Estaba devuelta en el piso, ella aún continuaba pensando en su enlace. Que raro todo, muy extraño ya estar casada. La noche cayó de inmediato y se preguntó si debía preparar la comida. Es lo que una esposa idónea haría, pero ella no lo era en verdad. Respiró hondo, antes de meterse en la cocina. —¿Qué haces allí? Solo dime si quieres comer algo. —Leandro, quiero hacerlo —le expresó de pronto —. Haré la comida. —No, ya pedí algo. ¿En serio jugarás a la esposa? No debes fingir ya que no hay nadie —emitió sonriéndole. Milenka que solo quería hacer algo bueno, se desinfló. —¿Hablaste con tu padre? —Te dije que aceptaría, y eso hizo —subió los hombros —. Ven conmigo. Solo obedeció, sin saber a dónde iría. Terminaron en un ático, que se volvía irreal para la joven. No se imaginó un lugar tan grande como ese, además del piso. —¿Por qué estamos aquí? —Solo quería mostrarte las vistas, ¿no son magníficas? Puede verse una gran parte de la ciudad. Mira todas las luces —señaló. Ella t
Desde que tuvo esa conversación con Sara la noche anterior seguía ensimismada, nerviosa porque la volviera a señalar como la dueña de esa prueba de embarazo, todavía se recriminaba por el descuido, no debió dejar eso sobre su pupitre, cerró los ojos con fuerza y permaneció así hasta la entrada de Leandro. Él parecía haber tenido una buena noche, a diferencia de ella.Tenía que confesar que era un tipo atractivo, un espécimen que cualquier mujer querría tener, la repasaba de los pies a la cabeza con disimulo, aunque el propio Leandro se dio cuenta y solo sonrío para sus adentros victorioso; era tan difícil no abrumar a una mujer con su sola presencia, también causaba un profundo efecto en la joven embarazada. Y lo sabía. —¿Has tenido un plácido descanso? Hay enormes ojeras bajo tus ojos —se atrevió a decirle y ella solo se desinfló, no iba a mentirle, no pudo dormir como había querido. Fue una hecatombe. —No, aún así no pasa nada, estoy bien seguramente me acostumbré por tantos de
Alexandre se levantó y limpió la comisura de su boca, aún tenía sangre. —¿Tu esposa? Supongo que es un mal chiste. ¿Te inventas algo tan estúpido para salvar a una desconocida? no te metas en nuestros problemas, ni siquiera sabes lo que está ocurriendo entre nosotros —lo enfrentó, incluso tras recibir esa paliza. —¿Tengo cara de payaso o mentiroso? —rugió y volvió a tomarlo por el cuello de la camisa, Milenka retrocedió de la escena todavía llena de perplejidad —. Ni la mires, te acercas otra vez a ella y te arrepentirás de haber nacido. —¿Quién eres? —Soy alguien, a diferencia de ti, un pobre insignificante. Fuera de mi vista —demandó. —¿Montavani? —susurró Alex, mientras se retiraba lentamente —. Oh, Claro, el hijito de mamá y papá. Un millonario, ¿qué significa todo esto? Ella tendrá un hijo mío. Y la miró. Apenas pudo pasar saliva, elevó la cabeza y conectó con él. Leandro negó con la cabeza. Y se aproximó fiero al tipo. Se inclinó a su oído, para que solo él lo pudiera e
Y los días pasaron, un día se fue más de volada que otro, pero cada minuto la apegaba más a su vida, a todo lo concerniente a Leandro. Se daba cuenta que su imponencia y el exterior era en realidad un revestimiento, porque era un hombre gentil y de buen corazón. No era el típico millonario altanero o que pensaba en sí mismo. Imaginó que sería un buen esposo cuando encontrara a la mujer de su vida, sin embargo pensar en ese tema la puso un poco incómoda, tal vez porque ella era su "esposa"La noche llegó con rapidez, Milenka caminó a través de la instancia con los pies descalzos, ya se cumplía su semana número tres viviendo bajo el mismo techo que el italiano y siendo su esposa por contrato. Él todavía no regresaba del trabajo, así que se podía tomar la molestia de andar por allí con solo un camisón que llegaba a cubrir sus muslos, era cómodo andar sin ropa interior, se sentía tan libre. Aunque se le borraba la sonrisa del rostro al recordar que debía hacer tareas de la universidad
