Con ojo agudo, la madre de Leandro verificó todos los arreglos; una enorme sonrisa se adueñó de sus labios al ver que los preparativos eran perfectos, que la boda de ensueño que enlazaba a las dos familias poderosas, sería un hecho.
¡Su apuesto hijo, al fin se casaría!Mila y Leandro eran la pareja perfecta.Ellos tranquilamente podrían estar juntos, amarse a la vez. No solo era una unión marital por intereses.Paulette, la madre de la novia, hizo acto de presencia, un poco confusa. La mujer ataviada en un elegante vestido, llena de excesivos remilgos.—¿Has visto a Remi? Estaba hace un momento hablando por el móvil, lo he perdido de vista —chasqueó la lengua, se refería a su marido.—No, quizá está afuera. ¿Ya han terminado con Mila?—Sí, está tan hermosa. Hemos estado esperando este momento desde hace mucho...Ambas compartían la misma alegría.—Leandro y ella son el uno para el otro —aseguró.Después de eso, Mariola, se retiró. Y la mujer se rindió, retornaría con su hija.(...)Paulette tocó la puerta de madera de cerezo, ansiosa porque su hija le echara un vistazo a las flores.—Cariño, ¿puedo pasar? —cuestionó sosteniendo el bouquet que recibió hace unos segundos —. Tienes que ver el ramo.Al no recibir respuesta, giró el pomo y se adentró. Sus ojos se abrieron de par en par, el corazón amenazó con salir de su pecho y le faltaba el aire.Mila estaba desplomada en el suelo.Una escena que empañó su mundo. Un día esperado y especial que se transformó en una pesadilla, negra y dolorosa.La nebulosa descendiente no se hizo esperar clavando en su torso la desagradable sensación de asfixia.La opresión en su pecho se intensificó. Se sostuvo del borde de la mesa de cristal, lo que pudo.Con la escasa fuerza tenía, llena de urgencia, se aproximó buscando a tientas signos vitales.Nada.Paulette estaba en shock.Y Mila exanime.No había nada qué hacer.Los lamentos de la mujer, gritos y alaridos continuos, alarmaron a quienes estaban afuera.—¡Mila! No me dejes, m*****a sea. ¿Qué demonios ha pasado? —rugió, reclamos cargados de frustración por lo acontecido —. ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué lo hiciste!?Y es que, pese a no haber un indicio visible de que ella misma se hizo daño, de todas maneras asumió Paulette que se trataba de un suicidó.Después de todo, no era ajena a la depresión recurrente de la fallecida, problema que creyó estaría bajo control.Irrumpió Remi, sin dar crédito a la escena.—¡Hija! ¡¿Qué le ocurrió a Mila?!Posterior al suceso fatídico, el revuelo inició. Cada uno de los invitados estaban atónitos. Sin poder creer que la novia estaba muerta. ¡Falleciendo el día de su boda, con su precioso vestido blanco y los accesorios más lujosos en su cuerpo!El fatídico suceso golpeó a Leandro, el italiano se encerró en su piso, aislado por completo del exterior, mientras que la prensa hacía de las suyas.Los medios de comunicación rodeaban el edificio donde residía, a la espera de conseguir de su parte declaraciones.Era terrible.También se escribieron numerosos artículos..."Mila Strousman, muere el día de su boda""La boda del año opacada por una tragedia"Y así, cuantiosas planas respecto al tema.Solo cinco días sin ella, y parecía una eternidad, donde el sosiego lo abandonó y el tormento llegó con la intención que quedarse un rato largo.Su vida era una completa monotonía.Se puso en pies y alcanzó el marco.Mila y su linda sonrisa, los dos salían abrazados, rodeados por el sol cálido y el mar de fondo. Entonces se iluminó la pantalla de su móvil, dibujando aquel nombre: Erika.De pronto lo atravesó un escalofríos.Ahora, ¿qué quería esa mujer?