MARIDO CONTRACTUAL
MARIDO CONTRACTUAL
Por: DaysyEscritora
P R Ó L O G O

Con ojo agudo, la madre de Leandro verificó todos los arreglos; una enorme sonrisa se adueñó de sus labios al ver que los preparativos eran perfectos, que la boda de ensueño que enlazaba a las dos familias poderosas, sería un hecho.

¡Su apuesto hijo, al fin se casaría!

Mila y Leandro eran la pareja perfecta.

Ellos tranquilamente podrían estar juntos, amarse a la vez. No solo era una unión marital por intereses.

Paulette, la madre de la novia, hizo acto de presencia, un poco confusa. La mujer ataviada en un elegante vestido, llena de excesivos remilgos.

—¿Has visto a Remi? Estaba hace un momento hablando por el móvil, lo he perdido de vista —chasqueó la lengua, se refería a su marido.

—No, quizá está afuera. ¿Ya han terminado con Mila?

—Sí, está tan hermosa. Hemos estado esperando este momento desde hace mucho...

Ambas compartían la misma alegría.

—Leandro y ella son el uno para el otro —aseguró.

Después de eso, Mariola, se retiró. Y la mujer se rindió, retornaría con su hija.

(...)

Paulette tocó la puerta de madera de cerezo, ansiosa porque su hija le echara un vistazo a las flores.

—Cariño, ¿puedo pasar? —cuestionó sosteniendo el bouquet que recibió hace unos segundos —. Tienes que ver el ramo.

Al no recibir respuesta, giró el pomo y se adentró. Sus ojos se abrieron de par en par, el corazón amenazó con salir de su pecho y le faltaba el aire.

Mila estaba desplomada en el suelo.

Una escena que empañó su mundo. Un día esperado y especial que se transformó en una pesadilla, negra y dolorosa.

La nebulosa descendiente no se hizo esperar clavando en su torso la desagradable sensación de asfixia.

La opresión en su pecho se intensificó. Se sostuvo del borde de la mesa de cristal, lo que pudo.

Con la escasa fuerza tenía, llena de urgencia, se aproximó buscando a tientas signos vitales.

Nada.

Paulette estaba en shock.

Y Mila exanime.

No había nada qué hacer.

Los lamentos de la mujer, gritos y alaridos continuos, alarmaron a quienes estaban afuera.

—¡Mila! No me dejes, m*****a sea. ¿Qué demonios ha pasado? —rugió, reclamos cargados de frustración por lo acontecido —. ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué lo hiciste!?

Y es que, pese a no haber un indicio visible de que ella misma se hizo daño, de todas maneras asumió Paulette que se trataba de un suicidó.

Después de todo, no era ajena a la depresión recurrente de la fallecida, problema que creyó estaría bajo control.

Irrumpió Remi, sin dar crédito a la escena.

—¡Hija! ¡¿Qué le ocurrió a Mila?!

Posterior al suceso fatídico, el revuelo inició. Cada uno de los invitados estaban atónitos. Sin poder creer que la novia estaba muerta. ¡Falleciendo el día de su boda, con su precioso vestido blanco y los accesorios más lujosos en su cuerpo!

El fatídico suceso golpeó a Leandro, el italiano se encerró en su piso, aislado por completo del exterior, mientras que la prensa hacía de las suyas.

Los medios de comunicación rodeaban el edificio donde residía, a la espera de conseguir de su parte declaraciones.

Era terrible.

También se escribieron numerosos artículos...

"Mila Strousman, muere el día de su boda"

"La boda del año opacada por una tragedia"

Y así, cuantiosas planas respecto al tema.

Solo cinco días sin ella, y parecía una eternidad, donde el sosiego lo abandonó y el tormento llegó con la intención que quedarse un rato largo.

Su vida era una completa monotonía.

Se puso en pies y alcanzó el marco.

Mila y su linda sonrisa, los dos salían abrazados, rodeados por el sol cálido y el mar de fondo. Entonces se iluminó la pantalla de su móvil, dibujando aquel nombre: Erika.

De pronto lo atravesó un escalofríos.

Ahora, ¿qué quería esa mujer?

(...)

Dos meses después...

