Extraordinaria Delicadeza...—Y siento no decirte, pero hace días intenté hacerlo, lo siento —vuelve a decir, llegando a mi lado. —No digas otra cosa, creo que no se trata de que no confías en mí. —Así es, confío en ti, pero es un tema difícil para mí, de todos modos te lo diría. —Sin embargo ya Giulia estaba al tanto —reclamo bajito. Aferra mi barbilla, es dulce. —No te quito la razón, ya te dije que lo siento, podemos hablar de ello, si quieres. —¿Quieres hacerlo? Se trata de ti, Nic. Sabes que te apoyaré, estoy resuelta a ser parte de este proceso desde que lo supe, ahora depende de ti si lo vas a permitir. Toma mi mano y la besa. —Gracias. —¿Es un sí? —Siempre he sentido que has estado a mi par en todo esto, me siento mejor contigo y me ayudas a avanzar. —Me da gusto saber eso —admito —. ¿Podré acompañarte a ese centro? —Sí, puedes hacerlo —me deja saber, me muestro sorprendida —. La doctora Milman se alegrará de conocerte. —¿Le has hablado de mí? —Así es —confiesa
Toc toc. —¿Nic? —¿Esperas a alguien más? Sonrío. —No, pasa. Me encuentra al filo de la cama, aún con la toalla alrededor de mi cuerpo y otra en mi cabeza como un turbante. —¿Todo en orden? Tu cara me dice que no, ¿qué te preocupa? —La galería es el domingo, en la noche, puedo ir con alguien y debo estar elegante, ya sabes. Se lleva un dedo a la barbilla, pensativo. —Déjame adivinar, estás inquieta por la ropa, ¿es eso? No tiene que ser un problema, podemos ir de compras, es la solución obvia. —No, no tengo con que pagar, y no quiero que corras otra vez con los gastos —me apresuro en decir. —¿Y si lo tomas como un regalo de mi parte? Después de todo te lo mereces, eso y más —trata de convencerme. Suspiro y lo veo elevando una ceja. —No, sabemos que no es así. Solo intentas hacerme ceder —suelto. —¿Y que importa? Eres mi novia, ¿no? —Nunca me habías dicho así, Nic —susurro raptada por esos ojos tan lindos que tiene, sacudo la cabeza —. Sin embargo no significa que debas p
Encuentros Incómodos ...La frialdad que habita este instante me congela la sangre, me suspende, no sé qué palabra surgirá de la boca de Niccolò, ni lo siguiente que emitirá Rossi. Mi corazón se detiene en este momento. —¿Cómo estás Niccolò? —Estaba bien hace unos minutos, ¿es tu galería? —lanza, serio. —Yo no lo sabía, Nic —susurro. Guido asiente sin dejar de verlo. —No puedo seguir en este lugar, lo siento mucho Clara —se dirige a mí, antes de marcharse.Me quedo petrificada, viendo a Guido y luego giro la cabeza con dirección a Niccolò. En verdad se va, no puedo quedarme. —Yo lo siento mucho, señor Rossi —admito, antes de que pueda retirarme, el señor Rossi me detiene. —¿Por qué seguirlo? Si te vas, perderás la oportunidad de cumplir tus sueños, quédate, lo que pasó con Niccolò no debe afectarte —intenta hacerme reflexionar. —Nic es importante en mi vida, incluso más que esto, lo quiero y eso es más valioso que cualquier otra cosa.Me suelto de él, entonces sigo a Niccolò.