(...)Dos meses después...Una joven se enteró de la mala noticia. Cubrió sus labios al ver el resultado, el décimo test también arrojaba positivo.Maldijo.Ya tenía cero dudas.Aún encerrada en el baño, seguía temblando. A sus veintitrés años no esperó algo así.Estaba en un tremendo embrollo, sus padres la matarían. Eran tan estrictos, chapados a la antigua, aún así, no tendría ni un poco de razón.Su futuro se veía amenazado por una vida en su interior.—Un bebé... —susurró mordiendo su labio inferior —. No es cierto.Se negaba a creer que estaba embarazada, que tendría un hijo siendo solo una universitaria.Aún tenía la carrera a medias y tantos planes, ahora enterrados.¡Todavía vivía con sus padres conservadores!La situación era terrible.En un momento así debía guardar la calma. Llamó a Alexandre, pero no le contestó. Ya que tenía clases en la tarde, tomó un taxi rumbo al apartamento de su novio.Todo el trayecto estuvo nerviosa, al fin se encontró frente a la entrada. Respiró hondo, lo peor que podía pasar es que le diera la espalda; quería imaginarse un mejor escenario, uno justo.¿Responsabilidad compartida? ¡Sí, justo eso!Sigilosa avanzó por el pasillo.—¿Alex? Alex... ¿estás aquí? —llamó sin obtener respuesta.Atravesó el corto trecho que la condujo a la habitación y terminó viendo a esos dos en la cama. La morena que alguna vez vio en el campus de la universidad, estaba allí, enredada con su novio.A Milenka se le desencajó la mandíbula, perpleja con la escena.El hombre hizo contacto con ella y se soltó de las sábanas, caminando desnudo a su dirección, mientras que la morena seguía en la cama, sin una pizca de vergüenza.Incluso se miraba descarada y burlona.—Milenka, ¿no te han enseñado a tocar?—¿Qué? —le dio una fuerte bofetada —. ¿Es lo que debes decirme luego de pillarte siendo infiel?La voz le falló, casi no podía respirar.Él se masajeó la nuca, con desparpajo.—¿Esperas que te lo niegue? Vale, debí ser más precavido, no creí que vendrías a esta hora —bufó.Rabiosa y con los ojos cristalizados se volvió histérica.—¡Deja de ser tan desvergonzado! Maldición, sigues actuando como si no has hecho nada malo. ¿Sabes qué? Terminamos.Alexandre que igual pensó ponerle el punto y final a esa relación, no dijo nada más.—¡Tú tienes la culpa, desde ese día no dejaste que nunca más te pusiera un dedo encima! —exclamó y la chica que ya salía, lo maldijo en voz alta —. ¡Terminemos! No seguiré con una mogijata como tú.Se detuvo entre sollozos.Así que la engaño porque ella se negaba a saciar sus necesidades carnales, por eso buscó a otra y le puso los cuernos.¡Era un cretino!¡Vaya forma de excusarse!No seguiría con un patán así, no valía la pena. Cayó en cuenta de que tenía en su bolsa el test, supo que estaba más liada al estar embarazada de su infiel novio.Ahora su exnovio cretino.Se puso llorar, sin saber qué haría con su vida y cómo demonios podría decirle a sus padres que esperaba un bebé.(...)—¿Un matrimonio arreglado?—No sé qué te sorprende, hijo, esto ya lo has vivido y estuviste de acuerdo.Leandro se levantó con brusquedad, mirando a sus padres, atónito.Ninguno de ellos tenía corazón.—Y saben por qué acepté con facilidad. Amaba a Mila, la sigo queriendo y estoy todos los días intentando seguir sin ella —tragó duro —. No me impongan un matrimonio, no me casaré.—¿Por qué no te casarías conmigo? —cuestionó haciendo acto de presencia Erika, la entrada de una fémina que tenía el semblante duro, pese a perder a su hermana hace poco —. Estoy segura de que es lo que mi hermana querría.Leandro la miró, perplejo, afectado por lo que decía.Sus padres le siguieron, dejándolo aún más estupefacto.Un matrimonio arreglado con la hermana de su exprometida; tan solo ocho semanas atrás murió y ya aparecía un "reemplazo".Leandro se levantó y miró a sus padres otra vez, incrédulo por lo que le estaban haciendo, no entendía como tenían la osadía de imponerle casarse con la hermana de Mila. Tan solo pensarlo era una locura, sin embargo todo tenía sentido cuando