CASA FAMILIAR.Alana pasó un trago al ver los documentos en sus manos y miró su reloj.Eran las diez de la mañana, y aunque había hecho tiempo, había llegado la hora.Tenía una opresión muy fuerte en su pecho. Sentimientos encontrados, y una revolución en su estómago, ahora la gobernaban, pero cuando el abogado llegó a su oficina, supo que ya no lo podía postergar con más tiempo.Ángelo podía ser muy protector con ella, en algunos momentos, incluso ella podía entre ver sus finas líneas de amabilidad en ese rostro serio. Pero ahora, era bastante cruel.—Es hora, señora Denaro —El abogado dijo y ella asintió metiendo los documentos en el maletín.Tenía un vestido negro digno para esta ocasión, y fue escoltada como de costumbre hasta que llegó al auto.Ella frunció el ceño cuando al abogado lo pasaron a otro auto y se giró hacia un hombre de seguridad.—¿Por qué no compartimos el mismo auto? Vamos al mismo lugar.—Imposible… —Paul, que era el que siempre estaba con ella, dijo—. El señor
AMANTES.Alana sentía el peso del silencio en la habitación cuando Ruchina escaneó su posición, tan segura y dueña del espacio como si fuera su territorio. La tensión era palpable.—Está muy bonita tu oficina…Alana apenas pudo ocultar su incomodidad. Esta no era una visita social, y lo sabía.—No puedo ofrecerte mucho, estoy trabajando, muy ocupada, y es mejor que no estés aquí sin Ángelo presente —respondió Alana con firmeza, tratando de mantener la compostura.Ruchina dejó escapar una pequeña risa, casi condescendiente, y sus ojos brillaron con algo más que simple amabilidad.—Ay, cosita… —su voz era suave, pero el veneno se podía sentir en cada palabra—. Te falta tanta experiencia. Escucha, Ángelo sabe que estoy aquí. No por mí, sino porque debe tenerte vigilada. ¿De verdad crees que confía en ti? Por supuesto que no. Eres una Duncan, Alana, y más importante aún, eres su ejecutora. ¿No te has dado cuenta?Alana respiró hondo, alzando la barbilla para mostrar autoridad.—Señora, si
INSEGURIDADES…Alana pasó un trago con fuerza y miró el brillo de la mirada de Ruchina que solo le recordaba la amenaza. Esa mujer que no parecía tener miedo a nada ni a nadie. Cada palabra dicha, cada insinuación venenosa, había dejado su huella, y aunque Alana no quería admitirlo, sentía una punzada de duda que nunca había sentido.El aire de la habitación estaba cargado de tensión, y su respiración era pesada, como si algo la estuviera oprimiendo desde dentro. ¿Pero qué podía hacer? ¿Confiar en Ángelo? ¿Cómo? Él también iba por su familia, y en algún punto, la desecharía cuando ella no le sirviera a su propósito.Alana sintió un escozor en los ojos. ¿Qué iba a decirle? ¿Defender a su familia? Ángelo se le reiría en la cara, y por más de que sus sentimientos por él estuvieran emergiendo, no podía pensar que Ángelo Denaro, pensaba lo mismo que ella.—Alana… —ella escuchó la voz como una advertencia, y miró a Ángelo alzando la barbilla.La habitación parecía encogerse con su presencia.
