.

Eso es realmente lo que amo de ella, la forma en la que puede ser alegre y extrovertida y al siguiente segundo, si la situación lo amerita, ella estará para ti, de forma seria y sincera. Es algo que Miranda no tiene, es algo que me gustaría que aprendiera de Zoe ya que llevo más años con ella de amistad que con Zoe.

—Escucha,

 sé que yo no puedo hacer mucho, pero si necesitas un lugar donde quedarte, si necesitas incluso dinero, yo puedo hablar con mis padres… yo puedo hacer hasta lo imposible para que estés bien —rápidamente niego con la cabeza.

—Descuida, estaré bien... además, no eres la única que desea ayudarme —ella parece captar la indirecta y sonríe pícaramente.

—Claro, entiendo, tu sexi y muy bien parecido CEO. Apuesto que en la cama te habla de negocios y buenos socios —bromea.

La verdad es que tanto Zoe como Miranda, asumieron que yo no era virgen, hablaban de sus hazañas sexuales y yo las escuchaba atentamente, pero cuando preguntaban por las mías yo les decía que era virgen y creían que solo bromeaba con ellas.

—Bueno, no, no lo hace —contesto y ella se ríe a carcajadas.

—Pero cuéntame —exclama acomodándose en su cama—, ¿cómo lo conociste? ¿Qué tan bueno es en la cama? ¡cuéntalo todo con detalles! —sus ojos se encienden como si frente a ella estuvieran lingotes de oro y no yo. Así se pone con cualquier chismorreo.

Debato rápidamente en mi mente si debería o no contarle la verdad, pero sé que no debería. Mi padre quedaría muy mal parado y a pesar de todo no puedo ser la causante de que la reputación de mi padre se vea tan dañada por lo que decido mentir.

—Bueno, llevamos saliendo hace poco. Es amable, atento y bueno en la cama —en el fondo me siento orgullosa de poder decir eso con toda la certeza del mundo—, pero… —Zoe frunce el ceño.

—¿Pero? ¿pero qué?

—Pero siento que no me toma demasiado en serio… creo que sale con alguien más

—¡Salieron en todos los diarias, Savannah! Es evidente que quiere estar contigo —en ese momento quisiera decirle que no, que lo de los diarios seguramente fue un truco para que su padre vea que sale con alguien—, y si sale con alguien, tú también puedes salir con alguien más, no están casados, ni mucho menos estás enamorada, ¿o sí?

En cuanto hace la pregunta me quedo de piedra y es que no encuentro una respuesta a eso, lo que me preocupa porque debería decir no de inmediato, pues lo acabo de conocer, sin embargo, lo que pasó anoche, me liga emocionalmente a él de la manera más fuerte que he sentido en toda mi vida lo que me lleva a no saber cómo responder verdaderamente a esa pregunta.

—Bueno, no —miento.

—¿Ves? Entonces no tienes de qué preocuparte, vive tu vida y disfruta. Eres joven y muy bonita —me responde y yo le sonrío amablemente.

—No es tan sencillo…

—¡¿Por qué?! No es como si estuvieras firmando un contrato de vida —me contesta y yo no puedo evitar reír.

Y sí, es exactamente lo que tendría que hacer, firmar un contrato con James, un contrato con muchas reglas que no sé si podré acatarlas, no sé si podré con ellas.

—Sí, claro…

—De todas formas, tú puedes llevar lo que sea que tengas con ese hombre como desees. Puedes poner tus propias reglas y ya está.

Y creo que tiene razón, creo que puedo implementar mis propias clausulas. Puedo hacer lo que a mí me plazca porque mi opinión también es importante. También merezco ser escuchada.

Pasé toda la tarde en casa de mi amiga mientras no paraba de recibir llamadas de un número desconocido las cuales jamás contesté. Al ser el CEO de una empresa de comunicaciones debió ser muy fácil para James encontrar mi número de teléfono y muy seguramente era él, o tal vez soy solo yo creyéndome mis fantasías y alguien quería venderme un televisor. He vuelto de nuevo a la casa con mis ideas mucho más claras y dispuesta a que sean escuchadas. Noto que el auto está afuera, saludo al conductor y entro encontrándome con una casa un poco sola hasta que simplemente James aparece desde el patio trasero.

—¿Dónde estabas? —yo paso por su lado y salgo al patio, en donde él se encontraba. James me sigue.

—No sabía que tenía toque de queda —él suspira.

—Me enteré de que Betany estuvo aquí; lo que sea que te haya dicho es mentira. Quiero que lo sepas.

—¿Entonces es mentira que anoche antes que durmieras conmigo esa mujer dejó en tu cama sus bonitos pendientes de oro?

—Sí, lo es —me responde acercándose a mí—, yo solo te quiero a ti, Savannah, eres tú quien me gusta, más nadie. Por eso te lo pedí a ti —mi respuesta es negar con la cabeza.