sus progenitores seguían detrás del poder y les daba igual sus sentimientos. —¿Cómo pueden ser tan egoístas? Que haya aceptado el matrimonio con Mila, no quiere decir que aceptaré casarme con Erika —rugió, procesando todavía el hecho de que todos ellos habían planeado semejante atrocidad que no estaba dispuesto a cumplir, no le importaba si tenía que ponerse en contra de su propia familia. Erika con sus enormes ojos grises lo apuntó, colocándose cerca suyo. —¿No ves que todo esto es por el bien de ambas familias? No seas tan malo conmigo, Leandro —pronunció su nombre con lentitud y el estómago del hombre se revolvió. Ella de pronto se comportaba como una arpía y no le interesaba su duelo, no le importaba que todavía tuviera el corazón roto po
Por otra parte, ya se estaba llevando la fiesta de compromiso, en donde los invitados, la familia Strousman y Montavani disfrutarían de un buen agasajo. El único era Leandro, que aún no llegaba, cuando ya casi una hora ya tenía la fiesta desde que empezó. Erika no dejaba de caminar de un lado al otro, enfadada por el retraso. Su madre estaba casi tirándose de los cabellos, al tiempo de intentar calmarla. —¡¿Dónde está ese infeliz?! Remi entró a la sala. —Mantén la compostura, Erika —reprendrió a su vibrona hija. Ella enfurecida arrojó un jarrón al suelo. —¡Erika! En el exterior, Renard, llamaba a su hijo. Los invitados comenzaban a parlotear entre ellos, extrañados porque el joven no aparecía. Leandro terminó apagando el móvil, de todos modos ya conducía al lugar donde se celebraba la fiesta. Pero una mujer inconsciente del peligro cruzaba la carretera, frenó de golpe y se bajó del auto con premura. Milenka aún seguía paralizada. —¿Estás bien? Antes de que pudiera responder
La madre de Erika además de encontrarse estupefacta y furiosa casi se desmaya, sin dar crédito a la humillación que estaba pasando su hija y toda su familia, una locura. —¡¿Quién eres?! Apestosa, insignificante y ramera mujer —la ofendió después de darle ese golpe, por supuesto la susodicha seguía sin saber que decir, no tenía la culpa de nada solamente estaba siendo utilizada por ese desconocido. Se sentía una completa tonta por haber accedido a eso aunque no sabía a ciencia cierta en lo que se estaba metiendo y solo entonces se puso al corriente. ¡La fiesta de compromiso era de ese tal Leandro! El italiano, no creyó que la madre de Erika se atreviera a tanto. Y cuando la mujer volvió a hacer el intento de darle otra cachetada a Milenka, apresó su brazo. —¡Basta, Paulette! No te atrevas. Pero ella parecía una serpiente enfadada por lo que estaba ocurriendo, y más por la actitud de Leandro y su insistencia por salvar a la mujer. Es que no entendía cómo demonios de la noche a l
—Solo dime, lo aceptaré. Espera... —se inclinó a su rostro, ella contuvo la respiración, tenerlo así de cerca la desestabilizó, y volvió gelatina sus piernas. Leandro inspeccionó su mejilla —. Lo siento mucho, esto es mi culpa. Vayamos a mi auto, siempre traigo conmigo ungüento. Milenka lo siguió, solo miró atrás una vez; incluso a la distancia, el lugar le daba escalofríos. Volvió a subir a ese coche. El sujeto también lo hizo y buscó la crema. Entonces untó en su dedo, mientras que Milenka pasó saliva con dificultad, por su cuenta ella podría encargarse. Pero Leandro ya deslizaba sus dedos sobre su pequeña y carmesí mejilla. De nuevo lo embargó la culpa. —Perdóname, ¿te duele mucho? —No, solo arde un poco —admitió aclarando su garganta —. ¿Puedo hacerte una pregunta? —Ya lo haces, adelante. Dejó escapar el aire sonoramente. —¿Por qué has detenido tu compromiso? Nadie hace eso, ¿qué hay de tu prometida? Se ha ido enfadada. —Mi compromiso no significa nada, es una relación ar
