QUIERO QUE ME ESCUCHES.Alana seguía con la respiración agitada mientras Ángelo cerraba la puerta de la habitación con un pestillo que resonó en la quietud del espacio. Sentía su corazón acelerado, pero no era solo por la incertidumbre y el miedo a lo que vendría, ella no podía negar que Ángelo Denaro le hacía algo, su boca pegada a la suya, su sabor, definitivamente, le alteraba sus fibras. Su vestido era corto y floreado y se las arregló por unas sandalias de tiras, y dejó su cabello en una trenza. Casi corrió para alcanzar al hombre, no tanto por lo que sabría a continuación, sino por la promesa de que vería a su familia de nuevo.Ángelo, por su parte, se movía con una calma controlada. No mostró ninguna emoción mientras caminaba hacia la salida, y tomaba su teléfono dando instrucciones breves a sus hombres. No era la primera vez que veía a alguien tratar de desafiarlo, pero había algo en Alana que lo intrigaba y lo enfurecía al mismo tiempo.—Vamos —dijo con un tono que no admití
¿HICISTE ESTO?Ángelo observaba la escena con una frialdad calculada, y no movió ningún dedo para detener, cualquier cosa de lo que Isabella iba a decir. Sin embargo, la mirada de su hermana seguía quemándolo, pero ella debía aprender, también, que nadie podía compadecerse de nadie.Alana miró a su familia. Su padre, Oliver, se encontraba tenso, intentando mantener la compostura, mientras William parecía estar atrapado entre el arrepentimiento y la desesperación. Isabella, por su parte, había tomado la iniciativa, acercándose a Alana con una expresión de dolor sincero.—Alana… —La voz de Isabella era suave, casi quebrada. Ella tomó la mano de Alana con una determinación, forzándola a mirarla a los ojos. La calidez de su toque contrastaba con el frío ambiente—. Escúchame, por favor —siguió Isabella, mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas. Ella estaba desesperada por hacer que Alana entendiera, por mostrarle que, a pesar de todo, había una verdad que valía la pena con
ME ARREPIENTOAlana permanecía de pie, con la mirada fija en la puerta que se había cerrado tras Ángelo y los demás. El silencio en la habitación era casi ensordecedor. Cada fibra de su ser estaba en tensión, atrapada entre el amor por su familia y la decepción que ahora se revelaba ante ella.Isabella, con los hombros caídos y las lágrimas deslizándose por sus mejillas, finalmente alzó la mirada hacia Alana. Sus ojos eran un reflejo de la culpa, el arrepentimiento y un dolor profundo que había estado ocultando durante años.—Alana… —su voz era apenas un susurro, quebrada por la emoción—. No tienes idea de cuánto he querido protegerte de todo esto, de cómo intenté mantenerte lejos de esta… situación, cuando mamá se fue —ella se calló y Alana pasó un trago—. Todos tenemos un pedazo de culpa aquí. Papá, mamá, William, yo misma, pero no tú. Y he fallado. .Alana apretó los puños, luchando por mantener la compostura. Quería abrazar a su hermana, pero desde hace un tiempo, ella simplemente
NO CAIGAS.Alana caminó de forma recta con Ángelo, sintiendo su mano fría en su espalda hasta que se subieron en el coche que los esperaba.Ella no se esmeró en ver a su alrededor, peor se dio cuenta de que Ivy no estaba por ninguna parte, ni parte de su familia tampoco.Estaban en una especia de limusina, donde ella pudo sentarse, y tener de frente a Ángelo, que se desabotonó la chaqueta, y al mismo tiempo le ordenó algo a los hombres.El auto comenzó a moverse, pero ella no pudo quitarle los ojos de encima, mientras los dedos de Denaro, toqueteaban el pasamanos.Finalmente, fue Ángelo quien rompió el silencio, la miró de pies a cabeza, y luego le sonrió.—Has estado mirándome de una manera que me hace preguntarme si quieres algo de mí, piccola —dijo, sin apartar de ella—. Y si es así, deberías saber que voy a tomar esa mirada intensa como una insinuación.Alana sintió que el corazón daba un vuelco ante sus palabras. Sabía que Ángelo estaba jugando con ella y tal vez parte de lo que