Se llevó la siguiente cucharada a la boca y miró a Leandro, estaba centrado en su comida.Ese día se sentía tan extraña, que no podía dejar de verle. Sus rasgos masculinos bien marcados, sus pestañas rizadas y ese cabello que la tentaban a enredar los dedos entre cada hebra. ¿Podía acusar a las hormonas de su embarazo por estar pensando así? Parecía una pervertida. Se mordió el avión inferior y se reprimió cada uno de esos deseos absurdos, no tenía sentido. —¿Quieres salir conmigo? —Tendría que revisar mi horario, no tengo clase temprano, pero estoy segura de que habrá alguna modificación de imprevisto tras la salida de un profesor que no irá —explicó, pero solo era una mentira, no quería ir con él a ningún lado. De pronto solo quería evadirlo. No le estaba haciendo bien tenerlo cerca, solo la confundía y más el hecho de vivir juntos.Solo no quería verse envuelta en algo que terminara afectando su corazón, debía recordar siempre cuál era su lugar y lo que significaba en su vid
—¿Como rayos te quedaste embarazada? existen los anticonceptivos y tantos métodos para evitar un embarazo que puedo pasar toda la mañana hablando del tema. Tenía ganas de llorar. Apenas pudo no hacerlo, era su debilidad. —Lo sé, nosotros usamos protección y me estaba cuidando pero fuimos desafortunadamente ese un porciento que podría fallar. Si te lo estoy diciendo es porque eres mi amiga... ya crucé la etapa de negación y terminé aceptando que ese bebé vive dentro de mí y depende de mí. No lo dejaré, lo decidí.—¿En serio quieres criar al hijo de ese idiota sola? Maldición, no digo que el bebé no importe, pero Alexandre hará la vista gorda y no sé hará cargo del bebé. ¿Quieres asumir toda la responsabilidad y atar tu vida a ello? Tragó duro y elevó la mano, esa vez llevaba el anillo. Inevitablemente Sara clavó los ojos en la sortija y se tapó la boca. Tenía una idea errónea de lo que pasó. —Este anillo...Ni siquiera dejó que terminara la oración, ya estaba hablando. —¿Tus padr
—No ha sido nada grave, no te preocupes. Debo tener más cuidado con esa arma filosa. No soy buena en la cocina —hizo un puchero. Leandro seguía a sus pies, cuidando de su herida. La limpió con delicadeza y le puso una curita al finalizar.Estaban tan cerca que el corazón de Milenka estaba a punto de estallar.—¿Quieres hacerme un pequeño favor? —preguntó ella.—De acuerdo, adelante.—Solo mantente alejada de todo objeto afilado. Podría ser peor la próxima vez y si no estoy, no me imagino lo que puede pasar.—En vez de eso, ¿por qué no tomas clases de cocina? Se ve que eres bueno; ni siquiera tienes que esforzarte para que te salga bien —dijo Milenka en voz baja.Leandro negó y empezó a guardar las cosas de primeros auxilios.Milenka seguía sentada sobre la isla de la cocina y se quedó allí, sin poder bajar tan pronto.—Solo soy bueno en algunas cosas. No me siento con la capacidad de enseñar a otros. Lo básico se aprende rápido, pero si estás hablando de la utilización de cuchillos,
Sara se encerró en su habitación y se negó a salir hasta que sus padres abandonaran la ridícula idea de casarla con un hombre que ni siquiera conocía. Nunca pensó que le harían algo así, y mucho menos cuando la estabilidad económica de su familia era buena. Pero entonces se dio cuenta de lo egoístas que estaban siendo: querían más.Ella era demasiado joven para pensar en el matrimonio y tenía que hacer algo para no dejarse manipular por sus padres. No haría lo que ellos querían, eso estaba claro. Pero no sabía cómo escapar de la decisión atrevida y osada que habían tomado por ella. Irse de casa no sonaba bien, no sabía dónde ir y empezó a sentirse atrapada, como si al final tendría que acceder a lo que sus padres habían decidido.En un momento tan desesperante como ese, quería hablar con su amiga, tener a alguien con quien conversar, pero no estaba segura debido a la hora. Prefirió contarle al amanecer.Entonces entró al baño de su habitación y se dejó caer sobre el suelo frío, con es