Se despertó temprano y se alistó, su clase comenzaba a las diez de la mañana, pero quería estar fuera de casa lo más que pudiese. Bajó a comer el desayuno que le preparó su madre; Aleksei, su padre, ya se había ido al trabajo. —Aquí tienes, avena, tostadas, mermelada y... Su madre pausó al verla tapando su boca. Lamentablemente las náuseas matutinas iniciaron al ver las hojuelas de la avena, como si fuera lo más asqueroso que vio en su vida. Ante las arcadas horribles que tenía y evitando vomitar sobre la mesa corrió lo más pronto que sus piernas se lo permitieron al baño principal. Klara dejó el plato en la mesa y fue con su hija asustada porque algo anduviera mal. —Milenka, ¿estás bien? No me digas que te has comido algo en mal estado por allí, te conozco, te gusta comprar en esos sitios poco higiénicos. Ella rodó los ojos todavía de cuclillas frente a ese retrete. Su madre llamaba "poco salubres" a los lugares de comida rápida. ¡Ojalá fuera un dolor de panza que se terminaría
Chispeó el contacto entre sus dedos, se quedó aturdida con el agarre férreo repentino que le daba a la escena más realismo. Incluso ella cayó en la actuación, en lo bien que Leandro ejecutaba su papel. Mariola incrédula los miró. ¡¿En qué momento su hija terminó la relación con Alexandre?! No le conoció otro chico en esos meses, de hecho era Alexandre su primer novio. —Milenka y yo tampoco esperábamos un hijo, pero lo hemos aceptado juntos y decidimos tomar la responsabilidad. A Renard casi le da un fulminante ataque al corazón. —¿Decisión? ¿Aceptar? —respiró hondo y miró a su hija —. ¿De qué va todo esto? ¡Estás en la universidad!—Papá, perdóname —sollozó. Fue una tonta por creer que el italiano sería su soporte y haría más ligero el problema, pero más idiota ella que cayó en los encantos de un cretino y cobarde como su exnonio. ¡Él no la merecía! —Milenka, pero si estabas con Alexandre.
La propiedad tenía más de ciento cincuenta metros cuadrados, habitaciones adjuntas a un baño suite y vestidor. Las vistas panorámicas que se ofrecían, también eran fabulosas. Pudo ver que habían muchos cuadros con luz focalizada, las paredes en su mayoría estaban pintadas de un blanco y algunas partes de las estancias de un azul oscuro, casi como el cielo al ser oprimido por la tormenta. Quizá por eso la recorrió un escalofríos desde la nuca. En realidad era lujo por doquier, aún así, sentía que hacía falta algo de calidez femenina. Era tan marcado el hecho de que solo el vivía allí, solitario y ¿frío? Su casa era la de un soltero, un hombre ordenado, con buenos gustos y adicto a todo lo que gritara suntuosidad. Aún así no tenía una objeción, no es como si tuviera el derecho siquiera, porque ella solo era una huésped pasajera, una entrometida en su vida y espacio. Chasqueó la lengua, al final no debía sentirse mal, él fue quien la tiró a todo eso. Se quedó en la cama y miró a su
Los rayos de luz intervinieron en su sueño, abrió los párpados con lentitud, encontrándose con la intensidad del sol ya en lo alto, y se convertía en otro día en que debía lidiar con su situación. Sinceramente quería quedarse a dormir un rato largo, pero ocupando un lugar que no le pertenecía, no se miraba con ese derecho; terminó deshaciéndose de las sábanas y de esa somnolencia que seguía encarcelando sus extremidades, pronto dirigió sus pasos al baño, algunos segundos distraída por cada detalle en el interior del mismo, todo era distinto a lo que ella conocía. La casa de sus padres y su habitación podría ser algo sencillo comparado con el piso de Leandro. Se envolvió en una toalla caliente y se quedó afuera pensando que debía usar la misma ropa. Hizo un puchero, tendría que ponerse otra vez la sudadera y ese jean todo desgastado. Ni modo. Justo cuando lo tomó, a la puerta tocaron, dos toques en seco desde el exterior. Sabía que se trataba del sujeto. Ya estaba allí para desp