NO CONFÍES EN NADIE.El beso de Ángelo fue devastador, una invasión total que dejó a Alana sin aliento, incapaz de pensar con claridad. Sus labios se movían sobre los de ella con una intensidad voraz, mientras sus manos la sujetaban con firmeza, impidiendo cualquier intento de resistencia. Era un beso que hablaba de posesión, de dominio, de un poder que él no tenía intención de ceder jamás.Alana respondió, y pensó que el sabor de Ángelo era intoxicante, una mezcla de peligro y seducción que embriagaba sus sentidos. Su mente gritaba que se alejara, que rompiera el contacto, pero su cuerpo respondía a la intensidad del momento de una manera que nunca había experimentado antes. La lengua de Ángelo exploraba cada rincón de su boca con una precisión que la hacía temblar, como si supiera exactamente dónde tocar para encender su deseo.Ella se encontró atrapada en ese momento, era evidente que su propio cuerpo la traicionaba al responder al contacto, a pesar de las advertencias que resonaba
ES NUESTRA HABITACIÓNHabía pasado un día desde el momento en que Ángelo le informó a Alana que le cedía cierto poder, además de hacerla de alguna forma, trabajar para él.Sentada en una enorme mesa, Alana miró a Ángelo desde su distancia, y a su hermana Ivy, mientras alguien del servicio de la casa, servía la cena.Para el día de mañana ella comenzaría a trabajar en una de las empresas de Ángelo, y ella no sabía ni tenía idea de cómo hacerlo. Era como, trabajar con su enemigo para hundir a su propia familia, pero a la vez, no dejando pisotear su orgullo y mostrándole que ella podía ser capaz de tener un pensamiento racional.El sonido de los cubiertos contra los platos era lo único que rompía la quietud, mientras Alana observaba de reojo a los hermanos Denaro.Ángelo, aparentemente ajeno a la incomodidad, cortaba su carne con precisión, y una expresión neutral. De repente, levantó la vista y se dirigió a Ivy, con una voz plana que hizo que Alana lo mirara.—Mi querida esposa, comenza
¿DE DÓNDE HABÍA SACADO TODO?Alana despertó con una sensación de agotamiento que se aferraba a cada fibra de su cuerpo mientras abrió los ojos, y miró la hora. La noche anterior había sido una tormenta de emociones y tensiones que la dejaron sin un verdadero descanso, y cuando ella se sentó, notó la habitación vacía, y Ángelo ya no estaba en esa cama. Por un momento, se permitió relajarse, agradecida por la soledad. Sin embargo, sabía que debía levantarse porque el día que le esperaba sería cualquier cosa menos fácil.Se obligó a salir de la cama con el cuerpo pesado por el cansancio, y se dirigió al baño. El agua caliente de la ducha le ofreció un breve respiro. Pero mientras el agua corría por su piel, los recuerdos de la noche anterior volvieron a su mente. Recordó cómo, en medio de la noche, sus piernas habían rozado las de Ángelo, y cómo el calor de su cuerpo había traspasado la distancia que intentaba mantener. El recuerdo la agitó, despertando una sensación que luchaba por repri
RÁFAGA DE ARDOR Y RECUERDOSÁngelo se encontraba en una de sus oficinas más discretas, ubicada en un edificio antiguo y apartado del bullicio de la ciudad. La habitación estaba impregnada de un aroma a cuero viejo y madera pulida, con una luz tenue que se filtraba a través de las gruesas cortinas. Era uno de sus sitios favoritos, y sentado en su sillón, con una copa de whisky en la mano por la tarde, escuchaba atentamente al hombre frente a él.—Ha estado generalmente revisando los archivos toda la mañana. Según mis fuentes, dedicó varias horas a organizar las carpetas y pidió repetidamente los documentos relacionados con los Duncan a su secretaria.Ángelo apretó la mandíbula, pero su rostro se mantuvo inmutable. Se tomó un momento para sopesar la información, tomando un sorbo de su bebida antes de responder.—¿Y qué más? —preguntó con una voz que no dejaba entrever ni una pizca de sus pensamientos.El hombre asintió ligeramente, como si anticipara la pregunta.—Por ahora, parece que