Junio avanza y yo camino de un lado al otro, sostengo el teléfono, por si acaso Niccolò me llame. Se ha ido al aeropuerto a buscar a su madre y a la mía. Yo decidí esperar aquí en el piso. ¿Qué si estoy tranquila? ¡No! No podría estarlo, siento a cada rato el retorno de un retortijón y nervios a flor de piel, el complot que me domina, no puedo contra eso. Solo encapsular un poco, no desaparecerá. Me sobresalto con la vídeollamada entrante de Ruby. No tardo en contestar. Estos últimos días hemos hablado más seguido. —¡Hola! —agito la mano. Hace lo mismo. —No te ves bien, ¿qué pasa? Ah, ya lo recuerdo, la visita de tu suegra y de tu querida madre. —En un rato llegan. ¿Cómo va todo? No me digas que bien, anteayer te vi muy mal. Pero no me quisiste contar. —Son cosas mías. No olvides que estoy embarazada, es todo. Y te extraño a ti, a mis padres. Todo eso y las hormonas me tienen así, aquí estoy bien, estable. No me falta nada. —¿Has salido a pasear? —He recorrido toda París en
—¿Has llamado a mi padre? —quiero saber mientras giro el brazalete sobre mi muñeca, el regalo de Regina, él asiente —. Mamá y papá... —Ellos deben portarse como adultos, sabrán estar en el mismo lugar sin problemas. —Es lo obvio, pero conozco a mamá —bufo. —Todo estará bien —besa mi frente —. Iré a servir la cena, ¿quieres venir? —Por supuesto, te ayudaré. Regina se ofrece en poner la mesa, aunque insisto en que se quede en su lugar, se levanta y lo hace. Mamá sigue en la habitación que ocupará, despreocupada. Nada raro en ella. De pronto suena el timbre. Es mi padre, lo sé muy bien. —Abriré la puerta —aviso en cuestión. Me asomo por la mirilla. En efecto, es papá. Abro y me abalanzo a sus brazos. —Clarita, me alegra verte, ¿he llegado tarde?—No, justo a tiempo —me hago a un lado. Por fin papá conoce a Regina. Los presento a ambos quienes comparten unas palabras de forma afable. Los dejo interactuar y regreso a la cocina, Niccolò ya ha terminado de servir. Spaghetti a la Car
Ottobrate...Días después...—Eso que señalas y que muchos comen es Trapizzino. —¿Trapizzino? —cuestiono sin saber de qué habla. —Es una fusión entre pizza y sandwich. Pero es comida callejera, no comeremos eso. —¡Claro que sí! —exclamo animada —. No seas tan exquisito, esto merece la pena, quiero probarlo. —No, Clara. Quiero que vayamos a comer en un restaurante. Bufo. —Me apetece Trapi... —se me ha olvidado el nombre, él sonríe —. Eso, se ve delicioso. Muero de hambre, anímate. —Si me pones esa carita y esos ojos tan hermosos de cachorrito, entonces me vas a convencer. Hago un puchero. —¿Ya te he convencido? —Sí, Clara —suspira y pone los ojos en blanco —. Me has convencido. Mi chico le habla al señor, ni puedo dejar de verlo, ¿cómo es que resulte tan atractivo hablando en italiano? Su voz gruesa y profunda, el acento perfecto, fluido y musical, es una canción para mis oídos. Se acerca a mí con la comida. Veo que ha escogido diferentes. —Toma, sé que te gustará el trapi
Dos años después...El invierno se adueña de todo, es una estación fría, pero aquí dentro en el piso sigue habiendo calidez, por eso no es un problema andar solo con la camisa de Nic; siento que me estoy volviendo adicta a todo lo que tenga su olor, supongo que eso me hace estar muy cerca de él siempre. Y es una sensación maravillosa. Me alejo un poco, consigo el ángulo idóneo para admirar lo que hice. ¡Dios! El resultado me sorprende. He trabajado arduamente para terminar la pintura; Ruby va a alucinar cuando lo vea, no me aguanto y le escribo un mensaje adjunto a la foto de mi cuadro.Ahora que ha regresado a la ciudad, ella y su pequeña de casi dos años, sí, al final tuvo una niña, suele estar más ocupada con el trabajo. La relación con sus padres ha mejorado bastante, desde el nacimiento de Paris ha sido así. Mientras que Michael ha brillado por su ausencia desde entonces; Ruby es fuerte, ha logrado olvidar a ese tipo que solo daño le causó. Lo limpio todo, y guardo mis cosas. E
Con ojo agudo, la madre de Leandro verificó todos los arreglos; una enorme sonrisa se adueñó de sus labios al ver que los preparativos eran perfectos, que la boda de ensueño que enlazaba a las dos familias poderosas, sería un hecho. ¡Su apuesto hijo, al fin se casaría!Mila y Leandro eran la pareja perfecta. Ellos tranquilamente podrían estar juntos, amarse a la vez. No solo era una unión marital por intereses. Paulette, la madre de la novia, hizo acto de presencia, un poco confusa. La mujer ataviada en un elegante vestido, llena de excesivos remilgos. —¿Has visto a Remi? Estaba hace un momento hablando por el móvil, lo he perdido de vista —chasqueó la lengua, se refería a su marido. —No, quizá está afuera. ¿Ya han terminado con Mila? —Sí, está tan hermosa. Hemos estado esperando este momento desde hace mucho... Ambas compartían la misma alegría.—Leandro y ella son el uno para el otro —aseguró. Después de eso, Mariola, se retiró. Y la mujer se rindió, retornaría con su hija.