CAPÍTULO 40 INOCENTE

INOCENTE.

Alana estaba un poco escéptica, además de ansiosa por saber a dónde iría. Pero cuando el auto se salió un poco de la ciudad, y se detuvo en un edificio viejo y se giró hacia Ángelo con los ojos muy abiertos.

—¿Qué es este lugar?

Él no respondió, les dio unas instrucciones a sus hombres y le dijo a Alana que lo siguiera. De hecho, tuvieron que subir algunas escaleras, hasta que llegaron al cuarto piso, Y Ángelo abrió una puerta de salida de emergencia.

El aire golpeó el rostro de Alana, y notó como el sol estaba comenzando a ocultarse. Estaban en una azotea llena de plantas, mientras el aire hacía danzar sus cabellos.

Entonces ella se detuvo cuando Ángelo se recostó a la baranda de metal.

—Este es el edificio, de donde no debimos salir cuando llegamos a Los Ángeles.

Alana pasó un trago y lo miró.

—¿Vivías aquí?

Ángelo asintió con una sonrisa.

—Así es… —Alana se giró alrededor observando con detalle, mientras Ángelo no quitaba los ojos de ella.

—Tiene una buena vista —Y Ángelo
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