Una joven se enteró de la mala noticia. Cubrió sus labios al ver el resultado, el décimo test también arrojaba positivo.

Maldijo.

Ya tenía cero dudas.

Aún encerrada en el baño, seguía temblando. A sus veintitrés años no esperó algo así.

Estaba en un tremendo embrollo, sus padres la matarían. Eran tan estrictos, chapados a la antigua, aún así, no tendría ni un poco de razón.

Su futuro se veía amenazado por una vida en su interior.

—Un bebé... —susurró mordiendo su labio inferior —. No es cierto.

Se negaba a creer que estaba embarazada, que tendría un hijo siendo solo una universitaria.

Aún tenía la carrera a medias y tantos planes, ahora enterrados.

¡Todavía vivía con sus padres conservadores!

La situación era terrible.

En un momento así debía guardar la calma. Llamó a Alexandre, pero no le contestó. Ya que tenía clases en la tarde, tomó un taxi rumbo al apartamento de su novio.

Todo el trayecto estuvo nerviosa, al fin se encontró frente a la entrada. Respiró hondo, lo peor que podía pasar es que le diera la espalda; quería imaginarse un mejor escenario, uno justo.

¿Responsabilidad compartida? ¡Sí, justo eso!

Sigilosa avanzó por el pasillo.

—¿Alex? Alex... ¿estás aquí? —llamó sin obtener respuesta.

Atravesó el corto trecho que la condujo a la habitación y terminó viendo a esos dos en la cama. La morena que alguna vez vio en el campus de la universidad, estaba allí, enredada con su novio.

A Milenka se le desencajó la mandíbula, perpleja con la escena.

El hombre hizo contacto con ella y se soltó de las sábanas, caminando desnudo a su dirección, mientras que la morena seguía en la cama, sin una pizca de vergüenza.

Incluso se miraba descarada y burlona.

—Milenka, ¿no te han enseñado a tocar?

—¿Qué? —le dio una fuerte bofetada —. ¿Es lo que debes decirme luego de pillarte siendo infiel?

La voz le falló, casi no podía respirar.

Él se masajeó la nuca, con desparpajo.

—¿Esperas que te lo niegue? Vale, debí ser más precavido, no creí que vendrías a esta hora —bufó.

Rabiosa y con los ojos cristalizados se volvió histérica.

—¡Deja de ser tan desvergonzado! Maldición, sigues actuando como si no has hecho nada malo. ¿Sabes qué? Terminamos.

Alexandre que igual pensó ponerle el punto y final a esa relación, no dijo nada más.

—¡Tú tienes la culpa, desde ese día no dejaste que nunca más te pusiera un dedo encima! —exclamó y la chica que ya salía, lo maldijo en voz alta —. ¡Terminemos! No seguiré con una mogijata como tú.

Se detuvo entre sollozos.

Así que la engaño porque ella se negaba a saciar sus necesidades carnales, por eso buscó a otra y le puso los cuernos.

¡Era un cretino!

¡Vaya forma de excusarse!

No seguiría con un patán así, no valía la pena. Cayó en cuenta de que tenía en su bolsa el test, supo que estaba más liada al estar embarazada de su infiel novio.

Ahora su exnovio cretino.

Se puso llorar, sin saber qué haría con su vida y cómo demonios podría decirle a sus padres que esperaba un bebé.

(...)

—¿Un matrimonio arreglado?

—No sé qué te sorprende, hijo, esto ya lo has vivido y estuviste de acuerdo.

Leandro se levantó con brusquedad, mirando a sus padres, atónito.

Ninguno de ellos tenía corazón.

—Y saben por qué acepté con facilidad. Amaba a Mila, la sigo queriendo y estoy todos los días intentando seguir sin ella —tragó duro —. No me impongan un matrimonio, no me casaré.

—¿Por qué no te casarías conmigo? —cuestionó haciendo acto de presencia Erika, la entrada de una fémina que tenía el semblante duro, pese a perder a su hermana hace poco —. Estoy segura de que es lo que mi hermana querría.

Leandro la miró, perplejo, afectado por lo que decía.

Sus padres le siguieron, dejándolo aún más estupefacto.

Un matrimonio arreglado con la hermana de su exprometida; tan solo ocho semanas atrás murió y ya aparecía un "reemplazo".

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