—Señorita Reyes, la presentación de estos problemas financieros está incorrectos ¡Y acaba de caer una sanción por parte de la autoridad fiscal!—¿Qué? —Azucena exclama, pálida por el susto.—¿Y usted cree que esto es todo? —continúa el gerente de finanzas—, pues no. Como ha hecho una valoración incorrecta hay pérdidas financieras para los inversionistas ¡¿Sabe qué significa eso?! ¡Que presentarán demandas! ¡Demandas, señorita Reyes! ¡Y todo por su culpa!—E-espere, señor López. Debe haber un error, yo jamás hice algo así. Soy muy correcta con los números. Esto no puede estar pasando, es imposible. Yo-—Señorita Reyes —el señor López se pone de pie, tomando un suspiro—, esperemos que la multa de las autoridades no sea tan alta porque una vez los inversionistas se den cuenta de éste error pedirán su dinero de vuelta. Y eso podrá en una situación precaria a Compañía Reyes por su fatal movimiento de las finanzas.—¡Es imposible, señor López! Le juro que yo hice todo bien y no puede haber
—Esto no lo puede saber nadie. Esto no lo puede saber nadie —Azucena se repite, desesperada. Ya no está en la oficina, sino en uno de los pasillos de un prestigioso edificio donde se ésta llevando a cabo la primera fiesta de recaudación que serán en estas tres noches.Intentó desistir a la invitación pero resultó imposible. David le dijo que no podía faltar porque Compañías Reyes, la empresa de su familia, siempre asiste. Y ahora como la cara principal en la sede de Nueva York, no puede decir que no. No tiene tiempo para estas fiestas, ¡No ahora! ¡No cuando ésta tarde toda su vida ha cambiado! Y cambiará para mal sino hace algo.Por mas que piense en el dinero, por los momentos no hay ninguna salida. La única es decirle a su hermana, pero eso significa echar por la ventana tiempo de dedicación. Ella no volverá confiar en sus habilidades.Decepcionará a la familia.—¿Azucena? —reconoce la voz de un primo suyo, Erick. Su expresión combina con el horro de encontrarla preocupada—. ¿Esta t
—¿En qué tanto piensas, Rafael? Desde anoche estás algo extraño —quien habla es Fernando, un gran asesor no sólo suyo sino de sus otros dos hermanos, en especial de su hermano mayor. Debido a las reuniones para recaudar fondos entre las empresas involucradas está aquí. La empresa de su hermano también y ha venido por eso—. Y desapareciste. ¿A dónde fuiste?Pensativo. Fernando tiene razón. Rafael está pensativo, bastante, hasta el punto de casi no concentrarse temprano en ésta mañana. Algo en específico lo tiene pensativo. Y se trata de algo que se le sale de las manos, y es la razón por la que pensativo, también está malhumorado. Fernando no ayuda con las preguntas.Se quita los lentes y se enjuaga los ojos, ya indiferente.—Ahora que estoy expandiendo mis negocios tengo la cabeza en varias partes. Continuemos —Rafael señala una pila de papeles en su escritorio—. Quiero una protección de bienes. Luego de lo que sucedió con mi antigua esposa, no quiero que suceda lo mismo. Estoy buscan
«¡Concéntrate!» Azucena se repite una y otra vez en su oficina. Ha pasado varias horas desde que dejó el edificio de Rafael Montesinos y se ha mantenido como una ilusa en todo esto. ¿Perdió la cabeza? Fue una ilusión. ¡Una ilusión!Jamás besó a Rafael Montesinos y va y mete la pata pareciendo una loca al hombre que quizás más la odia en todo el mundo.—Argh —tan sólo pensarlo le dan ganas de vomitar. Y no sólo eso. La situación de la deuda la tiene pendiendo de un hilo. Está tratando de reunir lo necesario para pagar. Hubiese podido hacerlo sino hubiese ya invertido todo lo que tiene en su propio negocio, y ¡Ahora ni siquiera tendrá dinero para seguir…!—. Cálmate. Conseguirás una solución.Sin embargo, aún recuerda la conversación con Rafael. No ha estado avergonzada en su vida.Cuando Fernando se despidió con una sonrisa amigable, pareció que se derritió bajo tierra movediza y no podía actuar como la niña inmadura que él creía que era.Al instante de verlo, algo en Azucena se revolvi
—Señor Bennet, yo le quiero pedir un poco más de tiempo para finiquitar el precio que está pidiendo. No es fácil conseguir esa cantidad y lo sabe.—¿Pero si ha sido fácil manipular a su antojo la contabilidad para que así nosotros los inversionistas perdamos dinero?—Eso no fue lo que sucedió, ya se lo dije. Escuche, le tendré el dinero pero tiene que darme algunos días-—No más días. Ya le dije que era para cuanto antes —el señor Bennet la toma del codo—. No soy tolerante a las esperas y cuando se trata de mi dinero soy muy estricto. ¿A quién se le ocurrió dejar a cargo a una inexperta en finanzas? Claramente llegó a donde está por contactos y no por mérito propio. El capricho la llevó a ser una fatal administradora. Debe pagar los daños causados.—Suélteme —Azucena se remueve—, le pagaré. Mañana le pagaré.—Ya no le daré más tiempo. ¿Mañana también dirá que me pagará después? Ésta gente sabrá la clase de compañía y de ineptos que tiene Compañías Reyes. No le daré más tiempo. Mañana