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2. Capítulo: Impidiendo El Compromiso

Por otra parte, ya se estaba llevando la fiesta de compromiso, en donde los invitados, la familia Strousman y Montavani disfrutarían de un buen agasajo. El único era Leandro, que aún no llegaba, cuando ya casi una hora ya tenía la fiesta desde que empezó.

Erika no dejaba de caminar de un lado al otro, enfadada por el retraso. Su madre estaba casi tirándose de los cabellos, al tiempo de intentar calmarla.

—¡¿Dónde está ese infeliz?!

Remi entró a la sala.

—Mantén la compostura, Erika —reprendrió a su vibrona hija.

Ella enfurecida arrojó un jarrón al suelo.

—¡Erika!

En el exterior, Renard, llamaba a su hijo. Los invitados comenzaban a parlotear entre ellos, extrañados porque el joven no aparecía.

Leandro terminó apagando el móvil, de todos modos ya conducía al lugar donde se celebraba la fiesta. Pero una mujer inconsciente del peligro cruzaba la carretera, frenó de golpe y se bajó del auto con premura.

Milenka aún seguía paralizada.

—¿Estás bien?

Antes de que pudiera responder, la lluvia se precipitó sobre ambos. Todavía seguía sin decir una sola palabra, lo único que se le ocurría pensar es que seguía noqueada por haber sido casi arrollada por el coche.

La chica de enormes ojos ámbar, ni siquiera se negó a subir al auto de un desconocido de lo aturdida que se hallaba. Acabó sobre el asiento de copiloto, Leandro abordó su lugar llegando al extremo de pensar que debía llevarla a un hospital.

Milenka se tapó la cara y empezó a llorar, rompiendo en un llanto convulso que lo descolocó.

—Es un idiota, un maldito imbécil...

—Lo siento, pero también estabas un poco distraída, no es solo mi culpa —se defendió creyendo que ella le reclamaba.

Milenka dejó de llorar y lo miró, después observó a su alrededor.

—¿Qué hago aquí? Y no estoy hablando de ti.

—Espera... ¿hay algo que pueda hacer por ti? No te ves bien —se apresuró en decirle —. Y... ¿a quién le has llamado imbécil si no ha sido a mí?

—No es de tu incumbencia —masculló secándose los ojos.

Leandro le quitó el seguro a la portezuela, ella lo supo, aún así no se bajó.

—¿Qué esperas?

La joven no quería quedarse con todo lo malo dentro, necesitaba liberarse.

Bajó la cabeza y entrelazó las manos sobre su regazo.

—Mi exnovio me engañó, lo pillé el día en que le diría sobre mi embarazo, hoy se entera que será padre y me pidió que aborte. Eso lo convierte en un cretino. Me ha dejado sola en todo esto —volvió a romperse, lo vio —. Mis padres aún no lo saben, siempre he sido una hija ejemplar, ellos son conservadores, esto es realmente malo.

Leandro se arrepintió de indagar sobre su vida que se encontraba patas arribas.

—Es un imbécil, tu novio debería actuar como un hombre y no huir de su responsabilidad —opinó golpeando el volante.

Se puso en marcha, aún llovía.

—¿A dónde vamos?

—Te llevaré a casa, solo dame la dirección. Sería un cretino también si dejo que una mujer embarazada se moje, podrías pescar un resfriado.

—¿Eh? Solo detente. No tendré hipotermia.

Él frenó en seco, no porque se lo pidió, sino por la idea que arribó a su mente.

—¿No le has comentado a tus padres de tu embarazo? Y... ¿qué crees que sucederá cuando lo sepan?

—Yo... Supongo que seré la decepción para ellos y me echarán de casa, no hay mucho que se pueda hacer. Papá y mamá siempre me han tenido sobre un pedestal, yo me esforcé mucho para ser una buena hija, ya todo se ha ido por el caño.

—¿Y si le dices que el padre del bebé se hizo responsable, es heredero de una compañía prestigiosa y está dispuesto a casarse contigo? —lanzó dejándola perpleja y luego sonrió.

—Eso es el guión de una película o algo así.

—Puede ser el guión de tu vida... ¿me dirás cómo te llamas?

Prestó atención, él decía muchas cosas sin sentido.

—Milenka...

Asintió.

—¿Quieres seguir siendo la chica buena de tus padres?

—No es posible, todo lo que dices dejará de ser así cuando le diga —sacudió la cabeza —. Por cierto, tampoco me has dicho cómo te llamas.

—Leandro, ese es mi nombre. Milenka, ¿qué dices de ayudarme a detener un compromiso? Te prometo que te devolveré el favor.

—¿Detener un compromiso? —abrió los ojos de par en par.

Rugió el motor de su deportivo.

A las afueras de la propiedad, estacionó. Ella se quedó impactada con las luces y los arreglos que empezaban desde la entrada.

—¿En dónde estamos?

Él tomó su rostro con delicadeza.

—Ya tus ojos no se ven hinchados —y de pronto cogió su mano —. Solo sígueme la corriente.

Milenka no sabía a donde estaba siendo arrastrada, aún así se dejó llevar.

Todavía seguía procesando el hecho de que un desconocido la llevaba al interior de un lujoso salón, con el objetivo de evitar un "compromiso".

Al fin se soltó y no caminó más.

—¿Quién te crees para obligarme a hacer algo así? —se quejó.

Leandro se frotó la sien.

—No nos conocemos, pero... ¿podrías confiar en mí?

Se lo pensó, al final cedió a ese desatino.

Sus padres solo sostuvieron una sonrisa pasajera al verle llegar con alguien más a su lado. A Paulette y su hija se le desencajó la expresión al verle tomando de la mano a esa mujer de pelo corto, desaliñada.

Renard apretó la mandíbula, furioso.

Ni hablar de Mariola, que seguía estando congelada.

Ya los invitados comentaban entre sí, el tremendo bochorno que ocurría.

Sonrojada se puso Milenka, al ser el centro de atención entre aquel gentío. Ya no podía huir. ¡¿En dónde se había metido?!

—¡Señores Strousman, padre, madre, e invitados, este compromiso se cancela! —exclamó a toda pulmón —. ¿Ven a la mujer que hoy tomo de la mano?

—¿Qué haces? —susurró nerviosa.

—¡Ella es la razón por la que ya no habrá compromiso, nada en absoluto. Quiero lo mejor para ella y nuestro hijo! —añadió llevando una mano a su abdomen, donde se alojó todo tipo de insectos.

Erika quedó boquiabierta. Todos seguían perturbados por la noticia repentina, un balde de agua fría.

Milenka apretó con fuerza la mano de Leandro, asustada por la ferocidad con la que esa mujer acercándose a ella la apuntaba.

Entonces giró su rostro con una fuerte bofetada, delante de todas esas personas mirando la escena con estupefacción.

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