Por otra parte, ya se estaba llevando la fiesta de compromiso, en donde los invitados, la familia Strousman y Montavani disfrutarían de un buen agasajo. El único era Leandro, que aún no llegaba, cuando ya casi una hora ya tenía la fiesta desde que empezó. Erika no dejaba de caminar de un lado al otro, enfadada por el retraso. Su madre estaba casi tirándose de los cabellos, al tiempo de intentar calmarla. —¡¿Dónde está ese infeliz?! Remi entró a la sala. —Mantén la compostura, Erika —reprendrió a su vibrona hija. Ella enfurecida arrojó un jarrón al suelo. —¡Erika! En el exterior, Renard, llamaba a su hijo. Los invitados comenzaban a parlotear entre ellos, extrañados porque el joven no aparecía. Leandro terminó apagando el móvil, de todos modos ya conducía al lugar donde se celebraba la fiesta. Pero una mujer inconsciente del peligro cruzaba la carretera, frenó de golpe y se bajó del auto con premura. Milenka aún seguía paralizada. —¿Estás bien? Antes de que pudiera responder
La madre de Erika además de encontrarse estupefacta y furiosa casi se desmaya, sin dar crédito a la humillación que estaba pasando su hija y toda su familia, una locura. —¡¿Quién eres?! Apestosa, insignificante y ramera mujer —la ofendió después de darle ese golpe, por supuesto la susodicha seguía sin saber que decir, no tenía la culpa de nada solamente estaba siendo utilizada por ese desconocido. Se sentía una completa tonta por haber accedido a eso aunque no sabía a ciencia cierta en lo que se estaba metiendo y solo entonces se puso al corriente. ¡La fiesta de compromiso era de ese tal Leandro! El italiano, no creyó que la madre de Erika se atreviera a tanto. Y cuando la mujer volvió a hacer el intento de darle otra cachetada a Milenka, apresó su brazo. —¡Basta, Paulette! No te atrevas. Pero ella parecía una serpiente enfadada por lo que estaba ocurriendo, y más por la actitud de Leandro y su insistencia por salvar a la mujer. Es que no entendía cómo demonios de la noche a l
—Solo dime, lo aceptaré. Espera... —se inclinó a su rostro, ella contuvo la respiración, tenerlo así de cerca la desestabilizó, y volvió gelatina sus piernas. Leandro inspeccionó su mejilla —. Lo siento mucho, esto es mi culpa. Vayamos a mi auto, siempre traigo conmigo ungüento. Milenka lo siguió, solo miró atrás una vez; incluso a la distancia, el lugar le daba escalofríos. Volvió a subir a ese coche. El sujeto también lo hizo y buscó la crema. Entonces untó en su dedo, mientras que Milenka pasó saliva con dificultad, por su cuenta ella podría encargarse. Pero Leandro ya deslizaba sus dedos sobre su pequeña y carmesí mejilla. De nuevo lo embargó la culpa. —Perdóname, ¿te duele mucho? —No, solo arde un poco —admitió aclarando su garganta —. ¿Puedo hacerte una pregunta? —Ya lo haces, adelante. Dejó escapar el aire sonoramente. —¿Por qué has detenido tu compromiso? Nadie hace eso, ¿qué hay de tu prometida? Se ha ido enfadada. —Mi compromiso no significa nada, es una relación ar
Se despertó temprano y se alistó, su clase comenzaba a las diez de la mañana, pero quería estar fuera de casa lo más que pudiese. Bajó a comer el desayuno que le preparó su madre; Aleksei, su padre, ya se había ido al trabajo. —Aquí tienes, avena, tostadas, mermelada y... Su madre pausó al verla tapando su boca. Lamentablemente las náuseas matutinas iniciaron al ver las hojuelas de la avena, como si fuera lo más asqueroso que vio en su vida. Ante las arcadas horribles que tenía y evitando vomitar sobre la mesa corrió lo más pronto que sus piernas se lo permitieron al baño principal. Klara dejó el plato en la mesa y fue con su hija asustada porque algo anduviera mal. —Milenka, ¿estás bien? No me digas que te has comido algo en mal estado por allí, te conozco, te gusta comprar en esos sitios poco higiénicos. Ella rodó los ojos todavía de cuclillas frente a ese retrete. Su madre llamaba "poco salubres" a los lugares de comida rápida. ¡Ojalá fuera un dolor de panza que se terminaría
Chispeó el contacto entre sus dedos, se quedó aturdida con el agarre férreo repentino que le daba a la escena más realismo. Incluso ella cayó en la actuación, en lo bien que Leandro ejecutaba su papel. Mariola incrédula los miró. ¡¿En qué momento su hija terminó la relación con Alexandre?! No le conoció otro chico en esos meses, de hecho era Alexandre su primer novio. —Milenka y yo tampoco esperábamos un hijo, pero lo hemos aceptado juntos y decidimos tomar la responsabilidad. A Renard casi le da un fulminante ataque al corazón. —¿Decisión? ¿Aceptar? —respiró hondo y miró a su hija —. ¿De qué va todo esto? ¡Estás en la universidad!—Papá, perdóname —sollozó. Fue una tonta por creer que el italiano sería su soporte y haría más ligero el problema, pero más idiota ella que cayó en los encantos de un cretino y cobarde como su exnonio. ¡Él no la merecía! —Milenka, pero si estabas con Alexandre.
