GRAY—Ella está en paz. Es lo mejor que podemos esperar al final. —La hermana Constance está a mi lado, viendo a la tía Genevieve entrar y salir de la consciencia.Le doy una tensa sonrisa, mientras la anciana vacila entre esta vida y lo que venga después.Mi pecho sigue abierto y sangrando por la laceración verbal en la casa de Drew. Me fui sabiendo que cada palabra que Carl Harris dijo era verdad. Las lágrimas de Drew zumbando en mis oídos eran como sal en mis heridas. Quería abrazarla, consolarla, pero sabía que su padre tenía razón. Sólo le causaría dolor.A mitad de mi camino hacia el taller, sonó mi teléfono. La hermana Constance dijo que debería volver a Dover lo antes posible. Mi tía se estaba muriendo. Su salud se habí
DREWTrasladaron a mi padre a un asilo de ancianos. Su médica dijo queel daño no fue tan grande como ella temía, pero espera que, al mantenerlo en un ambiente controlado, puedan ayudarlo con su adicción.Hablando de ayuda, tuve que volver al trabajo. Después de estar fuera una semana, veo que Ruby tiene razón. Aunque Hunter todavía está seguro de que el gobierno está interviniendo todos nuestros teléfonos y que el actual presidente está canalizando a Richard Nixon, su amistad con Sylvia Green parece haberle dado un nuevo enfoque para su vida.Miro hacia abajo a mis notas pasadas en la pantalla de la computadora mientras él me cuenta sobre sus hazañas en la ciudad, y no puedo evitar una triste sonrisa. Levantando mi pluma, escribo l
GRAYEs un viaje de nueve horas desde la casa de mi familia enDelaware hacia el sur hasta Oakville. Lo haré en un día.He pasado las últimas dos semanas arreglando los asuntos de mi tía y familiarizándome con mi nueva propiedad. La casa… tachen eso. La mansión de treinta mil hectáreas es bastante ridícula.Por lo que he aprendido, mi bisabuelo estaba en el negocio del acero... aparte de ser un contrabandista. Esa segunda parte de la información la encontré mientras escarbaba en uno de los viejos estudios en el tercer piso. El lugar tiene 150 habitaciones.La hermana Constance no me dijo que la propiedad venía con un mayordomo, una cocinera y una ama de llaves. Los llamé, pero más pa
DREW—¿Dónde me he estado escondiendo? —Le grito al oído a Rubymientras nos abrimos paso en The Red Cat.El lugar es antiguo, con alfombra roja, una rocola que reproduce discos reales y lámparas de lava en las esquinas. El bar también está completamente alfombrado, y está lleno.—¡Te dije que este lugar estaba resurgiendo! —Me grita al oído tan fuerte que me hace cosquillas.Meto un dedo en mi oreja y le digo ¡Ow! Ella sólo se ríe. La sigo colocándome más cerca de ella en la barra, haciendo todo lo posible para evitar las miradas evidentes de unos pocos clientes masculinos que no reconozco.—¡Ruby Roo! —Una fuerte voz se oye sobre la multitud. Ruby da vueltas y vueltas frunciendo el ceño.—¡Maldita sea, al infierno! Odio cuando hace esa mierda de Scooby Doo. —
ALESSANDRONew YorkRespiro entrecortadamente cuando entro en la iglesia a la que he asistido desde que nací.Me ajusto la chaqueta para que el contorno de mi arma no sea tan visible.El cura no tiene por qué tenerme miedo, aunque sé que me teme. Todo está listo ahora.Todo lo que necesito para llevar a cabo el plan de hoy. Solo me queda una última cosa por hacer antes de irme. Mi confesión.Puede parecer inútil debido a quién y qué soy, pero de todos modos sigo haciendo esto.Soy el hijo menor de Serg Ferrari, el Pakhan de la Baranov Bratva. Soy su Obshchak, parte de la élite de la hermandad, y mis manos han estado rojas de sangre más veces de las que puedo contar en esta vida. Los hombres como yo no tenemos esperanza, especialmente cuando no tenemos planes de cambiar y volver al camino recto y angosto que debe conducir a una vida eterna bendita en el cielo.Sólo hay un lugar para un hombre como yo. Sé que mi alma oscura ya está condenada, pero como escapé de mi último encuentro con
—Te... lo prometo—tartamudeo, conteniendo las lágrimas.—Gracias, mi amor. No pude salvar a tu padre, ni a tu madre. Por favor, déjame tratar de salvarte. No estabas hecha para esta vida.Cuando miro las cadenas que lo atan, las lágrimas caen automáticamente por mis mejillas. Si está encadenado, es por algo, y no dice nada de sí mismo. No puedo perderlo a él también. No a él. No de la forma en que perdí a mi padre.—¿Y tú, José?—No te preocupes por mí. Tienes que pensar en ti. Me mantendrán con vida hasta que no sea necesario. Es por eso que estoy aquí. Tú, por otro lado, podrías escapar por este vestido.Baja la mirada hacia el todavía hermoso vestido que se aferra a mi cuerpo, ahora es un desastre ensangrentado y desgarrado en varios lugares. Es original, único en su clase, hecho especialmente para Ariana, hija de Roco Álvarez, el Rey del Cartel de México.Miro el engañoso vestido y recuerdo cómo llegué a usarlo. Salpicado de diamantes y confeccionado con la seda más fina,este vest
—¿Estás segura de que no deberías ir a la prueba?—le ofrezco, no porque me importe de una forma u otra. Solo lo digo porque sé cómo es cuando las cosas no salen como ella quiere. Termina descargando su frustración conmigo o con otra persona.—No. —Ella hace un gesto de adiós con su mano—. Obviamente, estaré fuera todo el día.Traducción, ella, la supuesta novia virgen, muy probablemente va a estar follando hasta perder el sentido con este tipo nuevo, hasta mañana por la mañana. El último tipo era uno de sus guardaespaldas. Raúl lo mató cuando se enteró de lo que estaba pasando. No quería que Felipe supiera que no conseguiría una virgen en su noche de bodas. Como si Felipe no fuera a descubrir eso por sí mismo, ni a saber cómo es su futura esposa.Ese bastardo lo sabe y es tan repugnante como Ariana.—También necesitaré que lustres mis zapatos cuando hayas terminado—agrega ella.Arrugo la frente.—Lo hice esta mañana.Ella pone las manos en sus caderas.—Claramente, no los has pulido c
—T-tú—tartamudea Felipe.—Sí, yo—responde el hombre, hablando con un toque de acento que no puedo ubicar sobre el tamborileo de mi corazón en mis oídos.—Se supone que debes estar muerto.—Claramente, no lo estoy. Pero tú lo estarás. El hombre saca dos pistolas de sus bolsillos y antes de que Felipe pueda hacer algo, el eco de las balas rebota en las paredes cuando el hombre le dispara.Grito y retrocedo, sabiendo que tengo que largarme de aquí.El hombre no me mira. En cambio, continúa disparándole a Felipe.Corro hacia las puertas en el otro extremo del vestíbulo, con la esperanza de que no me dispare mientras huyo. Acabo de atravesar las puertas cuando lo escucho venir.—Ya, ya, princesa, corre tan rápido y tan lejos como puedas. No te escaparás de mí.Su voz resuena por el pasillo.Él también tiene razón. No llego muy lejos, y sé que no escaparé cuando otro hombre, éste enmascarado, salta de detrás de una de las columnas y me da un codazo tan fuerte en la cara que el impacto me de