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5. Capítulo: "La Mentira Ha Comenzado"

Se despertó temprano y se alistó, su clase comenzaba a las diez de la mañana, pero quería estar fuera de casa lo más que pudiese. Bajó a comer el desayuno que le preparó su madre; Aleksei, su padre, ya se había ido al trabajo.

—Aquí tienes, avena, tostadas, mermelada y...

Su madre pausó al verla tapando su boca.

Lamentablemente las náuseas matutinas iniciaron al ver las hojuelas de la avena, como si fuera lo más asqueroso que vio en su vida. Ante las arcadas horribles que tenía y evitando vomitar sobre la mesa corrió lo más pronto que sus piernas se lo permitieron al baño principal.

Klara dejó el plato en la mesa y fue con su hija asustada porque algo anduviera mal.

—Milenka, ¿estás bien? No me digas que te has comido algo en mal estado por allí, te conozco, te gusta comprar en esos sitios poco higiénicos.

Ella rodó los ojos todavía de cuclillas frente a ese retrete. Su madre llamaba "poco salubres" a los lugares de comida rápida. ¡Ojalá fuera un dolor de panza que se terminaría!

No era su caso.

—Saldré en un momento, estoy bien —avisó, sintiendo todo lo contrario y se recogió sobre el suelo, largandose a llorar a moco suelto.

¿Por qué justo ella de entre tantos que también tenían ese 99.99% de posibilidades de quedarse embarazada?

—Bien, regresa pronto a comer o se enfriará el desayuno. No, no es buena idea, tienes un malestar estomacal, te haré un té de manzanilla.

Y escuchó sus pasos alejarse.

Sorbió por la nariz, su teléfono timbró en ese momento. Lo tenía en el bolsillo del pantalón.

Leandro: Buenos días, Milenka. ¿Cómo va tu mañana? Quiero que nos veamos en el Coffee Delizia a las nueve en punto. Hoy lo haremos oficial ante tus padres.

—¿Qué? No puede ser...

Por otra parte, Leandro aún no recibía su respuesta. Se tiró en el sofá y tapó su cara. No pudo pegar un ojo en toda la noche, ahora tenía fatiga y dolor de cabeza.

Dejó el hotel donde se hospedó, tras desayunar en el balcón y abordó su auto. En el proceso su móvil sonó con la entrante llamada de su padre.

El historial ya le registraba más de veinte intentos hechos por su progenitor. Ni hablar de los insultos por mensaje.

Había desatado un embrollo gigante, pero se evitó un destino fragmentado a la par de Erika.

Decidió ir a ver verle. Si quería ser más convincente, tendría una conversación con su padre.

¡Ring ring!

Era la chica.

Milenka: De acuerdo, allí estaré.

(...)

—Padre...

—Te mataría si no fueras mi hijo, ¿sabes lo perjudicial que ha sido todo eso de ayer?

—Si vas a decirme otra vez que continúe con Erika y nos casemos, me negaré, no dejaré sola a la mujer que lleva mi hijo en su vientre —pronunció decidió, sin un vestigio de inseguridad.

—¿¡Tu hijo!? Debes estar bromeando aún, ¿cuando pasó? ¡Maldita sea! Estabas con Mila.

—Ella tiene apenas dos meses de embarazo, yo... a los días de perder a Mila la conocí.

—La mayor parte del tiempo te la pasabas en tu habitación —gruñó apretandose el tabique —. Deja de actuar.

—Estaba pasado de copas, pero ella se ha vuelto alguien especial con el paso de los días.

—¡No aprobaré de ninguna manera esa relación absurda! ¿Te vas a casar con alguien que a la primera de haberte conocido te abrió las piernas? Es una mujer fácil y puede que te esté engañando al decir que el bebé es tuyo, ¿vas a criar a un bastardo? M****a, Leandro, ella solo quiere tu dinero.

Apuñó las manos, apretó la mandíbula, respiraba con dificultad.

—Lo quieras o no, es la mujer con la que voy a contraer matrimonio, con la que formaré una familia —hizo una pausa y resopló —. No me interesa si tengo o no tu aprobación o la de mamá.

—¿Qué demonios sucede contigo? —frunció el ceño —. Te desconozco. No lo aceptaré, si te casas con esa mujer, te olvidas que soy tu padre. ¡Dejarás de ser un Montavani!

Leandro no tembló ni un poco ante su advertencia.

—Nunca me he sentido orgulloso de serlo, me quitas un peso de encima —se atrevió a soltar, antes de girar sobre sus talones, rumbo a la salida.

Los gritos de su madre apareciendo le siguieron, no se detuvo, no volteó a mirar atrás. Solo era cuestión de unos días y terminarían cediendo, lo sabía.

Se encontró con Milenka en el Coffe Delizia. Ella explicó que no iría a la universidad, tras sentirse mal.

—¿Puedo hacer algo por ti? Tal vez un fármaco para aligerar los síntomas...

—Descuida, agradezco tus intenciones. ¿Quieres ir al grano con eso de hacerlo oficial?

—Debes darme la dirección de tus padres. Iremos a verle, me presentaré como el padre de tu bebé.

—P-pero aún no les comento nada.

—Da igual, lo haremos también.

—Aguarda, no podrá ser, mis padres saben de mi relación con... el innombrable —masculló —. Y papá no está en casa. La otra cuestión es que mi madre piensa que estoy en la universidad.

—Hagámoslo en la noche, prometo encargarme de todo, también podrás decirle sobre tu rompimiento con tu novio.

Asintió sin más.

Sin nada que hacer, y ella atada a ello también, estuvieron juntos todo el día. Al caer la noche, fueron a casa de los Wagner.

Su padre abrió la puerta y frunció el ceño al verla tomada de la mano con ese hombre.

—¿Milenka?

—Señor Wagner, buenas noches, es un gusto conocerlo —le tendió la mano, amigable, pero él no la apretó.

—Papá, él es Leandro, mi novio —declaró.

Aleksei que no estaba pendiente de las relaciones amorosas de su hija, lo tomó lleno de confusión..

—No avisaste que vendrías a comer con él.

—No se preocupe, no tengo apetito, señor. Su hija y yo queremos decirle algo importante. Por cierto, le traje esta botella de regalo, whiskey escocés —comentó ganándose una repentina, pero fugaz sonrisa de parte del hombre.

—Es un whiskey excelente, gracias. Pasen, no se queden allí. Llamaré a tu madre, mientras tanto, pueden esperar en la sala.

(...)

Ella no daba crédito al verle con otro chico. Destacaba que era apuesto, tenía ojos profundos y una perfecta sonrisa; era más guapo que Alexandre.

Era raro que su hija nunca le contó de su ruptura con Alexandre.

—¿Desde cuando están saliendo?

—Mamá, papá... Tengo que decirles algo importante —alternó la mirada en ambos.

Al ver que se tardaba, Leandro decidió intervenir.

—Vamos a ser padres, tendremos un bebé —reveló recalcando el hecho de que su hija "ejemplar y estudiosa" terminó embarazada, pero poco enfrascada en su carrera universitaria.

—¿Qué?

Se le desencajó el rostro, y la cara de Aleksei era todo un poema. Milenka temblaba, temiendo lo peor.

—¿Un bebé? ¡Mírame Milenka! ¿Estás embarazada?

La aludida cabizbaja asintió, tenía los ojos llenos de lágrimas que descendían marcando en un segundo el miedo y la opresión en su pecho.

Entonces, repentino y delicado, ya Leandro le aferraba la mano.

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