—Si realmente te gustara tanto no me hubieras pedido semejante bajesa, pero no te preocupes, ambos tendremos lo que queremos —él se muestra bastante confundido ante mis palabras y se acerca a mí, me toma del rostro y me mira con esos ojos bellos que últimamente se han quedado en mi mente.

—¿De qué hablas Savannah? —susurra al tiempo que yo suavemente quito sus manos de mi rostro, pues no me da el coraje para ser grosera con él.

—Que firmaré, tú ayudarás a mi padre en todo, ahora y después de año, pero yo tengo una contra propuesta para ti; podrás presentarme a tu familia, seguiremos viviendo junto, podremos casarnos si es lo que necesitas, pero lo que pasó anoche, no volverá a pasar.

—¿Qué? ¿por qué? Yo quiero seguir estando contigo, escucha, yo no dormí con esa mujer, al menos no lo hice anoche; está celosa, eso es todo.

—No me tienes que explicar nada, James. Esa es mi última oferta, ¿la tomas o la dejas?

Él me mira de una manera que jamás me había mirado. Siempre me ha visto con lujuria, con pasión, con deseo, pero nunca me ha visto cómo lo está haciendo ahora, con lo que parece ser dolor en su mirada y con ese mismo dolor se aleja de mi cuerpo asintiendo con su cabeza.

—Está bien, si es lo que quieres —me responde—, entonces llamaré a mi abogado para que organice de nuevo el contrato —mi respuesta también es un asentimiento de cabeza para posteriormente alejarme de él.

Luego de pasar horas encerrada en mi habitación pensando en lo que estoy a punto de hacer y armándome de valor para las cosas que evidentemente debo atravesar, llegué a la conclusión que debo ser cuidadosa, pues poco a poco estoy comenzando a entender que el hecho de que me haya dolido tanto descubrir que anoche no solo durmió conmigo, eso solo puede significar una cosa; me gusta, me gusta mucho James, y siempre será el hombre al que le di mi primera vez y al que le daré todas mis primeras veces y sé que esto solo puede terminar en una sola cosa; la pobre Savannah enamorada de un hombre que solo quiere un contrato, que no cree en el amor y que no cambiará por ella.

Mientras bajo las escaleras sintiendo el temblor en mis piernas y en mis manos trato de respirar con profundidad para que mis evidentes nervios no se noten. Cuando llego a la primera planta me espera la chica del servicio quien me dice que me esperan en la oficina. Me enseña el lugar donde está y yo llego hasta allá. Toco la puerta dos veces y la voz de James es la que me invita a pasar. Entro con formalidad sin prestarle mayor atención a los detalles debido a mi nerviosismo, me siento en la mesa y es cuando saludo.

—Buenas tardes —ambos me contestan y es James quien me tiende el nuevo documento.

Lo reviso y contiene todo lo que le pedí, diciendo que queda en nuestras manos, como nuestra decisión lo que hagamos en ese año, pero que se debe cumplir las cláusulas permanentes de noviazgo y casamiento. No puedo evitar compartir una sonrisa con James pues dejó al aire libre el hecho de tener relaciones sexuales como algo que si queremos pasa y si no, pues no. Él me comparte la sonrisa mientras me tiende el bolígrafo dorado que tiene sus iniciales. Firmo el documento y el abogado lo toma.

—Enviaré una copia a más tardar mañana. Están oficialmente ligado uno al otro durante un año.

—Gracias —le responde James y el hombre se despide para posteriormente irse dejándonos solos.

—¿Entonces cuándo conoceré a tu familia? —le pregunto al tiempo que se me cae el bolígrafo.

James se apresura a ponerse en pie y acercarse a mi asiento para tomarlo del suelo. Se agacha frente a mí recogiéndolo, pero coloca sus suaves manos en mis piernas, causándome escalofríos de manera inmediata. Las mueve hacia arriba, muy cerca del borde de mi vestido mientras yo no puedo evitar morderme el labio inferior y cerrar mis ojos por la sensación. Sigue subiendo sus dedos acariciando mi piel desnuda hasta que llega muy cerca, a milímetros de mi vagina. Cuando creo que va a colocar sus dedos en ella que es lo que realmente quiero, él abruptamente se detiene y se levanta haciéndome abrir mis ojos encontrándome con su sonrisa burlesca.

—Yo creo que debo detenerme —me dice colocando el bolígrafo sobre la mesa—, estoy seguro de que dijiste que no querías hacerlo —añade con esa sonrisa de nuevo en su rostro, luego se aleja dejándome sola y muy excitada en esa mesa.

Sé lo que dije, sé lo que puedo llegar a sentir por él, pero lo que no sé, de lo que no estoy segura, es si podré contenerme a lo mucho, lo mucho que me gusta y lo mucho que lo deseo aun cuando enamorarme sea algo que pueda pasar o que tal vez ya está pasando.

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