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4. Capítulo: "Exorbitante"

—Solo dime, lo aceptaré. Espera... —se inclinó a su rostro, ella contuvo la respiración, tenerlo así de cerca la desestabilizó, y volvió gelatina sus piernas. Leandro inspeccionó su mejilla —. Lo siento mucho, esto es mi culpa. Vayamos a mi auto, siempre traigo conmigo ungüento.

Milenka lo siguió, solo miró atrás una vez; incluso a la distancia, el lugar le daba escalofríos.

Volvió a subir a ese coche. El sujeto también lo hizo y buscó la crema. Entonces untó en su dedo, mientras que Milenka pasó saliva con dificultad, por su cuenta ella podría encargarse.

Pero Leandro ya deslizaba sus dedos sobre su pequeña y carmesí mejilla. De nuevo lo embargó la culpa.

—Perdóname, ¿te duele mucho?

—No, solo arde un poco —admitió aclarando su garganta —. ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Ya lo haces, adelante.

Dejó escapar el aire sonoramente.

—¿Por qué has detenido tu compromiso? Nadie hace eso, ¿qué hay de tu prometida? Se ha ido enfadada.

—Mi compromiso no significa nada, es una relación arreglada, y me cansé de ser una marioneta en mi familia o de ser usado para conseguir más reconocimiento. ¿Me dirás cuáles son tus condiciones? estoy dispuesto a acatar si cumples con tu parte —fue directo al grano.

Ella asintió.

—Tal vez me estoy precipitando a tomar esta decisión, no te conozco lo suficiente para involucrarme contigo, siento que me estoy exponiendo...

—Si lo que te inquieta es que sea un psicópata desquiciado o un sicario, puedes estar tranquila. Solo soy Leandro Montavani, adinerado, de una familia prestigiosa. ¿Algo más que agregar a mi reporte?

—No, entiendo... —se quedó perpleja, por el hecho de que estuviera diciéndole todo aquello que seguía pareciéndole irreal —. ¿Por qué te fías de mí? No me conoces, aún así me pides algo así.

—¿Vas a retroceder? Incluso estabas a punto de decirme las condiciones. ¿Ya no quieres hacerlo? —emitió.

Ya sus verdes ojos la atravesaban.

—No se trata de eso —bajó la cabeza y sacó el labio inferior, no había mucho que podía hacer por su vida —. Estoy dentro, acepto lo que me dices, en cuanto a mis términos, no quiero recibir ni una sola muestra de afecto de tu parte, nada de besos, incluso si estamos delante de tu familia. Ah, tengo una duda, ¿firmaré un registro legal del matrimonio o será falso?

—Es real, mi familia podría sospechar. Nos casaremos de verdad, pero no debes preocuparte, porque todo se va a disolver en cuestión de un año. Solo un año y acabaremos esto, en cuanto a lo que pides... Es imposible que no exista una mínima muestra de cariño, será muy obvio.

Ella torció los labios, al final asintió. Tenía razón, sospecharían.

—Vale, solo si es necesario. También quiero pedirte un préstamo.

—¿Eh?

—He sido muy aventada, lo siento. Necesito dinero para rentar un lugar y quedarme, no podré seguir viviendo en casa con mis padres. Te pagaré cada centavo, lo prometo.

—¿Sabes? Te llevaré a casa, podremos seguir hablando de esto mañana. Apunta mi número.

—¿Eh?

—Agenda mi contacto.

—Vale —espabiló.

Sacó su móvil y escribió con prontitud.

A los segundos le dio la dirección de su casa.

—Gracias por traerme.

—Otra vez, siento mucho lo que te pasó Milenka.

—Si no estuviera en esta situación demasiado apretada, entonces no te lo perdonaría. Pero... Necesito de ti, y tú de mí —chasqueó la lengua —. Estaré atenta al móvil, adiós.

—Buenas noches.

La ventanilla del auto ascendió otra vez, y pronto hizo rugir el motor de aquel lujoso deportivo, desapareciendo entre las calles en un santiamén.

La chica todavía divagaba entre sus pensamientos aturdida con todo lo ocurrido en menos de dos horas. Se llevó una palma al corazón, latía fuerte.

Se preparó para el interrogatorio que le esperaba en casa. Al poner un pie en el interior, ya le temblaba todo el cuerpo, al instante de adentrarse, las luces se encendieron.

¡Tarán!

Su madre de brazos cruzados, echándole una mirada fuerte, de esas que nada bueno expresaban.

—Mamá... —se le cortó la voz.

—¿Crees que estas son horas de llegar? Milenka, no se me olvida que tienes veintitrés años, aún así, hay reglas en esta casa que debes cumplir. ¿Saliste después de la universidad a caminar?

—Sí.

—No tiene nada de malo, pero ¿aún andabas por ahí a las once? Milenka, mírame cuando te estoy hablando...

—Lo siento, te dejé un mensaje de texto para que no te preocuparas, mamá.

—¡Han pasado tres horas y media desde que lo hiciste, Milenka! —reclamó y ella dio un respingo en su lugar.

Si solo porque llegaba tarde se ponía así, no quería imaginar cuando se pusiera al corriente de su embarazo.

¡La mataría!

Exhaló.

¡Reglas, regaños y más reglas!

Y si estaba peor su suerte, una reprimenda. Sí, a pesar de que era mayor de edad.

Estaba condenada al seguir bajo el mismo techo que sus padres.

—Lo siento, mamá. Estoy agotada, me iré a mi habitación.

—Sí, ve a dormir, tienes que levantarte temprano —recordó como si fuera una niña pequeña —. Ah, ¿cuando vendrá Alexandre?

Ella se detuvo sobre el primer peldaño de la escalera. Su nombre la alteró.

—No lo sé —se limitó a regañadientes, obligada a no imprecar contra ese fulano —. Buenas noches.

Al atravesar el pasillo se topó a su padre, pero a diferencia de su madre, no le dijo nada. Quizá por estar con el teléfono a la oreja, atendiendo una importante llamada.

(...)

Se fue a la cama después de una ducha, quedándose abstraída en el techo. El apuesto italiano de ojos verdes, se introdujo en su tedioso destino, extrañamente con el objetivo de enderezar y no torcer, su vida.

El teléfono se iluminó.

Se le abrieron los ojos de par en par, al leer.

"Ha recibido una transferencia exitosa de 500.000 dólares".

—¿Qué?

Aún varada en la sorpresa, el sujeto vino a su cabeza.

¡Él le envío la exorbitante cantidad de dinero!

Quiso ponerse en contacto con Leandro, pero no le tomó la llamada.

—No puedo aceptar esto, es demasiado, no podría pagarlo ni en mil años —musitó a solas, mordiendo su labio con preocupación.

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