YA NO SERÉ LA MISMA…Alana se quedó por mucho tiempo mirando al vacío, congelada en su lugar, mientras el eco del portazo de Ángelo aún resonaba en su mente después de que se había ido en un momento. El golpe parecía haber sacudido no solo las paredes de la oficina, sino también su propio ser. Las palabras de Ruchina seguían martillando en su cabeza, y aunque había intentado mantener la compostura frente a Ángelo, el dolor de la duda se filtraba lentamente, infectando todo.Tomó un respiro profundo y trató de calmarse. No podía dejarse llevar por lo que esa mujer había dicho, pero ¿cómo podía ignorarlo? La había amenazado con su familia, y ahora sentía que una barrera invisible se estaba levantando entre ella y Ángelo, y no sabía si tendría la fuerza suficiente para derribarla.Después de unos minutos, se obligó a levantarse. No podía quedarse ahí, inmóvil, y se puso delante de la vista de los edificios, solo pensando que debía adelantar todo lo que tenía aquí, con respecto a lo que Á
REBELDÍA COMO DISFRAZ…El sol apenas comenzaba a asomar sobre la ciudad, pero Alana ya estaba despierta. El insomnio se había convertido en su fiel compañero desde que tomó la decisión de liberarse de las cadenas invisibles que Ángelo había impuesto sobre ella y su familia. No era fácil. Cada movimiento, cada mirada que él le daba, estaba cargada de una vigilancia constante, un recordatorio de que todo lo que decía Isabella y Ruchina tenía una tinta de verdad, y Alana había decidió que era momento de ponerle fin a todo esto.Desde el momento en que decidió actuar por su cuenta, el tiempo parecía correr en su contra. Sabía que debía tener la documentación lista, sin ningún error, y ya había sido advertida de que tendría una reunión después de esas dos semanas.—Pareces muy cansada… —Alana levantó la mirada hacia Ivy que probó su café, y le mostraba unos ojos, analíticos.—Lo estoy, trabajo para tu hermano, por si lo olvidas.—¿Cómo hacerlo? Es imposible olvidar nada, Alana…Alana miró
ARREPENTIDA…El ambiente en la oficina estaba tenso, cargado de palabras no dichas y miradas que lo decían todo. Alana intentaba mantener la compostura, aunque su mente era un caos. Sus ojos buscaban desesperadamente alguna señal en el rostro de Ángelo, alguna reacción, pero él permanecía en completo silencio, como si las palabras que ella acababa de soltar no tuvieran importancia alguna.Ella había intentado herirle de alguna forma, formaba parte de su impotencia, y su descontrol por no saber qué hacer o a donde ir, y algo en la mirada de Ángelo le dijo que había pasado los límites. Ella bajó la mirada a la boca de Ángelo y por un momento, todo pasó a segundo plano.Tenía una semana entera sin verlo, verlo, le había alterado todo, desde la rabia hasta el deseo, y su olor ahora solo la ponía más inestable.Ella abrió la boca en el último tono de desespero y volvió a mirar sus ojos.—¿No vas a decir nada? —preguntó, con el corazón latiendo desbocado. El silencio la desesperaba. La amen
SUSURROS…Era fin de semana, y Alana estaba en el balcón de la habitación, recibiendo el aire frío que golpeaba su cuerpo. Se sentía helada, pero no se había movido un solo centímetro durante horas, mientras admiraba la zona boscosa y un cielo gris.—Señorita… —ella saltó un poco, giró la cabeza para ver a una mujer de servicio que le sonrió—. El señor ha indicado una comida para la cena, entonces me envió a informar a usted y a la señorita Ivy…Alana frunció el ceño, y asintió.—Gracias…—De nada. Me retiro.Alana entró a la habitación sintiendo el escalofrío en cuerpo ante la temperatura adentro. Miró la hora y se tomó un baño caliente, sin prestar mucha atención a lo que se ponía esa noche.No le importaba esa cena en lo absoluto.Esperó en la habitación que pasara la hora indicada, y de mala gana se fue para caminar con lentitud, y cuando llegó al comedor principal, tanto Ivy como Ángelo estaban vestidos para la ocasión.Ella, en cambio, con una sudadera, unos tenis, y el cabello
MUY OSCURO PARA LOS DOS…—¿Qué te parecen estos? —Alana miró en dirección del dedo de Ivy, pero en sus pensamientos solo estaba Ángelo, casi desnudo en una silla playera cerca de la piscina.El verano estaba en su pleno apogeo, y ella estaba necesitando un poco de control para concentrarse en este momento.—Me parecen bien…—Ok, pero todo te ha parecido bien… —Alana parpadeó mirando a Ivy y luego negó.—Creo que tienes buen gusto. Las que elegiste quedaría bien con todo.Ivy tomó el aire y lo soltó, y luego miró cómo Alana volvía a ver a Ángelo por el rabillo.—Mañana iremos por nuestros vestidos. Tengo una estilista de confianza, aunque no sé si tú tengas una…Alana frunció el ceño mirando a Ivy y luego negó.—Ahora mismo no tengo nada, Ivy… —Ángelo tenía unos lentes oscuros, mucho trabajo por hacer, pero ahora mismo solo le apetecía tomar el sol, y ver el bikini de Alana que él mismo había elegido.Se estaba haciendo el dormido, pero podía escuchar toda la conversación entre su herm