La propiedad tenía más de ciento cincuenta metros cuadrados, habitaciones adjuntas a un baño suite y vestidor. Las vistas panorámicas que se ofrecían, también eran fabulosas. Pudo ver que habían muchos cuadros con luz focalizada, las paredes en su mayoría estaban pintadas de un blanco y algunas partes de las estancias de un azul oscuro, casi como el cielo al ser oprimido por la tormenta. Quizá por eso la recorrió un escalofríos desde la nuca. En realidad era lujo por doquier, aún así, sentía que hacía falta algo de calidez femenina. Era tan marcado el hecho de que solo el vivía allí, solitario y ¿frío? Su casa era la de un soltero, un hombre ordenado, con buenos gustos y adicto a todo lo que gritara suntuosidad. Aún así no tenía una objeción, no es como si tuviera el derecho siquiera, porque ella solo era una huésped pasajera, una entrometida en su vida y espacio. Chasqueó la lengua, al final no debía sentirse mal, él fue quien la tiró a todo eso. Se quedó en la cama y miró a su
Los rayos de luz intervinieron en su sueño, abrió los párpados con lentitud, encontrándose con la intensidad del sol ya en lo alto, y se convertía en otro día en que debía lidiar con su situación. Sinceramente quería quedarse a dormir un rato largo, pero ocupando un lugar que no le pertenecía, no se miraba con ese derecho; terminó deshaciéndose de las sábanas y de esa somnolencia que seguía encarcelando sus extremidades, pronto dirigió sus pasos al baño, algunos segundos distraída por cada detalle en el interior del mismo, todo era distinto a lo que ella conocía. La casa de sus padres y su habitación podría ser algo sencillo comparado con el piso de Leandro. Se envolvió en una toalla caliente y se quedó afuera pensando que debía usar la misma ropa. Hizo un puchero, tendría que ponerse otra vez la sudadera y ese jean todo desgastado. Ni modo. Justo cuando lo tomó, a la puerta tocaron, dos toques en seco desde el exterior. Sabía que se trataba del sujeto. Ya estaba allí para desp
Atravesó el pasillo de la universidad y todos se le quedaron viendo, creyó que algo andaba mal con su ropa, pero no consiguió nada extraño, no entendía por qué tantos pares de ojos la ponían en el centro; saltó a la escena Sara y de inmediato se colgó de su brazo. —Todavía no acepto que me vas a dejar sola, incluso me hiciste una promesa de estar siempre juntas en momentos y lugares importantes, se supone que también sería un recuerdo inolvidable, pero no quieres —puso ojitos de cachorrito.Solo entonces reparó en que toda esa gente las estaban mirando, en especial a su amiga. —¿Tengo algo en la cara? Todos me ven. —Mira, es ella, la pobre ha sido engañada por su novio, ahora será el hazme reír de toda la universidad —comentó una chica que pasaba, con malicia. Ella tragó duro y revisó su móvil. Tenía muchos comentarios, notificaciones que entraron, pensó que iba a explotar su móvil en cualquier momento. Sara no se quedó atrás y ya estaba viendo su teléfono dándose cuenta de la no